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El movimiento es el candidato

Amárilis PagánAmárilis Pagán Publicado: 26 de agosto de 2016



16 de mayoLos partidos políticos son un instrumento y no un fin en sí mismos. El día que nuestra gente entienda eso, se acabará la corrupción y cambiará nuestra forma de gobernarnos. Los puestos electivos dejarán de ser un premio a la servidumbre y el pillaje y limpiaremos nuestra política de las monarquías que poco a poco se han ido convirtiendo en algo “natural”. Ya no habrá herederos en las alcaldías, la Legislatura y, como ahora, en los blogs políticos.

Estamos a dos meses de las elecciones y ya las pantallas de nuestras computadoras están invadidas de vídeos de multitudes que gritan, gesticulan y aplauden a líderes del bipartidismo isleño y del de los Estados Unidos. Para esas mayorías, poco importa quién sea el líder. Su mirada está puesta en el partido mismo, en la idea de que el partido es como un equipo deportivo al cual hay que apoyar a toda costa y en la premisa errónea de que los partidos tienen vida propia y que sus errores se perdonan con tal de que no gane “el otro”, el que es peor, el archienemigo. Luego, en la distorsión que nos venden a través de la propaganda tradicional, mucha gente empieza a ver ese enemigo en el vecino o la amiga que sufre las desigualdades y la pobreza con igual intensidad que el resto del país. Es fácil dejar de ver a nuestros verdaderos enemigos. Esos que son estructurales y se manifiestan a través de algunos partidos y candidaturas que les sirven de testaferros para sostener un sistema económico y social desigual, racista, clasista, machista, homofóbico, xenofóbico y consumidor de causas rosadas. Porque los partidos que se convierten en su propio fin, no sirven a nadie más que a sí mismos. Solo saben de opresión y alimentan su poder recurriendo a las imágenes y palabras que la perpetúan.

En los Estados Unidos, y luego de los procesos de primarias, la unidad a la que invitaron demócratas y republicanos terminó convirtiéndose en una orden de silencio para quienes estaban incómodos con las candidaturas que lograron triunfar para beneficio del estatus actual. No puede hacerse la revolución de la mano de Hillary Clinton. Tampoco pueden engrandecerse los Estados Unidos desde la actitud canalla de Donald Trump justo cuando su país atraviesa una guerra racial que no tendrá una solución real a corto plazo.

Acá en Puerto Rico también se escucharon los llamados a la unidad y tolerancia en el PPD y el PNP. Unidad que implica acallar la disidencia, sonreír a las cámaras de la mano del antiguo contrincante primarista, ignorar las mentiras y sentarse en la mesa de las iniquidades con tal de seguir en gracia con el Partido y cosechar escaños desde los votos íntegros que no discriminan entre los buenos, los regulares y los malos. Gracias a esto, nuestra democracia enfrenta una crisis sin precedentes en la que chocan tres ideas opuestas entre sí pero erróneas: “el país no puede sobrevivir sin el PPD/PNP” versus “todos los partidos son malos, apostemos al individualismo” versus “no votemos, no hay nada que hacer”. Lo que pareciera ser un callejón sin salida en la que ninguna de las tres alternativas satisface a quienes queremos un país de equidad y no nos resignamos a seguir cuesta abajo, pudiera convertirse en un tetralema: buscar una cuarta respuesta que sea capaz de sacarnos de ese triángulo que nos consume tantas energías y que arrincona a tantas personas en la desesperanza.

Esa cuarta respuesta la hemos tenido por mucho tiempo frente a nosotras y nosotros y son los movimientos sociales que por décadas han sido la única fuerza capaz de contener el avance de un estado neoliberal que ya nos tuviera sin derechos ni patrimonio si no se le hubiese hecho frente. Son esos mismos movimientos los que han logrado, además, el avance de derechos humanos importantes como lo son los derechos de las comunidades LGBT, las comunidades en riesgo de contaminación o de desalojo, las mujeres, las personas de edad avanzada y nuestras niñas y niños.

Mural Rio Piedras 030En el año 2006, la idea de que las mujeres deberían asumir candidaturas para adelantar nuestros derechos humanos ya estaba en mi cabeza y en la de muchas otras compañeras. En una columna titulada “Que corran las mujeres”1, pregunté y contesté: “¿Nos hemos planteado las mujeres esa posibilidad? ¿Hemos pensado seriamente en correr para puestos electivos en lugar de dirigir y trabajar en campañas para otros que quizás no tengan nuestras capacidades de liderazgo y de acción? Ya es hora de que trabajemos para nosotras y que demos el paso decisivo para cruzar la línea que separa a las mujeres que ceden por costumbre el poder y la autoridad a los hombres de las mujeres que saben que el poder y la autoridad deben ser compartidos”.

Líderes y lideresas de otros movimientos se lo habían planteado antes, como muy bien vimos con la candidatura al Senado de Neftalí García en el año 1992. Luego en el año 2008, la líder comunitaria Haydée Colón aspiró a un puesto como representante a través del partido Puertorriqueños por Puerto Rico. El 2012 sumó otras compañeras y compañeros que venían de movimientos sociales tales como José Rivera Santana (MUS) y Eva Ayala (PPT). Todavía en ese momento no habíamos visto de manera marcada la presencia de compañeras de movimientos feministas o LGBT y hago esta salvedad porque aún cuando algunas legisladoras y legisladores han apoyado estas causas, no se han identificado abiertamente como feministas o LGBT ni han venido de nuestros movimientos. Otras han sido claras al decir, como escuché yo a Albita Rivera, que son primero PNPs o PPDs y luego feministas. Es decir, el partido sobre las causas o los movimientos. Lo que es lo mismo que decir que sirven a la opresión.

