El futuro de las ciencias sociales y la Universidad
Plantea Niklas Luhmann en su libro Observations on Modernity que, del futuro lo único que sabemos es que no será como hoy. Esto parece poco pero al mismo tiempo es mucho, sobretodo si se considera que la Modernidad se instaló en el cálculo de previsión, en poderse anticipar al devenir, en la posibilidad de la predeterminación. Como es señalado por Fernando Mires en su libro La revolución que nadie soñó, para algunos el no saber a dónde conducen las cosas representa un caos. Pero, por fortuna, como él mismo señala, nuestros antecesores no era que supieran el futuro es que pensaban que lo sabían.
Cualquier intento de pensar el futuro de las ciencias sociales requiere de la activación de, al menos tres flancos reflexivos que suponen a su vez, tres niveles de observación distintos: lo que Luhmann llama el mundo tal cual es, la ciencia y las ciencias sociales y humanas en particular y el estado actual de las universidades.
I. El mundo tal cual es
No hay sustrato verdadero del mundo. El mundo tal cual es igualmente una construcción comoquiera que se mire. Es lo que podemos saber, lo que otros observadores pueden observar, las posibilidades de observabilidad de las observaciones. Esto es, un orden de significación impuesto a la observancia de todos.
El mundo se vuelve cada vez más contingente (se producen cada vez más y más distinciones) y la contingencia va absorbiendo los criterios de verdad del mundo. Al decir de Niklas Luhmann, vamos hacia una mayor opacidad e intransparencia del mundo como efecto de la complejización misma del universo físico, de la organización de lo vivo y de lo social en su conjunto.
El trayecto evolutivo tiene un componente autoerosivo sumamente fuerte (vamos a lo que el tiempo deshace…). Para Luhmann, por ejemplo, nada nos garantiza que la especie humana esté aquí para quedarse. Puede que llegue el momento en que seamos sustituidos por nuestros productos – la clonación, el sujeto de la cibernética- o bien podemos exterminarnos como parte de los conflictos creados por nosotros mismos.
La fragilidad de lo social (tramitada, al decir de Yves Michaud, como la presencia de lo no social en lo social, como expresión de la imprevisibilidad de las conductas humanas e imprevisibilidad del sistema, o bien como producto también del propio exceso de lo social) junto con la fragilidad del entorno ecológico suponen también amenazas que se intensifican en el tiempo.
II. La ciencia en general y las ciencias humanas y sociales en particular
Al decir de Morín, la estructura explicativa del imaginario cientificista que todavía mantiene gran parte de las ciencias humanas y sociales es la de la física del siglo XIX y su ideología implícita es el humanismo, es decir la sobrenaturalidad del sujeto humano. La bifurcación que se produjo entre ciencia y filosofía no nos dejó otra (para éste) que tener que elegir entre el sujeto de la metafísica y el objeto de la ciencia positiva. Sin embargo, los saberes que se han venido produciendo desde las llamadas ciencias duras desde principios del siglo veinte al presente han revolucionado, emplazado y deconstruido el saber producido por la misma ciencia hasta principios del siglo veinte. “La metodología científica moderna” ha sido reformulada a partir de estos nuevos saberes los cuales reconocen el que, hoy por hoy, se produce un conocimiento más rico pero a la vez mas incierto. El experimento de Niels Bohr en la física cuántica en el que se descubre que la partícula puede verse como onda o como corpúsculo dependiendo de la posición de observación del observador ha revolucionado el sentido mismo de lo que es la verdad científica concediendo a lo que plantea Edgar Morín en su libro Introducción al pensamiento complejo en torno a que lo único que tenemos son verdades biodegradables, es decir vivientes, es decir mortales.
El experimento de Bohr fuerza a reconocer el lazo inseparable entre el observador y la cosa observada y el reconocimiento de que el sujeto perturba al objeto tanto como el objeto perturba al sujeto.
A otro nivel, mientras la vieja ciencia postula que las leyes de organización de lo viviente son de orden, de estabilidad y de equilibrio, los saberes al presente producidos por las ciencias duras han reconocido la presencia de un principio hemorrágico tendiente al caos, al desorden, a la desorganización máxima que es constitutivo de las maneras en que los sistemas crecen, se desarrollan y se complejizan.
