La extinción del estado palestino
A Roberto Morales y Natalia Ramos, por sus relevantes preguntas.
La única consecuencia posible del patrón de violencia y confrontación en Israel, Gaza y Cisjordania es el fin del estado palestino. La solución final parece estar claramente delineada: reducir y separar la población palestina hasta tornarla políticamente insignificante; apropiarse permanentemente de todas las tierras de Judea y Samaria; unificar y convertir a Jerusalén en la capital de Israel; y evitar la creación del estado palestino. Ahora eso sí, hablar de paz en todos los rincones y utilizar los medios de comunicación para caricaturizar al oprimido y culpar a las víctimas de su propia desgracia. Después de todo, la propaganda es una pieza indispensable de todo proyecto político.La mayor parte de la prensa representó el bombardeo a Gaza como consecuencia de un conflicto entre dos partes en guerra y, por lo tanto, justificó acciones que normalmente se condenan, como masacrar civiles. Muchos medios han dado la impresión de que se trata de un intercambio de fuego entre dos fuerzas combatientes. Así mismo lo habían descrito en los bombardeos de 2008 y 2012. No obstante, la realidad es muy distinta. El concepto de guerra implica a dos bandos con la capacidad mutua de infligirse daños materiales y humanos significativos. Entre judíos y palestinos, la distribución de poder se balancea de tal manera a favor del lado israelita que solo puede caracterizarse como una guerra asimétrica. El Movimiento de Resistencia Islámico, Hamás, se arma con proyectiles de fabricación casera, con escasos cohetes iranís, bombas suicidas, piedras, caballos y mulas, mientras que Israel cuenta con aviones F-16, helicópteros Apache, tanques, excavadoras blindadas, vehículos aéreos no tripulados, armamento naval, explosivos con fósforo y metales inertes, globos de vigilancia y un sistema anticohetes. Israel tiene el control. Eso no es una guerra y los medios de comunicación corporativos se han convertido, a conciencia, en cómplices del genocidio a través de su información tergiversada. Incluso la cadena NBC removió a un reportero de la zona por manifestar simpatía hacia los palestinos.
Se podría reclamar que señalar únicamente la tragedia palestina resulta selectivo y discriminatorio contra los judíos, dado que decenas de miles de árabes mueren anualmente a manos de sus propios hermanos árabes en Siria, Irak, Egipto, Libia y El Líbano. Es cierto, pero el caso palestino resulta particularmente patológico por la duración del conflicto y la impunidad del exterminio sistemático de cientos de miles de personas. No hay razón para no levantar la voz de alarma contra una injusticia tan atroz. Criticar a Israel no es practicar el antisemitismo. No hay duda de que existen antisemitas entre los críticos de la guerra contra Gaza, pero las acciones de la entidad política conocida como el Estado de Israel debe ser sujeto a la misma vara del respeto a los derechos humanos universales que el resto del mundo, independientemente del historial de persecución que haya sufrido su etnia a través de los siglos o del prejuicio contemporáneo.
El asesinato masivo y sistemático, dirigido precisamente a la población civil, ya no como daño colateral sino como objetivo mismo, constituyó la fase suprema de la violencia y la desvalorización de la vida en el conflicto palestino-israelita. ¿Hasta cuándo permitirá la “comunidad de naciones” que se utilice a los cientos de miles de gazatíes como objetivos de tiro al blanco cada vez que lo decida un jefe de gobierno judío? Tal parece que hasta que desaparezcan todos. Dos mil muertos, doce mil heridos, medio millón sin hogar y doce mil hogares destruidos. Miles de adultos, niños y bebés hechos a la imagen y semejanza de Dios perdieron extremidades, se les desfiguraron los rostros y sufrieron otros daños físicos y emocionales severos. No se salvaron ni los animales del zoológico Al Bisan. Mientras tanto, las grandes potencias mundiales celebraron reuniones diplomáticas y discutieron resoluciones. Aquellos gobiernos que la denunciaron se descartaron por los medios tachándolos de antisemitas o rebeldes sin causa, como Venezuela. ¡Qué vergüenza para la historia de la humanidad! Ha sido la sociedad civil quien ha alzado la voz, con marchas y protestas en docenas de países, particularmente en el Día de Acción por Gaza, que sumó a miles de personas alrededor del mundo.
