La sociedad translocal: notas para entender el cambio de época

@_miki_kim_
En este ensayo presentamos la tesis de que la pandemia es un evento crítico que sirve de agente catalítico para la llegada de una nueva época. Se habla de un mundo cibernético y una era digital, dominada por las “nuevas” tecnologías de información y comunicación (TICs). Cuando hablamos de una “nueva época” nos referimos a un momento histórico de transformación fundamental en las relaciones sociales de poder y producción de la vida. Cambios en la relación entre el estado y la sociedad civil, el capital y el trabajo, y las relaciones humanas institucionalizadas: educación, familia, religión.
Entendemos que las instituciones sociales y la configuración de los grupos sociales, que están en constante cambio, en este momento pasan por transformaciones de carácter fundamental y permanente. Por ejemplo, la educación como actividad social está transitando hacia una nueva forma y hacia nuevos contenidos. La educación presencial y “bancaria”–de transferencia jerárquica de conocimientos a través de escuelas, sufrirá cambios permanentes e irreversibles.
En este ensayo proponemos que estamos transitando a un nuevo tipo de sociedad. Presenciamos la culminación de lo que Zygmunt Buaman (2000, 13) llamó “modernidad líquida”, que se refiere al desdibujamiento del orden institucional y social moderno: “Las instituciones sociales, los roles, las normas se han “licuado”. No son fijas, no tienen la fuerza que tenían”. En este proceso de “licuefacción” de los valores, normas e instituciones sociales ahora se conjugan, además, la digitalización, el quehacer virtual y la globalización para configurar una nueva sociedad translocal.
La noción de translocalidad había sido utilizada para vincular la fluidez y continuidad de comunidades de migrantes y diásporas (Laó-Montes 1997; 2007). En un contexto translocal, las identidades se afirman como una relación geohistórica, más allá del determinismo geográfico y la colonización de los sujetos. Así, por ejemplo, la puertorriqueñidad (identidad puertorriqueña) no se circunscribe a la isla de Puerto Rico, ni a la independencia política, ni al idioma español, se constituye histórica y culturalmente a través del tiempo y el espacio geográfico. Añado que se crean unos afectos y lazos culturales translocales, que antes fueron cementados por el trasiego humano entre la colonia y la metrópoli (“la guagua aérea”) y hoy son facilitados y potenciados por las TICs. Si bien se crea una nación imaginada (Anderson 1983), que es la base de un proyecto translocal de nación, la translocalidad construye además comunidades e identidades imaginadas y virtuales que transcienden las nacionalidades y las fronteras tradicionales. Otros contextos de comunidades e identidades translocales no nacionales serían la comunidad LGBTTQ, la afrodescendencia, etc.
La nueva organización social
Ferdinand Töonies, formuló la distinción entre comunidad y sociedad–gemeinschaf und gesellschaft, que sería adoptada como modelos ideales de la organización humana por la sociología clásica. Esta dicotomía surgió del debate con los filósofos liberales que argumentaban que antes de la sociedad moderna la gente vivía en estado de naturaleza. Se anteponía a nociones como la de “el buen salvaje”, de Jean Jacques Rousseau, y el “leviatán”, el hombre egoísta y sediento de poder, de Thomas Hobbes (Schluchter 2011).
Töonies argumentaba que antes de la sociedad los seres humanos vivían en comunidades. Estas se definían por como una comunidad orgánicamente solidaria, con tradiciones establecidas, valores compartidos, roles adscritos o predeterminados por género y estrato social, y la subordinación del individuo a la necesidad y el bien colectivo. Típicamente las comunidades se desarrollaban en sistemas de producción agrarias. Por contraste la sociedad, producida por el sistema capitalista y los contextos urbanos, se regía por relaciones interpersonales contractuales, valores aspiracionales (movilidad social), roles no adscritos o predeterminados y la primacía del individuo sobre el colectivo, individualismo. Otras características que diferenciaban la comunidad de la sociedad tenían que ver con la noción de libertad objetiva (de la comunidad) versus la del individuo y las formas de comunicación, oral/personal versus escrita y por vía de telecomunicaciones (teléfono, radio, etc.). (Cuadro1).
