Horizontes de un cartógrafo transterrado: Jesús Martín Barbero 1937-2021
Por su origen español, su relación con la Guerra Civil y su carácter de emigrante “empatriado” en América Latina, Martín Barbero forma parte de ese conjunto de personas denominadas transterrados. Entre las miles de personas que huyeron del terror del Franquismo en España, un grupo de los que llegaron a América Latina y el Caribe se autodenominó los transterrados. Las personas que defendieron el neologismo querían enfatizar que contrario al desterrado que sólo pierde su patria, el transterrado encuentra y contribuye significativamente a una nueva patria. En Puerto Rico y otros países latinoamericanos y caribeños, ellas y ellos contribuyeron meritoriamente a nuestra topografía cultural. Así, por ejemplo, en su compilación de la filosofía en Puerto Rico, Carlos Rojas Osorio reconoció la necesidad de publicar un libro –La Filosofía en Puerto Rico: los Transterrados–sobre las aportaciones filosóficas de los que adoptaron/fueron adoptados por nuestro archipiélago (gran parte de ellas/os de España). Aunque de una generación posterior a los transterrados, Martín Barbero dio continuidad a esa tradición de emigrantes españoles que han robustecido nuestras formas de pensar y actuar.
Durante los cincuenta y ocho años que vivió en Colombia, Jesús Martín Barbero se convirtió en el más eminente portavoz de los estudios de comunicación en América Latina. De sus catorce libros (cuatro en coautoría) los que más se destacan para mí son: Comunicación masiva: discurso y poder del 1978; De los medios a las mediaciones. Comunicación, cultura y Hegemonía del 1987; Televisión y melodrama: géneros y lecturas de la telenovela en Colombia del 1992; y Oficio de cartógrafo: Travesías latinoamericanas de la comunicación en la cultura del 2002. En sus libros, casi doscientos artículos y sobre un centenar de conferencias dictadas alrededor del mundo articuló una perspectiva latinoamericana de la comunicología, el estudio de la comunicación desde nuestras latitudes. Esta perspectiva martin-barberiana, como lo mejor de nuestras aportaciones intelectuales al saber humano, provee una síntesis del pensamiento europeo y estadounidense en el contexto de lo distintivo de nuestras contribuciones.
Su doctorado fue en Filosofía en la Universidad de Lovaina, Bélgica. En París, hizo estudios posdoctorales en Antropología y Semiótica en la Escuela de Altos Estudios de París. Para el 1975 fundó el Departamento de Comunicación de la Universidad del Valle en Cali, Colombia. En el año académico 1989-90 fue profesor invitado de la Escuela de Comunicación del Recinto de Río Piedras, Universidad de Puerto Rico. También fungió de profesor invitado en: el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Occidente en Guadalajara, México; la Universidad Complutense de Madrid; la Universidad Autónoma de Barcelona; la Universidad de Stanford en California; la Universidad Libre de Berlín; el King’s College de Londres; la Universidad de Buenos Aires; y la Universidad de Lima en Perú.
Por sus aportaciones al campo académico de la comunicación, se le otorgó el título de doctor honoris causa o profesor emérito por: la Universidad Nacional de Rosario (Argentina); la Pontificia Universidad Javeriana de Bogotá (Colombia); la Universidad del Valle (Colombia); la Universidad de Lima (Perú); la Universidad Nacional de La Plata (Argentina); la Universidad Andina (Quito, Ecuador); la Universidad de Cuyo, Mendoza (Argentina); y la Universidad de Antioquia (Colombia).
Fue presidente de la ALAIC (Asociación Latinoamericana de Investigadores de la Comunicación) y miembro del comité consultivo de FELAFACS (Federación Latinoamericana de Facultades de Comunicación Social).
Al dedicarle un número monográfico en el 2008, La Revista Latinoamericana de Comunicación, Chasqui, sintetizó: “hemos visto que después de más de tres décadas de investigación comunicativa, sus primeras propuestas no se han agotado; es más, se han configurado y adaptado a las transformaciones sociales. Por ello, Martín Barbero es un clásico en continua actualización”. En el decimotercer anuario de investigación de la comunicación en México, la comunicóloga Magdalena Sofía Palau Cardona complementó la aseveración de los autores de Chasqui: “Desde América Latina es Jesús Martín Barbero quien ha hecho el esfuerzo más sistemático y consolidado por plantear un mapa que ayuda a debatir la pertinencia de los objetos de investigación para la comunicación”.
