El pensamiento histórico: una propuesta emancipadora de la enseñanza de la historia en Puerto Rico.

Se ha repetido ad nauseum que la enseñanza de la historia no debe ser la memorización acrítica del cuerpo de saberes que proveen los historiadores profesionales a través de su ardua labor de investigación. La memorización enfatiza una visión complaciente e inerte de la historia y, sobre todo, presta a consumirse en el salón clases. La pedagogía de la historia debe guiar al estudiantado en el proceso de construcción del conocimiento histórico y, sobre todo, provocar saber cuáles son los procesos y las preguntas que debemos formularnos para llegar a tener una idea explicativa del pasado (Prats & Santacana, 2012). La definición de Prats y Santacana enfatiza la curiosidad intelectual, la indagación, la investigación, la construcción de pensamientos abstractos, además del concepto de la historia como una disciplina viva y contingente al contexto y al tiempo en donde se inscribe (Wineburg, 2001). Este será el primer ensayo de una serie en los que intentaré esbozar algunas ideas sobre la enseñanza de la historia enfatizando los conceptos del pensamiento histórico.
Sam Wineburg, profesor de la escuela de educación de la Universidad de Stanford, ha propuesto que pensar históricamente es un acto no natural para los seres humanos (2001). El investigador arguye que los seres humanos nos desenvolvemos en un constante presente que forma y limita nuestra posibilidad de aislar el pasado de forma natural. Es decir, pensar históricamente es un acto de abstracción que conlleva solventar el problema del presentismo, del aquí y el ahora. A diferencia del pensamiento histórico, el presentismo “is our psychological condition at rest, a way of thinking that requires little effort and comes quite naturally (2001, 19). La creación del conocimiento histórico exige, por lo tanto, crear preguntas que superen el aislamiento del pasado inerte y que lo integre en una narrativa explicativa que sea coherente desde el presente.
A pesar de los retos que los historiadores profesionales se enfrentan en su faena de investigación, en años recientes la pedagogía de la historia ha enfatizado la adaptación del método histórico en la enseñanza de la historia. Esta aproximación a la pedagogía de la historia sugiere el trasladando y la aplicación de los procesos utilizados por historiadores profesionales en la construcción del conocimiento histórico al salón de clases (Prats & Santacana, 2012; Wineburg, 2001& 2011; Plá, 2012; Seixas & Morton, 2012; Díaz, Middlendorf, Pace & Shopkow, 2008). El pensamiento histórico, por consiguiente, es un proceso cognoscitivo, sistemático, estructurado y creativo en el cual se adaptan los conceptos organizativos y los métodos utilizados por historiadores profesionales en la construcción del conocimiento histórico en el aula.
Los expertos de esta perspectiva pedagógica han distinguido los conceptos de primer y segundo orden. Los conceptos de primer orden se refieren a los contenidos o la sustancia de la historia; es decir, el ¿qué paso? y ¿cuándo paso? Es lo que Stéphene Lévesque (2008) llama “conocimiento histórico sustantivo”. Por otro lado, los conceptos de segundo orden o conceptos metodológicos como los prefiere llamar Jesús Domínguez Castillo (2015) permiten organizar e interpretar la información disponible a partir de fuentes históricas para entender los procesos y analizar los contextos en donde se inscriben. Mario Carreto (2011) nos indica que los conceptos de segundo orden suponen los conocimientos e ideas que los investigadores imponen sobre el pasado para interpretarlo y así darle sentido”. Además, nos apunta a que estos están “relacionados con las concepciones epistemológicas sobre la historia” (Carreto 2011). Por otro lado, Lee y Ashby (2000) acotan que estos “proveen las herramientas de comprensión de la historia como una disciplina o forma de conocimiento específica… estos conceptos le dan forma a lo que hacemos en historia”. En fin, el alejarse del mero dato o la simple fecha en la enseñanza de la historia requiere de un ejercicio heurístico que dé cuenta de la historia como una posible representación del pasado. (Plá, 2012).
