La tevé pública a la que podemos y debemos aspirar
La televisión pública debemos verla como una gran ventana de oportunidades para nuestro desarrollo cultural, para construir ciudadanía, para cumplir con el rol social que los medios comerciales no asumen, para mostrar el talento local que tiene que competir con Pitbull para darse a conocer, para promover contenidos que validen la ética y los derechos humanos, para integrar a la ciudadanía en los contenidos; generar debate, discusión, análisis y reflexiones críticas; una ventana de oportunidad para tener programación sin amarres religiosos ni comerciales, que pueda atender con rigor y profundidad los temas que son tabú en la prensa comercial, como violencia, salud, derechos sexuales y reproductivos, abuso sexual.
Esa es la televisión pública que desafortunadamente hoy NO tenemos. Pero es la que podemos y debemos aspirar a tener. Y solo será posible con un equipo directivo, tanto gerencial como en su Junta, que crea en un proyecto de televisión publica, no de televisión comercial.
La innovación y la calidad de los contenidos audiovisuales son elementos muy importantes en esta ecuación. Una plantilla de empleados desmoralizada, atrincherada, con grandes limitaciones de herramientas para trabajar. Archivos históricos sin aire acondicionado, sin catalogar, o que no se sabe dónde van a parar cada vez que hay un cambio de administración. Cámaras dañadas. Estudios inutilizados, programas de edición obsoletos. Esto es lo que se ha visto en la última década en la Corporación de Puerto Rico para la Difusión Pública.
Hay que hacer una reingeniería interna de la Corporación, de forma sensible, participativa, inteligente, y a la vez decidida. La innovación en los formatos de programas, así como en las formas de gerencia, son elementos indispensables para rescatar el canal público. Se tiene que sentir un cambio profundo y real, tanto al interior como hacia el exterior del canal.
La calidad de los contenidos debe cuidarse, donde no haya estándares de calidad y el contenido sea relevante, el canal debe poner recursos a la disposición para que esa calidad permita que el contenido vaya al aire de forma digna. Tiene que ser un canal proactivo.
Por otra parte, fortalecer la independencia informativa y artística de la Corporación de Puerto Rico para la Difusión Pública frente a las presiones políticas es sin duda una tarea urgente y de alta prioridad.
La mayor parte del equipo de trabajo del programa televisivo Cultura Viva, del que yo fui parte, presentamos en 2005 nuestra renuncia ante la administración del Canal 6 debido a que después de casi cinco años de emisión nos pusieron en un periodo de probatoria, cambiaron la frecuencia con la que íbamos al aire y estuvimos sujetos a varios incidentes de censura. Un programa que se había convertido en referente fundamental de la escena artística puertorriqueña y plataforma para dar a conocer nuevos talentos, para abordar reflexivamente la realidad cultural, social y política del país, que había ganado 12 premios y nominaciones al Emmy, algo nunca antes registrado en el canal público, terminó desmantelado por el juego partidista.
En una instancia, mientras cubríamos como solíamos hacer, las actividades del Instituto de Cultura Puertorriqueña (ICP), hacíamos una transmisión en directo desde La Puntilla y cubrimos a la vez una manifestación de artistas y empleados del ICP que tenían unas demandas a la dirección del ICP y estaban ubicados frente a los portones de La Puntilla. Estábamos en directo cuando una persona de la alta gerencia del canal entró al camión de transmisión e impidió que el reportaje fuera al aire, cometiendo un claro acto de censura. Me lo arrebató de las manos.
En otra ocasión, se nos pidió realizar un programa especial sobre el aniversario del Museo de Arte de Puerto Rico y así lo hicimos. Se hicieron entrevistas con las voces oficiales y la dirección del Museo, y de la misma forma, se entrevistó a artistas y críticos que cuestionaban la visión del museo, como Miguel Rodríguez Casellas, por considerarla elitista, y a personas de comunidades que habían sido desplazadas durante el proceso de expropiación para construir el Museo, como Mary Ann Hopgood. Ese programa logró ir al aire, sin embargo, había programadas varias retransmisiones del mismo y las eliminaron. Enterraron el programa varios metros bajo tierra porque no le gustó a alguien que se trajeran puntos de vista divergentes en un programa “festivo”.
Hay otros ejemplos, de mayor o menos trascendencia, que valdría la pena algún día recopilar. No se trata de especulaciones, de mitos. La censura y la intervención político partidista en el canal es un problema real que hay que atender con seriedad si se aspira a tener una programación de calidad.
Suscribo muchas de las ideas y recomendaciones que se recogen en el Informe para mejorar la televisión pública en Puerto Rico, a cargo del Dr. Luis Rosario Albert(1). En algunos casos, son cosas que ya se han hecho con éxito en el pasado y es cuestión de rescatarlas. Me gustaría aprovechar la oportunidad para hacer un par de propuestas y ser más específica sobre algunas recomendaciones del informe.
Aunque no represento a ningún sector particular, sí es oportuno decir que hay varios elementos que deben tener un espacio en la televisión pública puertorriqueña, con prioridad sobre todo lo demás.
Primero, el periodismo de investigación, mermado en la televisión comercial. Hacer un noticiero de televisión que reproduce comunicados de prensa y cables de noticias, haciendo eco de la prensa comercial, es un ejercicio penoso. La televisión pública tiene la misión de informar, de cuestionar, de explicar, analizar y revelar información que permita que la gente tome mejores decisiones. En este sentido, hacer periodismo de investigación real debe ser una prioridad. Es necesario salir del oficialismo que ya cubren los medios comerciales. El canal debe ser un foro para las iniciativas públicas, pero su programación periodística no puede ser el patio trasero de La Fortaleza.
