Imágenes de la narcocultura en Puerto Rico
….o sobre cómo volver a mirar
Glock, a-ca cuarentaysiete, eme dieciséis y punto cuarenta.
Armas, por todos lados y en cada esquina de un residencial o de la red. Si fuera a sugerir algún patrón o alguna imagen prevaleciente en las redes sociales relacionadas al narcotráfico y a las representaciones de la narcocultura puertorriqueña, diría que el arma tiene un sitial especial. Esto, al parecer, no es un rasgo necesariamente distintivo de la narcocultura en Puerto Rico, pues la imagen del arma se encuentra en muchas otras manifestaciones narcoculturales en otros espacios geográficos: México, Colombia y Estados Unidos, por mencionar tres países. Sin embargo, no se puede negar su importancia cultural ya que las imágenes producidas por quienes se identifican con las comunidades del narcotráfico en nuestro país tienden a tener algún arma. Si las armas fueran algo marginal, no aparecerían en casi cada representación.
Este es el último artículo, en una serie de tres, que escribo sobre narcocultura en Puerto Rico (Parte I, Parte II). En el primero exploré el relativo silencio público (académico y mediático) sobre la narcocultura. En el segundo, abordé la ética y la participación en esta cultura por medio de los conceptos de la pauta y la ronca. Ahora me presto a discutir la producción gráfica según presentada en algunos perfiles de MySpace.
¿Qué pueden significar las imágenes que se distribuyen en estas redes? ¿A qué representaciones nos quieren dirigir sus productores? Estas son algunas de las preguntas que tuve cuando me enfrenté con varios perfiles digitales y son las que enmarcan el presente trabajo. Propongo que las imágenes distribuidas en estos espacios fungen como máscaras por las cuales se llama la atención y se esconden sujetos y significados. El enmascaramiento es una actividad táctica, según propone Gerard Aching, en la cual reside una relación paradójica de no dejarse ver llamando la atención. Esta actividad táctica procura visibilizar, invisibilizando toda una serie de identidades y significados.
Pero, antes de abordar las múltiples imágenes y contrapuntear sus representaciones, me gustaría atender qué es mirar. Esta debe ser la primera pregunta que oriente este trabajo, después de todo, ¿cómo hablar de imágenes si no tenemos claro que conlleva la acción de mirar?
Mirar es, en primer lugar, una acción física entre cuerpos mediante la cual uno figura y divisa sujetos u objetos. Empero, me gustaría pensar que mirar no se limita a la vista, al uso particular de nuestros ojos, sino a la identificación de una figura y su extrañamiento de quien identifica. De esta manera, se puede mirar con los ojos y con el tacto. Esto significa que el mirar es la configuración de una corporeidad externa, distinta a la de uno. Mirar, entonces, produce al cuerpo de esa otra persona u objeto y, simultáneamente, el nuestro. Por otro lado, mirar tiene una dimensión simbólica por la cual no solo se divisa lo material sino que se atiende qué es y qué significa lo que se mira. Aquello que se mira, se define y se nombra. Asimismo, el que mira se define y se nombra al posicionar física y simbólicamente lo que observa.
El acto de enmascarar conlleva la estructuración de una relación entre el enmascarado y su observador. Quien observa lleva a cabo dicha acción en dos niveles: el registro banal y ordinario de mirar mediante el cual se divisan objetos/sujetos, y el mirar que nos conduce a una interpretación de lo que vemos mediante la interpelación de otros objetos/sujetos, contextos y significados.
La pauta y la ronca son, en alguna forma, prácticas de enmascaramiento por medio de las cuales se interpelan variadas formas de ser y que encuentran su representación pictórica en la producción gráfica de los discos de reggaetón, los perfiles de Facebook, MySpace y YouTube, y los vídeos musicales. Mediante la máscara digital, la producción gráfica y los vídeos musicales, lo que se representa constituye una afirmación de su existencia. La máscara y el ejercicio de su creación/difusión ayudan a que los sujetos que participan y crean la narcocultura adquieran visibilidad y pierdan su marginalidad.
