José Elías Levis Bernard: sus aportaciones a la cultura puertorriqueña
La primera versión de este texto fue hecha para la edición crítica de Estercolero de José Elías Levis con el patrocinio de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
Una de las tradiciones intelectuales más fructíferas de la Universidad de Puerto Rico la constituye los estudios obreros. La investigación sobre las zonas periféricas del saber durante los años setenta del siglo XX y de los ochenta, junto a la creación del Centro de Estudios de la Realidad de Puerto Rico (CEREP) fundado por Marcia Rivera, Ángel Quintero, y otros que se adhirieron con posterioridad como Fernando Picó, Arcadio Díaz Quiñones, Ana Helvia Quintero, Rafael Irizarry, Fernando Picó, Gervasio García, George Fromm, Isabel Picó, Joaquín Villamil y Ricardo Campos y María del Carmen Baerga lograron el surgimiento de lo que se conoce como la nueva historia. Esta permitió la entrada al mundo académico a sindicalistas, feministas, artistas de pueblo, escritores y nuevos actantes de la contraesfera pública como le denomina Nancy Fraser. Entre ellos se destacó José Elías Levis Bernard, defensor de las artes, autor de varias novelas, obras de teatro y artículos periodísticos. Al igual que Luisa Capetillo, irrumpió en un campo “patrimonio exclusivo de los intelectuales de las clases dirigentes”, en palabras de Julio Ramos en su texto Amor y anarquía sobre la obra de esta escritora y sindicalista.
José Elías Levis Bernard nació en Aguadilla, Puerto Rico el 26 de marzo de 1871 y murió el 29 de mayo de 1942. Sus padres fueron Cayetano Levis y Antonia Bernard, de ascendencia judía y francesa. Su viuda fue Polita Suárez Vega y no tuvo descendencia.
Hombre letrado, fue educado por su tío José Bernard, además de asistir a la escuela pública del pueblo donde nació. No tuvo estudios universitarios por la pobreza en que vivía. A los 17 años se trasladó a Ponce donde le sorprendió el desarrollo de la ciudad, capital alterna como la ha llamado Quintero. Es allí donde comienza su relación con el periodismo y donde publica en El Obrero sus primeros artículos en el 1888. A los 27 años fue testigo de la invasión estadounidense a Puerto Rico como producto de la Guerra Hispanoamericana del 1898, es decir, perteneció a lo que Francisco Manrique Cabrera catalogó como generación del trauma y del tránsito. La guerra marcaría transversalmente todos los aspectos sociales, económicos y culturales del país, lo que se reflejaría en artículos de periódicos, en la praxis literaria de este autor y en sus representaciones discursivas.
La esfera pública a la que perteneció Levis Bernard fue muy heterogénea, ya que, aunque se desarrolló inicialmente en el mundo del trabajo obrero como herrero, ocupó luego distintos puestos que hicieron que este se vinculara o estrechara relaciones con una diversidad de sujetos tanto pertenecientes al mundo letrado hegemónico como al periférico: escritores, artistas, obreros y políticos. Algunos de los que compartieron el mismo en su época fueron Virgilio Dávila, José de Diego, Manuel Zeno Gandía, Trina Padilla de Sanz, Nemesio Canales, Tomás Carrión Maduro y los autores obreros, líderes sindicales y artesanos como Sotero Figueroa, Ramón Romero Rosa, Venancio Cruz y Luisa Capetillo.
Luego de un año de la presencia estadounidense, en el 1899, José Elías Levis Bernard publicó la primera de sus novelas, Estercolero, la que dedicó al pueblo. El dinero de su venta fue donado por este a viudas y huérfanos debido al ciclón San Ciriaco que azotara a Puerto Rico ese mismo año. En el 1901 reeditó su obra, la cual amplió y trabajó estéticamente siguiendo las normas del naturalismo. Su texto Mancha de lodo fue publicado en 1903 como una continuación de esta novela. En las dos presenta la miseria generada tanto por la guerra como por el huracán. Es en Estercolero donde detalla los efectos devastadores del ciclón que azotó a la zona archipelágica y se centra en la descripción de la miseria que este intensificara, la prostitución, la falta de higiene, las enfermedades como la anemia, la tisis, la viruela, la adicción a la morfina, el alcoholismo, el desempleo y la ausencia de viviendas o el hacinamiento y el maltrato a niños y a mujeres. El texto del historiador Stuart Schwartz titulado “ The Hurricane of San Ciriaco, Politics and Society in Puerto Rico, 1889-1901” corrobora su representación del desastre ocasionado por el huracán San Ciriaco.
Su novela Planta maldita salió a la luz pública en el 1906. En el 1909 terminó de escribir Vida nueva, que luego volviera a publicar en el 1935. Fue el más destacado de los novelistas obreros y el único que fue incluido en todas las historias literarias de Puerto Rico. Debido a sus viajes y relaciones con escritores y artistas de España, en el 1925 dio a la luz pública La semana santa en Sevilla o Bajo el sol de España, conjunto de ensayos y textos de carácter autobiográfico. Su obra está signada por el pensamiento cristiano. Como ha destacado Rafael Díaz Salazar en su obra La izquierda y el cristianismo, la religiosidad cristiana ha sido elemento intrínseco al socialismo desde sus inicios.
