La hipocresía de los aprendices de brujo
El gobierno de Barack Obama no ha perdido tiempo en acusar al gobierno de Putin de tener responsabilidad en el derribo del avión malasio que cruzaba por el espacio aéreo de Ucrania, por lo menos por el apoyo en armamentos a los secesionistas del este del país.1 Irónicamente, en esos mismos momentos, el Estado de Israel, un Estado cliente de EEUU y que ha sido armado hasta los dientes por este último, continuaba su ofensiva criminal en Gaza seguramente espoleado por las inclinaciones genocidas de su dios tribal, dispuesto a cobrárselas no solo en los responsables directos de un vejamen sino hasta “en los hijos y los hijos de los hijos”. Pero el presidente estadounidense, sin el más mínimo rubor, echa de lado las víctimas palestinas causadas por su ahijado mientras nos muestra el rostro sangriento de las víctimas en Ucrania. Estamos, evidentemente, ante otra de esas operaciones urdidas por los famosos spin doctors de la política para darle giros a los acontecimientos y extraer de ellos el beneficio para la política en curso, que en estos momentos busca demonizar al gobierno ruso por sucesos cuyo origen más inmediato hay que buscarlos en la operación dirigida tanto por la OTAN y EEUU de mover las fronteras de la Unión Europea aún más cerca de las rusas. Es esa operación de aprendices de brujos lo que ha desatado un clima de inestabilidad y de peligrosos deslices hacia situaciones que muy bien podrían rebasar con creces la terrible tragedia del avión malasio.
Es conocido dentro de la geopolítica, el empeño de las potencias occidentales de quebrar la integridad territorial rusa. Aunque este sea un propósito perseguido desde hace varias decenas de años, la versión actual ha sido establecida por uno de los ideólogos de la política exterior de EEUU, Zbigniew Brzezinski, que contempla incluso el rompimiento de Rusia en varios estados más chicos e independientes unos de los otros. Esa concepción se ha visto fortalecida por el regreso de Rusia al terreno internacional luego del colapso de la Unión Soviética y una primera fragmentación de su inmenso territorio. El regreso de Rusia se ha producido, principalmente, sobre la ola de su gran caudal de combustibles fósiles –petróleo y gas natural-, que habían sido conculcados por la ola de privatizaciones tras el desplome soviético. Los gobiernos de Putin y Medvedev lograron renacionalizar dichos recursos y dirigirlos hacia una inversión que ha colocado a Europa en dependencia de ellos. También han logrado ir conformando un nuevo polo económico integrado por Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica, aparte de acuerdos regionales provechosos que llegan a incorporar tanto a algunas de las naciones asiáticas formadas tras el colapso de la URSS como a algunas como Irán, estigmatizadas como parte del “eje del mal”.
Estados Unidos ha estado al margen de estos desarrollos por razones primordialmente geográficas, aunque en el plano financiero sus grandes empresas petroleras han conseguido algún tipo de participación. En medio de esos movimientos sísmicos de la economía energética mundial ha surgido, sin embargo, otra perspectiva ligada al esquisto2 del cual EEUU tiene grandes yacimientos. Las expectativas de la extracción de aceite y gas de esquisto han conformado una gran burbuja dentro del plano industrial y financiero estadunidense. Se han sepultado convenientemente todas las reticencias y críticas a una explotación basada en el tristemente célebre fracking, proceso sumamente contaminante, tremendamente agresivo con el ambiente y altamente exigente de grandes recursos de agua. Pero para el capitalismo esas son minucias, que una cosa es lo que se lleva al banco y otra son los costos sociales que tendrá que pagar el pueblo estadunidense. Con el señuelo de esos recursos han volado por todo lo alto los cantos de sirena que ya veían al gas o al aceite de esquisto reemplazando a los óleo y gasoductos rusos para satisfacer las necesidades energéticas europeas. Ucrania era una pieza vital en ese dispositivo industrial-financiero pues hasta que se potencien las vías de transmisión por el Báltico,3 los hidrocarburos rusos pasan por ese país en su largo camino hasta Europa. Claro está, suplantar el gas ruso por el gas de esquisto estadunidense presenta serios inconvenientes pues la trasportación tendría que hacerse por medio de barcos especializados en gas licuado, lo que implicaría cuantiosas inversiones adicionales pero, ¡oh!, la región del Donetsk en Ucrania del Este –sí, la que ocupan en estos momentos los secesionistas ucranianos- tiene amplias reservas de esquisto que habían sido apalabradas por las petroleras Shell y Chevron con el gobierno ya depuesto de Yanukovitch, y víctimas, por lo visto, del fuego amigo. De todas maneras, sería necesario aprovechar prontamente el auge de la burbuja del esquisto pues cuando estallen a plenitud sus severos inconvenientes sociales y ambientales, es previsible un fortalecimiento de las protestas ciudadanas en contra de dicha explotación.
