La ruta mortífera del carbón: desde Colombia hasta Puerto Rico
A principios de agosto viajamos junto a Aviva Chomsky y otros delegados de Acción Permanente por la Paz hacia La Guajira, al noreste de Colombia. Fuimos testigos, escuchamos y aprendimos de los testimonios de las comunidades afectadas por la minería. Se dice que Cerrejón es la mina de carbón a cielo abierto más grande del mundo, sus dueños son Anglo American, BHP y Glencore, todos enumerados en la bolsa de valores de Londres (anteriormente pertenecí eran MNC y Exxon). Aunque Cerrejón se vende como “minería responsable”, en La Guajira fuimos testigos de realidades que distan mucho del lema.
Las comunidades que viven en la zona, los wayúu y afrodescendientes, expresaron haber sido desplazadas de sus tierras ancestrales. Nos contaron que cuando perdieron sus tierras, también perdieron los cementerios donde estaban enterrados sus seres queridos, los espacios sagrados y los árboles antiguos. Escuchamos que, para muchos, el haber sido desplazados o reubicados también significó la pérdida de su forma tradicional de ganarse la vida y el acceso a la calidad de sus vidas. Nos dijeron que su movilidad, su libertad y su sustento, incluyendo el pastoreo de sus cabros, ha sido severamente restringido.
Durante nuestra visita presenciamos a un niño que vive cerca de dos tajos de carbón activos sufrir un ataque de asma. De hecho, en nuestro recorrido por la mina, visitamos un tajo activo que se llama Patilla, el más pequeño de los seis tajos en operación, pero su inmensidad física nos sorprendió. Vimos lagunas y arroyos secos y extrema escasez de agua en las comunidades, mientras que Cerrejón tiene abandancia de agua para sus operaciones. Escuchamos sobre las amenazas y los atentados de muerte en contra de los líderes y lideresas sociales y ambientales. Escuchamos a los residentes decir que la multinacional usa tácticas de “dividir para conquistar” y “hacernos pelear entre nosotros para reprimir cualquier negociación. En más de una ocasión lamentaron: “nos hemos convertido en extranjeros en nuestra propia tierra”.
En la vista de los ejecutivos de la mina con las comunidades presenciamos la absoluta indiferencia de los ejecutivos hacia los residentes. La indiferencia era tanto hacia el conocimiento ecológico tradicional como al ancestral. Fueron insensibles ante los traumas y sufrimientos que padecen. En cada rincón transitado de La Guajira amenaza la sombra de Cerrejón.
En Puerto Rico la historia es similar en la planta de energía de carbón AES. Cuando se quema el carbón para generar electricidad, se lanzan contaminantes que impactan de forma adversa el aire, la tierra y el agua cercana a las comunidades de la zona y a la Bahía Jobos.
El sureste de Puerto Rico es sorprendentemente similar a La Guajira, ambas costas frente al Mar Caribe tienen climas muy parecidos y la vegetación es semi-desértica. Además tienen en común un gran número de personas afrodescendientes.
Otro lamentable paralelismo es el asombroso número de residentes sufriendo enfermedades respiratorias, cáncer, enfermedades renales, contaminación auditiva, del agua y el aire. No obstante, supimos que el carbón que quema AES en Guayama sale del puerto de Santa Marta y proviene de El César, en Colombia, donde opera Drummond, Ltd. El carbón de la mina de Cerrejón es exportado por el Puerto Bolivar.
El objetivo del viaje a La Guajira la primera semana de agosto fue para entender las implicaciones negativas (y a distintos niveles) que reciben las comunidades y el medioambiente por las prácticas de la minería de carbón.
Agua para la minería, no para los residentes
A pesar de estar enteradas de que las corporaciones multinacionales operan pensando solo en lucrarse, no estábamos preparadas para presenciar el nivel de sufrimiento y los traumas que Cerrejón les ha causado a las comunidades aledañas.
El primer día que nos unimos a la delegación vistamos El Rocío, una comunidad wayúu que lucha para mantener su derecho y acceso al Arroyo Bruno, una de las tributarias del Rio Ranchería. Hace tres décadas que las operaciones comenzaron, y desde entonces la mina ha sido la responsable de la desaparición de por lo menos quince tributarias que alimentaban al Rio Ranchería. En El Rocío nos contaron que desde tiempos inmemorables los residentes han dependido del Arroyo Bruno, por tanto cuidaron de él hasta que pudieron. En esta región semi-desértica el agua es un recurso sumamente valioso, precisamente por ser escasa y todas las personas con las que conversamos luchan por el derecho a este disminuido pero importante recurso.
