La Historia Prohibida
–Ajá, por ahí dicen que soy:
¿alebrestá, alzá, aprontá, armá, atrevida
bocona, boquidura, buscabulla?
¿cabecidura, cabresta, cafre, cerrera, Cimarrona, COMUNISTA»
–Ángelamaría Dávila, “epítetos ¿injuriantes? (en estricto orden alfabético)”, La querencia
‘I’m sure mine only works one way,’ Alice remarked.
‘I can’t remember things before they happen.’
‘It’s a poor sort of memory that only works backwards,’ the Queen remarked.
–Lewis Carroll, Through the Looking-Glass, Chapter V
I would further suggest that Campos, who is a brilliantly educated man […] not be given the opportunity to teach history, political science, or to run a law course in prison, as he unintentionally might resolve the class into one on Puerto Rican Nationalism and Independence.
Edgar K. Thompson, “Memorandum for Mr. Tamm”, April 21, 1937, FBI, found in file #HQ-105-11898, Volume 02
1.La tradición de la censura
Esa breve cita arroja luz sobre aspectos de la experiencia colonial en los que me gustaría detenerme. El informe, escrito un mes después de la Masacre de Ponce, merece una lectura atenta por lo que revela de la mirada y las prácticas imperiales, y por los significados que proyecta sobre nuestro presente y nuestro futuro.
La prohibición de la historia recomendada por Thompson no era nada nuevo. En estos apuntes quiero volver a la larga tradición de la censura en Puerto Rico. Esa tradición atraviesa toda nuestra historia y se confunde con ella, desde la prohibición de la imprenta en los primeros siglos hasta la expulsión de liberales, separatistas y abolicionistas en el siglo XIX. Basta recordar algunos nombres: Hostos, Betances, Ruiz Belvis, Lola Rodríguez de Tió, o los autonomistas Salvador Brau y Román Baldorioty de Castro.
Antonio S. Pedreira dio a conocer –también en 1937– un libro sobre el terror del Estado colonial español contra los autonomistas: El año terrible del 87. Y, poco después de su prematura muerte, se publicó El periodismo en Puerto Rico, su magnum opus. Es, a la vez, una historia intelectual y una historia de la literatura, de la censura, y de la represión en el siglo XIX. En algunos casos, el precio era alto: la expulsión del país, o la cárcel. Pedreira citaba a José Pablo Morales: “La censura, argos de cien ojos, no siempre lo ve todo” (p. 182). Hoy tendríamos que estudiar el papel decisivo que han jugado los censores, siguiendo el modelo elaborado por Robert Darnton.
El título mismo del libro de Gervasio L. García, Historia bajo sospecha (2015) nombra la centralidad de esa tradición, y propone un modo de leerla. En el siglo XIX la cultura puertorriqueña estuvo dominada por los libros y temas prohibidos por la censura oficial y a veces también por la eclesiástica. Quienes se esforzaban por crear una historiografía propia se convertían en “sospechosos”. Para García, José Julián Acosta encarna esa tradición. En 1866, Acosta produjo la primera historia escrita por un puertorriqueño, pero tuvo que ocultarla, disimulándola en las notas al calce en su edición de Fray Íñigo Abbad.
El agente Thompson tenía otros precursores. A finales del XIX, el erudito español Menéndez Pelayo silenciaba imperialmente: “La pequeña y pobladísima isla de Borinquen […] pertenece al número de aquellos pueblos afortunados de quienes puede decirse que no tienen historia” (p. 325). Hay ejemplos en otros contextos. En 1955, el historiador norteamericano Daniel Boorstin celebraba la creación del Estado Libre Asociado, y a la vez se refería desdeñosamente a los historiadores puertorriqueños: “Puerto Rico is a country with a long past but a short history”. Más grave: otra historia colonial silenciada, con consecuencias decisivas hasta hoy, es la de los llamados Casos Insulares. Como sostiene Efrén Rivera Ramos, el prolongado silencio en el campo de los estudios jurídicos “logró hacer invisible la existencia de relaciones coloniales en el sistema constitucional estadounidense”. (p. 198)
Aquí mi punto de partida ha sido la lectura de los documentos del FBI ahora disponibles para la consulta pública. Estoy en deuda con las investigaciones y el compromiso de historiadores militantes que me han servido de guía. Los indico al final, en las Referencias. Los documentos y esos estudios permiten pensar los efectos de la violencia estatal en el entramado simbólico de la vida puertorriqueña. Al igual que la vigilancia en la colonia española, la persecución del FBI era una maquinaria que parecía penetrar en todos los espacios. Marcó a muchos individuos, las familias, los lenguajes políticos, el trabajo, y generó diversas formas de paranoia. Está presente en la memoria misma de la lengua, incluidos los “epítetos injuriantes” cuyos registros archivó poéticamente Ángelamaría Dávila.
