LA BOCA GAY
1. El alma primorosa
Univisión es una burbuja que crece y crece con orgullo y sin límites, pero retiene una membrana invisible que separa y no permite unión alguna con el resto del mundo angloparlante en el que está localizado. Miami es su capital, pero una Miami diferente. Univocal. Uniacentuada. La «univisión» nominada de esta televisión latina responde a una bitácora política/cultural que está muy presente y dramatizada en sus telenovelas: mundos perfectamente amplios, y casas, vecindarios, restaurantes, hospitales que se adoran y se tramitan con nombres en inglés y lugares eminentemente reconocibles de Miami, visitados por todos, pero en los que en las novelas ni el policía que te detiene para darte un boleto ni la enfermera que te ofrece los medicamentos en el hospital ni el mozo que sirve el almuerzo hablan inglés. Se está en algún punto. Sin especificidad geográfica. En el universo de Univisión. En «casita». En el indudable abrazo de la lengua materna.
Las bocas de sus habitantes enuncian consonantes y vocales con claridad, aunque no siempre con gracia, eliminando como se puede todas las diferencias posibles entre mexicanos y argentinos, uruguayos y cubanos, chilenos y puertorriqueños. Es un irreal y particular sectarismo, bien aceitado, que retiene y detiene niveles enormes de audiencia que le han permitido victorias sobre cadenas estadounidenses en los ratings. Es un fenómeno. Para algunos en Estados Unidos, Univisión es solo una pausa en el día que se pone para escuchar español. Para la mayoría «latina», es el universo que se ve y escucha diariamente para no escuchar palabra de inglés. Y para otros quizás es el exótico espectáculo de gente bailando quebradita y salsa a la hora de lavarse los dientes , cuando Despierta América, y el informativo ejercicio vespertino de cuerpos , noticias light y glándulas mamarias de Primer Impacto. Hasta sus premios «Lo Nuestro» implican la división permanente con los otros, ese «tuyo» cercano y a la vez distante que se ve desde la costa de su membrana pero al que no se accede. El territorio univisionesco es imperial – toma sin dar. Conquista pero no cede. Es francamente temerario. Le faltan en la entrada el letrero de «Proceed With Caution». Y ciertamente el de «Curves Ahead».
En el mundillo convulsionado de esa poderosa maquinaria trabajaba Rodner Figueroa como el encargado de mostrar un alma primorosa y cuchillos en las manos. Ese fue el papel delineado y asignado por Univisión y aceptado con alegría por el presentador, hasta el 11 de marzo, cuando en tres segundos destruyó sus 17 años de estadía en la cadena, donde vivió casi impunemente con los obsequisios oficios de su boca. Vivió con lo que Univisión –en su esquema de casita hermosa y velada perversidad– diseñaba y codificaba para su boca gay: la libertad para injuriar, para ser cruel con clase. Con la anuencia total del susodicho, presuntuoso francotirador vestido de Dolce & Gabanna –que se sentía, como se sienten los empleados de la cadena, parte de una clase protegida aunque no lo fuera tanto– Univisión puso en la línea de fuego, como avanzada, a una boca gay para saciar sus ansias de ratings. Y fue esa boca el orificio de su ruina. Una burbujita que sí explotó al chocar su lengua con la Casa Blanca. El error de su vida. O la explicación de un discriminatorio texto interno que nunca había sacado de sus closets.
2. Amo. Lloro. Canto. Sueño.
La voz gay de Univisión –la que denomina extraoficial y aleatoriamente– tiene siempre que estar pendiente de las rutas y ritos de las heterosexualidades. Nunca la visión política, social, comunitaria de la boca de ese empleado se pondrá al aire. La boca gay solo será sancionada para contar y cantar los sueños con los que Univisión obsesiona. Como siempre, la cadena se alimenta de las flaquezas de su visión de mundo y de sus esquemas, y de la ambición de alcanzar la «celebridad» de sus posibles empleados, para fichar su «talento». Y la «realidad» de ese mundo ficticio de la telelatina tiene como una de sus obsesiones lo que considera que es el summum de la experiencia femenina: la boda y la maternidad. Las barriguitas que crecen.
Obsesiva ternura e incontables minutos se le dedican a la transmisión de todas las etapas nuevemesinas de procreación. Univisión (y también Telemundo) saborean como cosa buena y fórmula de ratings la llegada de cualquier bebé al mundo. Como ejemplos recientes están Alejandra Espinosa y Adamari López –reina de belleza y conductora la primera; actriz y conductora la segunda– que en buena lid protagonizaron estos meses la batalla de las embarazadas en las dos cadenas. Las pancitas, dulces y heterosexualmente conseguidas. La gestación evocada, y el macho que impregna. La toma del hospital donde alumbrarán. El reportaje de la compra de la cunita y el baby shower.
