Hay quienes miran desde fuera de la caja
“El momento requiere que seamos creativos; que miremos fuera de la caja. ¿Qué si nos sentáramos a conversar con los “bichotes” para controlar la violencia?” Con esta frase, que pudiéramos considerar un cliché, el facilitador de una reunión política, a la que asistí esta pasada semana, dramatizó la necesidad de ser creativos y buscar nuevas formas para hacer frente a los males que azotan a Puerto Rico.
Mi mente, que es fácil de distraerse, sobre todo cuando no ha tomado café, dejó de escuchar al querido compañero y se fue a las mil cosas que tengo pendientes y atrasadas. Entre ellas esta columna.
Sin saber cómo, mi pensamiento fue a parar a la propuesta en la que el gobernador Luis Fortuño, recomienda un nuevo Código Penal que aumente el castigo y que sea más severo con los “criminales”. “Típico del que sabe que no puede manejar una situación, Fortuño recurre a la prohibición y al castigo para imponer su criterio de ley y orden” pensaba mi mente, mientras allá en la reunión los compañeros discutían desde su modernidad teórica, las situaciones prácticas de la posmodernidad.
En mi mente carente de cafeína surgía la figura de Fortuño, quien vistiendo una pesada chaqueta negra y tocado por un sombrero de ala ancha agitaba al aire una Biblia, jurando acabar con los vicios que destruyen la fibra moral y la familia en nuestra pecaminosa sociedad puertorriqueña.
El retrato mental, que aparenta ser uno caricaturesco, se revela como realista e ilustrador si lo que se quiere ilustrar es la visión ideológica que los tecnócratas, boricuas aspirantes a republicanos, tienen sobre la criminalidad y, sobre todo, de la lucha para “eliminar” la misma.
Copiando el ignorante y anti-académico discurso de la derecha cristiana americana, quienes controlan ideológicamente el Partido Republicano en los Estados Unidos, los “Fortuño’s Boy” tratan de manejar la violencia social que sufre el país desde una perspectiva moralista partiendo de la premisa de que “el criminal” es malo por naturaleza y que el Estado tiene que enderezarlo usando castigo. Esa mentalidad que el Gobernador y su falange burocrática quiere imponer es la que el británico Yock Joung cataloga en su ensayo “Thinking Seriously About Crime” como el “pensamiento conservador”. Forma de pensar que sirvió como base al Movimiento de Temperancia de principios del siglo XX en los Estados Unidos e Inglaterra.
Partiendo de un pobre o casi nulo contenido teórico, este pensamiento conservador es esencialmente pragmático y convoca un sentido positivo e ilusorio de la tradición, las formas jerárquicas y el orden social establecido, que construye como herramientas para hacer frente a cualquier propuesta reformista, las que ve como peligrosas y «anarquistas».
Estos conservadores perciben al criminal como un esclavo de una naturaleza pecaminosa o débil, que le lleva a desviarse del orden social. De igual forma ve al ser humano como responsable de resistir a esa naturaleza y a los “bajos” impulsos que de ella surgen.
Es de esta manera que el sacrificio, la disciplina y la sumisión a la autoridad se tornan en piedra angular para levantarse y superar la herencia pecaminosa de Eva, aquella que comió del árbol del saber para luego seducir a Adán invitándolo a que hiciera lo mismo.
Para este grupo, el orden social es producto de la voluntad de dios, por lo que atentar contra el orden es atentar contra el propio dios. Así las cosas, la desigualdad y la coerción es la base de un sistema donde incluso la justicia debe estar subordinada al mantenimiento del orden impuesto por la divinidad. Como para estos el crimen es resultado de la búsqueda de placeres y el debilitamiento de los lazos sociales, para controlar el mismo se necesita mano dura, castigo severo y cero tolerancias.
Para ejemplo, con un botón basta. Este es el pensamiento que produjo “exitosas” leyes como la prohibición del consumo alcohol durante la década del 1920 en los Estados Unidos.
También es el pensamiento que produjo las leyes antidrogas que en los Estados Unidos llenan las cárceles de poblaciones en su mayoría latinas y afroamericanas1. Reglamentación que no lograron bajar el trasiego y uso de estas sustancias. La mayoría de los detenidos en los Estados Unidos están confinados por violaciones a la ley antidroga, crimen que sigue siendo el más común y de más crecimiento en esa nación. Situación que comprueba que las penas más fuertes no son disuasivas para el delito.
De esta manera mi mente se eleva a otro nivel y pienso en el los escritos de Donna Selman2 y en el libro del “gurú” Loïs Wacquant3, quienes explican las verdaderas razones de estas leyes. Para lo que sirven las mismas, indican estos académicos, es para mantener una industria correccional que requiere de un flujo constante de confinados para que sus cárceles privatizadas sean económicamente rentables.