Un investigador del Consejo de Derechos Humanos de la Organización de Naciones Unidas (ONU) describió la política de exilios, represión y bombardeos contra la población palestina como un proceso sistemático de limpieza étnica. Gaza abarca un territorio algo mayor que el municipio puertorriqueño de Arecibo. En ese pequeño terreno la tensión es constante. Frecuentemente un aparato volador pilotado por humanos o computadoras de la fuerza aérea israelita incursiona y ametralla algún motociclista o bombardea un edificio, todo para destruir terroristas. Por otro lado, también con frecuencia grupos armados palestinos disparan proyectiles desde Gaza contra el territorio israelita, lo que ha provocado la creación de un costoso sistema de alarmas y refugios contra bombardeos. La población civil judía de la zona cercana a Gaza vive bajo el miedo constante de que los alcance la explosión de un cohete o de encontrarse con un miliciano palestino salido de algún túnel. La vida en gran parte de Israel se ha detenido. No obstante, hay una diferencia abismal entre los niveles de destrucción de un lado y de otro. Sencillamente no se comparan.
Gaza se ha sometido ya a demasiada violencia. La Operación Plomo Fundido entre diciembre de 2008 y enero de 2009 había devastado la región y sus habitantes, solo para repetir la dosis en 2012 con la Operación Pilar Defensivo. Ahora rematan con la Operación Margen Protector. Todos se justificaron por los ataques de proyectiles contra ciudades judías.
Israel ha sido incapaz de acabar militarmente con Hamás y castiga a la población civil en su lugar. Todo país tiene derecho a defenderse de ataques contra su territorio, pero nada justifica el asesinato masivo de personas completamente indefensas e incapaces de huir. Además, los proyectiles son producto del violento bloqueo de mar, tierra y aire que se le impuso a la población civil palestina por haber elegido a un movimiento político contrario a los intereses de Washington y Tel Aviv. Sus acciones indicaron que la democracia es buena solo si ganan los amigos.
La evasiva unidad política palestina
Las expectativas irrealizadas de la población palestina a raíz de los acuerdos de Oslo y la salida de los asentamientos judíos de Gaza, promovieron en parte la radicalización de su política electoral que escogió a un grupo político impulsor de un patriarcado islámico fundamentalista. Hamas, que a su vez surgió de la primera Intifada y asumió la vanguardia en la segunda, promovió políticas públicas para integrar el Sharia a las leyes del gobierno y se le acusó de violentar los derechos humanos de su propia población. Por otro lado, su trabajo social en Palestina para aliviar la opresión del bloqueo, en la mejor tradición de la Hermandad Musulmana, le ha valido la lealtad del electorado. Aun así, no titubearon en propinarle un golpe de estado preventivo a sus hermanos de Fatah ni a ejecutarlos sumariamente en junio de 2007.
