La crítica de arte en Puerto Rico y el capitalismo tardío
La reducción del público interesado en eventos culturales eliminó por completo el espacio para la crítica en la prensa nacional. Esta mermada cantidad de espectadorxs se debe a la reducción de fondos y el desmejoramiento de la educación, además de la asignación casi exclusiva del presupuesto a las ciencias, en perjuicio de las humanidades. En las escuelas de nuestro país, salvo algunos colegios privados y escuelas públicas especializadas– que se podrían contar casi con los dedos de una mano– no se enseña historia de la música ni de las bellas artes. El poco contacto que tiene la adolescencia del país con la teoría cultural proviene de una o dos clases–casi siempre como parte del currículo de Historia de Puerto Rico o de Estudios Sociales– en las que se mencionan, sin mucha profundidad, las figuras de José Campeche y Francisco Oller. Podemos añadir un estudio de algunas piezas de teatro en cursos de Español de escuela superior. Por esto, lxs jóvenes afortunadxs que pueden llegar a la universidad se encuentran allí por primera vez con nuestra rica historia de la literatura, música y las artes visuales, y sufren una sacudida cuando conocen que en Puerto Rico existen artistas contemporánexs y que algunxs de estxs son incluso conocidxs en el mundo entero. Para el resto de la población, que debe conseguir un trabajo al salir de la escuela o que a duras penas logra terminar el 4to año, las artes en Puerto Rico no son ni un enigma, pues el desconocimiento puede ser absoluto. Las artes populares en Puerto Rico se han adaptado a la situación, capturando la atención de este público. Sin embargo, la crítica de arte ha desaparecido de la prensa nacional porque la audiencia a la que iba dirigida está casi extinta. Puesto que los medios noticiosos escritos eran los que en el pasado pagaban por los ensayos, la falta de columnas de arte tiene un doble efecto: eliminar la distribución amplia de los ensayos y que lxs autorxs no cobren por sus servicios.
Este capitalismo salvaje, que precariza la educación en las humanidades, ha llevado también a una situación exasperante a lxs obrerxs culturales. La crítica de arte en Puerto Rico tenía un nido fértil en las décadas de 1970 a 1990 porque en muchos casos las personas que se dedicaban a ello eran profesorxs con plaza en la Universidad de Puerto Rico o la Escuela de Artes Plásticas, o tenían cierta seguridad laboral trabajando para algunos medios escritos porque era inconcebible que una persona con estudios no tuviese un salario estable y beneficios. Esxs mismxs docentes – con sueldos que hoy en día sobrepasan los $82,000 (catedrático en la UPR), además de plan médico, plan de retiro y otros beneficios como oficina, servicios para solicitudes de becas que permiten la investigación, bases de datos, bibliotecas, entre otros – cobraban por sus textos en el periódico. Hoy día, el pago por un texto crítico, reseña o columna de opinión es inexistente. Se espera que las personas que tenemos estudios en teoría y crítica de arte y que estamos al tanto de la creación artística, produzcamos, en nuestro tiempo libre, literatura relacionada con lo que hemos visto cuando la realidad es que se nos van las horas en intentar subsistir porque lxs que más tenemos, trabajamos sin plaza en la Universidad de Puerto Rico pasando cuatro meses al año sin recibir ni un cheque, sin mencionar que nuestra carga académica se puede reducir en cualquier momento, socavando significativamente nuestra capacidad para la subsistencia. Peor lo tienen las personas que viven de gestionar espacios alternativos, colecciones privadas o la curaduría independiente, quienes dependen de una persona que les paga cuando quiere, sin beneficios y en emergencias cada vez son más frecuentes– como la que vivimos desde marzo de este año– el sueldo desaparece y les toca buscar asistencia pública para que ellxs y sus hijxs puedan recibir alimento y dormir bajo un techo.
No se vislumbra mejoría de la situación en un futuro cercano si el “mundo del arte” sigue reducido a unas pocas personas que comparten una y otra vez espacio en conferencias, aperturas, estudios abiertos y bibliotecas. La situación inaguantable de un trabajo inestable se une al hecho de que las exhibiciones de las que nos interesa escribir o los conciertos que entendemos meritorios analizar, ocurren en espacios que son parte de las mismas instituciones que nos pueden ofrecer un contrato o una beca en un momento de necesidad. Por dar un ejemplo, el Museo de Arte Contemporáneo de Puerto Rico (MAC-PR) ha hecho una labor maravillosa preocupándose, en la medida de sus capacidades, de emplear a lxs artistas locales de múltiples disciplinas para su oferta de talleres, ciclos de cine, música y performance, entre otras. Se ha caracterizado por comisiones de miles de dólares que permiten la creación de piezas de gran alcance con programas como el MAC en el Barrio, y durante las emergencias del huracán María, los terremotos de 2020 y el COVID-19, ha asistido con alimento, becas y comisiones. En la situación colonial-capitalista agresiva que vivimos en Puerto Rico, es muy difícil que unx críticx de arte se atreva a escribir una reseña sobre un proyecto o exposición organizado por el MAC-PR que contenga elementos negativos o se pronuncie en desacuerdo con piezas exhibidas, un texto curatorial o un programa en su conjunto pues, aun cuando el MAC-PR no tenga trayectoria de censura, la situación de precariedad no nos permitiría el riesgo de quedarnos sin “las habichuelas”.
Lo importante es reflexionar sobre nuestra situación para decidir un rumbo a seguir que mejore la situación. Como dijo Karl Marx en su Tesis sobre Feuerbach: “Los filósofos no han hecho más que interpretar de diversos modos el mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo.” La crítica del arte en Puerto Rico florecerá cuando las personas privilegiadas (docentes con plaza, empresarixs, galeristas) que critican la situación saquen dinero de sus bolsillos para pagar textos. Estxs tienen también una serie de instituciones que les permiten solicitar fondos o donativos privados. Una oferta de escribir un ensayo por $50 a $350 casi siempre recibirá una respuesta positiva. Igualmente, cuando el reducido grupo que se dedica de forma profesional al trabajo cultural deje de sentir que perderemos un trabajo o una oportunidad, que nos censurarán o nos rechazarán si exponemos lo que pensamos, despuntará la disciplina literaria. Mientras no haya una mejoría significativa en el sistema educativo y en la pedagogía humanística en Puerto Rico, no veo un cambio para bien en las columnas culturales de la prensa nacional (y no creo que eso pase sin una revolución). Lo que sí podemos cambiar inmediatamente es la remuneración y el sentido de confianza que podamos ofrecer a las personas que decidan arriesgarse y presentar su opinión crítica sin reservas.