El firme paso de un funámbulo: Ventanas de Christian Ibarra
“No es sólo la ausencia
o la certeza de tu taza vacía,
es la casa,
las ventanas que ahora sobran.”
–Christian Ibarra, Ventanas
Hace unos años Christian Ibarra (1987), todavía estudiante en la UPR, publicó su primer libro, La vida a ratos. Era una estupenda colección de micro-cuentos que revelaba un cuidadoso manejo del lenguaje y una afinada sensibilidad. Entonces, con solo veintiún años, pretendía atrapar el tiempo fugaz, consciente de su fragilidad, algo raro en los jóvenes, previendo ya la nostalgia de lo vivido. Como bien señala Zaira Pacheco: “Más que una evocación nostálgica percibo un homenaje a la fragilidad humana y a lo inanimado. Aquí lo inútil, lo moribundo, lo perecedero cobra una importancia inusual.” Quedamos, como indica la contraportada del libro publicado por Aventis (2008), pendientes del próximo proyecto. Mientras tanto, Christian terminó su bachillerato en el Departamento de Estudios Hispánicos, continuó trabajando como periodista en Diálogo, cursó estudios en la Universidad de Chile, regresó a Puerto Rico, hizo una maestría en periodismo en el Recinto de Río Piedras, cambió de trabajo y se enamoró de Gaby.
En estos días, casi una década después, Libros AC publica, por fin, el esperado segundo libro de Christian, Ventanas, y se confirman las mejores intuiciones de sus lectores de entonces. Ciertamente, más que la capacidad de concisión de los micro-cuentos de su primer libro, la mayor virtud de las narraciones de Ventanas, es el poder del lenguaje que bien describe Carlos Fonseca en la contraportada del libro:
“Como un hermoso murmullo, con la fuerza de las lianas o de los bonsáis, este libro de cuentos crece en voz baja. Amores como islas, viejas fotos que nos sueñan distintos, hombres que barren como si en eso se jugasen la vida, escenas que, como en los mejores cuadros de Hopper, nos retratan mirando esa ventana detrás de la cual se esconde la nostalgia de los destinos perdidos. Un libro bello y sereno, escrito desde el fulgor de lo íntimo, en el que descubrimos una voz que nos deja saber – a modo de consuelo – que no estamos solos.”
Así mismo es la lectura de Ventanas, “libro bello y sereno”: murmullo, fuerza de liana, voz baja que crece, fulgor de lo íntimo, consuelo. El discurso se detiene en la imagen, en el momento, y se puede –se debe– mirar a través de estas palabras, apreciar lo ajeno, distinguir lo esencial. Es entonces que llega la emoción de descubrir allí cerca, agazapado, lo tremendo.
Cada uno de los nueve cuentos de este libro corresponde a esa exploración minuciosa del mundo, oficio del poeta –y acaso, también, del periodista. Cada uno es, pues, una ventana, y así se presentan en la portada que coloca los inicios de los nueve relatos –las nueve ventanas– que constituyen la colección. Los preceden dos maravillosos epígrafes que nos ponen en sintonía. Toma el primero del texto de Leila Guerriero, “Aterrador”: “Mirás largamente por la ventana y tenés la sensación de que hacés eso por primera vez, de que podrías hacer eso –solo eso– por siempre. ” (Zona de obras, 2016). Lo tremendo ha estado todo el tiempo allí, descubrimos, a nuestro lado; cómo es que no lo hemos visto antes, pensamos. Quietos pensamos en el lugar, nos fijamos en los detalles, miramos largamente por la ventana: acceso a otro espacio, límite, adelanto, cuadro del otro lado. Allá está la presencia hasta entonces apenas intuida. ¿Y qué hay al otro lado? El segundo epígrafe ofrece la clave, en palabras de la canción de Leonard Cohen, “Anthem”: “Hay una grieta en todo, así es como entra la luz”. Así, pues, los nueve textos presentan delicadamente una modesta iluminación, la de las pequeñas cosas, las que de veras fortalecen para resistir las tremendas hecatombes. Tal vez sea esto lo que más conmueve de este libro, un optimismo sin trazo alguno de mojigatería, un optimismo necesario para estos tiempos tremebundos.