En El Rocío, la persona portavoz de las decisiones colectivas de la comunidad nos explicó:
“Alguna gente opina que la mina nos trajo desarrollo, pero nosotros no lo vemos así. Los dueños de Cerrejón son los únicos que se han beneficiado y lo único que hemos recibido de la mina es prejuicio. Sufrimos de injusticia ambiental, educacional y de salud. Lo único que nos han traído es pobreza. Ellos no entienden que aquí vive gente y que necesitamos vivir aquí. Estamos aquí porque nacimos aquí, porque amamos a este lugar, porque somos de aquí. No entienden que si se acaba el agua, si no hay agua la vida se acaba. El Arroyo Bruno es la sangre que corre por nuestro cuerpo y no creo que el cuerpo pueda vivir sin sangre. Si intervienen con el Arroyo Bruno, nos desangraran nuestros cuerpos.”
Una gran cantidad de personas en La Guajira no tiene acceso al agua potable y a veces ni siquiera tienen agua en sus casas. El único acceso al agua potable, en la mayor parte de los casos, es a través de bolsas pequeñas de agua. Al visitar las instalaciones de Cerrejón nos dieron una botella de agua refrescantemente fría y una merienda que tenía una manzana jugosa y nueces mixtas. A los miembros de la delegación nos trataron muy bien. Durante el recorrido, los empleados, muy atentamente, contestaron nuestras preguntas de forma paciente incluso cuando los presionamos para aclarar las inconsistencias que percibimos de sus narrativas.
Una de esas inconsistencias tenía que ver con el uso de agua de la mina. El tema del agua está presente en la mente de todos, y con razón porque hay escasez.
En el largo recorrido por la mina – que duró al menos quince minutos en autobús– desde la entrada militarizada hasta el tajo Patilla, pudimos observar camiones de agua echando grandes cantidades sobre los caminos de la mina. De hecho, todos los caminos parecían estar húmedos o completamente mojados. Supimos que Cerrejón controla con agua el polvo fugitivo de la mina . Una tarea bastante dificultosa porque todo el territorio de la mina es un receptáculo gigante de polvo.
La minería requiere cantidades astronómicas de agua, Cerrejón específicamente usa aproximadamente 34 millones de litros al día. La compañía dice que el agua que usa es de baja calidad, no apta para el consumo humano. También asegura que recoge agua de lluvia, capturada en el fondo de los tajos; y que no hacen perforaciones para accesar el acuífero. Pero los residentes tienen otra percepción. Más de una vez escuchamos a los ancianos decir que “ya la lluvia no viene”, y que han observado cómo la mina ha tenido efectos adversos en sus fuentes de agua.
En Charito, una comunidad aledaña a la vía férrea de la mina que recorre 150 kilometros y que divide el territorio a comunidades y familias enteras, la “autoridad” (portavoz) de la comunidad nos explicó que la fuente de donde proviene el agua está muy contaminada. Cerrejón, por su parte, niega que la extracción y la transportación del carbón tenga que ver con la contaminación de la zona, reportada en el informe reciente de Indepaz. Ellos culpabilizan a las comunidades por permitir que sus animales defequen en el agua.
En la comunidad wayúu, Charito, una de las “autoridades” dijo:
“Para Cerrejón no existe nuestra cultura. Nosotros los wayúu nos sentimos amenazados, restringidos, no nos respetan y dicen que somos parte de la guerrilla y tenemos miedo de que los militares o Cerrejón nos maten. Cuando les dijimos que el agua está contaminada por el carbón, dijeron que no es el carbón lo que está contaminando el agua, que es culpa de nuestros animales. Yo me siento que nos están insultando, que se están burlando de nosotros. ¿Por qué dicen una cosa como esa, si nosotros sabemos que nuestros animales no están contaminando el agua, nuestros ancestros criaban animales y el agua no estaba contaminada?”
El sentimiento en colectivo de los residentes es que Cerrejón no respeta sus derechos a la igualdad, a practicar su cultura ni a vivir en armonía con su medioambiente. Otra de las autoridades wayúu de la zona de Paradero contó que Cerrejón ha pedido permiso para perforar pozos profundos. “A esa petición le decimos que no ¡y no! ¡No a la intervención con nuestras fuentes hídricas y a los pozos profundos, si no los paramos nos van a dejar sin agua!”
