Jackie: El dolor del luto
Nadie puede comprender lo que debe ser tener en sus manos la cabeza destrozada de un ser querido. Mucho menos cómo tal experiencia puede afectar la psiquis de quien lo sufre. Esta película basada en la entrevista que le hiciera Theodore H. White (Billy Crudup) a Jackie Kennedy (Natalie Portman) para el magacín LIFE, trata de explorar los sentimientos de la esposa del asesinado presidente durante el tiempo inmediato que le siguió al suceso.
Con un guión de Noah Oppenheimer y la dirección acertada de Pedro Larraín el filme intercala pietaje histórico que permite que aceptemos muchas escenas que son ya parte de la experiencia colectiva de los que vivieron el momento del asesinato de John F. Kennedy. Esa mezcla de la realidad y de la imitación de lo que ocurrió, muchas veces representado por el facsímil del programa de televisión de la gira que Jackie le dio a los Estados Unidos de Casa Blanca, es parte del artificio que rodea la actuación virtuosa de Natalie Portman como la ex primera dama, que enfatiza la hermosa banda sonora de Mica Levi.
Acertadamente, Larraín nos da una versión concreta de los momentos que precedieron el asesinato y concentra en Jackie. La muerte la afecta de formas que ella misma no comprende y la sumen en el vacío de la negación y el desespero. Los que pensaban que la primera dama era solo una debutante, hija de la abundancia y el privilegio, nunca apreciaron la batalla que tuvo que dar en secreto al pasar de su rutilante papel como una de las mujeres más famosas del mundo, a una viuda con dos niños que estaba a la merced de los paparazzi, las columnas de chismes y los antagonistas políticos de su marido. Deprimida y turbada por el trauma psicológico que sufrió, aún tenía suficiente capacidad para darse a la tarea de planificar el entierro del presidente para demostrar que, como el cuarto presidente de la nación en ser asesinado mientras cumplía su mandato, era el único que, junto a Lincoln, todos recordarían. Tampoco era tan tonta como para creer que su marido había sido como Lincoln, pero en retrospectiva podemos apreciar que JFK evitó la confrontación máxima con la Unión Soviética sobre los misiles en Cuba, una de las situaciones mas catastróficas del siglo XX porque puso la vida del globo en peligro.
A pesar de la resistencia de la nueva administración del nombrado y juramentado presidente Lyndon B. Johnson, Jackie persiste en su punto de vista mientras lucha también con su cuñado Bobby Kennedy (Peter Sarsgaard), quien temía que también hubiera un atentado contra ella. Mientras tanto, tiene la difícil tarea de tener que explicarle a sus hijos la muerte de su padre y de mantener la dignidad de la posición que aún representa para el mundo.
Portman aprendió el acento refinado que Jackie desarrolló no solo por su estatus social sino en Vassar. En algunas ocasiones la imitación es un poco más de lo que debe de ser (presumo que fueron algunas de las primeras escenas que se filmaron), pero una vez que entra en el ritmo necesario y adquiere, además, el tono apropiado de voz (baja y acariciante), nos convence que estamos ante la ex primera dama. Las escenas tristes y conmovedoras que revelan que Jackie se dio a la bebida como resultado de la rabia que sentía como víctima de quienes odiaban las políticas de la administración de su marido son magistrales.
Pero el filme no trata de la política de JFK, sino sobre ese trauma que persiguió a Jackie, pero que soportó con elegancia pública y aplomo admirable. Eso está reflejado muy bien en la impresionante actuación de Portman, quien concibe su representación no solo como una imitación verbal sino como una creación dramática de una mujer afectada por el luto y por el dolor de haber llevado la sangre derramada del ser amado en sus vestimentas y su cuerpo, de haber tenido en sus manos pedazos del cerebro privilegiado de su esposo. Pensar que, además de la muerte de su marido, también sufrió el asesinato de su cuñado Robert Kennedy en esa terrible década de los sesenta nos hace compadecerla más.
El filme en sí es una lúcida estampa histórica de ese tiempo. No solo el asesinato del presidente sino el del supuesto asesino, Lee Harvey Oswald. Los que vimos en televisión ese horrendo momento sabemos la sensación de inutilidad y peligro que nos infundió y nos legó. La cinta nos revela que dentro del gran panorama que es la historia hay episodios que contribuyen a ella pero que afectan a personas de una forma violenta y horrífica, y que son notas al calce para el historiador, pero son la materia de sus vidas y parte de sus pesadillas. La película muestra como el luto puede consumir a una persona y que se requiere temple y ayuda, en el caso de la señora Kennedy del padre Richard McSorely (John Hurt), para sobreponerse a esa oscuridad momentánea. Es un breve homenaje a una presidencia elegante y hermosa, aunque fallida en muchos de sus aspectos políticos, que llegó a ser conocida como “Camelot”. Se conoció así porque esa era una de las obras de teatro favoritas de JFK Desafortunadamente ese “Camelot” se deshizo con su muerte prematura y se convirtió en luto en vez de felicidad.
(Un amigo que vió la película me dijo que en la escena en que Pablo Casals tocó en Casa Blanca, Muñoz y doña Inés no están en ella. Sí están lo que sucede es que, como en el caso del que representa a Casals, no tienen el más remoto parecido a los originales. Después de todo el filme es ficción.)