En el trayecto de la propia ciencia hemos arribado también a lo que Luhmann llama conocimiento de los límites del conocimiento, que un aumento de conocimiento sólo se produce a costa de una pérdida de conocimiento, que no ver es condición de ver, y que, como éste señala: We cannot see what we do not see but perhaps we can at least see that we do not see what we do not see-
III. Las ciencias sociales
La contención de Michel Foucault en su libro La verdad y las formas sobre cómo a partir del siglo XIX se produce “un saber del hombre, de la individualidad, del individuo normal o anormal… Saber éste que, en verdad, nació de las prácticas sociales de control y vigilancia” es, a mi modo de ver, un alerta del sesgo eminentemente político del trabajo que llevan a cabo y de las eficacias que producen las ciencias humanas y sociales. En este sentido, las ciencias sociales y humanas son también formas en el terreno de una lucha. Esto es igualmente reconocido por Foucault en ese mismo texto cuando habla del carácter perspectivo del conocimiento. El carácter perspectivo del conocimiento se encuentra vinculado para él con el carácter siempre polémico del conocimiento. Hay conocimiento porque hay batalla y porque el conocimiento es el efecto de esa batalla.
Al presente, la incursión en las ciencias sociales del paradigma de la complejidad, de la teoría de sistemas de segunda generación y de otros tantos campos de teorización contemporáneos, abrieron el espacio para pensar lo humano y lo social como sistemas complejos.
La complejidad tiene un componente cuantitativo. Supone el reconocimiento de que la cantidad de unidades de un sistema y la cantidad de interacciones entre unidades es de tal magnitud que ya no es posible las relaciones de uno en uno. Reconocemos que los problemas se han vuelto inconmensurables y es esta inconmensurabilidad la que ha propiciado tanto un incremento en la diferenciación interna de las disciplinas como también el tránsito hacia lo inter, trans y posdisciplinario. Los cercos disciplinarios se constituyen en un obstáculo a la posibilidad de la producción de un conocimiento que dé cuenta de maneras más atinadas del mundo que está siendo. A su vez, la complejidad tiene un componente cualitativo pues es un modo de observación del mundo. Ese tránsito hacia lo inter, trans y posdisciplinario se expresa en la presencia de un conjunto de autores que ya no se adscriben a un solo campo del saber sino que sus aportaciones se desplazan transversalmente por toda suerte de disciplinas.
Pero, como es planteado por Morín, las fronteras disciplinarias están siendo protegidas con alambres de púas y por toda suerte de aduaneros. Y sin embargo, la propia complejidad de los fenómenos fuerza a la urgencia de propiciar relaciones dialógicas entre los saberes que manejamos. Esta dialogicidad no tiene como propósito la producción de un saber omnicomprensivo ni ninguna gran teoría, sino la posibilidad de responder de otras maneras a las grandes cuestiones puestas de frente: el conocimiento tiene que estar al servicio de la vida. Además, las grandes invenciones humanas han sido, en muchas ocasiones, producto de conceptos que emigran de unos campos del saber a otros y son puestos a trabajar en claves distintas de cómo fueron inicialmente concebidos.
En el camino de la Modernidad (esto es del incremento de la diferenciación y de los sistemas de funciones) hemos producido lecturas más complejas de lo social y de lo humano.
Concedemos a que requerimos de lecturas más complejas del sujeto humano. Del lado de las ciencias duras, estaría puesta la urgencia de integrar al sujeto humano dentro del estudio de la organización de lo vivo como ejemplarmente lo hacen Maturana y Varela en su libro El árbol del conocimiento, como es propuesto también por el discurso psicoanalítico con la postulación de la centralidad inconsciente, como es propuesto por la filosofía de Gianni Vattimo al plantear que el único sujeto que existe es el sujeto de la metafísica o bien la teoría de la diferencia sexual en Rosi Braidotti al convocarnos a producir una visión posmetafísica de la subjetividad. Para Luhmann la centralidad del sujeto en la sociología de un primer tiempo obedeció a que no estaban puestas las condiciones para una teoría de lo social de mayor complejidad que para él supone la distinción entre los sistemas psíquicos y los sistemas sociales y el reconocimiento de que lo social es un fenómeno emergente.
