Huelga
El mundo, sin duda, es ancho y ajeno. Pero no por eso nos podemos desentender. A primera vista, ¿qué importancia puede tener la huelga de maestros de Chicago para un cuarentón sin hijos ni grados académicos? Posiblemente nada.
O todo. Depende de cómo uno se aproxime al asunto, con qué óptica.
Sin embargo, independientemente de lo que podamos experimentar individualmente al respecto, es difícil ignorar el hecho de que esta huelga encarna la esencia de la guerra cultural que está desatando el partidismo enfermizo que ha infectado esta federación de abusadores escolares.
Por lo menos yo, en lo personal, no he podido ignorar el calor de esa quema de vanidades que se está dando en Chicago. En una esquina tenemos al wunderkind Rahm en la alcaldía, supuesto lacayo de Obama, demócrata y anti-laboral. Poco después de asumir el mando hace unos años, Rahm firmó la ley que le exige a las uniones un 75 por ciento del voto para declarar huelgas. En aquel momento rondaron videos por YouTube que enseñaban a la claque de Rahm regocijándose porque la ley efectivamente eliminaba toda posibilidad de huelga en Chicago y el resto de Illinois.
Fastforward al 2012 y el histórico voto de 90 por ciento para declararle la huelga a la ciudad. Y lo más curioso de todo es que al momento de declarar la huelga, ya el asunto de los salarios y el dinero estaba resuelto. El tranque residía en cuestiones de visión; la tala de recursos, privatización y el discrimen contra los de mayor experiencia, negándoles el derecho a ser los primeros en ser re-contratados en las escuelas que van surgiendo, y por último, el uso de evaluaciones estudiantiles como la principal vara de criterio para evaluar el desempeño de los maestros.
Mientras cientos de empleados públicos se han tirado a la calle a protestar, los maestros de los charter schools acuden a sus aulas y sus empleos sin los beneficios de la sindicalización. Rahm y sus seguidores quisieran eliminar las escuelas públicas y reemplazarlas con charters, ese híbrido público/privado que han vendido como el futuro de la educación norteamericana. La realidad del caso es que estas escuelas híbridas no han logrado sobrepasar a las públicas en ningún renglón. Nadie duda de las buenas intenciones, pero los charter schools no son la panacea para la falta de compromiso y visión para con la educación de las masas.
El viejo Carlin, que en paz descanse, ya lo dijo; nadie quiere una nación bien educada, lo que quieren es una nación suficientemente inteligente para operar las máquinas complicadas, pero también tan estúpida que no sepa defender sus derechos. Habrá quien quiera desviar la polémica en torno al asunto de los salarios y la paga, pero eso es pura cortina de humo. El ataque de la ciudad es a la sindicalización y a la inversión en la educación del pueblo.
Es el mismo problema que aflorará a través de los estados a medida que estos vayan encarando los desfalques financieros que los están llevando a la ruina fiscal. La respuesta no es ni será recortando la inversión en la educación. Todo lo contrario. Por supuesto, la cultura corporativa – ese cáncer del sistema neoliberal – no va a ceder sin una pelea. Al igual que lo han hecho en años recientes a favor de tanto ejecutivo corrupto, las huestes de cabildeo ya están en posición reclutando políticos tanto demócratas como republicanos.
La última década ha visto las barbaridades generadas por la desenfrenada carrera por las ganancias, aumentando el poder del sector privado en detrimento del sector público. Se habla de guerra de clases y de porcentajes que batallan unos con otros. Mientras tanto, la deshonestidad es la orden del día en el campo político; imposible decir quién está diciendo la verdad o mintiendo entre dientes. De la misma forma todos se hincan ante el dios del mercado y la diosa economía, especulando con papeles inservibles que carecen de cualquier valor.
No me extraña que aún los científicos han declarado el 2012 el año más caliente, en términos climatológicos, que cualquier otro desde que se registran las temperaturas. El siglo XXI es uno de pura prueba, a cantazo limpio y sin tregua. Ni siquiera el seno de Nueva York ha quedado impune, el fantasma de las torres todavía ejerce sus influencias sobre la jurisprudencia norteamericana y la guerra continúa siendo el negocio perfecto para las multinacionales. Los ejércitos privados y las farmacéuticas que pueblan las novelas de Philip K. Dick son prácticamente una realidad al día de hoy.
Por eso es que a mí personalmente me importa la huelga de los maestros y la apoyo sin vacilación. Estos son los primeros salves de una guerra no tan solo virtual que se libra en todos lares. A todas luces puede que cuando lean esto ya hayan regresado los estudiantes a las escuelas públicas de Chicago.
Tal vez así sea, pero eso no quiere decir que la lucha se ha terminado. En juego está nada más y nada menos que el futuro de todos nosotros. Curioso que esta batalla se esté librando en nuestras escuelas. Que el dios de su preferencia nos agarre confesados si esta población embrutece aún más.