En el 2008, esta preocupación que hoy abordo me torturaba. Reflexionaba sobre el periodo eleccionario de ese año mientras miraba el panorama desolador que desde el trabajo de base ya veíamos venir. En “Plancha de solidaridades”2, compartí esa reflexión: “La carrera hacia las elecciones del 2008 está a punto de iniciarse con el periodo para radicar candidaturas. ¿Quiénes irán a radicar las suyas? ¿Los mismos políticos? ¿Y dónde están las ciudadanas y ciudadanos decentes, brillantes y líderes que a diario mueven el país desde las comunidades, las organizaciones sin fines de lucro, las empresas privadas comprometidas con el bienestar del país? La gran sorpresa sería, y lo digo casi como una súplica, que las personas decentes se decidan a aspirar a los puestos electivos. La mejor sorpresa sería, por insólita y retante, que lo hagan, no desde los partidos políticos, sino desde una coalición de candidaturas independientes. Sí, algo así como una plancha de solidaridades y esperanza, alimentada con el deseo genuino de cambiar para bien a nuestro amado país”.SCAN0106

En el año 2012, un grupo de mujeres se organizó desde Proyecto Matria y su Ruta de las Mujeres para trabajar en el apoderamiento político de las mujeres y lograr que se sintieran invitadas a participar en procesos políticos electorales. Tuvimos talleres, reuniones para elaborar propuestas que sometimos a todos los partidos y reuniones para analizar todos los programas con los cuales esos mismos partidos nos estaban invitando a votar por ellos. El proceso fue enriquecedor para todas y nos dio una perspectiva distinta del alcance del trabajo feminista en el ámbito electoral. Uno de los productos de esa Ruta fue la publicación de un análisis comparativo de los programas3 en el cual no solo miramos lo que escribieron, sino lo que hicieron- o no hicieron- por las mujeres en los años anteriores y cómo estaban manejando las alianzas con otros sectores de camino al evento electoral.

Cuatro años y una elección más tarde, llegó de nuevo el momento de reflexionar no solo sobre las elecciones y nuestra participación, sino sobre la intervención inmoral de una Junta de Control Fiscal que promete ir por encima de la voluntad del país y que merece una columna aparte.

Con la experiencia y la observación, una va dándose cuenta de que los tiempos que vivimos nos van exigiendo nuevos acercamientos al tema y ya son muchas más las personas que se plantean la importancia de asumir un rol más activo en los procesos eleccionarios. Los resultados electorales de quienes vinieron de nuestros movimientos pueden resultar desalentadores, pero realmente son una fuente de información importante. Todavía no hemos logrado una victoria para nuestras candidatas y candidatos. Por otra parte, la proliferación de candidaturas independientes a puestos nacionales nos lleva a preguntarnos: ¿Queremos elegir personas que no vienen de movimientos y que plantean el individualismo como respuesta a la crisis nacional? ¿Por qué, entonces, somos tan tímidas y tímidos cuando tenemos la oportunidad de que nuestros movimientos lleguen a los espacios de poder con los cuales hemos tenido que luchar a brazo partido para proteger nuestras diversidades, nuestras comunidades y nuestra dignidad humana? Sé que hay muchas y bien pensadas respuestas a estas preguntas y no pretendo ser yo la única que se exprese sobre el tema. Pero me parece que una respuesta a considerar es ver algo que Harvey Milk vio hace décadas cuando dijo: “No soy un candidato, soy parte de un movimiento. El movimiento es el candidato, esa es la diferencia. Tú no lo ves, pero yo sí”.

No es un secreto que al final yo elegí radicar una candidatura a través de un partido que consideré como un espacio de convergencia de movimientos sociales y políticos.  Allí nos encontramos personas provenientes de movimientos ambientales, sindicales, feministas, comunitarios y LGBT. Ya es hora de dar espacio a la idea revolucionariamente lógica de que los partidos deben existir, pero solo como canal para adelantar el bienestar común y las agendas de los movimientos que dan valor y vida al país. Hora de caminar en colectivo mirando lo que nos une y no lo que nos separa y nos hace sospechar de todo y de todos. No estamos en tiempos de caudillos. Hay una agenda solidaria y de equidad que adelantar. También hay una Junta a la cual enfrentar (¡y desobedecer!) desde todo espacio político. Solo hay algo que recordar: Los partidos políticos son un instrumento y no un fin en sí mismos. Quienes creemos y trabajamos para la equidad debemos tenerlo claro para no traicionarnos.

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  1. http://brujasyrebeldes.blogspot.com/search?q=Que+corran+las+mujeres [↩]
  2. https://issuu.com/proyectomatria/docs/an_lisis_de_plataformas_ruta_m/1 [↩]
  3. https://issuu.com/proyectomatria/docs/an_lisis_de_plataformas_ruta_m/1 [↩]


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Amárilis Pagán
Autores

Amárilis Pagán

Columnista Aibonito, Puerto Rico, 1968. Activista de derechos humanos, feminista, escritora, pintora y abogada. Es cofundadora de la organización Proyecto Matria en donde se desempeña como directora ejecutiva desde el año 2004. Ha participado en iniciativas comunitarias y multisectoriales dirigidas a erradicar la violencia hacia las mujeres y hacia otras poblaciones vulnerables como la LGBTTQ. También ha trabajado intensamente en el desarrollo de modelos comunitarios para la incubación de microempresas y otras actividades de desarrollo económico comunitario. Es columnista en diversos medios de comunicación y autora del libro Brujas y Rebeldes. Fue parte del Colectivo Literario Homoerótica y desde el año 2013 es portavoz del Comité Amplio Amplio para la Búsqueda de Equidad (CABE). Ese mismo año recibió la Medalla Nilita Vientós Gastón que otorga el Colegio de Abogados y Abogadas de Puerto Rico.

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