La complejización de lo social, el fenómeno de la comunicación intensificada y el de la aceleración va haciendo del mundo un lugar cada vez más incierto. Todo está pasando al mismo tiempo y la diversidad de campos de teorización que descansan en la semántica del riesgo constituyen formas de producir sentido de este nuevo contexto: sociedad del riesgo, biopolítica, sociedad de control, contiguidad democracia/totalitarismo, paradigma inmunitario, por ejemplo y, a la vez, individuación, exceso y desorden democrático.
Luhmann plantea que la incapacidad de describir las nuevas estructuras de la sociedad moderna es compensada con proyecciones hacia el futuro.
IV. El estado de las Universidades y el sistema de la Universidad de Puerto Rico
La estructuración organizacional e institucional del saber es la expresión de la gobernabilidad del saber y del saber como dispositivo de gobernabilidad.
Como hemos señalado una y otra vez, la Universidad se encuentra amenazada por una serie de poderes internos y externos y estos poderes externos tienen su correspondencia interna.
Se produce un entrecruce de fuerzas en las que todo también está pasando al mismo tiempo. Si bien, y en nuestro contexto hay un registro tanto de la centralidad del tránsito hacia lo inter y transdisciplinario como de la posible sustitución de departamentos y disciplinas por programas y centros de investigación por temas, el encuadre institucional en que se hace este reconocimiento se produce a partir de fuerzas ajenas al quehacer intelectual y académico.
Por ejemplo, si bien en el informe “Cambio de Rumbo para dar Pertinencia a la Educación Superior en el Siglo 21” de la Comisión constituida por el Gobernador se hace mención de que la universidad tiene que insertarse dentro de un nuevo modelo económico basado en la economía del conocimiento, no hay explicitación alguna en el informe sobre lo que se entiende por economía del conocimiento como no sea una adscripción instrumentalista al registro de unas tendencias de mercado (mercadear patentes, la posibilidad de la universidad de crear corporaciones, por ejemplo). No hay duda de que, al presente, la Universidad se inserta en el trayecto de las transformaciones propiciadas por la sociedad del conocimiento y las del capitalismo cognitivo, pero mientras la sociedad del conocimiento se mueve en la dirección del reconocimiento de que el conocimiento es un bien común, el capitalismo cognitivo se mueve en la dirección de cercar ese conocimiento y reconducirlo a través de lógicas rentistas y de ganancia. A mi modo de ver, tendríamos que defender la posibilidad de una universidad cuyo manejo de patentes y de corporaciones posibles se instale en las lógicas del compartir el conocimiento como bien común y en las que la Universidad si bien pueda, a partir de estas iniciativas, producirse un ingreso para su beneficio como institución privilegiada de producción de conocimiento, al mismo tiempo sea capaz de favorecer y beneficiar a la sociedad en su conjunto.
La noción de sistema utilizada por los redactores del documento corresponde a la primera teoría de sistemas (anclada en el pensamiento simple) la cual descansa en el entendido de que el sistema es una unidad compuesta de un todo armonioso con sus partes y en la que se privilegian los valores de armonía, coherencia, equilibrio y estabilidad.
En la teoría de sistemas de segunda generación, el punto de arranque del sistema es la diferencia. Se parte de la premisa que sólo desde la diferencia, el desorden, las crisis, se producen las oportunidades para desarrollar formas más complejas de autoorganización de los sistemas. Contrario al imaginario implícito en la propuesta de reforma universitaria, lo sistémico-al presente- no supone la homogenización, estandarización o bien la unificación en un pensamiento único.
Como sabemos, “el eje central de éste” de este modelo de economía del conocimiento propuesto por esta comisión deja fuera las ciencias humanas y sociales. De esta manera, los redactores de este informe, perpetúan un imaginario de bifurcación entre ciencias duras y ciencias humanas y sociales enteramente desfasado del estado de la propia ciencia en el que hablamos ahora de ciencias de la vida en tanto manera de reconocer la urgencia de relacionar ciencias duras y sociales desde condiciones de complejidad mutua.
Estos son, a mi modo de ver, algunos de los flancos reflexivos sobre los cuales, quizás, podamos pensar tanto el futuro de las ciencias sociales como el de la Universidad que queremos.
Texto presentado en el Seminario Departamental “Abrir las ciencias sociales” Departamento de Ciencias Sociales, Facultad de Estudios Generales, 16 de marzo del 2012.