Esta distinción entre tipos ideales de organización humana no debe mirarse como una cronología de la evolución social. Tampoco deben entenderse como caracterizaciones puras y mutuamente excluyentes. No obstante, a pesar de las limitaciones de estas tipologías, la distinción comunidad/sociedad –resumida en las primeras dos columnas del cuadro 1– sirvió de base para escuelas como la sociología de la modernización y la sociología del desarrollo económico social. La noción de que el desarrollo industrial se viabilizó por la preponderancia de valores sociales modernos se popularizó desde la obra fundamental de Max Weber, La ética protestante y el espíritu del capitalismo (escrita entre 1904 y 1905) hasta el libro del psicólogo social David McClelland, The Achieving Society (1961); de donde probablemente se originó la noción de que el capitalismo era un “estado mental”.
A partir de la Segunda Guerra Mundial se registraron cambios tecnológicos, culturales, sociales y económicos que afianzaron el camino de la modernidad. La integración de las mujeres a la fuerza laboral en la manufactura, la mecanización del espacio doméstico (lavadoras de ropa y platos, secadoras de ropa, alimentos enlatados y comidas congeladas, refrigeradores, hornos y estufas eléctricas y de gas), amplió el espacio de participación de las mujeres. La secularización, el desarrollo de las telecomunicaciones, la transportación internacional (la introducción del jet en vuelos comerciales), sentaron las bases para los reclamos sociales que “cristalizarían” en las protestas de 1968 (París, Praga, México) así como para la revolución cultural de los “Hippies” y el movimiento pacifista, expresado en el “flower power” y la oposición mundial a la guerra de Vietnam. La democracia como valor, el respeto a los pueblos que salían del colonialismo (respeto a la diversidad), la aspiración a la equidad socioeconómica entre géneros, nacionalidades y etnicidades, y otras, se cultivaron en los movimientos de la contra cultura de los años sesenta. La canción emblema de estos valores sería Imagine (1971), de John Lenon. Estos procesos marcaron el principio del fin de la “sociedad moderna”, como la conocemos, aquí estaban las semillas de la “modernidad líquida” (Bauman 2000). La tercera columna del cuadro 1 presenta un resumen de los atributos de esta nueva forma de la modernidad en comparación con los “tipos ideales” construidos por Töonies.
Desde los años ochenta los científicos sociales observaron y conceptualizaron cambios importantes en los valores y relaciones sociales. A los modelos y construcciones conceptuales de sociedades modernas se opusieron los estudios sobre la condición postmoderna (Lyotard 1987, originalmente 1979) y de sociedades híbridas (García Canclini 1989). En su libro Culturas Híbridas García Canclini explora las sociedades latinoamericanas con una nueva perspectiva paradigmática que cuestiona la noción de sociedades modernas y la modernización en América Latina. Para García Canclini, “La incertidumbre acerca del sentido y el valor de la modernidad deriva no sólo de lo que separa a naciones, etnias y clases, sino de los cruces socioculturales en que lo tradicional y lo moderno se mezclan.” (14) Asimismo, la modernización latinoamericana, más que una fuerza ajena y dominante, que operaría por sustitución de lo tradicional y lo propio, se tradujo en un intento de renovación con el que diversos sectores se hacen cargo de la heterogeneidad multitemporal de cada nación (15).
La heterogeneidad reemplaza la homogenización moderna, la unicidad de los fenómenos sociales se opone a la universalidad, se trata no meramente de culturas híbridas, sino de sociedades híbridas. La formas y relaciones modernas y tradicionales no coexisten, meramente, sino que se entrecruzan produciendo nuevas formas de hacer, saber y relacionarse. La promesa de la modernidad se incumplió, pero en su lugar surgieron culturas y sociedades híbridas, autónomas, vigorosas y distintas. En un movimiento dialéctico clásico, la sociedad moderna llevaba las semillas de su propia superación, que no destrucción.
Modernidad Liquida y Sociedad Translocal
Justo al finalizar el siglo 20, se publicó en inglés el libro de Bauman, Modernidad Líquida (2000) donde sentenciaba el colapso de la modernidad, de su andamiaje cientificista, matemático, universalista, homogeneizante:
“El poder de la licuefacción se ha desplazado del ‘sistema’, a la ‘sociedad’, de ‘la política’ a las ‘políticas de vida’… o ha descendido del ‘macronivel’ al ‘micronivel’ de la cohabitación social.
