La cancha está vacía
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Pero hoy la cancha está vacía. Hojas cubren la pintura que separa el área de tiro libre del canasto. El “home plate” está marrón producto del fango generado con las lluvias de marzo provocadas por frentes fríos al norte del Atlántico. El coliseo municipal ha sido silenciado y solo se escuchan los aleteos de algunos pájaros que logran colarse en el área alta popularmente conocida como el palomar. No hay temporada del Baloncesto Superior Nacional. Igualmente se detuvieron los remates de la Liga de Voleibol Superior Femenino. La Liga Atlética Interuniversitaria tuvo que apagar la llama del estudiante-atleta que orgullosamente representa los colores de su universidad. Cientos de ligas juveniles e infantiles pusieron en pausa la comparecencia a los valiosos espacios de socialización representados por las gradas, el estacionamiento y hasta el quiosco de frituras. El coronavirus nos envió a las casas y el deporte regresó al camerino para un medio tiempo de prolongada incertidumbre.
Un día como hoy la Federación de Baloncesto de Puerto Rico estaría auscultando sobre la disponibilidad y salud de las jugadoras para representar a su selección nacional en los Juegos Olímpicos de Verano Tokio 2020. Ya han transcurrido dos meses de la emocionante gesta en la cual el Equipo Nacional de Puerto Rico en el baloncesto de mujeres aseguró su inédita clasificación a unas olimpiadas. En la mente de muchas personas continúan presentes las imágenes de aquel partido agónico del pasado 6 de febrero, cuando las puertorriqueñas vinieron de atrás y derrotaron en tiempo extra al poderoso quinteto de Brasil. Tres días más tarde, las doce guerreras posaban orgullosamente en el centro de la cancha, mientras cargaban el cartel que simbolizaba el boleto al torneo de baloncesto olímpico en Japón. Pero Tokio 2020 ya no será. El evento deportivo más importante del planeta fue pospuesto por un año. Ahora la esperanza recae en la posibilidad de celebrar los Juegos Olímpicos entre julio y agosto de 2021. Claro está, si el COVID-19 y el desarrollo de respuestas adecuadas de los gobierno del mundo así lo permiten.
De igual forma, atletas como Adriana Díaz en tenis de mesa y Franklin Gómez en lucha tendrán que esperar más de un año para validar las clasificaciones olímpicas que obtuvieron en los pasados meses. La prensa deportiva puertorriqueña tendrá la oportunidad de enfocarse en la investigación histórica para publicar contenido sobre gestas y atletas del pasado, ante la ausencia de eventos deportivos en la actualidad. Aunque tampoco debe sorprendernos que algunos medios de prensa y comunicadores del deporte recurran a noticias triviales sobre los pasatiempos de los atletas-celebridades durante el confinamiento doméstico en tiempos de pandemia. Precisamente uno de los principales retos durante estos tiempos de cuarentena es saber ejercer el criterio para decidir cuál contenido noticioso de la Internet debe tomarse como veraz, confiable y relevante.
En el caso de quienes no son atletas o periodistas deportivos, ¿cuál debe ser su rol durante estos días de pausa en la actividad deportiva? Primeramente, continuemos con las precauciones de salud para no aportar a la propagación del virus. En segundo lugar, y aunque sea a través del ciberespacio, practiquemos la solidaridad y el respeto como herramientas de socialización, a pesar de las limitaciones que nos impone el distanciamiento físico. Finalmente, y en cuanto al deporte, aprovechemos la oportunidad para reflexionar sobre el valor de este como instrumento de sanación colectiva, alegría y salud. Reconozcamos su valor como baluarte en la afirmación de nuestras identidades. Aprovechemos la oportunidad para leer sobre las gestas deportivas del pasado, veamos documentales que presenten contenido sobre deporte y sociedad, y organicemos tertulias virtuales sobre aquellos torneos, partidos o atletas que de alguna manera u otra marcaron nuestras vidas.
Conversemos con familiares y amigos y hagamos ejercicios retrospectivos. Por ejemplo, pensemos en qué hacíamos aquel domingo cuando Puerto Rico derrotó al equipo de Estados Unidos en la inauguración del torneo de baloncesto de los Juegos Olímpicos de Verano 2004 en Grecia. Ubiquémonos geográficamente para recordar dónde y con quiénes vimos el juego en el cual Mónica Puig le dio a su país la primera medalla de oro olímpica. Busquemos en Twitter o Facebook y releamos ese comentario o status que escribimos cuando celebramos el dramático partido en el cual la tenimesista Melanie Díaz ganó el juego decisivo para ayudar a sus compañeras de equipo a agenciarse el oro en la modalidad de equipo del torneo de tenis de mesa de los Juegos Panamericanos 2019 celebrados en Lima. Tampoco olvidemos a quién abrazamos o le enviamos un mensaje de texto buscando consuelo luego de que el “Team Rubio” perdiera el partido de campeonato en el Clásico Mundial de Béisbol en marzo 2017.
Reflexiones y retrospecciones como estas nos confirmarán lo valioso que es el deporte y porqué debemos defenderlo frente a quienes intentan desmantelarlo por razones políticas o por motivos relacionados a aquellas insensibilidades gestadas desde lógicas de mercado. Las hojas que cubren el área debajo del canasto serán barridas por los mismos “fiebrús” que ahora añoran sus “cocinitas” de baloncesto de las tardes. El área del “home plate” quizás será limpiada por el líder comunitario y dirigente del equipo de pequeñas ligas. El bullicio y las cornetas regresarán a las gradas del coliseo municipal. ¿Cuándo esto sucederá? No lo sabemos. Por el momento, cuidémonos. Queremos que todas y todos estemos presente en ese momento en que oficialmente celebraremos que la cancha ya no está vacía.