Organizaciones como la Asociación de Periodistas de Puerto Rico, el Centro de Periodismo Investigativo, entre otros, y las escuelas de comunicación, especialmente la de la Universidad de Puerto Rico, pueden ser aliados muy importantes en este tipo de proyecto.
Segundo, creo que hay que abrir espacio permanente para los documentales producidos en Puerto Rico. Pagados según valen, no como si fueran productos de menor calidad, porque la mayoría no lo son.
Igualmente, los cortos y largometrajes, pues en la isla se ha ido desarrollando una escena de cineastas locales que tienen mucho que decir. Se cae de la mata que los proyectos que financia la Corporación de Cine de Puerto Rico pasen por el canal público, no una, sino muchas veces.
Tercero, la programación comunitaria. Como saben, el auge de las redes sociales y el periodismo ciudadano han cambiado en gran medida la forma en que la gente consume información. Sin embargo, el estado debe hacer una inversión para asegurarse de que los grupos de escasos recursos económicos y las organizaciones de base comunitaria están representadas en la televisión pública, no solamente dando prioridad a la cobertura de sus asuntos, sino ofreciéndoles un espacio sin intermediarios para que sus voces, su estética, sus problemas y propuestas sean escuchados. Para esto, es indispensable un proceso de capacitación y destrezas técnicas, equipo y tecnología. Esto ya se ha intentado en el pasado, desde organizaciones no gubernamentales como Prensa Comunitaria, y rindió sus frutos. Hubo unos aprendizajes que sería importante rescatar. Pero, no fue suficiente.
¿Por qué hacerlo ahora? Por una parte, permitiría al canal tener un ancla en lo local, en lo que pasa en la calle, a la gente que constituye la mayoría en nuestro país, que es la gente en desventaja económica. Por otra parte, se han abaratado los precios de los equipos y la tecnología para transmitir video ha evolucionado.
En el pasado, hubo conversaciones sobre la idea de legislar o establecer mediante reglamento una cuota de programación comunitaria, según se hace en emisoras comerciales con el llamado «servicio publico», para garantizar que esos contenidos llegan y no compiten de forma desigual con producciones de alto presupuesto. Estas conversaciones se dieron durante la pasada administración, cuando el Partido Popular Democrático estaba en minoría, y no avanzaron. La pregunta es si ahora que tienen mayoría absoluta están dispuestos a comprometerse con esto. Claro, sin un programa serio y sólido de capacitación y asistencia técnica a los grupos comunitarios y organizaciones de base, será imposible. Será necesario diseñar criterios, abrir convocatoria de propuestas, garantizar que un grupo amplio de entidades comunitarias la conozcan, asignar presupuesto, y a grabar.
Por último, pero tan importante como los elementos anteriores, el Canal debe hacer una apuesta a una oferta cultural fuerte. Cuando comenzó Cultura Viva se cuestionaba cómo iba a ser posible hacer un programa diario de una hora sobre temas culturales. Cinco años al aire y cada día había que pelear para cortar el libreto, y los grupos culturales se disputaban el espacio. No hay que subestimar al sector cultural del país. Hay que darle foro, en toda su diversidad y amplitud.
La Unidad de Cine y Televisión de la Universidad de Puerto Rico en Río Piedras, que espero que esté en proceso de rescate luego de tanto tiempo desmantelada, debe convertirse en una cantera de producción, con los estudiantes de comunicaciones, humanidades, e incluso de otras facultades, mentoreados por los mejores profesionales y profesores universitarios, generando programación 24/7. Alianzas con el Certificado de Cine de la UPR de Mayagüez, con la Universidad de Sagrado Corazón, la Interamericana de Bayamón… Es grande la tarea que se nos ha ido acumulando.
Creo también que se debe instituir una figura como la del Defensor del lector, que implica que hay un monitor ciudadano dedicado a ver la programación y hacer intervenciones públicas cuando el medio no cumple con las expectativas del público, y en el caso del canal público, con su misión de servicio público.
Igualmente, debe haber una amplia representación comunitaria en la Junta de Directores de la Corporación.
Debe darse alta prioridad a establecer un archivo en línea con la programación. Esta es una tarea que se puede llevar a cabo con estudiantes de varias facultades de la Universidad de Puerto Rico.
Las distracciones, la imitación de la televisión comercial, las ñonerías, la comedia barata, el copy-paste de noticias, las novelas coreanas, fuera ya.
Me parece que hay bastantes consensos sobre lo que debe ser nuestra televisión pública. No hay grandes misterios. Aún dentro de la diversidad que nos enriquece, hay bastantes cosas claras. La pregunta es cuándo, cómo y quiénes lo van a hacer. Hay que sacar el elemento partidista de este proceso, mediante un esquema de evaluación de propuestas justo, completamente desligado de vínculos políticos, familiares y económicos con las administraciones de turno. Y sistematizar e institucionalizar los procesos de selección de programación para que el que viene mas adelante tenga que pasar un proceso de escrutinio justo y razonable.
(1)
Informe sobre la televisión pública digital
Ponencia presentada en el foro La televisión pública y el desarrollo cultural en Puerto Rico, el jueves 17 de octubre, del cual participaron igualmente el investigador Luis Rosario Albert, el productor Eduardo Aguiar, la reportera Mayra Acevedo, la Dra. Lourdes Ramos, directora del Museo de Arte de Puerto Rico, y Aida Díaz, presidenta de la Asociación de Maestros de Puerto Rico.