Intersecciones entre historiografía y política hasta la década de 1930

Foto suministrada, blog del autor historiapr.wordpress.com
una propuesta interpretativa
Uno de los campos de estudio que más ha llamado mi atención en los últimos 10 años es el de la escritura histórica en Puerto Rico durante el siglo 19 y la primera parte del 20 hasta la década de 1930. Desde la invasión del 1898 hasta la Gran Depresión de 1929, la historiografía puertorriqueña estuvo dominado por un conjunto de voces vacilantes, situación comprensible en el contexto de la consolidación y el desencanto con la relación con Estados Unidos. Fue en medio de la crisis material e inmaterial que la reflexión historiográfica se estabilizó alrededor unos paradigmas confiables. El debate sobre el papel de los valores hispanos que se emborronaban y los estadounidenses que se profundizaban y la reflexión sobre la inserción de aquellos en la puertorriqueñidad, se resolvió de modo tentativo en la discursividad de la llamada generación de 1930. La crisis material de 1929, sin embargo, abrió paso a un duro cuestionamiento a la relación con Estados Unidos con los efectos que todos conocemos.Otra historia política
Mi investigación busca establecer los artilugios retóricos invertidos en la enunciación del pasado colectivo a la luz de una muestra de intelectuales integristas y separatistas del siglo 19; e independentistas y estadoístas del siglo 20. Se trata de una mirada desde los “extremos” en la cual las posturas de “centro” se disuelven conscientemente. Mi argumento es que liberales reformistas, fuesen asimilistas o especialistas, autonomistas moderados o radicales, seguían siendo integristas a España que solo buscaban disminuir las tensiones que producía un vínculo que valoraban mucho. La misma lógica se aplica a los centros bajo Estados Unidos. Los defensores del self-government, de la autonomía, del gobierno propio, de la soberanía local, del dominio, del protectorado, igual que aquellos que hoy aspiran a la soberanía o la libre asociación, expresaban el deseo de que Puerto Rico no se convirtiera en estado ni fuera independiente porque valoraban en extremo la relación que se había establecido con aquel país desde el 1898. De un modo u otro el relato de la historia de Puerto Rico ha sido articulado desde ese centro vacilante y no desde los extremos políticos.
Para ello se evaluará la relación de las voces con el otro imperial partiendo de la premisa de que separarse o no separarse de España antes del 1898; e independizarse o integrarse a Estados Unidos después del 1898, es la diferencia más representativa en la discursividad de los autores revisados. Ello no excluye que no haya otras discrepancias de igual o mayor notabilidad cuando se les mira desde un territorio que no sea la política, ni que no existan otros criterios para definir las posturas extremistas en la historia política del país durante el periodo estudiado.
Lo que se busca es establecer las convergencias y las divergencias de los historiógrafos del siglo 19 y del siglo 20; apuntalar el estudio de las contradicciones al interior de los integristas, separatistas, independentistas y estadoístas; establecer los silencios o la elipsis en torno a ciertos temas y la insistencia de otros en llamar la atención sobre los mismos. El panorama de la fuentes demuestra que la idea de la nación y de la identidad difiere cuando se la formula ante España y cuando se la formula ante Estados Unidos desde uno u otro bando. Elucidar el pugilato por el control de esa discursividad (un valor inmaterial) y su reinversión en el mundo político y social (un valor material) es clave para la creación de una historia política innovadora. Mi intención es elaborar un análisis textual intensivo sin desasirme de la relación dinámica entre la cultura material y la inmaterial en un contexto colonial. Por otro lado, la investigación busca evitar que el análisis de la política de aquella época sea invadido por las preconcepciones del presente. Me parece evidente que hablar de autonomía, anexión, estadidad o independencia, no significa lo mismo a lo largo del tiempo.
La lectura de las fuentes se hace con dos fines en mente. Por una parte, establecer las fuentes teórico-interpretativas y empíricas a las que apelan los historiadores a fin de confeccionar un mapa de sus lecturas y las modulaciones de su interpretación a la hora de invertirlas en la evaluación de la historia de Puerto Rico para fines concretos. Elaborar un “mapa” que informe sobre las fuentes de legitimación ideológica de la intelectualidad integrista y separatista en el siglo 19; y la independentista y estadoísta en el siglo 20, es un proyecto de envergadura que tiene que ver con el registro textual que utilizaron y las lecturas de aquellos.
Un elusivo objeto de estudio
Los medios para adelantar esa meta son las autoridades intelectuales a las que apelan directa o indirectamente los autores para legitimar sus argumentos, las notas al calce cuando las usan, las bibliografías cuando las incluyen y los marcos retóricos en los cuales se apoyan. También se recurrirá a las reflexiones sobre historiografía, teoría y metodología de una muestra de historiadores del siglo 19 presente en los prólogos, notas y comentarios a terceros y conferencias públicas.