Sin embargo, sus posturas han evolucionado y consiguieron acordar un pacto con Fatah, en el que cedieron mucho terreno para cuajar un gobierno unitario entre Gaza y Cisjordania que combatiera el bloqueo, los asentamientos y la ocupación militar. En abril acordaron formar un gobierno de coalición y programaron las próximas elecciones generales para enero de 2015. A principios de junio de 2014 anunciaron la composición del gobierno provisional de unidad, aprobado por ambos bandos y de mayoría Fatah, especialmente el Primer Ministro y el Ministro de Relaciones Exteriores. Ese gabinete no incluyó a ningún pasado ministro de Hamas y se comprometió con los tres requisitos de negociación del Cuarteto, formado por la ONU, la Unión Europea, los Estados Unidos y Rusia: el reconocimiento de Israel, el respeto a acuerdos pasados y la renuncia a la violencia. La reacción pública del Primer Ministro Netanyahu fue exigirle a Fatah mantener el conflicto y le advirtió que debía “elegir, reconciliación con Hamas o la paz con Israel”. Ante el cumplimiento por ambas partes de los compromisos del pacto durante sus primeros dos meses de existencia, el ejército israelita respondió con bombardeos selectivos como disuasivo. Estados Unidos también rechazó el acuerdo. En ese momento se desencadenaron los sucesos que sirvieron de justificación a la masacre. De hecho, cada intento de unificación entre las facciones palestinas, como El Cairo de 1994 y Doha en 2012, ha recibido el rechazo de occidente y nuevas agresiones israelitas.
La comunidad internacional
El Presidente Obama respaldó la posición israelita y aprobó, junto a republicanos y demócratas del Congreso, la adjudicación de cientos de millones de dólares adicionales para ayuda militar en medio de los ataques despiadados contra dos millones de seres humanos. Todo por defender a Israel de Hamás. La raíz de la oposición occidental a Hamás y su inclusión en 1997 en la lista estadounidense de organizaciones terroristas extranjeras, es su relación con Irán y su antiamericanismo. Nada tiene que ver con la preocupación por la calidad de vida de los palestinos. La hipocresía de occidente quedó manifiesta con los bombardeos de la fuerza aérea estadounidense contra posiciones del Estado Islámico en Irak. Los ataques se justificaron bajo el manto de la protección de derechos humanos para la población cristiana y kurda, pero realmente respondieron a la protección de la ciudad de Erbil, importante para los intereses petroleros internacionales. En cambio, la defensa de los palestinos no le ofrece ninguna ventaja material a occidente y su desatención al tema lo pone de manifiesto.
La ONU ha aprobado sobre 250 resoluciones desde 1948 a favor del pueblo palestino sin efecto alguno. Incluso empeora. Las promesas de los tratados de paz tampoco se han cumplido. Los cientos de millones de dólares para aliviar la miseria que la comunidad internacional se ha comprometido a enviar a los territorios ocupados se materializó solo parcialmente, mientras que Israel recibió aumentos en los sustanciales paquetes de ayuda exterior para su seguridad nacional y disfrutó de los beneficios de tratados de comercio preferencial con Estados Unidos, la Unión Europea, Mercosur y otra media docena de países. Tal parece que los politólogos realistas tenían razón al identificar el poder como la base de las relaciones internacionales. Israel, con el apoyo de Estados Unidos y buena parte del mundo, tiene el poder para aplastar a los palestinos y lo ejerce impunemente.
Los pretextos
Uno de los asuntos que han justificado los bombardeos desde 2007 son los túneles, que Israel señala como instrumentos de introducir armas y como vías de infiltración de terroristas a su territorio nacional. Existen sobre 500 túneles que se crearon para comunicar a los gazatíes con el mundo exterior a raíz del brutal bloqueo que se les impuso. Hay túneles para contrabandear personas y bienes, particularmente hacia Egipto. Incluso algunos empresarios palestinos han conseguido generar capital a raíz del contrabando, pero han aliviado poco a la población en general. Por otro lado, los túneles se han convertido en tumbas de muchos jóvenes que perecen dentro de sus inestables paredes. También hay túneles para proteger al liderato de Hamás y otros para incursionar a territorio israelí y cometer secuestros o detonar explosivos. La inteligencia israelita conocía de los túneles desde años atrás pero no había tomado medidas para eliminarlos. Además, pudo haberlos clausurado como lo hizo el gobierno de Egipto en su frontera sin la necesidad de bombardear la población civil. En todo caso, mientras dure el bloqueo, los túneles reaparecerán.
