Get on up
Siguiéndole los talones a Jersey Boys en la categoría de biopic esta da cátedra de cómo hacerlo. Tate Taylor, el director de la estupenda The Help, con un guión de Jez y John Henry Butterworth con la impresionante edición fílmica de Michael McCuske nos mantiene atentos no solo a la música sino a la vida de ese tipo genial que fue James Brown.
Llamado el padre o el padrino de soul y de funk, y uno de los innovadores del baile popular, Brown nació y se crió en la pobreza más abyecta y expuesto a las bajezas de la vida. El filme entrecruza varios planos y épocas y nos permite ver a Brown no solo como la estrella que fue sino como el niño abandonado y el hombre atormentado que era una vez lejos del escenario. No hay secreto (aunque a algunos les han bajado el volumen) que no se traiga y se presente. Brown era un egocéntrico y egoísta que percibía que su talento lo iba a llevar a alcanzar cimas impensables para alguien negro, pobre y sin educación en los Estados Unidos de los años sesenta del pasado siglo. Nadie sabe cómo ocurre que en los lugares más inesperados el talento florezca como a veces también lo hacen las plantas. Así es la historia de este original personaje que se convirtió en un ídolo mundial que influyó la música popular que se compone hasta el día de hoy.
Expuesto desde niño a un ambiente de abuso de su madre por su padre, a que las mujeres tenían poco valor o ninguno, y al alcoholismo, Brown abusó de algunos de sus cónyuges y tuvo problemas con el uso de drogas. Esto último se minimiza un poco pero se trata de tal forma que apreciamos el daño que esta inclinación tuvo en él tanto como hombre que como artista. Un aspecto importante del guión es que trata de evadir las situaciones que hemos visto anteriormente en “biografías” de artistas que han caído en las garras de soporíferos. No nos quedan dudas al final de la cinta que las drogas fueron, como para todos los otros, perjudiciales, mas ese no es el centro de la película.
Para hacerle justicia a James Brown se necesitaba alguien especial para representarlo. Un actor que no imitara al cantante, compositor, bailarín, hombre de negocios, emprendedor y carismático interprete, sino que se convirtiera en él. Jamás pensé que del tímido, reconciliador en el campo del béisbol y hombre de familia que era Jackie Robinson, el actor Chadwick Boseman saltara al incontenible y máximo expositor del amor propio que fue James Brown. El salto es olímpico y Boseman se mueve y baila como el divo sin que tenga que imitar su voz, que está perfectamente sincronizada para que no se vean las costuras de lo que pudo haber parecido una burda imitación. Es una actuación sobre la que descansa la película que Boseman lleva en sus hombres durante casi toda su duración. De hecho, llega el momento que nos olvidamos que Brown ya no vive y nos parece estar reviviendo tiempos pretéritos que significaron uno de los más grandes cambios en la música popular.
Taylor ha demostrado antes su gran talento para trabajar con sus actores, y no nos defrauda. Llevándole el ritmo a Boseman sin perder un paso está Nelsan Ellis como Bobby Byrd, el más íntimo amigo de Brown, y, se podría decir, el que lo descubrió. Ellis, estrella de un programa televisivo que nunca he visto (True Blood) nos demuestra como las relaciones humanas muchas veces se establecen en el misterio de la empatía y sobreviven las más violentas tormentas por eso mismo.
Taylor ha reunido para este filme dos de las actrices que hicieron The Help deleitable. Octavia Spencer es la madama que cuida del preadolescente Brown y rescata, lo que es básicamente un personaje de cartón, del olvido. La presencia de Viola Davis como Susie Brown, la madre de James, es otra cosa. Davis es una de las grandes actrices del cine y su reconocimiento está limitado no por su inmenso talento sino por el color de su piel. Tiene que esperar, con el peligro que hay en ello, a que surja un papel que le interese y sea para una mujer de color. Cada vez que la veo encuentro más que apreciar y que ensalzar. Hay varias escenas que piden que Davis represente a una mujer que vive entre la sumisión y la rebeldía, y ella las convierte en momentos inolvidables. En una en la que hijo y madre se confrontan a través del abismo que ha formado el tiempo y las circunstancias, tanto Davis como Boseman nos revuelcan el corazón sin que veamos el sentimentalismo básico de la situación. Sin embargo, en una escena que tal vez dura uno o dos minutos (como mucho) en la que Brown aún muchacho se encuentra con su madre en la calle, Davis transmite el dolor y la vergüenza que puede sentir una madre involucrada en algo indebido con una serie de gestos que muestran su dolor.
Esta no es una gran película pero si es una divertida y excitante, y está respaldada por excelentes actuaciones e impresionantes logros cinematográficos (como la edición). Pocas en su género son de la misma calidad. Además hay que reconocer que la música nos mueve aunque no seamos de esa época (en los sesenta traté de imitar algunos de los pasos de Brown con poco éxito). La excelencia musical se debe a que Mick Jagger (sí, EL Mick Jagger) es uno de los productores de la película y consiguió acceder a bandas sonoras de Brown que no estaban en el dominio público. Su intervención aseguró que lo que oímos es lo mejor de Brown. Más mejor no se puede poner.