Ex_Machina
Los avances en la nano ingeniería, la inteligencia artificial y la computarización han sido vertiginosos en nuestro siglo y este thriller psicológico los usa como parte de su propuesta para explorar varios mitos. En el centro de la historia de este filme está Galatea aunque, en vez de ser de mármol blanco, está construida de materiales sintéticos, alambres y circuitos tan complejos que habla, piensa y razona a un nivel inusitado.
Sorprende la tersura de la piel de su rostro, porque el resto es evidentemente artificial, y la intensidad de su empatía. El misterio que rodea su existencia reside en su creador, un multimillonario dueño de una compañía como Google llamada “Bluebook”, que vive en un lugar tan apartado y difícil que solo se puede llegar a él por helicóptero. El hombre, Nathan Bateman (el intenso y excelente Oscar Isaac), crea un concurso para que el ganador pase una semana en su retiro y administre al robot la prueba Turing, que consiste en probar si la máquina puede convencer a su examinador que es “humana”. El ganador Caleb Smith (Domhnall Gleeson) es un joven brillante y ambicioso y cae bajo el embrujo de la alta tecnología de la vivienda de su jefe, la belleza natural de sus entornos y el encanto del robot. Hay algo perturbador y a la vez fascinante en la robot además de su nombre: Ava (Alicia Vikander). Pero es una señal que nos ha de revelar parte del enigma que se esconde en el ascetismo y minimalismo del lugar en el que vive Nathan donde tal parece que lo más complejo que allí se esconde es un Jackson Pollock, que sirve para recordarnos de cómo el arte y el artista están conectados de maneras sorprendentes e inexplicables.
Como sabemos, las apariencias engañan y nos confrontamos con un juego en el que no sabemos quién miente o, peor aún, quién dice la verdad. Se desata una lucha en la que Ava, Caleb y Nathan son parte de un menage a trois mental que se va tensando con el paso de los días. Esas “entrevistas” diarias de Caleb y Ava se van marcando en la película por títulos que nos alertan a la temporalidad, al paso del tiempo. Es difícil llevar cuenta del paso de los días en un lugar que es subterráneo y, por ende, no tiene ventanas. Lo que ha de suceder o no es observado por Kyoko (Sonoya Mizuno) una criada japonesa que no habla y solo parece entender las órdenes repetitivas de servir tres comidas y limpiar.
Las influencias de “Blade Runner”, tanto el filme como la novela de Philip K. Dick en la que está basada, y la mítica griega (a la que ya he aludido) y judeocristiana en el filme son bastante obvias. Están, para empezar, los nombres de los personajes: Ava (Eva) la primera mujer robótica, que quiere escaparse de su creador; Nathan, que quiere decir “regalo de dios”, en múltiples ocasiones se refiere a sí mismo como un dios, y es el creador como lo era Tyrell de los replicantes de “Balde Runner”; Caleb, que fue uno de los doce israelitas que envió Moisés a buscar la tierra prometida. Este nombre también quiere decir perro, pero no en forma denigrante sino en el sentido de leal y devoto a dios. Otra influencia evidente es la prueba Turing que se distingue de la Voight-Kampff una máquina que media la respuesta pupilar con la que se detectaba los replicantes en “Blade Runner” y en “Do Android Dream of Electric Sheep”, porque únicamente depende del intelecto del entrevistado y el entrevistador. Hay también ecos de “Her” (2013) the Spike Jonze y se intersectan en la cinta algunas propuestas de ese filme con las de este sin que se pierda el enfoque original y particular de la visión del guionista-director.
Hay aspectos borgeanos y kafkianos en el filme que refieren al espectador a la incertidumbre que es la realidad y lo que la mente procesa como tal. Los tres personajes están conectados de muchas formas con la sirvienta Kyoko, nombre que en japonés quiere decir “espejo”. De muchas formas descubrimos que ese espejo nos ha ido moviendo por el cuento de forma imperceptible. Que hoy día hay otro “espejo” que nos refleja a través del tiempo y del espacio, a distancias que jamás pensamos podríamos viajar en unos segundos: nuestra imagen visual o textual en las redes sociales. En el filme se destacan las imágenes reflejadas en vidrios y pantallas y sospechamos que algunas podrían ser lanzadas al infinito, particularmente cuando sabemos que “Bluebook” tiene billones de suscriptores.
Hay también una estratagema del thriller que es hacernos pensar por qué solo “ex machina”. ¿Dónde está el deus? ¿Qué ha de suceder el séptimo día de la creación? Un aire malsano nos alerta a la posibilidad de desidia, de modo que eso podría ser el motivo de su ausencia en el título. Una alternativa es que lo que falta podría ser suplido por otra cosa u otro ser que no conforma a nuestra forma tradicional de ver el término deus.
Alex Garland quien dirigió su propio guión es alguien que habrá que velar. Esta muestra revela su capacidad para crear suspenso de lo que parecería trivial, que era lo que distinguía el de Hitchcock del de sus imitadores. Es posible que se convierta en un gran director. Tiene 45 años y buenos genes (sus abuelo materno, Peter Medawar ganó el premio Nobel de Medicina y Fisiología). Con este filme muestra el dominio que tiene de la composición cinemática; mejor aún, muestra un capacidad especial para escribir diálogos brillantes en contendido e impacto.
Uno se pregunta por qué esta película hay que verla en cable ($5 sin problema de estacionamiento) y no se ha puesto en el cine local. ¿De verdad que preferimos ver comedias tontas argentinas y españolas a presenciar esta pequeña joya? Por suerte hay otras formas de verla. Búsquenla con apremio.