Otra justificación del bombardeo es la utilización por Hamás de civiles como escudos defensivos. El derecho internacional prohíbe esa práctica y nada la justifica. Sin embargo, las pruebas sobre la veracidad de las acusaciones son escasas y no excusan el ataque indiscriminado contra poblaciones civiles totalmente indefensas y cautivas, que también condena el derecho internacional. Por otro lado, los asentamientos judíos en los territorios ocupados desde 1967 han constituido de hecho la utilización de civiles para ocupar zonas de conflicto militar, por lo que Israel ha cometido la misma falta por la que castiga inmisericordemente al pueblo palestino.
Otra apología para la violencia se basa en el mito de que los judíos y árabes sostienen una pelea milenaria, que sus diferencias son irreconciliables y que la coyuntura actual forma parte de una lucha histórica que carece de solución racional. Eso es mentira. No existe el equivalente a la inquisición en los imperios musulmanes de árabes y turcos. Aunque el Islam fue la religión oficial y se discriminó contra las demás, no hubo los siglos enteros de persecuciones religiosas sistemáticas, torturas, hogueras, inquisiciones, expropiaciones y deportaciones masivas que se experimentaron en Europa desde la Edad Media hasta el siglo 18. Tampoco hubo nada remotamente similar al Holocausto. Los imperios árabe y otomano permitieron mucha más libertad religiosa que los imperios europeos. Esos 1,400 años no fueron siempre armoniosos y existieron sucesos de violaciones de derechos humanos y masacres por persecución religiosa, pero nunca se acercaron a los niveles europeos.
De hecho, fueron los imperios europeos los promotores y explotadores de los nacionalismos en la región desde el siglo 19. Los acuerdos Skyes-Picot de 1916 y las declaraciones de Balfour y Cambonde de 1917 apoyaban la creación de un estado judío en Palestina mientras declaraban su apoyo a la nacionalista rebelión árabe durante la Primera Guerra Mundial. Luego el mandato de la Sociedad de Naciones les permitió a los imperios británico y francés disponer a su antojo de extensos territorios y sus habitantes a cambio de una supuesta protección. Lejos de promover gobiernos representativos en la región, los imperios crearon entes jurídicos artificiales y limitaron el desarrollo de la institucionalidad política mientras facilitaron el surgimiento de regímenes personalistas y manipulables, como los Saud, Pahlavi y Hussein. Esos mismos países europeos ahora levantan sus manos horrorizados por la falta de civismo en las sociedades de Oriente Medio y se ofrecen como mediadores de paz. Resulta cínico el papel de Tony Blair como promotor de la paz en la región, como si su país no fuera el mayor responsable de la caprichosa partición del territorio y como si el mundo hubiera olvidado que fue Blair el mayor aliado de la política guerrerista de George Bush, que destruyó el futuro de Irak. Hay que tener fuerza de cara, dirían muchos.
Galeano sostiene que los palestinos han venido a pagar la culpa del antisemitismo histórico europeo. Tal vez Alemania debió haber entregado parte de su territorio nacional para la creación del Estado de Israel y pagar así su monumental deuda. Quizás debió ser España quien cediera territorio para recompensar el exilio forzoso de judíos y la expropiación de sus bienes en tiempos de los Reyes Católicos.