El avance ruso por medio de sus combustibles fósiles ya apuntaba a una alianza estratégica de gran envergadura con Alemania, cuya previsible inclinación hacia Rusia, por sus necesidades energéticas, representa un flanco débil para los planes económicos y geopolíticos, tanto de EEUU como de la alianza militar de la OTAN. De ahí que el aparato de espionaje estadunidense se haya volcado en una acción sin precedentes contra un supuesto aliado como lo es la Alemania de Angela Merkel. A la Administración de Obama, y aún más, al gobierno permanente de EEUU, conformado por el aparato financiero, industrial, armamentista y sus tentáculos dentro de la burocracia estatal, le es urgente enterarse a tiempo de las negociaciones ocultas que puedan estarse celebrando en el eje Berlín-Moscú. ¿Qué otro tema podría tener mayor prioridad en estos momentos cuando hay un esfuerzo gigantesco por parte de EEUU para acabar de domesticar a Europa mediante el Tratado Transatlántico de Intercambio?
Es ante esa situación de trasfondo que todas estas fuerzas se movilizaron para reencauzar, por un camino propicio, a las protestas contra el gobierno de Yanukovitch en Ucrania, al punto que se estimuló el fortalecimiento de los viejos grupos fascistas con sus remozamientos pertinentes, born again como adalides de la neodemocracia con esteroides, armada de la cachiporra, la manopla y la pistola.
Lamentablemente, el gobierno de Putin no es el de aquel otro Vladimir, como parecen creer ciertos sectores de la izquierda. Aparte de que ha sufrido la presión de una población de extracción rusa amedrentada por el auge de las fuerzas fascistas, sus intereses geopolíticos son también los de ciertos grupos enquistados en la alta burocracia rusa. Lejos de promover una alianza popular en contra de los oligarcas ucranianos, tanto del oeste como del este, se decantó por sus consideraciones territoriales, lo que ha permitido que los gobiernos de Europa y EEUU tiendan el velo de un piadoso olvido sobre los orígenes reales de la crisis y se centren en su satanización del gobierno de Putin acusado de apetitos territoriales que contemplan lujuriosamente los países extraídos de la antigua URSS. Se trata, sin embargo, de un juego peligroso puesto en marcha por unos aprendices de brujo incapaces de controlar el desarrollo de la madeja de contradicciones que se anudan en la región.
En este momento no se sabe a ciencia cierta quién fue el autor material del derribo del avión malasio, pero gran parte de la responsabilidad la tienen quienes desde occidente se han embarcado en una de esas aventuras que se sabe cómo comienzan pero nunca cómo acaban.
Mientras tanto, el humo de la tragedia en Ucrania sirve también para ocultar la tragedia en Gaza perpetrada por el gobierno de Netanyahu. Obama y Cía., presionados a su vez por la posible pérdida del Congreso en las próximas elecciones de noviembre, y por lo tanto, ansiosos de mantener la bendición del poderoso lobby judío, pregonan, urbi et orbi el derecho de Israel a defenderse. Por lo visto, los palestinos recluidos por Israel en ese gigantesco campo de concentración que es la franja de Gaza, son los únicos que carecen de dicho derecho. Si alguno tienen es el de poner las víctimas, de las cuales ya se cuentan más que las del terrible siniestro en Ucrania.
- Tanto EEUU como Rusia, cuando la URSS, tienen experiencia en el derribo de aviones civiles. El 5 de julio de 1988 el crucero lanzamisiles Vincennes de la Armada estadunidense, mientras estaba en aguas territoriales iraníes, abatió un avión de pasajeros de la Iran Air matando a 290 personas. El primero de septiembre de 1983 un avión militar de la URSS derribó un avión de pasajeros de la Korean Air Lines que se había desviado en su ruta enttrando al territorio soviético. Los 259 ocupantes murieron. [↩]
- Esquisto o más bien, esquisto bituminoso (shale en inglés) es una roca o laja de la cual se puede extraer aceite o gas. El proceso de extraer aceite se hace primordialmente por minería para luego someter la roca a trituración y cocción. Para extraer el gas, se procede a inyectar vapor de agua a grandes presiones y altas temperaturas en los yacimientos y así fracturar la roca hidráulicamente sin sacarla a la superficie. Esto es lo que se conoce como fracking. El gas se extrae por perforaciones alejadas de los puntos de inyección de agua. [↩]
- El gasoducto Nordstream es un proyecto en curso entre Rusia y Alemania para tender un gasoducto en el lecho marino del Báltico de forma que se evade pasarlo por Ucrania o Polonia. [↩]