Las crisis, como es sabido, hacen posible otro modo de acceder a la verdad. La profunda crisis que se vive en Puerto Rico, y el triunfo de fuerzas de extrema derecha xenófoba en los Estados Unidos, han generado mucha angustia, y también largas reflexiones sobre el pasado, los finales, y el futuro. Es un momento propicio para repensar la violencia moral y política que se ha ejercido sobre los puertorriqueños. Es el propósito de estas notas.
2. Memoria histórica y espacio memorial
Quisiera replantear la experiencia de la represión política en el marco de los debates suscitados por el concepto de “memoria histórica” y lo que Enzo Traverso llama el “espacio memorial” al cual pertenecemos. No debemos confundir ese espacio con la verdad producida por las investigaciones historiográficas con sus fuentes y sus metodologías. Tampoco las excluye. El “espacio memorial”, como sugiere la metáfora espacial, es sincrónico y es colectivo. Tiene una carga fuerte de subjetividad. Se cruzan apasionadamente tiempos, espacios, y contextos. O, como lo plantean los antropólogos João Biehl y Peter Locke, los humanos vivimos simultáneamente temporalidades diversas, no concluidas o cerradas. En el caso puertorriqueño podríamos pensar en estudios históricos, pero también en la obra de los poetas, artistas visuales de distintas épocas, músicos, narradores, cineastas, la oratoria política, la fotografía, el teatro y la danza, y en la transmisión oral. Ellas y ellos han construido una memoria de la represión. La herencia que nos han dejado es una mezcla muy singular de vulnerabilidad y de fuerza que ilumina retrospectivamente lo que ha sido la historia prohibida.
Ese espacio se ha ampliado con la lectura de los documentos desclasificados del FBI, disponibles gracias al acceso público logrado por el Congresista José E. Serrano a comienzos de este siglo. A lo largo de los años he podido ir leyendo muchos de esos documentos, accesibles electrónicamente en la página web del Centro de Estudios Puertorriqueños de Hunter College.
No es fácil la lectura de esos archivos. Como en los procesos narrados por Kafka, todo se repite y se acumula. Además, leemos los documentos con desconfianza, por su doble inscripción histórica y policial. He visto informes sobre Albizu y el Partido Nacionalista, pero también sobre Luis Muñoz Marín. Aparece el cerco de vigilancia a los participantes en los Congresos Pro Independencia y de Gilberto Concepción de Gracia en los años cuarenta, y luego interminables informes sobre el Partido Independentista, mítines, concentraciones, e incluso intervenciones en la Legislatura durante los años cincuenta. De esos años, para limitarme solo a unas décadas, he visto informes o menciones de escritores y activistas independentistas y comunistas como Juan Antonio Corretjer, Francisco Matos Paoli, Clemente Soto Vélez, Juan Saéz Corales, César Andreu Iglesias, José Luis González, Pablo García Rodríguez y Nilita Vientós Gastón. Se trata de voces diversas pero uniformadas por el lenguaje policial. Hay más. En un estudio reciente, Harris Feinsod, partiendo del marco innovador creado por William J. Maxwell, centró su atención en el dossier del FBI de Julia de Burgos, lo cual le permitió una lectura muy reveladora de las traducciones de su poesía hechas por los agentes y sus colaboradores.
Hay documentos que se originan en Puerto Rico; otros en Nueva York, Washington DC, y Chicago. Todas las formas de sociabilidad política claramente comprometidas con el rechazo a la colonia eran sospechosas, y muy especialmente las alianzas que los puertorriqueños establecieron en la metrópoli. Ese fue el caso de Vito Marcantonio, quien llegó a Puerto Rico por primera vez en 1936 como Presidente de la International Labor Defense en solidaridad con los nacionalistas puertorriqueños, y no cesó de desafiar el orden colonial hasta su muerte.
