El embrujo de Shanghai

Antoni Miralda
La inauguración de la IX Bienal de Shanghái el pasado 1ero de octubre, significó el inicio de un gran evento que promete ser el de mayor importancia cultural del continente asiático. Shanghai sigue pareciéndonos una ciudad de película que se presenta al mundo como un gigante que puede con todos los experimentos y todos los retos. Para empezar, han convertido una antigua central eléctrica (Nashi Power Plant) en la sede del nuevo museo de arte contemporáneo, espacio principal de la Bienal. No han construido un edificio de nueva planta, sino que, con toda la intención, han transformado un tipo de energía, la eléctrica, en otra mucho más poderosa: la cultural.La transformación de la central eléctrica en museo es una especie de metáfora de la propuesta de esta edición que, bajo el lema Reactivación, invita a repensar y a transformar espacios, historia, energía, relaciones comunitarias e infraestructuras, mediante el diálogo plural. Se trata de buscar soluciones que den respuesta a la actual situación cultural y social a nivel internacional. Seguramente es una propuesta ambiciosa por parte de los curadores, pero resulta estimulante y poderoso pensar que las antiguas estructuras puedan ser trasformadas para rediseñar la ciudad como un espacio de convivencia, donde la cultura y el arte son los elementos generadores. Todo ello sin renegar de la tradición, mirando al futuro: una verdadera utopía iluminadora y esperanzadora.
Aunque es una bienal todavía muy joven (nació en 1996) se ha convertido en un foco de atracción para artistas, críticos y profesionales del arte de todo el mundo y le ha permitido a China mostrar su autorretrato en un ambiente de intercambio y diálogo cultural, apoyado por las instituciones gubernamentales, especialmente, por el Ministerio de Cultura y la administración municipal de Shanghái.
El equipo liderado por Qui Zhijie y compuesto por Boris Efimovich Groys, Jens Hoffmann, Johnson Chang Tsong-Zung plantea, además, una novedad que convoca a 29 diferentes ciudades afines con el discurso de la reactivación. La presencia de estas ciudades con pabellones protagónicos y presentadas como versos de un poema, es una manera de lanzar puentes culturales y de mirarse en otros espejos. Entre ellas está Barcelona.
Barcelona y Shanghai se encuentran una vez más en la frontera entre la realidad y la ficción. Un gran pabellón acoge la obra del artista catalán Miralda, que aúna reflexión y crítica hacia el poder y la economía, mediante la comida. Partiendo del color de los alimentos y desarrollando el concepto sobre el rito cotidiano de sentarse a la mesa, los sabores y las lenguas, Miralda combina el pop con el kitsch de forma inteligente y estimulante.
Desde hace décadas, la comida, sus ritos y sus ceremonias, ocupan un lugar central en sus trabajos. Ya en 1980 propuso a los pasteleros de Barcelona realizar un homenaje a la ciudad mediante monas (tradicional dulce de chocolate catalán de Pascua) que reprodujeran un monumento. Las monas se colocaron en una galería de arte en la que las paredes estaban cubiertas de chocolate que con el calor se derritió: corrían lagrimones del dulce manjar por todas partes. Sí, las cosas (algunas más que otras) se desbordan cuando no se les pone freno.
En esa década del 80 abrió un famoso restaurante en Nueva York, el Internacional, y años más tarde, en el 1992, casó a la estatua de la Libertad de Nueva York con la de Colón de Barcelona. Boda que incorporó todos y cada uno de los detalles que conlleva una boda: anillos, vestidos, regalos y luna de miel. En el Food Culture Museum ofrecía banquetes con panes de oro.
Hace mucho tiempo que el artista insiste en que la cultura de los pueblos se manifiesta en el acto de comer, por eso, no es de extrañar que su proyecto para la Bienal, Twin Tastes & Tonges siga ese mismo discurso. Un encuentro de sabores y saberes entre las dos ciudades. El hilo conductor es el número nueve: nueve lenguas gigantescas documentan las tradiciones culinarias de nueve barrios de cada una de las dos ciudades, barrios que se ordenan en un mapa con los nueve síndromes del diagnóstico de la lengua de la medicina china tradicional.