Como resultado, la nuestra es una versión privatizada de la modernidad, en la que el peso de la construcción de pautas y el fracaso caen primordialmente sobre los hombros del individuo” (13).
La “sociedad moderna” incumplió su promesa de un mundo mejor anclado en la institucionalidad racional, su estructura ha colapsado. El proceso de racionalización burocrática que describía Max Weber dio paso a una clase política interesada en perpetuar su poder que produjo instituciones anquilosadas. El servicio público moderno se convirtió en burocracias ineficientes, y las clases gobernantes en kakistocracias rentistas que convirtieron la cosa pública en “parcelas” clientelistas y los recaudos del estado en rentas para su enriquecimiento. Las maquinarias partidistas y los movimientos populistas corren el estado como corporaciones o haciendas propiedad de claques o mafias. La corrupción, no la eficiencia, así como el lucro y no el servicio, son la norma de la mayoría de los gobiernos modernos. La movilidad social mediante la educación se convirtió en un mito, el trabajo duro como medio para alcanzar metas de bienestar y felicidad también. Ganar más o menos dinero, no depende del trabajo y la educación, depende de la “habilidad” del individuo de “buscárselas”. La sociedad no le debe nada al individuo, el estado neoliberal rompió el “contrato social” keynesiano, pactado por el presidente Franklin D. Roosevelt en su política del “nuevo trato”. Hemos transitado del estado benefactor al estado corrupto, proliferando los narcoestados y los estados fallidos en América Latina, África y Asia. En la sociedad hemos transitado al “hiper individualismo”, poniendo “el peso de la construcción de pautas… sobre los hombros de los individuos”, como dice Bauman (2000,13). Es la era del IPhone, el IMAC, el IPod, la salvación es individual, es el mantra del capitalismo salvaje.
Si nos referimos nuevamente a la tercera columna del cuadro 1, veremos que los valores de esta nueva época –que Bauman llama modernidad líquida y nosotros sociedad translocal– siguen siendo aspiracionales. No obstante, para la generación formada en la modernidad líquida, esto se traduce no en logros por méritos sino en recompensa y notoriedad. La noción de que los logros y la fama son el producto del trabajo duro y la dedicación han sido reemplazados por la noción de que lo que se logra es una recompensa a la cual se adviene, no por mérito ni trabajo, sino como retribución por servicios o astucia política. La meritocracia ha sido sustituida por el “rebusque” político, las redes de amigos, conocidos y la hoja de vida son más importantes que el trabajo y las experiencias. Así, por ejemplo, algunos expertos argumentan que lo más importante de la educación privada son las redes y contactos que se desarrollan y se convierten en redes de negocios e intercambio de favores.
La notoriedad es más importante que la fama, los “influencers” en las redes no son necesariamente lo que en la modernidad se denominaría eruditos o “ciudadanos ejemplares”. El género del reggaetón y la música “underground” es un ejemplo de los nuevos valores de la modernidad líquida. La imaginación y la fantasía individual hipersexualizada del Trap de “Bad Bunny”, no es comparable al imaginario poético-cultural de la “nueva trova” producida por la agrupación “Haciendo Punto en Otro Son.”
Estamos en el principio de una nueva época y, por tanto, del surgimiento de nuevas formas de organización de relaciones sociales. La pandemia del COVID-19 ha llevado al punto de ebullición la mezcla de nuevas tendencias que configurarán esta nueva sociedad. Se avizoran nuevas maneras de entendernos y relacionarnos. No somos futurólogos, pero preliminarmente podemos anticipar algunos cambios:
- La globalización ha creado una sociedad translocal. La capacidad de comunicación y organización humana trasciende el espacio geográfico y los límites de la temporalidad sincrónica. Se trata de la “des-espacialización” (Martín Barbero 2004, 75) de la sociedad y las relaciones humanas. La Internet y la TICs dominarán los espacios de trabajo y entretenimiento. La comunicación digital primará sobre los encuentros cara a cara.
- La brecha digital será un criterio de estratificación más agudo e importante. Esta será una frontera/barrera adicional en el acceso y la distribución de bienes sociales y riquezas. Los flujos informáticos acelerarán las tendencias estructurales de la sociedad (Martín-Barbero 2004, 78).
