El recelo a la emigración en los Estados Unidos

Tormenta de polvo en Tyrone, Oklahoma, tomada el 14 de abril de 1935. El Dust Bowl de la década de 1930 envió a más de un millón de residentes del área a California.
Durante ese período de tormentas de polvo, hubo días tan oscuros que parecían noches. El polvo negro abrigaba las granjas desde el Golfo de México hasta Canadá. El fenómeno ecológico azotó con furia porque en esos terrenos se destruyeron los pastos que cubrían praderas. Escarbaron con máquinas innumerables surcos. Para modernizar métodos de cosechas arruinaron siembras de gramíneas. El ecosistema desapareció y como no existía humedad los vientos feroces levantaban enormes nubes de polvo. Especialmente, en tiempos de sequía.
Fue tiempo de miedo y de terror. La atrocidad de esas nubes polvorientas obligaba la gente a encerrarse, cubrir ventanas y puertas. No podían salir de las casas porque era como vivir en un desierto. El polvo creaba montañas de tierra que arropaba las casas. Murió mucha gente.
Además, de las tormentas de polvo, la Gran Depresión económica de la década del ’30 empeoró la situación. Millones de personas fueron afectadas. Los agricultores estaban incapacitados para sembrar. Y las compañías con las cuales tenían contratos se las usurparon. Las consecuencias fueron nefastas.
De acuerdo a las estadísticas, más de 3 millones de personas abandonaron sus propiedades, y cerca de 2 millones emigraron hacia el oeste. Los colonos de las fincas simplemente las abandonaron. Este acontecimiento de emigración tomó lugar adentro de los Estados Unidos de Norte América. El abandono de las tierras por labriegos fue sólo el principio de una catástrofe social.
A consecuencia de anuncios de trabajos tergiversados los arrendatarios y familiares emigraron hacia California. Sin más, se llevaron pocas pertenencias. Viajaron cientos de millas en busca del porvenir. Algunos murieron en el camino. Los que llegaron a California enfrentaron otra realidad. Las industrias de granjas anunciaron que necesitaban cientos de agricultores. Los emigrantes, con esa propaganda en mente, desconocían que otros cientos de miles salieron en busca de trabajo con la misma ilusión.
En California los monopolios agrícolas los contrataban por 0.25¢ centavos o menos la hora, iban reduciendo el salario, imponiéndoles condiciones severas, hasta que solamente podían trabajar por comida. De renunciar el agricultor, a las industrias no les importaba porque había cientos que trabajaban por las condiciones impuestas. No tenían otras alternativas. El hambre de la familia los obligaba.
En ese tiempo los norteamericanos en su propio país eran emigrantes-esclavos. Fueron discriminados y abusados, y les tenían sobrenombres. A los de Oklahoma les llamaban ‘okis’. A los que intentaban organizarse les llamaban ‘rojos’ en referencia a comunistas; los policías les imponían infracciones fabricadas y los encarcelaban. Los californianos si se sentían amenazados les quemaban las casetas donde acampaban los emigrados. La peor de las desgracias para los desplazados fue no tener nada ni a donde ir.
Estos sucesos nos llevan a analizar que ha existido siempre dentro de la sociedad norteamericana el recelo de la emigración. Y que la discriminación contra diferentes grupos étnicos siempre ha existido. Debido a que EE.UU. está compuesto por cientos de diferentes grupos de diferentes descendencias, hay quien pueda debatir que en el país no existe una cultura nacional per se.
Si fuese únicamente la emigración, entonces quizá los ciudadanos estatales tendrían una justificación para defender las pocas posibilidades de trabajo que existen. No obstante, es mucho más crítica la situación desde una perspectiva socio-económica.
Cuando el inmigrante abandona su tierra, no tiene muchas opciones, no es sólo llegar a su destino. Es encontrar trabajo, pagar alquiler, comida, transportación, cuidar la salud, comprar medicinas, adaptarse, y adquirir seguridad social. Si arrastra con la familia se vuelve más complicado tanto lo económico, como lo psicológico.
La realidad drástica del fenómeno de la emigración no es simplemente irse y buscar un porvenir. Es estar a merced de las condiciones de trabajo y salario de las empresas.