Los nueve relatos tienen en común estas sintonías, y el lenguaje sucinto que elogiaban los lectores de su primer libro, asimismo comparten el ritmo del discurso, la perspectiva de la voz narrativa, a veces en primera persona y siempre reflexiva, melancólica. También el discurso se aquieta y se privilegia el uso del presente, aunque en ocasiones se retrotrae a los antecedentes. En el caso de los narradores-personajes, se representa el mismo acto de mirar y rememorar. En cuanto a los temas, recupera algunos que ya aparecen en La vida a ratos: la memoria, el paso del tiempo, las transformaciones. Los textos exploran además relaciones entrañables: de pareja (“El mar”, “La ola”, “A flote”), paterno-filiales (“Una caja de zapatos”, “Puki”, “Papá llegará pronto”), de amistad (“Tres”, “López”); pero también escribe sobre la pérdida (“El mar”, “Una caja de zapatos”, “López”), las distancias –que también puede ser la del pasado- y la melancolía (“El mar”, “Una caja de zapatos”, “Tres”, “Ventanas”, “López”).
Algunos cuentos se desarrollan en Puerto Rico, sobre todo en las zonas urbanas, otros se refieren, al parecer, a personajes y espacios chilenos. En varias ocasiones aparece el mar (título del primer cuento) siempre distinto como las versiones de un recuerdo: “Veo el mar, un mar inmenso, demasiado ancho y plateado. El sol crea esas láminas que parecen las escamas de un gran pez y yo pienso que nunca veremos juntos otro mar así.” (15) Puerto Rico es a veces archipiélago, a veces ventana urbana. Es, como en tantos relatos contemporáneos, un lugar del que se huye: “coincidimos en que había que escapar de esta isla. Al final ella lo hizo.” (17) El escenario es distinto dependiendo de la ocasión: la niña que no sabe que viaja por primera vez con la madre, el niño que mira el mar junto a su padre. No percibimos, sin embargo, en el presente, la resonancia del momento que vivimos –“Somos jóvenes, pero no lo sabemos.” (17)– y las fotos –formas de fijar el instante, ventanas al pasado– son tan vulnerables como la felicidad, no permanecen o empalidecen en el encierro de una caja de zapatos.
Todas las historias de este libro, como muchos buenos libros, funcionan como metáforas. El mar es un espacio vasto que está afuera, la ola es algo devastador que sobreviven los ilusos que se mantienen abrazados, las parejas que deciden arriesgarse se mantienen a flote, las amigas se ayudan a navegar las desgracias, los hijos padecen sin saberlo las tristezas de sus padres. Son cuentos que debemos pensar, verticales como poemas. No sólo se establece la horizontalidad de una historia que transcurre, muy mínima, también se destaca cada elemento del cuadro, inmóvil, dispuesto allí porque significa algo más. Entonces, leemos, interpretamos lo que vemos a través de esa ventana.
En el último cuento del libro, “López”, se cuentan las reflexiones de un individuo el día en el que cumple veinticinco años en su trabajo. López llegó por primera vez a la oficina el mismo día en el que adquieren un microondas, una marca de confort y de progreso. Veinticinco años después el aparato es tan ordinario y común como el mismo oficinista. En el aniversario número veinticinco, López vive aún en su rutina, fundiendo memorias de tiempos y lugares, pero tras este individuo sin aparente interés, hay una historia maravillosa. Como en tantos otros personajes observados de este libro, no todo es tan vulgar ni tan simple como parecería. La maravilla de encontrar lo fabuloso en lo ordinario es el impulso de la imaginación de estos relatos, la fuerza de las “lianas” de este hermoso “murmullo”.
López bien pudo haber escrito este libro. Desde la azotea del edificio en el que trabaja hace veinticinco años, desde la ventana vertical que está junto a su escritorio, el oficinista, como Christian Ibarra, mira largamente. Afuera están las otras vidas, la ciudad, la cuerda floja sobre la que el funámbulo, como el escritor, atraviesa la distancia entre el yo y lo otro. Es la empatía lo que asegura la firmeza de esa cuerda imaginaria que atraviesa el escritor hasta el otro lado, con cuidado de no caer, cegado por la luz que sale de las grietas.
Obras citadas
Cohen, Leonard. “Anthem” (Disco The Future, 1992).
Guerriero, Leila. Zona de obras. (Barcelona: Anagrama, 2016)
Ibarra, Christian. La vida a ratos. San Juan: Aventis, 2008.
—. Ventanas. San Juan: Libros AC, 2017.
Pacheco, Zaira. “Zaira reseña a Christian Ibarra (Puerto Rico)” El roomate: colectivo de lectores 1ro de mayo de 2011. URL: https://elroommate.com/2011/05/01/zaira-resena-a-christian-ibarra-puerto-rico/