La orden ejecutiva de Obama sobre los inmigrantes indocumentados no perjudica a los puertorriqueños
Respuesta al artículo de Justin Vélez-Hagan, “Puerto Ricans will be hurt the most by President Obama’s executive action”, publicado en Latino Fox News.
Como evidencia, Vélez-Hagan sostiene, correctamente, que “los puertorriqueños que viven en la isla se encuentran entre las personas mejor educadas y cualificadas en muchas partes del mundo occidental, lo cual se debe a la prolífica y asequible educación [en la isla]”. Estoy muy de acuerdo. Pero, no hay razón alguna para que esto cambie. El que se provea un camino rumbo a la legalización de millones de indocumentados, los cuales ya son parte del sector laboral en los EE.UU. y Puerto Rico, no afectará el sistema educativo de la isla. El que la educación en la isla, incluyendo nuestras universidades, permanezca tan competitiva y asequible como lo es ahora no está relacionado de ninguna forma con si se legaliza o no a millones de indocumentados. Los indocumentados no son un factor en la ecuación educativa de la isla. Así que los puertorriqueños que estudian en la isla mantendrán cualquier ventaja que actualmente disfruten por sobre trabajadores indocumentados -si, para empezar, estuvieran compitiendo por los mismos empleos.
Como el mismo Vélez-Hagan argumenta, los puertorriqueños con educación universitaria, especialmente los graduados de ciencias, tienen gran demanda en los EE.UU. debido a su bilingüismo. Es obvio que no compiten en el mercado laboral de baja destreza, sino todo lo contrario. Es muy cierto que los puertorriqueños con educación universitaria, debido a su carácter bilingüe, o la capacidad de serlo en algún momento, al igual que su habilidad para navegar el mundo latino, tienen una ventaja en el mercado laboral en los EE.UU. Pero son precisamente los millones de latinos y latinoamericanos, documentados e indocumentados, que viven en los EE.UU. quienes crean la demanda por profesionales bilingües en español e inglés -y los puertorriqueños de la isla se benefician grandemente de este fenómeno. ¡El encontrar una solución que saque a millones de latinos de vivir en la ilegalidad, de la vida indocumentada, solamente puede fortalecer la demanda por más profesionales bilingües!1
A través de su artículo Vélez-Hagan repite incesantemente, aunque de diversas maneras, su argumento infundado de que el proveer a trabajadores indocumentados con un camino a la legalidad afectará la economía de la isla negativamente. Según el, la isla perderá lo que la hace atractiva a inversionistas, “un sector laboral de Puerto Rico, altamente educado y a la vez competitivo por su baja renta (combinado con incentivos locales y federales), lo cual mantiene a flote la tenue economía [de la isla]”. Después de tan absurda aseveración, Vélez-Hagan no presenta ninguna evidencia que nos deje saber cómo tal cosa podría pasar. Para empeorar su propio argumento, él se enfoca en un sector de la economía que requiere una empleomanía altamente educada y capacitada. ¿Será acaso que los millones de trabajadores indocumentados, (quienes mayormente -aunque no todos- compiten por trabajos que requieren baja destreza), se convertirán de la noche a la mañana en ingenieros, químicos, físicos, biólogos, contables, y doctores gracias a la orden ejecutiva del presidente Obama? ¿Acaso crearán los nuevos y legalizados “americanos” sus propias ciudades, estados y territorios no incorporados (o colonias) e invitarán la inversión extranjera siguiendo un modelo a la ELA? (el cual, por cierto, se va derrumbando hace un tiempito.) No, no creo y tampoco lo creen la mayoría de los congresistas puertorriqueños.
Cuando no se tiene un argumento claro, o lógico, se divaga, y eso es precisamente lo que procede a hacer Vélez-Hagan. Así que el autor salta de este fallido intento a hablar de la otra ventaja del boricua, su legalidad:
“Irónicamente, como algunos americanos continentales se han quejado de los puertorriqueños en la diáspora, quienes les ‘quitan’ los trabajos de cuello azul, los puertorriqueños tampoco podrán ser capaces de competir con la entrada de trabajadores de salarios muy bajos entrando al mercado en Puerto Rico y en los EE.UU. Esto reducirá el mercado de empleo para puertorriqueños con bajo ingreso lo cual los llevará a depender más del sistema de beneficencia social, lo cual pondrá más estrés en las finanzas del país”.
Este argumento es risible y francamente ofensivo por demás. Es risible porque asume que una vez los trabajadores indocumentados en los EE.UU. reciban un grado de legalidad o la promesa de ciudadanía, se desbordarán todos hacia Puerto Rico. ¿Por qué sería así? Estos trabajadores están en los EE.UU. por mejores oportunidades y empleos, ciertamente no por sus playas o el clima. Ellos se mueven tras empleos y durante su migración laboral crean comunidades donde quiera que van. La segunda parte del argumento es ofensiva pues dice que en vez de competir con “el flujo de trabajadores de bajos salarios” los puertorriqueños se refugiarán en el mantengo. Este argumento no es más que el viejo cuento del “puertorriqueño vago viviendo del mantengo doquiera que vaya.” Si acaso, la historia de los puertorriqueños, tanto en la isla como en la diáspora, demuestra la competitividad y temple del trabajador boricua, y su capacidad para adaptarse y sobrevivir. Una mirada atenta y crítica a nuestra historia demostrará el carácter solidario del puertorriqueño con el oprimido. Apoyar la perpetuación de los abusos e injusticias que sufren millones de indocumentados no es parte de la idiosincracia puertorriqueña.
