Las dos sequías
Si bien no había sido anunciada oficialmente, en realidad la sequía comenzó hace unos meses atrás. Las lluvias han amainado desde enero de este año y consistentemente los cuerpos de agua que sirven de fuente de extracción han reflejado bajas significativas en sus caudales. El cambio climático y la recurrencia del fenómeno de El Niño en el océano Pacífico sugieren, hasta ahora, que los patrones climatológicos mantendrán una tendencia a una reducción en la precipitación en lo que resta del 2014. Todo indica que estamos frente a un evento de sequía severo. Pero lo que lo puede hacer grave es la otra sequía.
Las sequías en sus diferentes grados son parte de nuestro entorno natural y se presentan con cierta recurrencia. El último evento de sequía severa ocurrió hace exactamente 20 años y uno de sus resultados fue la construcción del Superacueducto del Norte, el cual motivó una gran polémica. Algunos sectores planteábamos como prioridad reducir las pérdidas de los sistemas de distribución de agua potable de la Autoridad de Acueductos y Alcantarillados (AAA) antes de gastar millones de dólares en infraestructura nueva. El Superacueducto terminó costando casi el doble de lo que originalmente se anunció y fue uno de tantos proyectos preñados por la corrupción durante la gobernación de Pedro Rosselló, como arrojaron investigaciones posteriores. Más adelante tocaremos nuevamente el tema del Superacueducto. Pero volvamos a las sequías.
La otra sequía es la que provocan, por un lado, el manejo ineficiente de los cuerpos de agua por la AAA y su infraestructura, y por otro, los errores cometidos por las agencias que otorgan permisos y tienen la responsabilidad de velar por la planificación del país, todas amarradas por políticas desarrollistas y cortoplacistas. La matemática es bastante clara. Veamos.
Como si fuera algo endémico, por décadas las pérdidas de agua en los sistemas de la AAA asciende a cerca de un 60%. En lenguaje técnico, se trata de agua no contabilizada. En lenguaje sencillo quiere decir que, de toda el agua que produce la AAA, sólo se factura el 40%. El restante (60%) se “desconoce” su paradero. Distintos estimados reconocen que de ese 60%, la mayor parte corresponde a agua que se pierde por salideros y la infraestructura deteriorada. Entonces, las pérdidas pueden representar hasta 300 mgd. En consecuencia, para poder atender la demanda de agua de sus clientes la AAA tiene que extraer de los cuerpos de agua millones de galones adicionales para compensar las pérdidas. Esa extracción adicional, en periodos de baja precipitación, tiene el efecto de agotar en poco tiempo la capacidad de las fuentes de abastos.1
La situación se complica cuando además se excede el rendimiento seguro de los embalses.2 Los datos nos permiten apreciar lo que esto implica. En el caso del embalse Carraízo su rendimiento seguro es de 63 millones de galones diarios (mgd) sin embargo se le extraen normalmente 100 mgd. Es decir, se excede sobre el 60% de su capacidad. Situación parecida ocurre con La Plata y prácticamente con todas las fuentes de abastos. Un factor adicional se añade a este escenario: la sedimentación de los embalses. Nuevamente los datos son elocuentes. Por ejemplo, Carraízo ha perdido sobre el 30% de su capacidad a pesar de que fue dragado a mediados de los años noventa. El embalse de Dos Bocas ha perdido cerca del 60%, Caonillas sobre el 22%, entre otros. Si bien la sedimentación es un proceso natural, las construcciones y los pobres controles de erosión en las partes altas de las cuencas aceleran y agravan el problema.
Es evidente que no tiene que ocurrir una sequía climatológica para que aflore la “otra sequía”. Tan sólo una reducción en la precipitación de varias semanas es suficiente para que los embalses reflejen una merma significativa en sus niveles.
De las dos sequías, la peor es la del mal manejo de las fuentes de abastos y las deficiencias de la infraestructura de agua potable. La reducción en lluvia puede aliviarse con una vaguada, un sistema tropical o una tronada que produzca varias pulgadas de precipitación. En cambio, la “otra sequía” tomará tiempo paliarla. Lo grave ha sido, que las decisiones de política pública han favorecido el mal manejo del recurso agua. Así las cosas, en lugar de establecer planes de altísima prioridad para atender las pérdidas de agua y el manejo errático del uso de terreno en las cuencas hidrográficas, se ha optado por ampliar la oferta mediante la construcción de más infraestructura, todo sobre la promesa de una falsa seguridad. Y aquí es bueno recordar la frase “quien no puede con lo menos, no puede con lo más”. Esa fue la advertencia que hicimos cuando se propuso la construcción del Superacueducto. Entonces, se nos dijo que su construcción garantizaría abastos seguro aún en periodos de sequía. Lo que ocurrió fue que se abandonó como prioridad atender las pérdidas en los sistemas de la AAA. Hoy, a 20 años de la última sequía, con todo y Superacueducto y otras fuentes de abastos construidas, enfrentamos el racionamiento del agua potable.
En esta ocasión esperamos que se corrija la ruta equivocada y se dirijan los esfuerzos y la gestión gubernamental, como debió haber sido siempre: corregir las pérdidas en los sistemas de abastos y distribución, hacer un uso adecuado del suelo, proteger las cuencas hidrográficas y mantener una campaña educativa constante de ahorro y uso responsable del recurso agua.
- La extracción excesiva puede tener como consecuencia afectar los flujos ambientales y poner en riesgo la biodiversidad asociada a los cuerpos de agua. [↩]
- Según el Plan Integral de Recursos de Agua, el concepto de rendimiento seguro se define como “la cantidad de agua que puede ser extraída de forma confiable y sin producir una escasez intolerable aún durante la sequía más intensa.” (DRNA, 2008, pag. 343 [↩]