De cuerpos y máscaras
La imagen que muchas personas asocian con el narcotráfico, por su uso popular a través de los años, es la de Tony Montana en el filme Scarface. Este personaje ha sido evocado a través de los años en variadas canciones, vídeos y álbumes de hip-hop y gangsta’ rap. En Puerto Rico no ha sido la excepción, Scarface forma parte de todo un arsenal de representaciones de la vida de un narco. La próxima imagen tiene sus evidentes relaciones al filme protagonizado por Al Pacino, pero las subsiguientes producciones gráficas sugieren una mayor complejidad. Aunque las selecciones fueron un tanto arbitrarias, la utilización constante de figuras lúdicas (el payaso) y de personajes de películas de horror nos obligan a volver a mirar.
“Gatillero hasta la muerte” es una de las imágenes que más se puede ver mientras navegamos los perfiles de MySpace “relacionados” al narcotráfico boricua.1 Esta imagen se encuentra en las colecciones de fotografías de varios perfiles o en los mensajes que se dejan en los muros de cada perfil. De esta manera, la imagen parece tener varias funciones las cuales dependen de cómo sea empleada. Por un lado, su archivo en las colecciones fotográficas de un perfil permite que los “amigos” visitantes puedan identificar a dicho perfil como parte de los gatilleros “nuestros”. Tener la imagen de “Gatillero hasta la muerte” en ese caso podría servir para confirmar la pertenencia a una narcored y que lo contrario, la ausencia de la imagen, podría constituir la exclusión de dicha red. Esta exclusión, como argumenté en el ensayo anterior, conlleva a la identificación del Otro como enemigo.
Por otro lado, cuando un visitante pauta la imagen en el muro de un perfil, el proceso de identificación es distinto al descrito en el párrafo superior. Ya no se identifica al/el que colecciona la imagen sino que hay una doble identificación: quien cuelga se identifica como “gatillero” y, simultáneamente, nombra a quien recibe la imagen como parte de la red de gatilleros. Colocar, entonces, una imagen en el muro constituye otra forma de la pauta que describí en la pasada entrada.
El gatillero, con su ametralladora en mano, enmascara el deseo de pertenencia de quien intercambia la imagen. Colgado en su cuello, el gatillero lleva un rosario que posiblemente nos permite identificarlo como alguien que creció o que cree en el catolicismo. A pesar de que el participante del narcotráfico se reconoce como alguien que actúa “mal”, ser un asesino no representa para él una contradicción con la fe cristiana. Todo lo contrario, ya lo expresó bien Ken en su canción “Un fuletazo al que está prestau”, “Dios mío rezo porque mis hijos estén bien,/protégeme porque los quiero ver crecer./Yo sé que lo que hago, lo juro, no está bien./Perdóname, pero es que me quieren meter”. Quien sea gatillero necesita de la protección divina que ponga la suerte de su lado, algo que se asemeja con San Malverde y Santa Muerte en la narcocultura de México.
Algo que, me parece, puede ser distintivo de las representaciones de la narcocultura digital boricua es el uso extenso de payasos en su producción gráfica. ¿Qué usos y significados se le puede dar, en el contexto de la narcocultura, a esta figura carnavalesca? ¿Con qué se asocia al payaso? ¿Qué hace del payaso una figura terrible y peligrosa?
El payaso, cuya figura es deconstruida por Mark Dery en “Deconstructing Psycho Killer Clowns”, representa una subjetividad marginal en la cual se imprimen los males de nuestra sociedad. Su acostumbrado contacto con niños y niñas hacen al payaso un símbolo in-adecuado para la pedofilia, uno de los “crímenes” más detestados por nuestra sociedad. Desde Pennywise en la novela y el filme It hasta el Guasón de los filmes de Batman, el payaso asesino se ha tornado en símbolo del gusto por el terror y de la amoralidad. En la revista The Humorist de 1839 se define de forma brillante la figura del payaso, según encarnada por Grimaldi: “Grimaldi was…short for fun, whim, trick, and atrocity – that is, clown-atrocity, crimes that delight us” (citado en la página 69 del ensayo de Dery). Propongo que es, precisamente, el “crimen” que deleita lo que se enmascara en las representaciones gráficas que se cuelgan en los perfiles “relacionados” a la narcocultura boricua.