Si fuera cínico, y mis amigos aseguran que lo soy, esta relación entre leyes más duras y cárcel privatizada hace mucho sentido en este gobierno donde los “Fortuño’s Boys” proyectan una fascinación cuasi erótica con el desacreditado pensamiento neoliberal de Milton Friedman.
En resumen, la política pública del gobernador Luis Fortuño está basada en la retrógrada visión punitiva de la derecha cristiana americana, que no resuelve el crimen y que aumenta desproporcionadamente la minorías encarceladas en ese país. Esa es “la caja” desde donde esta Administración y a mi juicio la mayoría del pueblo de Puerto Rico ve el crimen. Por supuesto, el hecho de que sean la mayoría no hace correcto su pensamiento.
Volviendo al comentario que me desvió de la reunión que en este momento discute “el estatus y el coloniaje”, mi mente recuerda que sí hay gente mirando fuera de la caja.
No me refiero a pensadores marxistas, radicalizados o críticos como les pudieran llamar a Young, a Selman o a Wacquant. Hablo de gente que trabaja dentro del sistema, con el respaldo del propio Departamento de Justicia de los Estados Unidos.
Un ejemplo es David Kennedy, quien es un vivo modelo de cómo pensar fuera de la caja cuando se trata decriminología práctica. Claro, si el superintendente Figueroa Sancha se lo encuentra de frente es posible que lo tilde de revoltoso, sólo por el aspecto de “biker” renegado que le da su pelo largo y su barba desaliñada.
Entre sus alternativas creativas para manejar la violencia se destacan el experimento de High Point, Carolina del Norte en el 2004. En está ocasión el renegado de Kennedy, logró que la Policía local, en coordinación con los sectores más progresistas de las iglesias afroamericanas, desarrollaran un programa para dar una segunda oportunidad a los vendedores callejeros de sustancias controladas.
¿Cómo funcionaba el plan? Pues una vez la Policía recoge suficiente evidencia para lograr encarcelar a un joven vendedor de droga, no lo arresta. Lo llama a una reunión con sus padres o familiares cercanos y con los líderes de la comunidad. Allí le “hacen una oferta difícil de resistir”, o “te quitas” y con la ayuda de la comunidad aprendes un oficio o te metemos preso por un periodo largo de tiempo. El programa logró una disminución de un 57% en las cifras de violencia callejera en High Point. Una reducción de la violencia callejera de 57% en Puerto Rico significa sobre 570 muertes menos al año.
Otras de las “locuras” implementadas por Kennedy con el apoyo de las autoridades es el Boston Strategy To Prevent Youth Violence, en la que se usan medidas de no confrontación y se establecen lazos de diálogo, nuevamente usando los líderes de las comunidades como intermediarios y complementando con medidas de intervención efectivas contra los que no participaron del proceso. Así las cosas, se logró durante un periodo de ocho años bajar las muertes violentas en el sector “impactado” de Boston en casi un 85%, de 152 asesinatos a 23.
No estoy diciendo que estas medidas sean la solución a la violencia social y callejera que sufrimos los puertorriqueños y que los medios definen como criminalidad. Lo que digo es que sí hay gente mirando fuera de la caja y produciendo opciones creativas para manejar problemas similares a los nuestros.
Alternativas que, lejos de moralizar sobre la violencia y condenarla como el camino al infierno, surgen desde una visión que ve la violencia como producto de las frustraciones resultantes de los conflictos cotidianos en una sociedad de clases. Desde esta perspectiva, más policías, más leyes y más castigo sólo producen más frustración que conlleva más violencia. Es decir aumentar la Policía es aumentar el problema.
En este momento regreso de golpe a la reunión al escuchar una voz de mujer que explica que cualquier movimiento político para ser efectivo tiene que contar y partir de las comunidades. Al escuchar a la sabia compañera, me doy cuenta que de eso mismo es que se trata también la lucha contra la violencia que es mal definida como criminal. De contar y escuchar las comunidades, y de ahí, junto a ellas, buscar alternativas fuera de la caja.
Lo que aparenta es que preferimos escuchar a los empresarios morales que nos repiten lo que queremos oír, aun cuando sabemos que eso no sólo no funciona, sino que diaramente le cuesta la vida a nuestros hijos en las calles.
En fin, sí hay quienes miran fuera de la caja, lo que aparenta no haber es quiénes estén dispuestos a escuchar.
Paz
- Davis, Angela (2005) Abolition Democracy: Beyond Prisons, Torture, and Empire, New York, Seven Stories Press [↩]
- Selman, Donna & Leighton, Paul (2010), Punishment for Sale. Lanham, Rowman & Littlefield [↩]
- Wacquant, Loïs (2009) Prison of Poverty. Minneapolis, University of Minnesota Press [↩]