Parece el Panóptico total. Pero los archivos del FBI no son la única fuente documental de la vigilancia. En la importante edición de Las Memorias de Leahy que preparó Jorge Rodríguez Beruff, y en los trabajos de María E. Estades Font, se hace uso de informes que desde antes, y paralelamente, preparaba la Inteligencia Militar. Por otra parte, los documentos del FBI nos llegan incompletos, con restricciones. No sabemos cuántos han sido retenidos o destruidos. No obstante, hoy es imposible estudiar a fondo el campo político e intelectual puertorriqueño sin tomarlos en cuenta.
3. Lo que el Monarca no quiere ver
¿Qué revelan, y qué encubren, esos documentos? En la Inquisición el nombre del delator era siempre un secreto. Ocurre lo mismo en los archivos proliferantes del FBI. El secreto y la confidencialidad han sido cruciales. Borrar nombres y lugares, hacerlos invisibles, es una forma de afirmar una autoridad lejana. El anonimato continúa inscrito en muchos de los documentos mediante flagrantes tachaduras de los nombres de informantes y colaboracionistas.
Me interesa particularmente cómo el Estado, ayer al igual que hoy, distingue entre lo que puede verse y lo que no debe ser visto en el espacio público. A riesgo de simplificar una cuestión muy compleja, diría que tanto la visibilidad como la invisibilidad son políticas. No es de extrañar que algunos mecanismos de invisibilización hayan sido mejor comprendidos por poetas, artistas y narradores. Lo entendió bien Alicia, la de A través del espejo, quien sabía mucho de apariciones, desapariciones, y reapariciones. Su largo aprendizaje incluía moverse continuamente en los múltiples planos de lo que puede o no ser visto. Implicaba, además, cobrar conciencia del ojo poderoso del Rey, capaz de hacer desaparecer mediante el lenguaje lo que está a la vista: to see Nobody, darle nombre, Nadie, a lo que no debe ser visto. Como en Invisible Man, de Ralph Ellison:
“I see nobody on the road”, said Alice.
“I only wish I had such eyes”, the King remarked in a fretful tone.
“To be able to see Nobody!¨
Lewis Carroll, Through the Looking Glass, Chapter VII
4. La caja que no se podía abrir
Volver visible lo que permanece oculto es un modo de resistir. Es justamente el camino al que invita la poderosa imagen del relato de José Luis González que narra la llegada de un ataúd sellado y acompañado de un cortejo fúnebre-militar durante la Guerra de Corea. Se trata de empezar a abrir “la caja de plomo que no se podía abrir”, de acceder a su interior como a través del espejo, y de investigar las mentiras de la colonia y de la democracia.
¿Hay cadáver? La clave está en lo que no se dice explícitamente. Recordemos que el cuento de González, un texto central en nuestro espacio memorial, fue publicado en 1954 en México por un escritor en fuga, estigmatizado por comunista, y en un libro significativamente titulado En este lado. El final de “Una caja de plomo que no se podía abrir” revela un destino que pone al soldado muerto en Corea y al narrador bajo una misma implicación política.
¿Cuáles fueron las condiciones de la vida intelectual y literaria puertorriqueña durante los años a que alude el cuento y los del exilio de González? Justamente son años de un Estado policiaco secreto, en medio del cual se celebró, con grandes ceremonias públicas, la fundación del Estado Libre Asociado. Por otra parte, en 1956 el discurso de Kruschev reconociendo públicamente los crímenes de Stalin provocó una crisis profunda en los Partidos Comunistas y en las izquierdas a las que estaba afiliado González.
