Grace Robiou, Coa, la macacoa y los ejercicios de la imaginación y la memoria
“¿Cómo se llega a ser lo que se es?”
–Nietzsche
Desde mediados de 2013 hasta inicio de 2016 la bióloga ambiental especialista en la salud del agua, Grace Robiou, mantuvo activo su blog Coa, la macacoa, proyecto que tuvo como designio mantener abierta las ventanas comunicativas y afectivas con sus familiares y amigos de Puerto Rico y la República Dominicana. Pero las intenciones iniciales se fueron transformando hasta convertirse en un espacio más extendido. De madre puertorriqueña y padre dominicano, la autora nació y se crió en Puerto Rico. Pianista desde temprana edad, hizo sus estudios escolares en Puerto Rico y los universitarios en Biología, Epidemiología y Música en Boston. En 1998 se estableció en el mundo laboral en Washington D.C, ciudad donde actualmente reside con su esposo y dos hijos.
Se trata de una escritora que conoce de la experiencia directa de la extranjería-lejanía, tan común y natural a nosotros los isleños, constructores de puentes portátiles. Estamos ante una escritora que, aunque también escribe en inglés, opta por el español, lengua en la que ha vivido sus experiencias más vitales y que marcan su constitución como persona. En su memoria habita su idioma primario y es desde él que se recupera y reconstruye continuamente desde los costados individual y social a lo largo de los textos que componen el ahora libro publicado en octubre de 2016 por la editorial Punto y Coma, San Juan de Puerto Rico, y que se distribuye a través de amazon en soportes de papel y digital.
Escrito durante sus desplazamientos diarios en el Metro desde la casa al trabajo, convencionalmente el libro se divide en cuatro partes (Inventos, Actualidad, Memorias y Reflexiones) aunque, todas las unidades terminan interconectándose vía una hibridez temática, un arcoíris, que va estampando el devenir del sujeto que escribe sin descuidar su inserción, el entorno social amplio por el que ha discurrido. Confluyen en el volumen fulguraciones hijas de los instantes, remembranzas cercanas-lejanas y reflexiones, entre otros motivos, que por momento se bifurcan; pero que más adelante emergen para soldarse y abrir nuevos surcos que desembocan en una suma abierta con unidad literaria y ritmos expresivos-emotivos propios: una especie de sinfonía. No es casual por ello que Robiou sea música por vocación y formación.
Si un invento también puede verse como un intermedio entre un descubrimiento y una creación, en sus rendijas habita un algo que alguien debe ver, escuchar, intuir o palpar y luego hacerlo emerger a modo de representación o demostración. Con Inventos, fraccionado en 32 segmentos, entramos a la primera zona de Coa, la macacoa. Se juega a los linderos entre lo real y lo imaginario. Predomina el ludismo, aunque sostenido en las estrategias de las poéticas derivadas del mimetismo. Se retoza al pacto de lo autobiográfico y se crean escenarios porosos de lo citadino ultramoderno que funcionan como laboratorio móvil salpicado de misterios que comporta el humano que habita la ciudad. Historias como “Servicio de taxi”, “La lengua erótica de Toledo”, “Mañas en la cama”, “El descuido”, “Grafiti”, “Si me saco una cana me salen más” y “Pequeño bestiario de lo cotidiano”, entre otros relatos, operan en esa esfera donde no siempre quedan delimitadas las marcas entre lo real-testimonial y lo imaginario.
En Actualidad, compuesto de 42 historias, nuestra autora asume lo actual como el aconteciendo-fenómeno inmediatista, aquello que es objeto de debates al interior de lo público y que toca directamente al ciudadano. Es en este bloque de trabajos donde Robiou asume de modo más directo su papel de ciudadana comprometida que aboga por un ecologismo social, individual y concreto montado sobre la ética del sostenimiento. Sus denuncias y propuestas ambientalistas definen y tejen una suerte de programa de convivencia y responsabilidades ciudadanas. Esta es la parte más vinculada a la política directa, pero sin entrar en los discursos de un cierto activismo. Habla mayormente como científica.
Trabajos como “Cacaqueo urbano”, “Darwin aconseja a Obama”, “El desempleo”, “Dios no está muerto, pero necesita un nuevo publicista”, “La verdadera deuda pública”, “Puerto Rico, ¿A cuál continente pertenece Puerto Rico?”, “Crea una minibiblioteca pública frente a tu casa”, “Saliva y orín”, “El mendigo en el metro”, “Cuba”, “Monsanto y Kennedy”, “Cuatro mitos sobre la caca de perro” y “La universidad, ¿es para todos?”, constituyen una muestra representativa de la sección. En esta parte brota una veta de humor e ironía fina.
Como conciencia del pasado que se hace presente ha definido un filósofo la memoria. Desordenada y asistemática emerge caprichosamente y su intermitencia es uno de sus rasgos. En “Memorias”, parte tres, 63 apartados, concurrimos a un despliegue hermoso de esas vivencias familiares que pausadamente fueron formando al sujeto que escribe. Con algunos leves episodios de nostalgia, pero al margen de la melancolía, Robiou recupera episodios de su pasado familiar que la marcaron, tanto en Puerto Rico como en sus viajes a la República Dominicana, ya niña, ya joven o adulta; país al que nace vinculada por la vía paterna.
