la mesa de los sueños
sentada frente al vacío celeste sueño
una cascada de palabras frente a una mesa
colgada del aire sus dos sillas de frente
mesa por medio
las manos recostadas del mantel que
ondea obediente al empuje del viento
es una terraza en cuya baranda se apoya
un mármol reluciente
nuestra mesa
conversamos con chispa parloteamos
lo sé por tus ojos y por los míos los veo
sonreír al ritmo de los labios veo los
labios dejar entrever dientes que mastican
el aliento sofocado de entusiasmo ojos y
labios alegremente dibujan las palabras
no sé de qué hablamos pues todo veo y
nada escucho de esa animada charla
al borde mismo del cielo las nubes escasas
van a su destino lejano el sol no está
es el cielo lo que nos alumbra con una luz
amable y difusa
a veces extiendo el brazo y acaricio la palma
de tu mano la dejas abierta y en ella leo
mi destino “es tu vida”, me dices
pero no te escucho
lo leo en tus labios que luego besan
rigurosos el borde blanco de tu taza de café
“¿es la mía?” pregunto con asombro y entonces
abres mi mano apretada y me dices “la mía
está aquí, y no la escondas, y no la guardes”
sobre la mesa tintinea el hielo en los vasos
derritiéndose y la fruta me lleva
a soñar un sueño frutal mi mano reverdece
“sueño para ti un campo hermoso” digo ahora
soñando ante esta mesa al borde del tiempo
y del espacio “veo una casa para ti
rodeada de árboles hermosos” y
en tu rostro risueño brilla una luz
que sólo es para esos árboles del sueño
“allá al final del paisaje el mar ondea y canta”
“soñé ahora mismo una casa en el campo para ti” te
digo y te veo tratar de entrar en mi sueño te
veo abrir mis ojos con los tuyos hurgar en la
niebla más íntima de mi mente te veo entrar
te veo caminar hacia un lecho pulcro y oloroso
a la tierra en la mañana te veo asomarte a mis ojos
y escrutar mi horizonte sus montañas azulosas
el incipiente bosque frutal la maleza ondulante los
trillos misteriosos que se adentran allá
donde la orilla del mar nos invita a bogar hacia
el límite del sueño
te escucho desde adentro de mí andar por esta casa
enclavada en el sueño de un campo para ti
tus pasos resuenan sobre duras tablas que se
hunden un poco con tu peso “hay que poner aquí
un sillón para esperar la tarde” dices
y veo la tarde llegar en mi sueño y
te escucho caminar por mi
alma de madera con olor a tierra “hay que abonar y
podar estos arbolillos para que crezcan fuertes”
me dices y yo
sobre esta mesa de mármol vestida de mantel
que el viento va aupando rodando alzando
alcanzo tu mano
leo en mis labios las palabras que te digo
“esta es tu casa” y tus ojos ahora leen las
vetas del mármol en esta mesa infinita
“leo en esta mesa mi vida” dices
“en ella me veo caminar por trillos
misteriosos” y te contesto
“soy terreno propicio
cultívame y todos los frutos serán
para ti”
*del poemario inédito Gilbraltar