- Se observa una nueva relación estado/sociedad: el estado asistencialista/benefactor fue desmantelado por el estado neoliberal. Ahora se prefigura un estado que interviene para estabilizar las crisis sociales recurrentes con programas puntuales. Se habla de incentivos y estímulos, no de beneficios. El objetivo es estimular la economía, no necesariamente “proteger” o “asistir” a los individuos a largo plazo.
- Los servicios de transportación, turismo, médicos, limpieza, domésticos, mantenimiento, comercio y centros comerciales serán afectados por la necesidad de distanciamiento físico, la translocalidad y la virtualidad. Deberán articularse nuevos modelos de negocios y nuevas relaciones y condiciones laborales.
- Algunas de las prácticas emergentes antes de la pandemia –compras por Internet, congresos virtuales (webinars), educación a distancia, busca de parejas por internet– se convertirán en prácticas cotidianas preponderantes.
En esta nueva época, la solidaridad es virtual, el mejor ejemplo de esto son los velatorios virtuales y la construcción de comunidades translocales. La materialidad de la existencia se ha reemplazado por un desplazamiento entre el mundo real y el mundo virtual. Así como en la novela Pedro Páramo, de Juan Rulfo, se confunden y entrelazan el mundo de los vivos y el de los muertos, en la sociedad translocal se confunden el mundo material y el espacio cibernético. La institucionalidad se ha licuado, existen comunidades virtuales, imaginadas, en qué espacio geográfico se ubica, por ejemplo, la comunidad LGBTTQ.
La nueva época incorporará y redefinirá tendencias y cambios que ya venían ocurriendo. Algunas de las medidas que se tomaron para evitar la diseminación del COVID-19 se mantendrán como nuevos hábitos, incluso cuando se desarrolle una vacuna (uso de mascarillas, distanciamiento físico). Los viajes al extranjero, los cruceros, los hoteles, los centros comerciales cerrados, deberán reestructurar sus modelos de negocios. Esto no quiere decir que no sobrevivan algunas instituciones y espacios de la modernidad. Habrá que ver qué ocurre con los eventos deportivos y conciertos de masas, los salones de bailes y discotecas. Así como la televisión no desplazó a la radio, ni los libros digitales a los impresos, coexistirán prácticas modernas, premodernas y postmodernas en la nueva sociedad translocal enmarcada en una modernidad líquida.
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*Agradezco a mis colegas de la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras, Luz del Alba Acevedo Lanny Thompson-Womacks y Jorge Giovannetti, así como a mi asistente de investigación Juan K. Astacio, y mi exdiscípulo Luis J. Cintrón Gutiérrez sus importantes comentarios y aportaciones a este trabajo.
Referencias
Anderson, Benedict. 1983. Imagined Communities; Reflections on the Origin and Spread of Nationalism. Londres: Verso.
Bauman, Zygmunt. 2003. Modernidad líquida. México: Fondo de Cultura Económica.
García Canclini, Néstor. 1989. Culturas híbridas, estrategias para entrar y salir de la modernidad. México: Grijalbo.
Laó-Montes, Agustín. 1997. “Islands at the Crossroads: Puerto Rican-ess traveling between the translocal nation and the global city”. In Puerto Rican Jam: Rethinking Nationalism and Colonialism. Editado por Frances Negron-Muntaner y Ramon Grosfoguel, 169-188. Minneapolis: University of Minnesota.
__________. 2007. “Decolonial Moves: Trans-Locating African Diaspora Spaces.” Cultural Studies 21 (2-3): 309-338.
Lyotard, Jean-François. 1987. La condición postmoderna. Madrid: Ediciones Cátedra.
Martín-Barbero, Jesús. 2004. “Mediaciones urbanas y nuevos escenarios de comunicación.” En Las ciudades latinoamericanas en el nuevo (des)orden mundial. Coordinadores, Patricio Navia y Marc Zimmerman, 73-84. México, D.F.: Siglo XXI.
McClelland, David C. 1961. The Achieving Society. Princeton, NJ: D. Van Nostrad.
Schluchter, Wolfgang. 2011. “Ferdinand Tönnies: Comunidad Y Sociedad”. Signos Filosóficos XIII (26): 43-62.