En medio de esa fórmula de felicidad prefabricada, siempre existe ese ente que mantiene (como mejor amigo, como consultor, casi casi como el personaje de Martin Short en «Father of the Bride», bubbly and ever ready) el conteo de los bebés de las estrellas que llegan al mundo y sus perfectas o imperfectas vidas. Es el cheerleader de la vida, que además de partos es el que se encarga del divertimento y la crítica en las alfombras rojas, verdes, rositas, fuscia de los eventos importantes de la cadena, el que dictamina por fiat las mejores y los mejores vestidos, y también los peores, y hace recuentos del maquillaje y los peinados y la figura y el romance, claro. El encargado oficial de la cotidianidad, el cronista de la inmensa y activa vida heterosexual que se despliega en la programación univisionaria, los amores, los dolores, los planes futuros.
Pero hasta el nacimeinto por el cual Univisión había apostado por ocho y tantos meses –el de la hija de Espinosa, la ex Belleza Latina– se aguó con la salida de Rodner, quien nunca pudo llamarse «tío» en pantalla ni presentar los pormenores, como le tocaría hacer, porque ya estaba fuera de la televisora, el día antes. Era el momento de dulzura que nunca le llegó al hot hit man.
Rodner Figueroa, venezolano, era ese hit man, el que accedió a ser gatillero con «clase», con todas las de la ley. Es Rodner, venezolano, gay y biracial. Y estos últimos dos datos eran sabidos por (casi) todos pero nunca pronunciados o admitidos por el presentador. Solo fueron admitidos after the fact, después de su salida de la casita grande. Antes lo era también, pero sus identidades tácitas se mantenían dormidas en el silencio de su boca. De todo y todos los demás hablaba, protagonizando controversias que llevaron a muchos a la molestia y hasta el llanto (con Ivy Queen, Kany García, Maripili, largos etcéteras). Rodner era el hacedor de entuertos en el show que irónicamente tiene como título referencias de imperfección, la descripción física de sus nada perfectos protagonistas, Raúl de Molina y Lily Estefan («El gordo y la flaca»), y también regidor masculino con companera femenina en otro programa dominguero («Sal y pimienta»).
Así que diariamente Rodner se pasaba pregonando sus (alegadas) perfecciones físicas en medio de la imperfección visual imperante, y definiendo la belleza que él decidía, creaba y narraba. No tenía competencia, o eso creía. Y de ahí que su boca malgastara sus esfuerzos con actrices mexicanas y cantantes boricuas y galanes chilenos. La cadena le otorgaba licencia para injuriar a quien fuera. A abrir la boca y ser gay and wise. But, wise was too much to ask for. Y se le ocurrió ese día que la primera dama de Estados Unidos era presa fácil, igual que Belinda o Alejandra Guzmán o Paquita la del Barrio, y sencillamente opinó que Michelle Obama parecía un miembro del elenco de «El planeta de los simios». Y lo volvió a afirmar. Tres segundos. Y un despido. Merecido no solo por lo que dijo ese día, sino por la aceptación ciega a los designios de la empresa en todos los años anteriores.
Ahora Univisión –según su track record– volverá a buscar una boca que provoque, una boca festiva y rotunda, pero menos dada a la controversia, quizás. Ese es el límite de su diversidad, que los programas de chismes hablen con al menos una boca gay. Las cadenas «hispanas» reservan ese espacio crucial de dime y direte para una particular obediencia a la ironía, denuedo al atacar, caradura al recibir insultos. Siempre la boca del elegido –el que siempre va más allá, el que se presta para esa misión evangelizadora de la belleza– es una boca ansiosa que se torna virulenta y es incapaz de callar. Y siempre hay alguien dspuesto a quemarse vivo para obtenerlo, y mantenerse en ese puesto porque nunca nadie de ese lugar será promovido a algo más «serio». Es el beso de la muerte que Univisión ofrece a las bocas que se dejan. Figueroa ganó un Daytime Emmy en 2014 por sus esfuerzos, así que en los últimos tiempos estaba envalentonado con el aumento de su pedigree y los rumores de que Univisión preparaba un proyecto en que sería la estrella, sin gorduras ni flacuras. Con todos sus condimentos. A star on his own. Pero no pudo ser. Estuvo y ya no está. Y otro estará pronto, entrando por el revolving door de la casa univisionaria.
