La utopía del “periodista” ciudadano
El concepto se ha extendido y arraigado de tal manera que parece nadar contracorriente cuestionarlo. Lo digo desde el inicio: no estoy de acuerdo, me opongo rotundamente, no acepto, es una utopía el concepto de “periodista ciudadano”.
La omnipresencia y el desarrollo exponencial de Internet y sus “derivados” han contribuido a una mayor participación ciudadana en todas las esferas de la sociedad. El poder de las redes sociales es contundente y cada vez más necesario en las distintas actividades. Paralelamente a finales de los 80 y durante toda la década de los 90, se hizo evidente la necesidad de “modernizar” el papel y la función (demasiado monopolizada) de los medios de comunicación tradicionales.
En el contexto anterior surgió a finales de los años 90 de manera aparentemente espontánea, aunque por supuesto, con la venia de los “viejos” medios, la participación ciudadana activa en el proceso comunicacional que constituye el periodismo.
En los últimos años el reportar, analizar, etc. información (que no es ser periodista) por parte de ciudadanos de manera individual o de grupos de la sociedad civil, ha jugado un papel en ocasiones determinante en delicados y/o graves procesos políticos y sociales y se ha convertido en una actividad cotidiana, donde principalmente los blogs y otras formas individuales de expresión informativa, constituyen la máxima expresión de esa actividad y quizás el principal motivo para la tergiversación del concepto.
En mi opinión, sucedió con el concepto periodista ciudadano lo mismo que con el de medios de comunicación que “impusieron” los EE.UU. En un comienzo, cuando empezó su expansión, no se les llamaba así sino simplemente mass media: medios masivos o de masas. Después, para legitimarlos y afirmar su prestigio, ellos mismos comenzaron a llamarse «medios de comunicación social». Se apropiaron del término «comunicación» (Kaplún, 1988).
Si aceptáramos el concepto periodista ciudadano, en toda su extensión y significado:
- ¿Qué hacemos con los cientos de horas de estudio necesarias, sobre teorías de la comunicación e historia y principios del periodismo, por parte de quienes estudian periodismo?
- ¿Cómo garantizamos en el mundo entero y particularmente en Puerto Rico (donde tenemos problemas de identidad, ya sabemos por qué), el dominio excelente del idioma, que necesitan los periodistas, por parte de los “periodistas” ciudadanos?.
- ¿De qué manera cuidaremos y garantizaremos los conocimientos mínimos necesarios de semiología, fotoperiodismo y metodología de la investigación, en los “periodistas” ciudadanos?
- ¿A partir de qué conocimientos van a incursionar los “periodistas” ciudadanos, en los diferentes géneros y estilos periodísticos?
- ¿Cómo la sociedad, o sea nosotros, vamos a garantizar el cumplimiento de las más elementales normas éticas y los aspectos legales de la comunicación y el periodismo, en el ejercicio de la profesión por los “periodistas” ciudadanos?
- ¿Con qué bases teóricas y metodológicas van a ejercer el periodismo investigativo los “periodistas” ciudadanos?
- ¿Dónde, cómo y cuándo realizarán prácticas profesionales supervisadas por profesionales de experiencia, los “periodistas” ciudadanos, antes de ejercer la profesión?
- ¿Aceptaremos las superficiales “Guías prácticas para ser un buen periodista ciudadano”, que “generosamente” se ofrece en You Tube, como la vía de formación de los ciudadanos para ejercer el periodismo?
- ¿Vamos a enfrentar o complementar la autocracia de algunos medios de comunicación con una especie de anarquía, considerando periodismo a la simple transmisión de información relativamente actualizada; y periodista a cualquiera que reporte dicha información?
Para el catedrático español Enrique Rojas, con quien concuerdo, vivimos en un mundo generalmente “light”, donde los protagonistas son individuos con escasa educación (la cual no puede enseñar ninguna escuela, si en el hogar no existe), extremadamente pragmáticos, frívolos, que lo aceptan todo o casi todo, pero sin criterios propios sólidos, fundamentalmente en su conducta. Algunas de las características del ser humano light son el materialismo desmedido, el hedonismo, la permisividad y el relativismo casi total, entre otras similares (Rojas, 2000).
Llamarle periodista a cualquier ciudadano que reporte, comente, etc., acontecimientos sociales y periodismo a esa actividad que ellos realizan, es también en mi opinión, una contribución al mundo light en el que estamos cada vez más inmersos.
Estoy totalmente de acuerdo con que los ciudadanos participen en el proceso informativo, tengan derecho a reportar a través de plataformas individuales y/o los medios concedan el espacio necesario a algunas de esas informaciones, pero concebir, llamarle y legitimar el que eso sea periodismo y el ciudadano periodista, es una falta de respeto a una profesión tan valiosa e importante, como todas las demás.
Estoy al tanto y reconozco el valioso aporte informativo de algunos individuos o grupos ciudadanos en procesos sociales, políticos y económicos recientes. Sé que en muchos países han sido decisivos, pero eso no es periodismo.
A nadie se le ha ocurrido denominar, ni mucho menos conceptualizar como médico ciudadano, a la abuelita de la familia o a la vecina que muchos tenemos y que con frecuencia nos diagnostican y “recetan” ante un malestar de salud; resultando siempre certeras tanto en el diagnóstico como en el medicamento o remedio que recomendaron. Tampoco hemos llamado psicólogo ciudadano al familiar, amigo o vecino, que generalmente nos escucha y aconseja muy acertadamente cuando les compartimos o consultamos nuestros problemas emocionales y/o psicológicos.
El modelo participativo de comunicación que incluye al periodismo, que no nos fue impuesto desde el norte (menos mal) y del cual con orgullo para nosotros, son propulsores algunos importantes teóricos latinoamericanos como Mario Kaplún, Jesús Martín Barbero, Luis Ramiro Beltrán, Ricardo Noseda, entre otros, postula la participación ciudadana en el proceso comunicacional, pero no deliberada, ni anárquicamente, sino sobre bases teóricas sólidas, lógicas y con un conocimiento social histórico importante, como para no caer en los errores del pasado.
Reitero que no me opongo, es más aplaudo y promoveré desde mi posición de comunicador y profesor que los ciudadanos participen en la actividad comunicacional y periodística publicando en sus propios medios y/o enviando información a otros y trasmitiendo sus criterios. También reitero que por principios y ética profesional no acepto el concepto de periodista ciudadano y continuaré con mi campaña contra el mismo, en los salones de clases y en cuanto foro me sea posible.
No me interesa anotarme la paternidad del término correcto para denominar a la actividad informativa que realizan los ciudadanos. Quizás no sea tan importante cómo le llamemos, sino estar claros de que eso no es periodismo, ni mucho menos ellos, periodistas. Sobre el tema cada vez hay más preguntas, lamentablemente muy pocas respuestas.
Referencias:
- Kaplún, Mario. El comunicador popular. Ediciones CIESPAL. Quito, 1985.
- Rojas, Enrique. El hombre light. Editorial Planeta. Buenos Aires, 2000.