La complejidad era enorme. En los mismos años en que muchos puertorriqueños celebraban el Estado Libre Asociado como una nueva articulación política, en Puerto Rico, Culebra y Vieques el imperio militar se reconfiguraba con sus bases aéreas y navales. Es también el contexto represivo de la llamada Ley de la Mordaza, de la histórica huelga universitaria de 1948, y de la erosión sistemática de los derechos de independentistas y socialistas que siguió a la insurrección nacionalista de 1950. En esos años de migraciones masivas los procesos del macartismo constituyeron otro mecanismo de censura. La violencia moral de los loyalty oaths y de las traiciones personales y políticas era desgarradora. Mientras tanto, se desarrollaba una vasta construcción mediática que invitaba a “ver” a Puerto Rico como “vitrina de la democracia”. El Estado, como decía el escritor Ricardo Piglia, es una máquina de hacer creer.
5. El cristal con que se mira
Pero volvamos al año sombrío de 1937. ¿Quién era Edgar K. Thompson? Thompson firmaba de su puño y letra informes que ponen en evidencia el rol que jugó en la condena y el encarcelamiento de los nacionalistas puertorriqueños. Las líneas básicas del discurso imperial sobre Albizu se perfilan ya en sus informes. Sus escritos revelan mucho de la mirada de los funcionarios estadounidenses en un momento especialmente traumático para la historia puertorriqueña.
Sabemos poco de Thompson, y no estoy en condiciones de hacer una presentación biográfica, sino solo algunos datos que considero significativos. Era un sureño blanco. Se formó académica y militarmente en The Citadel, una Academia militar de élite fundada en 1847, radicada en su ciudad natal, Charleston, South Carolina. Se graduó en 1925, y después estudió Derecho en la George Washington University (de la nota necrológica de The Washington Star, 7 de noviembre 1980, y gracias a Fernando Acosta). Como vemos en sus meticulosos informes, era un joven espía deseoso de obtener indicios sobre los militantes radicales. Afirma que llegó a interrogar a Albizu en la prisión La Princesa. ¿Hablarían en inglés o en español?
Thompson no dejó de ser un profesional al servicio del Estado imperial y a la implementación de políticas de seguridad preventivas. Parece que la experiencia puertorriqueña le sirvió para avanzar su carrera, que culmina como oficial de la Marina durante la Segunda Guerra, y después attaché naval en Lima, Chile y en Italia. Hoy sabemos más de los comienzos del espionaje y de la colaboración con los servicios de inteligencia en América Latina bajo Edgar J. Hoover por el trabajo de Martha K. Huggins, en el que se confirma que el Director del FBI recomienda a Thompson con entusiasmo. La sintonía de Thompson con Hoover está más documentada en el estudio reciente de Marc Becker sobre el FBI en el Ecuador. En 1940 ya Thompson se encontraba en el Ecuador, y más tarde estuvo destacado en Colombia y en Brasil.
Thompson, en 1937, habló con sinceridad brutal del racismo de la prisión de Atlanta y de las repercusiones que podría tener entre los seguidores de Albizu. ¿Cómo “miraba” el espía blanco sureño al brillante y radical líder puertorriqueño negro? La ambivalencia cala hondo. Las palabras del agente letrado, formado en el clima racista de las Leyes Jim Crow, ofrecen la oportunidad de indagar un poco en ese universo discursivo, y quizás de compararlo con el racismo puertorriqueño. Thompson escribe sin rodeos sobre las “negroid features” de Albizu, quien aparece además como alguien dominado por el resentimiento, con una herida abierta que es fruto del racismo:
«Of all the defendants involved in this case, Campos is the only one who has negro blood in his veins and has definitely negroid features. Inasmuch as he is laboring under some sort of racial complex, I feel that if he is sent to the Federal Penitentiary at Atlanta, Georgia, where the officials in charge and the prisoners, being largely from the southern states, will no doubt discriminate against him, this wound will be kept open. If incarcerated in that institution, he will certainly be discriminated against and, in his letters to his relatives and friends in Puerto Rico, he will stress this fact very strongly.«
«I would further suggest that Campos, who is a brilliantly educated man, be given, immediately after his “quarantine” period in the Penitentiary, a trusty’s position commensurate with his mental accomplishments. It is my understanding that in the Federal penitentiaries schools are conducted in various subjects, and Campos’ services might be utilized as a teacher of English, Spanish, French, Italian, or German, in which he is alleged to be proficient. From my conversation with him I am of the opinion that he is a man of strong character and of mild disposition. However, he has the Latin trait of becoming too enthusiastic, which at times has caused some of his followers to resort to overt-acts of violence.» Edgar K. Thompson, “Memorandum for Mr. Tamm”, April 21, 1937, FBI, found in file #HQ-105-11898, Volume 02
Como hemos visto, Thompson aconsejó la prohibición de la enseñanza de la historia en la prisión. Albizu representaba un saber que era preciso controlar. Era una medida preventiva. En el retrato que pinta, Thompson destacaba las credenciales del abogado graduado de Harvard, y magnificaba sus saberes. Veía a Albizu como un dirigente político y como un intelectual. No hay indicios de que Thompson captara la vocación profética de Albizu, quien llegó a ser El Maestro venerado por sus seguidores. Pero sí captó la influencia que ejercía su palabra y su visión histórica. Percibió su excepcionalidad: Albizu aparece como un intelectual preparado, que infundía respeto. Thompson sabía del poder de sus análisis jurídicos y de su oratoria. No menos importante: Albizu contaba con una red de relaciones en América Latina. A Thompson le preocupaba el potencial crítico de esa visibilidad, y que llegara a ser conocida cualquier humillación que ocurriera en Atlanta.
