El sigiloso desvanecimiento del acto sexual
Si seguimos la línea de pensamiento de Illouz & Kaplan (2012) encontramos, que el pensar lo sexual hoy es prácticamente un ámbito amplio y diverso que requiere de distinción expresiva y experiencia por lo que hablar del capital sexual resulta ser mucho más complejo de lo que el imaginario social comprende. Así que, partiendo de este foco en particular desprendemos la noción hegemónica e incluso clásica del psicoanálisis de significar al ser social moderno como un ente que privilegia a la naturaleza heteronormativa. A raíz de este hecho es que en pleno despliegue de la cultura digital y mutación del capitalismo respecto al acto sexual y capital sexual[1] las relaciones interpersonales e identitarias se han resignificado.
Por tal motivo es que debemos preguntarnos, ¿Debe ser condenable el entorno de multidimensional del sexo? Desde nuestro punto de vista empírico no. Sin embargo, dicha concepción desde la época clásica el sexo era definido en dos variables, es decir, “bueno o malo” ya que quien proseguía el ámbito de la reproducción y domesticación era perteneciente de los intereses ideológicos para ese entonces (sector clerical y burgués). Una vez desplegado este acontecimiento, ya a partir del siglo XVIII se inició una edad disciplinaria la cual dio lugar a sociedades burguesas (Foucault, 1976). A tales efectos, es que según Giddens (1998) en pleno desarrollo de la modernidad “la relación entre lo económico y lo sexual se ha ido fortaleciendo, propiciando una transformación de la intimidad humana” (p. 47). Fue en este mismo contexto social e histórico que según Foucault (1976) que nombrar al sexo se ha vuelto mucho mas costoso e incluso inadmisible por la rampante cultura prohibicionista puritana.
Esto quiere decir, que por medio de las condiciones materiales (socioeconómicas) e inmateriales (subjetivas) del momento el modo de cómo concebir y percibir al sexo ha sido reinventado. Quiérase decir, que por medio del neoliberalismo hoy se lleva a cabo una intensificación de la técnica para promover desde lo cotidiano una sustitución del erotismo y sexo vía la pornografía. Mediante esta dotación de algoritmos e instrumentos con inteligencia artificial es que el sexo se ha torna como una tecnología de dominación biopolíticamente hablando. Este efecto estratégico y sigiloso ayuda a mediar las relaciones interpersonales e incluso con uno mismo. De este modo es cómo el otro pasa a ser percibido como objeto de deseo sexual y de alteridad, forjando ese sentido de proximidad o cercanía como un supuesto “pleno encuentro” consigo mismo. Es en este punto, que notamos cómo surge el fenómeno de lo cibersexual el cual logró atravesar el entorno pornográfico y psicosociológico eficazmente. El giro asertivo de esta reinvención descansa sobre todo en lo intersubjetivo, es decir, en lo que la psiquis social apetece o desea con tan solo hacer un clic o descargara del contenido a consumir al momento.
Ahora bien, el que haya mencionado la palabra pornografía no significa que estoy basándome en el entorno fílmico meramente sino más bien a todo ese gran corpus que trae consigo esta mercadotecnia. Esta contiene a disposición aplicaciones para venta de contenido independiente e incluso apareamiento, compra de productos fármaco- pornográficos[2], ciber-burdeles, hostelería para androides sexuales, juguetes sexuales, blogs, etc. A través de estos advenimientos e incluso aditamentos técnico- científicos para la búsqueda de goce en estos tiempos contemporáneos más allá de situarnos ante pandemia son más bien para suplementar un refuerzo a nivel intrapsíquico para llegar a su objetivo inmediato, el principio de placer. La finalidad política de esta modalidad sociotécnica adoptada por la industria de entretenimiento para adultos en esta fase contemporánea y Covid-19 es promover nuestra auto- destrucción. Nos dice Chul-Han (2014) “la pornografía agudiza la habituación, porque borra por entero la alteridad. Su consumidor ni siquiera tiene un enfrente sexual porque habita la escena del uno” (p.69). A través de este señalamiento lo que emerge en términos prácticos es una notoria ruptura entre el ser humano y el lazo social debido a la inmediatez e incluso interminable búsqueda de goce.
El verdadero ingeniero de esta “experiencia caótica y sublime” es el capitalismo de las emociones el cual se esparce a diestra y siniestra sobre el entorno cibernético. Nos dice Chul-Han (2017) que “el neoliberalismo con sus desinhibidos impulsos narcisistas del yo y del rendimiento, es el infierno de lo igual” (p.69), cualidad característica que bajo pandemia reviste las intencionalidades del porno-consumo que es la destrucción del otro. Este quiebre desplegado por los gérmenes del capitalismo mutacional hace que los efectos del goce sean unos rápidos, pero a su vez insaciables.
Por tal motivo es que el pensamiento del Marques de Sade (1857) sigue aun vigente, ya que nos señala, que:
La crueldad no es otra cosa que la energía del hombre que la civilización no ha corrompido todavía; es por tanto una virtud y vicio. Eliminad vuestras leyes, vuestros castigos, vuestras costumbres y la crueldad dejará de tener efectos peligrosos, puesto que no obrará nunca sin que pueda ser rechazada al punto por los mismos medios (p.84).