Pero es que Vélez-Hagan, ni entiende a Puerto Rico ni al puertorriqueño, ni le interesa la situación colonial. Así que él insiste en que dependiendo de “cuántos nuevos trabajadores legales entren al mercado de los EE.UU., los puertorriqueños se encontrarán con la realidad de que ya no son competitivos en ninguna parte si no adquirieren nuevas destrezas y educación, lo cual estará fuera de su alcance”. Aquí se le ve la costura a Vélez-Hagan; en vez de luchar por mejorar la situación del trabajador puertorriqueño de poca destreza y bajos salarios en los EE.UU., él prefiere que sigan así y asegurarles algún tipo de ventaja negándole la legalidad a millones de indocumentados. Este economista, después de empezar su editorial con una vaga y débil denuncia de la realidad colonial puertorriqueña (la cual él llama “ciudadanos de segunda clase”) básicamente argumenta no que no cambiemos esa ciudadanía colonial y de segunda clase, sino que la mantengamos y utilicemos nuestro estatus legal (de segunda y colonial) como una ventaja competitiva sobre doce millones de seres humanos forzados a vivir en la sombra de la ilegalidad.
Su conclusión, al igual que el resto del artículo, no está basada en la realidad ni presenta ningún análisis serio o científico. Vélez-Hagan repite que la legalización de los indocumentados en los EE.UU. “arrestará el crecimiento económico creando un mercado laboral más pequeño con salarios aún más bajos y dependiente de gastos federales”. ¡Para creernos esto hay que ignorar que estos indocumentados ya son parte de la fuerza laboral! Lo que Vélez-Hagan nos pide entonces es que ayudemos a mantener a millones de indocumentados en las tinieblas para así poder explotarlos con impunidad mientas ellos laboran, con horrible frecuencia, bajo condiciones infrahumanas.
Este individuo pretende hacernos creer que su preocupación es el bienestar del trabajador puertorriqueño el cual no podrá hacer frente a millones de trabajadores legalizados. De hecho nos dice: “Para los puertorriqueños, lo peor de todo es que pocos se darán cuenta de cómo millones de nosotros, otra vez más, sufrimos las consecuencias”. Esto a mí no me convence, ni a los congresistas puertorriqueños, y espero, no, estoy seguro, de que tampoco convence a millones de puertorriqueños.
No, Don Vélez-Hagan, lo peor de todo es que usted se atreva a apelar a nuestra identidad étnica para separarnos de nuestros hermanos y hermanas latinos y latinoamericanos; que usted se atreva a usar demagogia, miedo, y una burda apelación a nuestro orgullo nacional esperando convencernos de que estigmaticemos y persigamos a esos que se ven obligados a vivir con el miedo de que algún día les destruyan su familia y las vidas que han forjado; esos quienes a pesar de hacer todo, y aún más, de lo que el sueño americano demanda, continúan viviendo en las sombras, con incertidumbre, bajo la tiranía de no saber lo que el futuro les depara. Esos seres humanos son, de muchas formas, más americanos que usted y que yo. Cada día estas personas se levantan y viven sus vidas luchando por un mejor futuro y son vivo ejemplo de valor indomable.
Por estas, y muchas otras razones, es que le exijo Mr. Vélez-Hagan, que no distorsione quiénes somos y lo que somos los puertorriqueños. Y no pierda su tiempo, pues en cuanto a inmigración y justicia, jamás apoyaremos una postura tan anti-americana y tan anti-puertorriqueña.
Traducción al español por el propio autor de la versión en inglés originalmente publicada en Latino Rebels.
Nota del autor: Quisiera agradecer a mi colega, la historiadora, Dra. Teresita Levy, por leer el primer borrador de esta carta abierta y por sus acertadas y constructivas sugerencias.
- Como bien me mencionara la Dra. Arlene Torres, cabe destacar que Vélez-Hagan, al igual que la mayoría del sector conservador en los EE.UU. pinta el issue de la población indocumentada como un asunto latino. Aunque latinos y latinoamericanos componen la mayoría de los 12 millones de indocumentados en Estados Unidos, no son los únicos. Además, los inmigrantes contribuyen a la riqueza cultural de los EE.UU. y traen consigo un sinnúmero de destrezas y de ninguna manera perjudican la presencia puertorriqueña en la economía global o local. Cuando el presidente Barack Obama habló la pasada noche sobre inmigrantes y acciones ejecutivas, no se refirió solamente a los latinos. [↩]