6. Otra historia prohibida
Los recuerdos de momentos represivos se cruzan con otros tiempos y otras miradas en el espacio de la memoria. Algo comparable a lo del FBI, aunque con características muy diferentes, se nos muestra en otro capítulo de la represión: la violencia esclavista en el siglo XIX. En los documentos de Esclavos prófugos y cimarrones (1984) compilados por Benjamín Nistal, los textos que registran la captura de esclavas y esclavos dejan al descubierto en toda su brutalidad el ejercicio del bio-poder imperial. ¿Qué les ocurrió a los esclavos confinados como “propiedad” en una isla sin promesa de felicidad? Los formularios policiales no siempre dicen. Pero sí incluyen tipologías de labios, narices y bocas, cicatrices y tatuajes que inscriben una identidad en los cuerpos y en el cuerpo político del futuro, que es nuestro presente de profunda desigualdad. Desde las primeras líneas sabemos que estamos frente a la amenaza de la muerte en vida. Eran crímenes sin memoria, hasta que el historiador la construyó. El silenciamiento de la historia puertorriqueña es comparable a lo que tan brillantemente planteó Michel-Rolph Trouillot para Haití.
Lo que hizo Nistal fue radical. La esclavitud y la propiedad son conceptos necesarios, pero no dejan de ser abstractos. En cambio, los documentos que fue recopilando se refieren a sujetos concretos, víctimas en carne propia, que su investigación traía al presente, potenciando su memoria. Algunos son historias de parejas. Al dar a conocer e interpretar ese archivo, Nistal rendía homenaje a la fuerza espiritual que les permitió a aquellos hombres y mujeres imaginar otras formas de vida, y tomar la decisión de rebelarse.
7. AL otro lado del espejo
El archivo del FBI concierne a la historia puertorriqueña, a la de los Estados Unidos, y a la de América Latina. Lo que se buscaba era el silenciamiento de los críticos nacionalistas y socialistas y de sus análisis políticos. A largo plazo, el objetivo era la desaparición de su memoria. Cuando Thompson recomendaba prohibir la enseñanza de la Historia, de las Ciencias Políticas y del Derecho, no hacía otra cosa sino reconocer el potencial “subversivo” de esos saberes.
Pero hay otro punto que considero central. Por paradójico que parezca, lo que vemos en esos archivos del FBI es también fuente de inspiración, como ocurre con el de los prófugos de la esclavitud. Convocan la memoria de nombres conocidos y de otros que han caído en el olvido. Son nombres de mujeres y hombres “subversivos” que se constituyeron en sujetos históricos y políticos a pesar de la censura imperial. Esos documentos ofrecen testimonios de generaciones de militantes anticolonialistas y del pluralismo de creyentes en la democracia y en la posibilidad de un orden social más justo. Al otro lado del espejo rondan muchos fantasmas a los que podemos volver una y otra vez para encontrar inspiración. Tenía razón la Reina en Through the Looking-Glass cuando le decía a Alicia: es pobre la memoria que solo mira hacia el pasado.
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