La violencia cotidiana
El fin del bombardeo de la Fuerzas de Defensa Israelitas (FDI) contra la población que sobrevive en las 141 millas cuadradas (365 km cuadrados) de la estrecha franja no representará la conclusión de la violencia. El suplicio de la población árabe de los territorios ocupados se ha documentado, denunciado y comentado ampliamente en varios foros de la Organización de Naciones Unidas, en organizaciones internacionales de derechos humanos, en la prensa internacional, a través de medios digitales y por las redes sociales. Las condiciones de su existencia se pueden resumir en la violación constante de derechos humanos, limitación de libertad, precariedad material, salubridad crítica, educación deficiente e inseguridad alimentaria. Es una vida miserable. La causa principal proviene del estado de sitio con que el gobierno judío los sofoca lentamente. Ambos territorios ocupados sienten la presión, pero el nudo aprieta más en la Franja de Gaza desde 2007. El mar está cerrado por la marina de guerra israelita que prohíbe el movimiento de embarcaciones desde y hacia la costa. Incluso se lo impidió por la fuerza a la Flotilla de la Libertad, cargada de suministros, y asesinó a diez de sus tripulantes en aguas internacionales. A pesar de las resoluciones y debates, reinó la impunidad. Los pescadores solo pueden navegar sus botes a pequeñas distancias de la costa donde los peces escasean y a menudo las lanchas militares israelitas los ametrallan en la misma orilla. Por tierra, se les prohíbe la salida por sus únicas fronteras, las de Israel y Egipto. Tampoco pueden entrar ni salir bienes, por lo que son ilegales las exportaciones e importaciones de cualquier tipo. El gobierno israelita envía pertrechos con cierta regularidad, pero nunca en las cantidades y con la frecuencia necesarias para acercarse a compensar el daño que inflige el estrangulamiento de una población, tal cual los sitios medievales a las ciudades amuralladas enemigas.
El verdadero bloqueo a Palestina no comenzó en 2007, sino en 1967, cuando Israel ocupó militarmente a Gaza y Cisjordania. Se convirtió entonces en una metrópolis colonial que ha mantenido un régimen de mano dura en el territorio palestino ocupado. La calidad de vida ha empeorado constantemente para los habitantes originales de los territorios ocupados y para los 750 mil refugiados que llegaron escapando las agresiones del ejército israelí. Tres palestinos al mes mueren a manos de fuerzas policiacas israelitas en los territorios ocupados en tiempos de “paz.”
Una de las consecuencias de tantas décadas de violencia institucionalizada en Palestina e Israel ha sido la erosión del respeto a la vida. El derecho a la vida es la fuente de todos los derechos universales. Sin ese no hay ninguno. La impunidad legal le ha permitido a aquellos que desprecian la vida de sus adversarios a utilizar causas políticas como excusa para satisfacer sus psicopatías. No hay justificación política, religiosa ni personal para torturar y quemar vivo por fuera y por dentro a un niño, ni para secuestrar y asesinar a sangre fría a tres adolescentes. La fuerza del estado debe ser implacable contra todos esos individuos. Hasta el momento en esos casos recientes el peso de la justicia se ha desplomado únicamente sobre los sospechosos palestinos y sus casas, demolidas con excavadoras. Por otro lado, también debería pesar sobre aquellos que torturan prisioneros en las cárceles y contra quienes arrojan desde altos edificios a hombres atados de manos y pies. Todo a nombre de la supervivencia nacional, la liberación nacional o simplemente la venganza. Hay demasiados asesinatos y muy poca justicia.
Economía política
Varias industrias israelitas han generado ganancias de la ocupación. Por ejemplo, las farmacéuticas israelitas se han beneficiado de que todos los medicamentos que entren a los territorios ocupados tengan que registrarse en Israel. Así se les excluye de los mercados árabe, chino e indio. También se benefician agencias privadas de seguridad que obtienen contratos millonarios para contribuir a la represión constante de civiles desarmados. Por otro lado, empresas multinacionales como Volvo, Hyundai y Daewoo fabrican los vehículos y el equipo pesado que demuelen las aldeas palestinas y construyen los asentamientos judíos.