Retornando a sus principales libros, en Comunicación masiva: discurso y poder presentó los trazos con que iría construyendo sus mapas para estudiar la comunicación desde América Latina. Nueve años más tarde, en De los medios a las mediaciones. Comunicación, cultura y Hegemonía expuso su tesis de las mediaciones culturales como eje para la exploración y comprensión de las relaciones entre sociedad y medios de comunicación masiva. Cinco años después, en Televisión y melodrama: géneros y lecturas de la telenovela en Colombia, exploró las articulaciones entre el afán comercial de la producción televisiva y las lógicas de las culturas populares desde las cuales se interpretan las telenovelas. Y ocho años después, en Oficio de cartógrafo: Travesías latinoamericanas de la comunicación en la cultura, pausó para evaluar su recorrido teórico hasta ese momento.
Fue en este último texto que se apropió del concepto de cartografía para evaluar su labor teórica y presentó su concepción más elaborada de mediaciones culturales. Si en un momento el saber humano se representaba a través de la metáfora de universo propuesta por Isaac Newton y en otro momento por la metáfora de continentes –Marx y Freud–, Martín Barbero se unió a los que ahora proponen la metáfora del archipiélago, formas de pensar que buscan articular lo diverso sin caer en las trampas del mercado, la adulación tecnológica ni la sustitución de una jerarquía por otras. Y es desde la perspectiva del archipiélago de mediaciones culturales que Martín Barbero propone que debemos explorar y construir alternativas al complejo financiero-militar-ecocidia que actualmente nos conforma: “Lo que estamos intentando pensar entonces es, de un lado, … la omnipresencia mediadora del mercado. Y con ella la perversión del sentido de las demandas políticas y culturales que encuentran de algún modo expresión en los medios, además de la deslegitimación de cualquier cuestionamiento de un orden social al que sólo el mercado y las tecnologías permitirían darse forma. Y de otro lado, el nuevo lugar de la cultura en la sociedad cuando la mediación tecnológica de la comunicación deja de ser puramente instrumental para espesarse, densificarse y convertirse en estructural, pues la tecnología remite hoy no a nuevas máquinas o aparatos sino a nuevos modos de percepción y de lenguaje, a nuevas sensibilidades y escrituras” (p. 9, Oficio de cartógrafo: Travesías latinoamericanas de la comunicación en la cultura).
Entre las muchas leyendas de mapas que Martín Barbero dejó en su estadía de un año en Puerto Rico, está su prólogo al libro de La Danza de la Insurrección: Para una sociología de la música latinoamericana de Ángel G. Quintero Rivera. En ese texto “Chuco” Quintero propone buscar los sentidos de la música popular afrocaribeña. Martín Barbero reconoció que las cartografías de lo popular latinoamericano pasan por Puerto Rico y el Caribe: El libro “nos alienta a los latinoamericanos a pensar los tiempos que vivimos desde el descentrado y destemplado universo Caribe, donde el pensar no tiene que ver sólo con el saber sino también con el sabor. Y es a la juntura de esos dos verbos a la que nos remite en últimas el tejido que nos hace sentir-juntos desde la salsa al tango, desde el son al huayno, desde la cumbia al danzón, desde el joropo al mambo” (p. 21, La Danza de la Insurrección). Pero la lectura que Martín-Barbero hizo del texto de «Chuco» Quintero trascendió la relación Puerto Rico-Caribe-América Latina. Como buen cartógrafo, divisó en el estudio de la música popular afrocaribeña, pistas para explorar/construir otro mundo. Así explicó su interés en prologar el libro: “Con lo que se entenderá mejor mi interés en prologar el libro del latinoamericano que más osada y tenazmente ha evidenciado las trampas que nos tiende la muy occidental y muy moderna concepción del tiempo que avanza en permanente progreso. Un libro que hace eso, no a partir de debates abstractos, sino contándonos la larga y apasionante historia de una música/baile que se ha venido haciendo a través del tiempo y el espacio de muy distintos países –incluyendo el norteamericano– hasta ser lo más inesperado: no un mero género musical sino ‘una manera de hacer música’. Y esa obsesión por cuestionar el sentido hegemónico del tiempo como clave secreta de la racionalidad occidental empata hoy con la razón que nos impide pensar-nos adquiriendo ahora una significación muy especial: estamos viviendo el tiempo de una mutación que la temporalidad del progreso nos está impidiendo pensar” (p. 21, La Danza de la Insurrección).