Integramos esta cita del Marques de Sade (1857) para delinear cómo hoy se ha hecho de la naturaleza humana vía la civilización e incluso nuevas tecnologías toda una perversión autodestructora. A la luz de estos destellos socioculturales es que bajo pandemia la cibercultura del porno y biopolítica de los cuerpos ante el distanciamiento “forzado” dominan las relaciones interpersonales en esta fase contemporánea. Lo más preocupante de estos fenómenos y hechos sociales resultan provenir de la ideologías porno-consumeristas, ya que estas fomentan la construcción de otros artificios de “lo real”. Dicho efecto genera consigo la edificación de otros modos de subjetivación, capaces de recrear una “realidad de goce” que logre atenuar todas las sintomatologías de las que padecen las personas (Miller, 2010). Tal ha sido el caso de las necesidades que hoy no pueden ser expresadas del todo por protocolos de sanitización, distanciamiento “forzado” y otras índoles sociopolíticas.
Frente a esta coyuntura crítica es que el goce no solo se encuentra succionado por los grandes intereses socioeconómicos del mundo cibersexual sino también condicionado por lo político, justamente como nos presenta Zizek (2006). Es en ese sentido, que nos debemos preguntar ¿Qué es lo que busca realmente la industria del cibersexo hoy bajo Covid-19 si no podemos manifestarnos a nivel sexual plenamente? Si partimos del lente psicoanalítico, lo que existe en este innovador dinamismo cibersexual es un refuerzo anímico el cual busca exacerbar la interminable paradoja del principio del placer desde la teoría de la falta del objeto[3]. Observando este fenómeno a nivel actual, puede ilustrarse cuán intervenida y condicionada se encuentra la psiquis social, ya que es mediante la ruptura de los lazos sociales bajo Covid-19 que la cultura digitalizada es la orden del día.
Por ende, es que, en estos tiempos de distanciamiento social, sustitución del lazo social por lo maquínico, miedo al contagio e incluso revestimiento de la neurosis obsesiva ha hecho que el pensar y hacer del sexo resignifique su posibilidad de ser al antojo del establishment económico- político en poder. Con ello surge la apertura de la industria pornográfica mejor conocida como el cibersexo. Para muchos puede ser el invento más innovador e incluso salvador para generar ingresos, fama, sustento, etc. pero si vemos bien, “allí no hay sexo” si no mas un juego de imágenes sustitutas que lo hacen es configurar nuestra psique. De hecho, es gracias a este sutil efecto que la fantasía y “libertad” sexual a nivel paradojal sea ejecutada, ya que previamente estamos siendo condicionados por lo que autónomamente apetecemos consumir en dicho ciberespacio. Así que, estamos siendo dominados por la política del autosabotaje la cual descansa en la protocolización del autocuidado para la supervivencia. Si bien pudiera parecer que suena a una teoría y práctica de conspiración, es muy cierto que los nuevos medios de intervención son efectuados bajo estas sutilezas en el entorno cibersexual, justamente como son las aplicaciones como OnlyFans, PornHub, AdultFriendFinder, StripChat, CraigList, XVideos, entre otras. Es decir, que si no nos concienciamos sobre los múltiples giros psicosociales y económico- políticos que ha ido realizando el entorno pornográfico, tanto en pandemia como fuera de la misma el pensar y hacer al acto sexual seguirá desvaneciéndose.
Referencias
Chul-Han. B. (2017). La agonía del Eros. Herder. España.
Foucault, M. (1977). Historia de la sexualidad. Vol. I: La voluntad de saber. Siglo XXI. México.
Giddens, A. (1998). La transformación de la intimidad. Ediciones Catedra. Madrid.
Illouz, E & Kaplan, D. (2012). El capital sexual en la modernidad tardía. Herder. España.
Lacan, J. (1956). El Seminario IV: La relación de Objeto. Paidos. Argentina.
Marques de Sade. (1786). La filosofía en el tocador. Columbia USC. Estados Unidos.
Preciado, P. B. (2011). Manifiesto Contrasexual. Anagrama. Barcelona.
Zizek, S. (1989). El sublime objeto de la ideología. Siglo XXI. México.
[1] Esta terminología acunada por la socióloga Illouz & Kaplan (2012) se refiere a los diferentes modos sobre como el aparato económico-político es manifestado desde la libertad sexual y libertad de mercado vía el intercambio relaciones que hay entre los seres humanos.
[2] El concepto fármaco- pornografía es uno proveniente del pensador Paul Beatriz Preciado (2012) el cual se remite más bien a todos esos productos de índole medicinal como píldoras y efectos placebos para el rendimiento sexual (Viagra, Pepa Negra, Lidocaína, métodos anticonceptivos, entre otros).
[3] La teoría de la falta de objeto es un concepto acuñado por el psicoanalista Jacques Lacan (1956) que señala a través de la privación desde el aspecto imaginario como real es esencialmente una falta, un agujero ante el dominio de las exigencias desinhibitorias y sin reglamentos. Por esta razón es que la castración y constitución del mundo simbólico entra a sustituir ese objeto o agente @. Ver: Lacan. (1956) Seminario IV: La relación con el objeto. (p. 40)