La tragedia del discurso: relato de cuarentena

A Benjamín Torres Gotay
Cuando comencé a escribir estos relatos de cuarentena, me recomendaron que, como estaba en las revisiones del borrador de mi próximo libro Investigar para transgredir, aprovechará para aplicar los temas incluidos en el libro en los relatos que desarrollara. Uno de los temas que he trabajado con más entusiasmo es el de estudios críticos del discurso (ECD), desde la perspectiva de Teun van Dijk. La propuesta constituyó un gran reto, ya casi terminando la cuarentena, todavía no puedo definir cuál ha sido el discurso más interesante para estudiar: el discurso de los profesionales de la salud, el discurso político, el discurso de los medios de comunicación o el discursos de las redes sociales.Sin embargo, el estudio crítico del discurso (ECD)1 puede llegar a provocar en nosotros a dar una mirada a los discursos con la pregunta ¿cuál es la relación entre el discurso, el poder, la dominación y la inequidad social? Aquí se define la dominación como el ejercicio del poder social por las elites, las instituciones o grupos, que resultan en inequidad social incluyendo inequidad política, cultural, de clase social, etnia, raza y género. Es decir, el ECD es una investigación discursiva que estudia principalmente cómo el poder y las inequidades sociales son promulgados, reproducidos, legitimados y resistidos por el texto y la conversación en el contexto social y político.2,3
Por su parte, el ECD sostiene que los grupos que tienen más poder, mediante sus discursos hegemónicos, pueden controlar los actos y las mentes de los miembros de los grupos sin poder o con menos poder. Porque, como señala Rubén Merino Obregón4 “el modo más sencillo de lidiar con asuntos polémicos de la vida pública es ajustarse a lo que repiten los discursos hegemónicos. Estos parecen delimitar claramente hasta dónde alcanza la luz de lo admisible y la sombra de lo condenable”.
El discurso de los profesionales de la salud es uno de estos discursos hegemónicos, que cómo afirmó Paula A. Treichler5 refiriéndose al discurso médico sobre el VIH/SIDA, no se apoya en una realidad determinada objetiva y científica, sino que reproduce el discurso cotidiano, es decir, lo que la gente hace para describir, explicar y dar significado a los fenómenos relacionados con la salud o enfermedad. Por lo que el discurso médico se ha venido constituyendo en un espacio de mayor control social, ya que la medicina ha sido considerada, la disciplina cuyos supuestos teóricos están basados en el método científico que es considerado el método “correcto” y “objetivo” para llegar a la verdad absoluta. Este poder, que se le ha otorgado a la medicina es lo que legitima los supuestos ideológicos que en sus prácticas permiten la estigmatización de grupos de seres humanos; por lo que Frantz Fanon6 afirmó que la medicina occidental ha sido un instrumento de opresión y como consecuencia, una forma legitimada de estigmatizar a grupos de seres humanos.
A inicios del 1990, yo había realizado investigación sobre el análisis del discurso durante la epidemia del VIH/SIDA, y uno de los trabajos más controvertibles que intenté publicar fue Mitos y metáforas que matan.7 Lo presenté en la Conferencia de Promoción de la Salud en Chile y generó gran discusión. A mi regreso, lo sometí para publicación en tres revista de la Universidad de Puerto Rico, pero porque podía generar controversia, fue rechazado.
Para entonces, el discurso médico promovía el uso del condón como alternativa disponible para aquellos que deseaban ejercer su derecho humano de relacionarse sexualmente con otra persona. El condón adquirió el símbolo de la violación del orden moral y el orden social. El condón era una barrera a la reproducción humana; y la sexualidad socialmente aceptada es aquella que tiene como fin último la procreación. Un ejemplo de la lucha desesperante que la discusión sobre el VIH/SIDA provocó entre la religión y la ciencia fueron las declaraciones del entonces Cardenal Aponte Martínez:
“El profiláctico es una invitación a la promiscuidad, a la infidelidad, a la violencia y a la agresión. Una familia honrada que usa el sexo ordenadamente no necesita esos aparatos. Y si no se han confesado y se han arrepentido, están cometiendo pecado mortal!… ¡Eso es un abuso de lo sagrado! La iglesia no puede ser flexible. Eso es inmoral y dos más dos es cuatro. Yo no quisiera verme en el pellejo de esos que están recetando el condón…! SIDA es igual a homosexualidad, infidelidad, drogadicción… Si te acepto el condón, te tengo que aceptar la cocaína, el robo y todo lo demás…! Qué lindo, carah… qué lindo! Nuestra religión es de una violencia espiritual. Nuestra religión no es para cualquiera. Por eso los católicos seremos menos. (El Nuevo Día, domingo, 16 de enero de 1994).
El texto citado, lleno de violencia, no solo tenía una gran fuerza de opresión para las personas con el VIH/SIDA sino que los profesionales de la salud que recetaban esos “aparatos” eran los culpables de promover un comportamiento inmoral y provocador de desorden social. El discurso de los medios de comunicación sobre el VIH fue un tema estudiado mundialmente; y en Puerto Rico logramos trabajar algunas disertaciones académicas.