En estas historias, además, de recuperar dos genealogías familiares (Robiou y Ramírez de Arellano) se exteriorizan una sucesión de relatos bañados de ternura y reconocimientos. Reaviva lugares como Jarabacoa, El Malecón, sus abuelos y abuelas, padres, elementos de la flora isleña, ríos, lugares de Santo Domingo, Mayagüez y de la zona metropolitana de San Juan. Gracia, entusiasmo, admiración por sus cercanos y ocurrencias, convergen en este apartado. Predominan en esta parte las semblanzas, las evocaciones y los perfiles montados sobre la etopeya. Además de muchos otros relatos muy bien logrados, si fuera a quedarme con un solo texto de esta parte me quedaría con “Luciano”. También con el segmento que reproduce Grace de un libro que escribiera su abuelo materno Alfredo Ramírez de Arellano Bártoli, titulado “Un paseíto a ver la isla de Mona desde arriba”.
Digamos que toda reflexión supone un esfuerzo por llegar a la abstracción. El pensamiento se vuelca y se encuentra consigo mismo. Se aspira a que el acto de pensar sea su propio objeto. Así llegamos a la parte final del texto, “Reflexiones”, compuesto de 57 segmentos autónomos –como las demás partes anteriores– y que se pueden leer de manera independientes o en sus vínculos con el todo. Además de “¿Las caras lindas (del mestizaje)”, “¿De islas y huracanes?”, ¿Quiénes son los gringos?”, “El mito de Che Guevara”, entre otras reflexiones seductoras, conviene detenernos en “Confesión de fin de año”, escrito donde Grace revela los motivos-génesis y la poética que orientan su ejercicio de la escritura.
En esa tesitura declara nuestra autora: “Ha habido muchas personas que me han preguntado de dónde surgió este interés por escribir”. Testimonia que de una gran crisis existencial que padeció y que la llevó casi al abismo. Dice la autora: “no podía hablar, no podía comunicarme. Comprendí la soledad” … Además de la ayuda de su esposo Sergio, la escritura empezó a sanarla. De modo, añade Grace: que “escribir me ha ayudado de una manera extraordinaria y misteriosa a coserme por dentro. No puedo negar que siempre tuve este interés oculto… Escribir me ha enseñado que lo que se nos ocurre, bueno o malo, llega tarde o temprano, a esa pequeña parte que llamamos la realidad. Es sin sorpresa, lo que Saramago dijo hace tiempo y solo hace poco adquirió peso en mí: Apresúrate a transmitir lo que te corresponde de maravilla, de rebelión, de generosidad”. Eso ha hecho la autora. De esas pulsiones brotan estas historias de La Coa.
Estamos ante un libro que son cuatro a la vez. Cada una de sus partes se puede leer de manera autónoma, pero también como unidad entretejida a manera de entregas semanales en movimientos continuos. Se trata de una especie de compendio personal escrito sin afectaciones estilísticas y sin visos celebratorios carente de exhibicionismos y protagonismos más allá del que demandan las circunstancias del sujeto que escribe y que actúa responsablemente sobre su entorno y que ejerce la escritura con franqueza, potencia y posesión.
Todo libro válido y sostenido está expuesto a varias exégesis. En La Coa, presenciamos un homenaje al minimalismo cotidiano y a los intersticios que recuperan los sentidos (ojo, vista, oído, tacto y gustos), lugares donde también reside una grandeza que a veces se nos fuga, pero que Grace rescata y recrea con apego y naturalidad a través de una escritura que se te teje –en varios momentos– desde una prosa poética. Se trata de un conjunto de textos muy bien amarrados que apuestan a la esperanza, la cultura del amor y a la vigencia de lo humano como primera condición.
Grace Robiou ha recobrado y revivido una gran parte de los demonios y ángeles que como una colmena de abejas estaban embutidos en su memoria, pero siempre dispuestos a brotar de sus hendeduras más profundas a través de la creación verbal. Ha convertido un blog en un libro coherente y nos ha entregado un texto digno de leerse ya sean como relatos ficticios o autobiográficos-testimoniales, ya como confesión privada o pública, ya como reflexión que explora el aprendizaje que lleve a la sabiduría, ya como manifestación del gozo de lo bello o ya como propuesta ética individual-social de un mejor vivir; que no empece al sufrir –que también supone la aventura de vivir– es también posible lanzarse desde los pequeños lugares propios a la construcción de un mundo mejor en lo que llega otro más vasto y superior.
A largo de estos textos cuidadosamente pensados y escritos vamos descubriendo que estamos ante una autora que ha bebido y digerido muy bien las aguas y sabias de la cultura científica, artística-musical y humanista, pero sin pretensiones eruditas forzadas. Se trata de saberes ya absorbidos que son puestos al servicio de la vida y de lo necesario. Sus saberes y experiencias de vida han quedado incorporados a su arte narrativo y memorístico vital. Si bien estamos ante un libro donde se recurre a lo anecdótico muchas veces, esta táctica de la anécdota no es un fin en sí mismo, sino pretexto para pensar e indagar sobre el proceder humano, pero no con el fin de lanzar líneas didácticas o moralistas.
En el epígrafe que antecede esta reseña Nietzsche se pregunta que “¿Cómo se llega a ser lo que se es?” Grace responde que en su caso, desde sus vivencias y viviendo con autenticidad. Responde también que un sujeto se hace persona en compañía de las otras personas que se va encontrando por los senderos llanos y curvos de la vida. Vivir es un siendo.
Coa, la macacoa no es un libro de memorias como tal, tampoco de testimonios, pero ni unas ni otros pueden ser desechados para ingresar a él. Grace ha sabido convertir a unas y otros en literatura. Quiebra fronteras escriturales en función de su arte literario. Entre muchísimos otros significados y orientaciones de sentidos posibles, Coa tiene como uno de sus nortes una ética ciudadana comprometida consigo misma y con el colectivo. Este es el libro que no has entregado muy bien escrito y presentado Grace Robiou, una escritora de la que de seguro seguiremos leyendo otros libros. Las cartografías interiores de este, su primer libro publicado, así lo anuncian y adelantan.