En el 1904 laboró como administrador y director de la revista Iris de la Paz de la Asociación de Espiritistas de Puerto Rico. En San Juan fundó ese mismo año el semanario Blanco y Rojo que dedica a las clases populares. Se convierte en redactor de El Heraldo Español en el 1907 y en el 1915 fundó también la revista ilustrada Hojas de Arte. Sostuvo estrechos vínculos con el mundo mediático del que fuera colaborador en el Boletín Mercantil, La Correspondencia, La Democracia, Puerto Rico Ilustrado, El Imparcial, El Mundo, El Carnaval y El Gráfico, entre otras publicaciones, lo que ha sido destacado por Víctor Rodríguez Arvelo. Otro periódico fundado por este escritor y pintor fue La Patria, lo que hiciera durante su estadía en Nueva York en el 1928. Fue colaborador de La Prensa de esta ciudad y del periodismo dominicano como redactor de El Listín, impulsando de esta forma las relaciones con el Caribe hispano. Durante su estancia en esta promovió la parada puertorriqueña y sostuvo estrechos vínculos con la diáspora de Puerto Rico.
El orfanatorio que fundara en el 1906 Manuel Fernández Juncos en San Juan lo contrató como maestro pintor. En el 1913 fue nombrado oficialmente profesor de dibujo y pintura de este hogar de niños huérfanos. También trabajó como profesor de pintura y dibujo en las escuelas Ramón Baldorioty de Castro y José Julián Acosta. Asimismo ocupó el cargo de Director de las Bibliotecas Municipales y, de acuerdo con Conrado Asenjo en el libro ¿Quién es quién en Puerto Rico? de 1934, fue fundador de la Asociación de Periodistas de Puerto Rico. Su texto Scripta Manent del 1923 revela que fue iniciador y secretario de esta importante entidad.
En el 1920 funda y dirige la Escuela de Artes y Oficios en la Isla. Como iniciador y primer maestro de la fábrica de juguetes en la Penitenciaría Insular demostró su compromiso con los confinados y los más pobres. Por su labor como gestor cultural, artista y periodista, según Asenjo, en el 1922 fue miembro de honor de asociaciones de escultores, pintores, y periodistas en varias ciudades europeas.
Se opuso a la postura del régimen vigente de Estados Unidos, el que alegaba que Puerto Rico no podía tener representación en la Exposición de Arte Hispanoamericano de Sevilla del 1925. Levis Bernard argumentaba que el país había tenido logros en las exposiciones de París, Amsterdam, Viena y Chicago durante el siglo XIX.
Llevó a cabo una gran gestión por los confinados. El interés por unir escritura y práctica social, unido a sus creencias liberales, le llevó a interesarse por las cárceles, los obreros y los niños. Por eso ofreció conferencias a los presos, población de menor escolaridad. Dictó conferencias a los obreros con el propósito de educarlos y democratizar la educación como hicieran Eugenio María De Hostos en República Dominicana y Pedro Henríquez Ureña en México.
Su inserción en un campo intelectual variado, en el que convivían socialistas, anarquistas y pensadores nacionalistas de distintos países latinoamericanos como Argentina, Chile, Cuba, México y República Dominicana signó su obra de forma relevante. En la segunda década del siglo XX viajó por Europa. Llevó a cabo viajes por norte, centro y sur de América Latina con el fin de hacer relaciones para divulgar las artes gráficas puertorriqueñas.
Levis Bernard abogó especialmente por los niños y las mujeres. Por los primeros escribió los artículos “Niños fumadores”, Niños políticos” y La fiesta de los niños pobres”. Defendió a los niños abandonados que se convertían en “hampa de los barrios bajos, blanca inocencia y humanidad que se emborracha a los ocho años”. Como líder comunitario logró que se otorgaran juguetes a los niños pobres el Día de Reyes. En el artículo “La mujer puertorriqueña” publicado en el Boletín Mercantil señala lo siguiente: “Todo cuanto hagamos en beneficio de la mujer, trabajando por su prosperidad moral y material, será poco. Ella es la que más sufre. (…) Trabajemos por ella; arranquémosla al crimen, al lupanar, al garito”.
Militó en el Partido Unión de Puerto Rico cuando este era dirigido por Rosendo Matienzo Cintrón, quien profesaba ideas independentistas, y luchaba por la implantación de reformas sociales, el sufragio femenino y la educación pública en el idioma español. Cuando vivió en Estados Unidos Levis Bernard trabajó a favor del establecimiento de instituciones dedicadas a la enseñanza del español. Fue un defensor de este idioma y de la unidad del Caribe hispano, al que veía relacionado identitariamente. Era admirador de Ramón Emeterio Betances, el líder más importante de los que luchaban por la independencia de Puerto Rico en el siglo XIX. Entre su obra pictórica hay un cuadro de este médico y prominente amigo del cubano José Martí.
Participó de varias instituciones científicas, literarias y artísticas de Europa y de América Latina y fue miembro de “Press Congress World”. Por su obra literaria y gráfica, en adición a sus gestiones culturales, puede afirmarse que José Elías Levis Bernard fue uno de los intelectuales más sobresalientes del Caribe y de Hispanoamérica en la primera mitad del siglo XX.