La mano de obra palestina en los territorios ocupados se ha convertido en lo que Marx llamó el ejército industrial de reserva. Existen más obreros que empleos, no tienen libertad de movilización y carecen de garantías legales. Incluso aquellos palestinos que son ciudadanos israelitas padecen el discrimen legal por su ciudadanía de segunda clase. Ese apartheid político produce enromes ventajas económicas para las empresas israelitas que contratan obreros palestinos por salarios de miseria. Resulta trágicamente irónico que miles de palestinos obreros de construcción erijan los asentamientos judíos que les roban sus tierras. Por otro lado, la industria es inexistente en Gaza y Cisjordania, por lo que prácticamente todo lo que consumen se importa de Israel, cuyas empresas se lucran de un mercado cautivo y monopolístico que paga precios más altos por los mismos productos que la población judía, que goza de un PIB per cápita muy superior. La maniatada izquierda israelita ha denunciado esa explotación a escalas nacional e internacional, pero con poca resonancia y bajo censura. Los israelitas herederos del pensamiento socialista de Marx, un judío nieto de rabinos que combatió el capitalismo, la explotación, la teocracia y el nacionalismo, siempre han tenido poca influencia en la Knéset y en la opinión pública.
La industria militar israelita, además de gozar de trato preferencial por la ocupación, también juega un papel crucial en las decisiones de política del país por su contribución al PIB y por su prioridad en el estado de guerra permanente que vive el país. Existen sobre 150 empresas de armamentos, que generan alrededor de $12 mil millones anuales. Su industria se encuentra entre las más prosperas del mundo y contribuye enormemente al alto nivel de vida que disfruta la clase media israelita, muy superior al de todos sus vecinos y de los palestinos mismos. También sirve de incubadora de investigación tecnológica que se transfiere a otras industrias que a su vez le generan enormes recaudos al gobierno y la sociedad. La operación Margen Protector ha servido de una excelente base de mercadeo mundial a la Cúpula de Hierro, que se ha proyectado en los medios como prácticamente impenetrable. Es probable que sea más vulnerable de lo que indica la información, oficialmente censurada por razones de seguridad nacional, pero probablemente aumentará su clientela a raíz de Margen Protector.
El conflicto
El conflicto se originó en el siglo 20, cuando la población árabe palestina sintió los efectos de la ola migratoria promovida por la minoritaria población judía de la región y la numerosa diáspora, particularmente en Europa y América, a veces en contra de los propios imperios europeos. Al principio de la emigración masiva al fin de la I Guerra Mundial, los cristianos eran casi tan numerosos como los judíos en Palestina. Sin embargo, entre 1922 y 1947 el Yishuv o población judía de Palestina explosionó de 83 mil a 600 mil, un crecimiento de 700%. Aunque los judíos apenas superaron el 30% de la población total al momento de la partición, la población árabe del territorio naturalmente se sintió amenazada por las implicaciones de un cambio demográfico de esa naturaleza. Además, gran parte de la población judía que emigró lo hizo como refugiados, pero también en calidad de colonos conquistadores. El sionismo popularizó la frase de que Palestina era una tierra sin gente para una gente sin tierra. Finalmente Israel recibió 55% del territorio de Palestina en 1948.
Actualmente la población palestina posee efectivamente menos de 10% del territorio original y va en descenso. Los asentamientos de nuevas poblaciones judías en territorio de la Ribera Occidental se continúan produciendo. Cada asentamiento expropia tierras para la construcción de viviendas, parques, sinagogas, escuelas y centros comerciales. Además, se aseguran corredores de carreteras que las conectan con los demás asentamientos y con el resto de Israel, franqueados por una muralla de la vergüenza de 25 pies de altura que serpentea por Cisjordania. Las modernas carreteras asfaltadas de varios carriles en el lado judío de la pared contrastan con los descuidados caminos de tierra del lado palestino. Así es en todo. Los judíos disfrutan de todo el agua que necesitan mientras los palestinos padecen de racionamientos permanentes. El uso de los escasos acuíferos les garantiza a los pobladores de los asentamientos el 80% del agua disponible mientras los palestinos con una población mayor reciben apenas el 20%. Los poblados palestinos quedaron cercados por la pared de casi 300 millas de largo, enredada con múltiples controles de paso, que conllevan horas de espera cada uno mientras los soldados revisan su documentación y les realizan interrogatorios que no respetan los derechos humanos más básicos ni el debido proceso de ley.