Cuando se nombró recientemente el Task Force que asesoraría a la gobernadora durante el manejo de la pandemia contra el coronavirus, observé que conocía a la mayoría de los profesionales de la salud del grupo; algunos de ellos fueron mis colegas, otros mis amigos y otros mis estudiantes. Trabajé en el Recinto de Ciencias Médicas por casi 40 años. Así que me sentí cómoda y tranquila. Sabía que era gente buena, inteligente y seria. Pero de inmediato me percaté que entre los integrantes del grupo no había ningún representante de mi departamento: el Programa de Educación en la Salud de la Escuela Graduada de Salud Pública. Aunque di una temprana voz de alerta entre mis compañeros de facultad, justifiqué dicha ausencia al hecho que estábamos frente a una nueva epidemia de la cual se conocía muy poco. Había que ser muy cautelosos con la información que se brindara al público general. Dos meses más tarde salió el primer cartel de promoción ‘Protégete del coronavirus: evita el contactos con personas enfermas’.
Me enteré que estaban preparando esta campaña educativa, cuando un periodista le preguntó al Secretario de Salud cuál era su postura respecto a dicha promoción, él lo miró sorprendido y respondió que investigaría el asunto. Obviamente, estoy segura de que la persona que elaboró el cartel no había pasado por el Programa de Educación en Salud, porque se hubiera dado cuenta del contenido racista del mensaje.
Teun van Dijk estudió cómo los periódicos corrientes escriben sobre los demás, y qué papel desempeña la prensa en las relaciones étnicas, la propagación de estereotipos y la reproducción de la dominación blanca en general. Encontró que muchas de las características de las conversaciones cotidianas se podían observar también en la prensa. Así, concluye que en la prensa, al igual que en las conversaciones, la selección de los temas principales sobre minorías es restrictiva y estereotipada, cuando no negativa. Aunque reconoció que sus investigaciones sobre el racismo no tuvieron consecuencias importantes, ya que en la investigación sobre la gramática del texto había experimentado falta de interés por parte de los lingüistas holandeses, el estudio sobre el racismo se recibió con completa hostilidad en los Países Bajos. Le fue difícil, casi imposible, conseguir la ayuda financiera para esta clase de investigación. Las élites, los eruditos y los periodistas no querían ser “acusados” de racistas –y menos aún con datos que lo probaran. 8 No obstante, van Dijk 9 afirmó, y lo sigue haciendo hoy que, en este momento, el análisis del discurso de los medios de comunicación tiene un lugar central en el Estudio Crítico del Discurso.
El discurso de los medios de comunicación durante esta pandemia, han tenido momentos de iluminación a través de los discursos del grupo Centro de Periodismo Investigativo, el de Jay Fonseca y aunque con un poco de timidez, pero claro y categórico, el de Benjamín Torres Gotay (aclaro que soy seguidora de su discurso hace muchos años, por lo que puedo estar prejuiciada a su favor).
De otra parte, el discurso político se llevó el premio durante esta pandemia, por haber constituido lo que yo nombraría el gran discurso de la mogolla teórica. Los discursos de la Gobernadora, del Presidente del Task Force, del Secretario de Salud y de la Cámara de Representante han superado los trágicos discursos de la epidemia del VIH/SIDA. Es como si nadie supiese nada de nada: Yo no fui… a mí me ordenaron y seguí instrucciones, les juro por mi esposa y mis hijos que no estuve involucrado en esas compras…
La denuncia del discurso político más contundente la dio Benjamín Torres Gotay en su columna La mano siniestra en el negocio de las pruebas.10 “Los puertorriqueños hemos tenido dos veces en los últimos meses la rara fortuna (o acaso el infortunio) de poder ver personas en o cerca del poder actuando cuando creen que nadie los ve.” “Vimos, sin sorpresa, pero igual, sin resignación, al tal Juan Maldonado decir “el virus fue productivo”, en alusión al patógeno que ayer había enfermado a 5.4 millones y matado a 343,000 en el mundo, incluyendo al menos a 127 en Puerto Rico. El coronavirus, además, ha destruido las economías de incontables países y dejado sin empleo, con ingresos minados y con hambre a millones.” “De todos los ciegos, sordos y mudos a los que esto les pasó por el lado sin hacer ni las preguntas más básicas. … la gobernadora Wanda Vázquez defendiendo el negocio como si fuera la más pulcra transacción realizada jamás en la historia. De las negociaciones con una empresa australiana de terrible reputación. De todos los especuladores, aquí y en el extranjero, que andaban afilándose las garras con nuestros raquíticos recursos”
Pasaron los días de encerramiento… lloramos… nos desesperamos… pensamos… reflexionamos… y nos empezamos a dar cuenta que vivimos en un mundo inequitativo e injusto. Y es en el discurso de las redes sociales desde las que emerge el gran descubrimiento: “éramos todos humanos, pero la religión nos separó, la política nos dividió, el dinero nos clasificó, hasta que un virus nos igualó…” y aunque sabemos que “no estamos en el mismo barco, estamos en el mismo mar, unos en yate otros en lancha, otros en salvavidas y otros nadando con todas sus fuerzas”….y otros que colapsaron en el camino. Nos enteramos también de que en nuestro generoso país, el Secretario de Salud tiene un sueldo mensual de 21,000.00 dólares estadounidenses, y que Mabel Cabeza exjefa de personal del Departamento de Salud ganaba $7,773.00 mensuales, con solo un diploma de escuela superior, y nuestras maestras con bachillerato ganan $1,750.00 y $1,820.00 con maestría.