Los conceptos que elaboro en este corto escrito los desarrolló Peter Seixas como resultado de las investigaciones del Centro para la Conciencia Histórica y el proyecto Benchmarks of Historical Thinking (Peck & Seixas, 2008). Peck y Seixas centraron sus investigaciones en los siguientes seis conceptos del pensamiento histórico: (1) significado histórico, (2) evidencia, (3) cambio y continuidad, (4) causas y consecuencias, (5) perspectiva y (6) empatía histórica o la dimensión ética de la historia. Entre los historiadores profesionales estos conceptos se entrelazan y fungen como instrumentos prismáticos para construir y postular argumentos en forma de una tesis histórica razonada, lógica y evidenciable. Para Seixas los conceptos de segundo orden provocan en el estudiantado dificultades, y ambigüedades en el análisis que exigen una mayor comprensión, negociación y, en última instancia, el reconocimiento de la falta de una explicación definitiva (Seixas 2017, 597). La multiplicidad de perspectivas y explicaciones comunes para el historiador profesional se manifiestan en la desorientación estudiantil ante falta de certezas históricas. Como nos recuerda S. Lévesque “there is no such thing as complete grand narrative of the past” (2023,). Una aproximación emancipadora de la didáctica de la historia debe facilitarle al estudiantado los conceptos organizativos, y las herramientas prácticas para abordar argumentaciones históricas en conflicto, fuentes dispersas y contradictorias, múltiples causas y diversas representaciones explicativas. Estas herramientas y destrezas son esenciales para que el alumno desarrolle una mejor y más profunda comprensión de la construcción del nuevo conocimiento histórico.

Ilustración 1: Seixas, P., Morton, T. (2013). The Big Six: Historical Thinking Concepts. Toronto: Nelson Education.
Significado histórico
Del mar de eventos y personas del pasado, ¿qué debemos investigar, y por qué? ¿Puede cualquier evento, persona o proceso en el pasado ser históricamente significativo? Decidir qué podría ser históricamente significativo podría ser una tarea abrumadora y más aún para un estudiante que carezca de un conocimiento histórico amplio. El legado de la historiografía positivista caló por largo tiempo en la disciplina e instaba las investigaciones sobre los grandes acontecimientos políticos y sus percibidos liderazgos, que usualmente eran hombres blancos y poderosos económica y socialmente. Pero ¿dónde quedan los millones de seres humanos que no gozaban de los mismos privilegios? ¿Cómo se insertan en una narrativa histórica más amplia? La historia social allanó el camino y supuso la importancia de la cotidianidad, de la perspectiva histórica desde abajo, la llamada “history from below”. Nuevas perspectivas y enfoques metodológicos surgieron a la par para abordar y representar la construcción histórica. No obstante, historiadores seguían enfrentándose al mismo dilema de decidir qué es importante aprender sobre el pasado. En esta primera parte abordaré la noción de significado o relevancia históricos como concepto y antesala fundamental de cualquier investigación en la materia y la importancia de su traslado en la didáctica de la historia.
¿Es la guerra hispano-cubano americana de 1898 un evento histórico significativo? Es posible que los lectores avezados en la historia de Puerto Rico y el Caribe identifiquen la guerra hispano-cubano americana como un hito histórico por el cual se han derramado dinteles de tinta en ensayos monográficos, artículos, conferencias y simposios internacionales. La GCHA del 98 se percola, además, en el imaginario nacional puertorriqueño a través de la discusión política embelesada con el asunto del estatus, y en el currículo escolar que persistentemente lo utilizan como parteaguas entre el periodo colonial español y estadounidense. Los estándares de contenido del currículo de estudios sociales de Departamento de Educacion, por ejemplo, establecen que el estudiantado debe comprender y describir la “guerra hispano cubano-estadounidense del 1898, la invasión estadounidense a Puerto Rico y el Tratado de Paris de 1898” (Estándares de contenido y expectativa de grado de estudios sociales, 2023, 170). Si bien parece haber un consenso entre los historiadores profesionales que nutren la narrativa del 98 y el currículo escolar de estudios sociales que propone el Departamento de Educación de Puerto Rico como un evento significativo, se les insta a los estudiantes a que comprendan y describan sin que profundicen en cómo se construyó ese supuesto consenso y a que intereses pudiera responder. El pensamiento histórico intenta subsanar la carencia de destrezas que le permitieran al estudiante emular las prácticas del historiador profesional en su entorno educativo. Su fin, por lo tanto, es proveer los recursos cognoscitivos necesarios para que el estudiantado pueda determinar con autonomía los criterios para establecer que puede considerarse históricamente significativo.