Antes de Rodner, en Univisión estuvo Sixto Nolasco, fashionista dominicano de larga oxigenada cabellera que ocupaba un puesto en «Primer Impacto» como la cuota gay, y también ponía ojos y balas en las mejores vestidas y se ocupaba de los chismes procreativos de los famosos. Fue el primer botado. Fue la botada la razón por la cual Rodner adquirió más prominencia en Univisión. A Nolasco lo botaron por «escandaloso», pero ese episodio no tuvo insulto magno como el de Figueroa. Después de su salida, su vida cambió -y cómo. En 2007 Nolasco concedió –bueno, se dio– para tensas entrevistas anunciando su «boda» con la Miss República Dominicana 2002 Ruth Ocumárez. Su boca había cambiado. Su vida –dijo– había cambiado. Pero esa fue la boda que no fue. Y subsecuentemente, mudanzas, conflictos, y su «alejamiento» total de la existencia gay que había asumido en su Univisión querida. Y vino Rodner. Y fue despedido Rodner. Y en estos momentos post-Rodner, la cadena vuelve a su búsqueda de la boca perfecta. Y la búsqueda causa alaridos. Y el desprecio de la cadena a las minorías de la minoría volverá a verse. Y las secuelas de ese desprecio, y las batallas por sobresalir y la discusión sobre las cadenas hispana y las minorías en las cadenas y la «impropiedad» y «volatilidad» . Y habrá otras víctimas. Al parecer ya las ha habido.
3. Con claveles de pasión
It was a very queer Friday, ese viernes 13 de marzo de 2015. En «Paparazzi TV», de la modesta cadena miamense Mega, la dulzura kinética de Charytín Goyco y Daniela se ven contrastadas con la acérbica presencia de dos voces gay, las de Alex Oraola y Oscar Pyzyk, dos charming pero .. presentadores que han tenido entradas y salidas a varios canales y han disfrutado de cariños y odios por igual y ahora se sientan (¿se sentaban?) en los sofás de Mega para tertuliar sobre, pues, eso, la cotidianidad…
El viernes 13 –ominosa fecha, dos días después del Rodner meltdown– el tema era Rodner y el ripple effect del temporal de Univisión entró y salió por las bocas de los dos presentadores. La discusión estaba a caliente y calentando, no solo sobre quién creía que la cadena había hecho lo correcto al despedir al presentador, sino también si Rodner se lo merecía, por creído, por pedante, por cruel, por malévolo, por tantas cosas que los dos megahabitantes, Alex y Oscar, saben y dicen del tercero ya cesanteado. Y ahí las preconcebidas ideas sobre las minorías sexuales, étnicas, linguísticas explotaron, las alianzas revolotearon y la pelea salió al aire, con palabras con beep beep beep y también salió al aire la salida del estudio de ambos hombres. Pyzyk decía que se alegraba de que el creído de Figueroa hubiera perdido su trabajo, que la botada era ocasión de fiesta; Otaola insistía en que no se dijera eso, que era imposible alegrarse de la pérdida de un trabajo, de quien fuera. Y los decibeles subían, y la cámara no sabía qué hacer y esto es televisión en vivo y Charytín se estremecía y –algo increíble, inusitado, un unfathomable happenning– quedaba como nunca se creyó que podía quedar: muda, muda, sin respuesta, por medio minuto, un minuto, una eternidad, mientras las bocas de los dos hombres despachaban con pasión sus amarguras y sus insultos- era Rodner sí, Rodner no, no me alegro, pues sí se lo merece, pues no que es un ser humano, pues sí que él es un pedante. Faltaba el popcorn.
Pyzyk aprovecha para decirle a Otaola que se vaya a solicitar el trabajo de Rodner, que se deje de cosas, que eso es lo que realmente quiere… Otalola contesta: tú eres un %#@&*@&*#.
No hubo fade to black, pero minutos más tarde diculpa tras disculpa. Al aire. Charytín más pálida, Daniela más lúgubre. Y en la página de Facebook de Mega, una escueta disculpa: «Estimados televidentes, le rogamos disculpas por lo ocurrido hace par de minutos en la transmisión de PaparazziTV. La gerencia de Mega TV emitirá un comunicado en próximas horas.» No ha habido comunicado. Not yet.
De una cadena a otra mutaban las mudeces de las bocas que se entrenan para decirlo todo, pero que llegan a no poder decir. Una transgresión monumental que será seguida por intolerancias veladas, codificaciones insulsas, tokenisms. A brief silent moment. Tres bocas gay fuera del aire en la misma semana, por diferentes razones. Y también por la misma: querer ser célebres a toda costa y habitar en casas blindadas con guardias en los portones y pasar vidas cubriendo alfombras y embarazos.
Ya se verá en qué queda el pelearse por Rodner. Ya se verá hasta dónde se debe acceder a seguir siendo el divertimento gay para la cadena que propone el straightest way of life. Pero cuando los otros fallan con sus bocas, hay que recordar que a gay man’s work is never done.