“Creo que ellos no saben que aquí vive gente”
En Oreganal, una comunidad afrodescendiente que fue reubicada, escuchamos los testimonios de sus residentes que se sienten engañados porque la multinacional no les ha entregado los títulos de propiedad de sus viviendas. Viviendas que, según ellos están agrietadas y se están empezando a caer. De hecho, durante nuestro recorrido, escuchamos en múltiples ocasiones la queja sobre las grietas de las casas construidas por Cerrajón. Estas grietas surgen por las explosiones empleadas en los tajos para la extracción de carbón.
Uno de los portavoces de Oreganal se expresó: “Hemos sufrido incalculables abusos económicos, políticos, sociales, emocionales, psicológicos, ambientales y territoriales y nuestro dolor colectivo vibra en cada uno de nosotros reunidos aquí hoy”. Otra persona dijo, “Nos reubicaron como si fuéramos esclavos, como si fuéramos animales, y yo he estado criticando a la multinacional y al Estado porque tienen un matrimonio de conveniencia y los dos pisotean nuestros derechos. ¡Nuestra comunidad no aparece en el mapa de La Guajira, es como si no existiéramos!”
Los residentes de la comunidad de Tabaco –que corrieron la misma suerte que los de Oreganal– expresaron haber sido urbanizados en contra de su voluntad. De acuerdo a su relato, ellos vivían de la agricultura, pero la reubicación al pueblo o a casas desprovistas de terreno, en las que no pueder cultivar, les imposibilita generar medios para el sustento. “No tenemos manera de ganarnos la vida, no tenemos tierras para sembrar nuestros cultivos tradicionales, estamos viviendo en pobreza extrema”, explicó un residente de Oreganal.
Los vecinos lamentaron que los ancianos reubicados pasaran sus últimos días angustiados. Un hombre afrodescendiente de la comunidad de Manantial dijo: “Nuestros ancestros que fueron enterrados en el cementerio de Manantial, mis abuelos, padres, tíos y tías y otros familiares, no han podido descansar en paz. No están descansando porque sus tumbas han sido intervenidas en la búsqueda de carbón de Cerrejón. Aquí en La Guajira decimos que el carbón esta manchado con sangre”.
La devaluación de la vida requiere una defensa feroz al derecho a la vida
Como mujeres afrodescendientes que luchamos en contra del carbón –en nuestro caso, luchamos en contra de la quema de carbón y el depósito de las cenizas toxicas de carbón en Puerto Rico–, estamos sumamente conmovidas con la situación que viven los wayúu y los afrodescendientes afectados por “la gran minería” en La Guajira. Queda claro que la devaluación de la vida y del derecho a vivir en armonía con nuestro medioambiente está amenazada por el afán feroz de enriquecimiento de corporaciones multinacionales, como Cerrejón y AES.
Los residentes se preguntaban repetidamente: ¿lograremos vencer este monstro tan poderoso? Es una pregunta que con frecuencia nos hacemos nosotras mismas al constatar el poder desenfrenado que ejercen las corporaciones sobre los seres humanos y el medioambiente. Pero para esta pregunta no tenemos respuestas fáciles.
Lo que sí sabemos es que nuestros ancestros, los indígenas de las Américas, y los que fueron desplazados y reubicados forzosamente desde África a este continente han luchado en contra de las fuerzas extractoras del capitalismo global por siglos. Está claro, como argumentó Cedric Robinson (1983), que el racismo es una estructura central en la lógica del capitalismo. Y como ha sido expuesto por Laura Pulido (2017), entender cómo funciona el “capitalismo racial” permite profundizar en los entendimientos del capitalismo, visto más allá de un sistema de acumulación de riqueza. Porque subraya los procesos históricos y contemporáneos –el racismo, el colonialismo, la esclavitud, el imperialismo, los nacionalismos, las guerras y las injusticias ambientales– que lo sostienen.
La resistencia a la devaluación de nuestras vidas y medioambiente continúa. Si algo nos ha enseñado la historia es que los indígenas y afrodescendientes de las Américas continuarán resistiendo la muerte y reclamando el derecho a la vida. Al partir de La Guajira tuvimos la sensación de que mientras haya gente como la que conocimos, que demandan el derecho a vivir y practicar su cultura, no todo está perdido. Fue alentador cuando le preguntamos a un hombre Wayúu que si su lenguaje sigue vigente y sin vacilar nos respondió: “¡El Wayúu está más vivo que el Castellano!”.
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*Este artículo fue publicado originalmente en LatinoRebels el 14 de agosto de 2018: http://www.latinorebels.com/2018/08/14/coaldeathroute/
*Todas las fotos que acompañan el escrito fueron tomadas por Hilda Lloréns.