Las investigaciones sobre el significado histórico entre estudiantes de diversas latitudes revelan que los estudiantes emplean criterios que difieren en forma y fondo de los empleados por los expertos para establecer la importancia o relevancia de los acontecimientos, personas o eventos históricos (Seixas 1994; Lévesque, 2005; Berman, 2020; Counsel, 2004) por limitaciones de tiempo y espacio comentaré someramente sobre dos trabajos. En una investigación realizada en varias escuelas secundarias en la provincia de British Colombia en Canadá Seixas (1994) concluyó que los estudiantes empleaban sus propios criterios sobre significado histórico y que estos oscilaban entre la repetición acrítica de los eventos designados por la institucionalidad escolar y otros que empleaban criterios más sofisticados en el cual ponderaban, por ejemplo, la cantidad de personas que los eventos o procesos afectaron. Más recientemente, en un estudio con estudiantes suecos de primaria Karin Berman (2020) concluyó que estos consideraban los acontecimientos grandes o “big events” como históricamente significativos e importantes para incluirlos en sus estudios. Más aun, en su trabajo Berman, constató (muy a tono con la historiografía positivista) que los estudiantes tienden a pensar que estos “big events” son el resultado de la voluntad e ideas de individuos extraordinarios. Salvaguardando las diferencias en el conocimiento histórico y desarrollo psico-educativo entre estos dos grupos de jóvenes, varios factores influyen en los criterios empleados por los estudiantes (sin experiencia previa con las destrezas del pensamiento histórico) para establecer significado histórico. Por ejemplo, los estudiantes menos avezados en el pensamiento histórico carecen de un conocimiento sustantivo de la historia que le permitiría establecer las coordenadas en tiempo y espacio de los eventos y sus múltiples relaciones causales. Es decir, la falta de conocimiento histórico les limita su marco interpretativo. Además, la gran mayoría de los estudiantes han estado expuestos a un conocimiento histórico fragmentado a través de sus previas experiencias escolares, instituciones privadas o gubernamentales y a la constante exposición a interpretaciones del pasado a través del mundo cibernético y las redes sociales donde abundan grupos que responden a intereses colectivos o particulares marcados profundamente por ideologías de todo tipo (Seixas 1997).
En aras de proveer criterios para establecer el significado histórico Seixas propone que los acontecimientos, procesos y/o personas son históricamente significativos si estos resultaron en cambios profundos, de larga duración y/o que afectaron a una gran cantidad de personas. Los criterios de significado histórico, sin embargo, no se aplican por separado si no que trabajan en conjunto con otros que refuerzan el peso de la relevancia histórica. Por ejemplo, Seixas y Morton (2013) enfatizan que los acontecimientos, procesos y/o personas también demuestran relevancia histórica si brindan información importante y relevante sobre temas históricos o contemporáneos. Las investigaciones históricas están condicionadas al presente, que es, irremediablemente el tiempo humano desde donde surgen las preguntas e inquietudes de los historiadores profesionales. La intención de la historia, por lo tanto, no es procurar la recuperación de la totalidad del pasado, si no una representación e interpretación selectiva de éste que solamente puede ser corroborada por otra interpretación del pasado. Consecuentemente, la selección de ese pasado a explicar e interpretar (lo que se considera históricamente significativo) debe arrojar luz sobre algún tema histórico o contemporáneo. Si aceptamos el criterio propuesto por Seixas la guerra cubano-hispano-cubano americana de 1898 se pudiera considerar un evento significativo que explica parcialmente aspectos de la condición política del Puerto Rico contemporáneo. El reto es, sin embargo, guiar a los estudiantes a reflexionar que lo históricamente significativo surge del contrapunteo entre el presente y el pasado sin caer, sin embargo, en el trillado aforismo de Santayana: Those who cannot remember the past are condemned to repeat it (Santayana, 1905). Que la guerra hispano cubano americana explique parcialmente aspectos de la condición política actual de Puerto Rico es el resultado de insertar y contextualizar la explicación en una narrativa más amplia en la historia de Puerto Rico, y, pudiera argumentarse, dentro de una narrativa histórica de los Estados Unidos. ¿Pero, como se inserta ese mismo acontecimiento en la historia de las Filipinas? El significado histórico, por lo tanto, se construye desde un contexto temporal y perspectiva particular.
El pensamiento histórico es un proceso cognoscitivo y creativo mucho más complejo que el dominio de conocimiento factual de la historia. Este se caracteriza por, “la toma de consciencia de la manera en que el conocimiento histórico es producido y por la capacidad de utilizar estas operaciones cognitivas para poner el presente en perspectiva” (Heimburg en Ethier etl…2010.)
Esta forma particular de pensamiento crítico afecta el desarrollo de la conciencia histórica. Esta última corresponde a la capacidad humana de configurar el entre juego entre el pasado, el presente y el futuro. Dicho de otro modo, la conciencia histórica es la interpretación del pasado que permite significar y comprender el presente en su tránsito hacia el futuro. Este tipo de conciencia, de acuerdo con Jorn Russen (2004), implica la utilización de operaciones cognitivas a través de la cual la experiencia del tiempo histórico funge como instrumento de orientación en la vida. La pertinencia de desarrollar la conciencia histórica tiene repercusiones profundas y prospectivas en la sana convivencia civil toda vez que permite al ser humano hacerse consciente de su historicidad y responsabilidad futura con su medioambiente y su especie. Las implicaciones, por tanto, estriban en la capacidad de desarrollar un ser humano libre, consciente, crítico y responsable consigo mismo y con la sociedad en la cual vive. ¿Acaso, no es a ese tipo de ciudadano al que debemos aspirar en Puerto Rico?