El ejercicio servirá para ratificar la diversidad del pensamiento historiográfico puertorriqueño en el siglo 19, documentar su entronque europeo y aclarar en qué forma el 1898 afectó esa relación cultural. Mis investigaciones sugieren que el entronque europeo y el estadounidense convergieron en la intelectualidad insular durante la segunda mitad del siglo 19 en ideólogos de todas las tendencias y que, como ya ha planteado el investigador César A. Salgado a la luz del tema de la abolición de la esclavitud en 1873, la “posesión del pasado” también fue parte de una pugna que se manifestó en el canon histórico. Lo mismo puede afirmarse para gestas e iconos asociados al 1812, el 1868 o el 1897. La “posesión del pasado” era fundamental para justificar el proyecto modernizador de cada uno de los sectores bajo estudio.
La lectura de las fuentes se hace con un segundo fin: aclarar la relación de las concepciones ideológicas, políticas y culturales con el lugar desde el cual se emiten en cuyo caso, establecer el perfil social y económico de las voces es cardinal. En este sentido, lo que se intenta es conocer desde qué lugar de la nación hablan y qué aspecto de la identidad sirvió de sostén a los argumentos. Lo que busco es penetrar los mecanismos de manipulación de la memoria y la historia para fines políticos en la discursividad histórica del siglo 19 y el siglo 20 y ver cómo la historiografía afectó el activismo modernizador en aquellos escenarios.
Un asunto para tomar en cuenta es que gran parte de las fuentes no son libros de historia. La muestra incluye artículos periodísticos, correspondencia, memorias, autobiografías, ensayos, reflexiones, notas sueltas al calce o la margen de ciertos textos. Pensar históricamente no es monopolio de historiadores: la escritura histórica no puede limitarse a las convenciones del formalismo porque, en todo caso, una parte significativa del acervo se perdería. Un ejemplo es la obra de Ramón E. Betances Alacán quien habla de su contemporaneidad en una diversidad de medios y formas. Escribe narrativa a la manera de Voltaire para enjuiciar e impugnar la idea de la libertad en la modernidad; aprovecha una lectura de El Quijote para azotar a España en la misma época en que codifica el concepto “desespañolizar” para nutrir su separatismo; y comenta sus impresiones de lectura de un libro de John Stuart Mill sobre Augusto Comte y la Física Social o Positivismo en una carta a José F. Basora como parte de un debate intelectual y político con Eugenio M. de Hostos Bonilla. En ese sentido la Historia, el pasado formalizado; la Memoria, el pasado no formalizado; y el presente desde el cual se emite el juicio, se intersecan y nutren mutuamente.
Con esos recursos a la mano, estaré en posición de evaluar el papel de la memoria y la historia en la reflexión antiespañola y proespañola en el siglo 19; y en la reflexión hispanófila y americanizadora en el siglo 20. El giro del 1898 sigue teniendo relevancia. Mirar hacia el eufemístico “cambio de soberanía” a la luz de la historia, la política y la cultura servirá para entender por qué la retórica de las elites puertorriqueñas y los sectores populares siguió rigiéndose por valores hispanos hasta 1950 no empecé la presencia estadounidense. En este proyecto veo los fundamentos para una historia revisionista que sea una “historia cultural de la política” tal y como sugirió, en otros términos, Fernando Picó en un artículo publicado en 2008.
Por último, este proyecto aspira adentrarse en la interpretación de 1898 alrededor de la afirmación de que el “trauma” o “ruptura”, resabio que emana de una concepción estrecha del cambio histórico como expresión del Progreso, no fue tan profundo. En primer lugar, se pretende darle continuidad a un esfuerzo interpretativo cuyos antecedentes se encuentra en la ensayística revisionista de 1980 a 1990 que incluyó las voces de José L. González, Juan Flores, Juan Gelpí, Arcadio Díaz Quiñones, entre otros. En segundo lugar, a las aproximaciones originales generadas entre 1995 a 1998 alrededor del Centenario del 1898 en particular los esfuerzos de la Asociación Puertorriqueña de Historiadores. En tercer lugar, a las investigaciones que realicé entre 2008 y 2011 sobre la representación de los puertorriqueños en los textos estadounidenses difundidos entre 1898 y 1926, proyecto en el cual me involucré con José Anazagasty Rodríguez y sobre el cual estamos trabajando un nuevo volumen.
Nota: Una versión de este escrito fue presentada durante el Primer Encuentro de Investigación de la Facultad del Departamento de Ciencias Sociales del RUM el 6 de marzo de 2019 en conmemoración del 60 aniversario de la institución.