Los palestinos pudieron haber aceptado la partición de la ONU de 1947, pero les pareció injusta. Les concedía cerca de 45% del territorio de Palestina, que ellos consideraban 100% suyo. Obligaba a 750 mil personas a abandonar forzosamente sus tierras y hogares. Además, la absurda geomorfología del estado resultante separaba su territorio en tres pedazos mientras le ofrecía continuidad completa al estado israelita. Desde el principio se les condenó a atravesar puestos fronterizos para transitar por su país. Por eso se opusieron. Sin embargo, dadas las condiciones actuales y a siete décadas del Nakba, la catástrofe, esas fronteras actualmente podrían parecer un sueño. El Estado de Israel llegó para quedarse y ninguna revisión crítica de la historia puede cambiarlo. Prácticamente todos los sectores del conflicto admiten ese hecho y facilitaría el debate darlo por sentado.
Un tema espinoso en el conflicto es el de los presos políticos. Israel mantiene en sus cárceles a 10% de la población adulta masculina palestina, en condiciones infrahumanas. La igualdad ante la ley y el debido proceso son inexistentes. Se encarcela a personas sin orden de arresto y sin visitas de abogados ni familiares durante meses. El gobierno judío recluye a cientos de menores de edad en cárceles sobrepobladas donde se carece de agua, alimentos y servicios sanitarios. También se practica la tortura y se somete a los presos a aislamientos prolongados. Por eso la petición de liberar presos se encuentra siempre entre los temas que la Autoridad Palestina lleva a la mesa de negociaciones. Precisamente el encarcelamiento en junio de cientos de palestinos que se habían liberado en 2013 a cambio de la vida de un soldado israelita, provocó la respuesta de los proyectiles contra Israel.
Tal vez el mayor problema de los palestinos es que están solos. Los refugiados palestinos en Jordania, Siria y El Líbano también viven condiciones precarias. De hecho, antes de la guerra de 1967, Cisjordania pertenecía a Jordania y Gaza a Egipto, pero ninguno promovió la creación de un estado independiente. Varios países árabes han utilizado la situación para adelantar sus propios intereses, pero en el momento de la verdad los abandonan sin vacilación. Jordania masacró palestinos en el Septiembre Negro de 1970, Siria hace lo propio en su guerra civil, El Líbano les prohíbe comprar propiedades y ocupar puestos de trabajo decentes y Egipto los estrangula al cerrar el paso fronterizo.
La urgencia de la acción
La Comunidad internacional debe asumir un papel más agresivo frente a este genocidio. Se requiere la intervención de los cascos azules de la ONU en Gaza y Cisjordania para liberar a la población de su encarcelamiento e imponer la institucionalidad. Israel no lo hará sin presión internacional real, particularmente de Estados Unidos. La única solución estable y permanente incluye la creación de inmediato de un estado palestino soberano con el control de sus propias fronteras. Los términos de esa soberanía no pueden incluir la ocupación militar israelita, como pretende Netanyahu. Gaza también debe poder abrir su puerto, cerrado desde 1967 y su aeropuerto. Además, debe terminar el discrimen legal contra los palestinos en territorio de Israel. Por otro lado, el estado palestino debe reconocer la legitimidad de Israel, rechazar la agresión como método de resolución de conflictos y comprometerse, so pena de sanciones por la comunidad internacional, a cumplir sus acuerdos. También debe comprometerse a mantener un nivel mínimo de respeto hacia los derechos humanos universales. Sería lamentable que el nuevo estado palestino padeciera de la intolerancia y persecución religiosa institucional del islamismo político contemporáneo.
La peor conclusión posible del conflicto sería mantener la situación en su estado habitual, que solo convertirá a los palestinos en una minoría perpetuamente marginada y desposeída de derechos civiles, que recurrirá a métodos políticos cada vez más radicales. También profundizaría el aislamiento de Israel en la comunidad internacional y la inseguridad de su población.