La apertura nos confrontó con nuevas dolorosas realidades: “si abren los restaurantes, los meseros van a estar casi sin propinas por el flujo de gente e irían a $2.13 o $ 4.00 la hora. Si se niegan a trabajar por equis o ye razón, salvo por excusa médica, el patrono le reporta al desempleo y lo pierde. O sea, la vida de miles de personas $2.13 o $4.00 la hora. Si esto no es esclavitud moderna no sé qué más pruebas necesitan. Recordemos cuando Don Quijote le dijo a Sancho “luchamos frente a un gigante, amigo Sancho… el miedo, la ignorancia y la injusticia…”
El estudio crítico del discurso suscita la necesidad de promover la formación de estudiosos críticos capaces de adoptar una postura sociopolítica explícita, capaces de denunciar a los responsables por su perversión de la reproducción, de la dominación que provocan las inequidades y la injusticia social. Es decir, que reconozcan que nuestra crítica no es un asunto individual sino estructural, y se enfocan en los grupos, instituciones y organizaciones que promueven y reproducen dichas inequidades a través de su discurso.1
El discurso puede servir para criticar, deslegitimar y argumentar en contra de las opiniones y prácticas de los que están en posiciones de poder.12 van Dijk1 ha expuesto en sus escritos y aún hoy reconoce que el estudio crítico del discurso no es una tarea fácil. El éxito se medirá por su efectividad y relevancia, por su contribución al cambio social. Por lo que, la contribución académica puede ser marginal. Porque los verdaderos agentes de cambio son las personas que están involucradas y son sus actos de resistencia los que generan cambios importantes. No obstante, tenemos que reconocer que las académicas hemos evidenciado nuestra presencia en los movimientos sociales. Finalmente, nuestras contribuciones académicas pueden aportar tanto al cuestionamiento y desarrollo de nuevas formas de estudiar el mundo como a nuevas formas de explicarlo.
____________
Referencias
(1) Van Dijk, T.A. (1993). Principles of critical discourse analysis. En Discourse and Society, Vol. 4(2): 249-283. London, Newbury Park & New Delhi: SAGE.
(2) Van Dijk, T. (1999). El análisis crítico del discurso. Anthropos. Barcelona, España.186, septiembre-octubre 1999, pp. 23-36.
(3) Van Dijk, Teun A. (2008). Discourse and Power. Basingstoke and New York: Palgrave Macmillan.
(4) Merino Obregón, R. (2018). Expresiones de lo íntimo y condiciones de lo público. Una lectura de Los rendidos. En José Carlos Agüero, Los Rendidos (págs. 137-153). Lima, Perú: Instituto de Estudios Peruanos.
(5) Treichler, P.A. (1988). AIDS, Gender and Biomedical Discourse: Current Contest for meaning . En Elizabeth Fee and Daniel M. Fox (eds.) AIDS-The Burdens of History. (pp. 190-266). Berkeley, California: University of California Press.
(6) Bulhan, H.A. (1985). Frantz Fanon and the Psychology of Opression. New York: Plenun Press.
(7) Santiago, L.E. (1996). Mitos y metáforas que matan. II Conferencia Latinoamericana de Promoción de la Salud y Educación para la Salud. 13-17 de octubre de 1996. Santiago de Chile.
(8) Van Dijk, T. A. (2006). De la Gramática del Texto al Análisis Crítico del Discurso: Una breve autobiografía académica.
(9) Van Dijk, T.A. (2011). News Analysis– Case Studies of International and National News in the Press. New York: Routledge, Taylor & Francis Group.
(10) Torres Gotay, B. (2020). La mano siniestra en el negocio de las pruebas. domingo, 24 de mayo de 2020. El Nuevo Día.
(11) Van Dijk, T.A. (1993). Principles of critical discourse analysis. En Discourse and Society, Vol. 4(2): 249-283. London, Newbury Park & New Delhi: SAGE.
(12) Wodak, R.; Martin Reisigl, M (2004). Discourse and Racism. En Deborah Schiffrin, Deborah Tannen & Heidi E. Hamilton (Eds.) The Handbook of Discourse Analysis (pp. 372-397). USA, MA: Blackwell Publishing Ltd.