En el Cincuentenario de La Revolución
La Nueva York de 1969 a la que aludía el bartender era el refugio de miles de jóvenes no-heterosexuales que encontraban aceptación dentro del anonimato que provee una ciudad de ese tamaño. Un espacio donde encontraron o hicieron su comunidad, escapando de casas y ambientes homofóbicos en los cuales sus propias vidas, en ocasiones, corrían riesgos. Aún cuando fue refugio de las comunidades LGBTQ, la ciudad estaba lejos de ser la ciudad que es hoy. Al igual que en el resto de Estados Unidos (y por consecuencia Puerto Rico) ser abiertamente homosexual era un delito, en ocasiones graves, y en el caso específico de Nueva York servirle alcohol a homosexuales estaba criminalizado.
Las comunidades LGBTQ existían al margen y eran frecuentemente abusadas y perseguidas por el Estado a través de la fuerza policiaca. Esta marginalización llevó a la creación de espacios como el Stonewall Inn, una de varias barras que lograba servir a las comunidades LGBTQ, operando como clubes privados y mediante sobornos pagados a la policía por los propios propietarios. Estos espacios se convirtieron en punto de encuentro de los diferentes componentes comunitarios quienes en lograban ser ellos mismos, rodeados por otros que, al igual que ellos, lograban ser abiertamente quienes eran.
A raíz de la revolución de Stonewall las comunidades LGBTQ comenzaron un proceso de mayor visibilidad y una lucha por sus derechos y supervivencia.
El proceso involucró múltiples frentes, incluido uno frente a los tribunales, mediante los cuales se exigió la equidad. En Puerto Rico este proceso estuvo muy ligado al proceso en Estados Unidos, como consecuencia de nuestra realidad colonial.
La criminalización de la homosexualidad en Puerto Rico duró hasta 2003, cuando en Estados Unidos el Tribunal Supremo revocó su propio fallo de 1986 en Lawrence v. Texas, el 26 de junio de 2003. Esto dio paso a que el artículo del Código Penal de Puerto Rico, que criminalizaba las personas homosexuales se tornase letra muerta. Para la legislatura puertorriqueña esto debió representar un alivio, pues en esos momentos discutían si el nuevo código penal debía continuar criminalizando las personas homosexuales. La decisión de Lawrence les quitó de encima la decisión de la criminalizar o no en Puerto Rico en pleno siglo XXI.
En Puerto Rico el estado de derecho de las personas LGBTQ ha dependido en gran medida en las decisiones judiciales estadounidenses como consecuencia de una legislatura cobarde y un Tribunal Supremo antipático.
Nuestro Tribunal Supremo rehusó atender la criminalización de la homosexualidad (Sánchez v. Secretario de Justicia), le negó a las personas transgénero el que sus certificados de nacimiento reflejaran su identidad de género (Ex Parte Delgado Hernández) y más recientemente le negaron a las parejas del mismo sexo el derecho a adoptar (Ex Parte A.A.R.). Fueron la decisiones federal en Lawrence las que legalizaron la homosexualidad en Puerto Rico. La decisión del Tribunal de Distrito en Arroyo González v. Rosselló permitió el cambio en el certificado de nacimiento y la del Supremo Federal en Obergefell v. Hodges la que abrió la puerta a la adopción por parejas del mismo sexo.
La lucha por los derechos de las comunidades en Puerto Rico ha dependido de las propias comunidades que se han organizado para luchar por sus derechos. De aquellos y aquellas que en medio de la crisis del SIDA en los 90’ organizaron la Primera Parada de Orgullo Gay para dejar saber que aquí estamos; de los que en esa década enterraron sus amistades, pero no así las esperanzas de un mejor mañana; de los que en 2013 marcharon por protecciones laborales; de los que este mes enterraron las intenciones de legisladores homofóbicos de legalizar el discrimen.
El 28 de junio conmemoramos cincuenta años de la sublevación contra la represión en Stonewall, un par de días luego del aniversario diecisiete de la decisión de Lawrence y cuarto de Obergefell. Sin aquellos jóvenes que se lanzaron contra la policía durante la noche del 28 y las siguientes es difícil imaginar el progreso obtenido en los últimos años. Fue la violencia la que nos permitió mayor visibilidad, mayor aceptación con cada generación que pasa, a la decriminalización de quienes somos, a la habilidad de casarnos con quienes queremos. La Revolución de Stonewall dio inicio a los cambios sociales y jurídicos que logran que las comunidades LGBTQ seamos cada ves más visibles y bienvenidos en la sociedad. Es por esto que el bartender se refirió a la revolución, como un veterano de décadas en una lucha que persiste.