“Se unen o se mueren”. Esta frase representa uno de los valores éticos más importantes para quienes se “relacionan” con la Organización de Narcoampones Unidos (ONU) y sus múltiples perfiles en MySpace. La territorialidad física y simbólica, representada por la medida “100 x 35”, apunta a la distinción entre amigos y enemigos. Dentro del territorio (virtual y físico) controlado por la ONU, solo existen dos posibles identidades: los del combo y los que mueren. Para ese otro que no se unió, el payaso figura como amenaza simbólica del terror y la muerte.
Su cara pintada de blanco muestra manchas de sangre que, posiblemente, pertenecen a su víctima simbólica. La sonrisa del payaso de la ONU parece ser expresión carente de culpa, encarnación del deseo y de la diversión en ser responsable de la muerte del Otro. La imagen con el payaso se torna en una máscara de una máscara (la del payaso) que sugiere una ética del deseo y del gozo por decidir quién vive y quién se hace/deja morir. Las prácticas del enmascaramiento suelen ser formas de interpelar ideologías y del sujeto enmascarado remover, en términos simbólicos, la máscara ideológica del Estado y de la sociedad.
En la imagen “El combo que no se deja”, se nos presentan dos máscaras idénticas y dos armas entrecruzadas que son igualmente idénticas. La frase de la imagen es utilizada constantemente por personas “relacionadas” a la ONU y alude posiblemente a que no se dejarán: intimidar, traicionar, dominar ni capturar, entre otras posibles interpretaciones. La presencia de los dos rifles AK47 sugieren una terrible lógica causal para quien pretenda ir en contra de los que “no se dejan”. Un terreno (simbólico) se constituye detrás y frente a estos rifles que no aceptan la diferencia que se presenta afuera de sus máscaras.
Son esas máscaras, tomadas del filme Saw, las que apuntan al mimetismo obligatorio dentro del cartel de la ONU. “El combo que no se deja” lo configuran variados individuos que se replican y se repiten, de forma preformativa, tras la máscara del Jigsaw Killer, un personaje que elabora “juegos” que colocan a otros individuos en situaciones límites. Dichas situaciones límites exponen a sus “jugadores” a variadas manifestaciones de violencia psicológica y los obliga, en variadas instancias, a cometer violencia física (contra sí o contra el Otro).
Cuando los productores gráficos se apropian de la máscara de este personaje se entrecruzan significados y discursos. Los juegos de Jigsaw forman parte de un proyecto pedagógico que pretende enseñarle a los demás a “valorar la vida”, mientras que el enmascaramiento de la ONU en esta imagen apunta a su propio proyecto pedagógico para que quien la vea valore su vida y se una (real o simbólicamente) al “combo que no se deja”. Pero, además de enseñar (en sus variadas acepciones), el enmascaramiento de esta imagen coincide con el concepto del “crimen” que deleita pues se disfruta eliminar a quien vaya en contra del combo.
Nuevos senderos y limitaciones investigativos
Todo mi trabajo se construyó por medio de una lectura crítica de lo que se presentaba en las redes sociales, las canciones de malianteo y en YouTube. Sin embargo, un trabajo más abarcador debería incluir un trabajo de campo en los residenciales públicos y, en la manera de lo posible, entrevistas a miembros o exmiembros de gangas de narcotraficantes. Esto ayudaría a identificar cómo se relacionan las representaciones proyectadas en los medios sociales con las representaciones en las comunidades presenciales.
Valdría la pena explorar, asimismo, las particularidades de la narcocultura en el contexto colonial, además de considerar qué características la distinguen de otras narcoculturas y cuáles las asemejan. El mundo de la narcocultura en Puerto Rico es terreno inexplorado y sus complejidades seguramente nos ayudarán a entender –o al menos intentarlo– nuestra sociedad contemporánea.
(tercera y última parte de este artículo)
- Coloco entre comillas el término “relacionado” porque las personas que navegan o crean perfiles en las redes sociales, redactan mensajes y cuelgan o producen imágenes pueden ser o no ser parte del narcotráfico boricua. Prefiero apuntar a su variabilidad ya que estas personas no son, necesariamente, tiradores, bichotes, gatilleros ni mulas, entre otros oficios. Los participantes pueden ser fanáticos del reggaetón, gente que se identifica con las representaciones del maleante o espectadores del espectáculo del narcotráfico, entre otras posibles razones. [↩]