Lizbeth Román estrena un video saltarín
Rubén Blades, sentado a una mesa de espaldas a un ventanal en el East Harlem Café, recuerda a su amigo Catalino “Tite” Curet Alonso. Es media tarde y de fondo se entrechocan tazas y platos, porcelana en su eterno repicar. El video está en YouTube. Blades, imitando el hablar tímido y pausado de don Tite, nos regala una frase del maestro a modo de mantra.
–Rubén, acuérdate de algo. Los boleros se escriben cuando el amor comienza y cuando el amor termina.
A tal sazón, en el medio parece no haber nada. O tal vez sí y estemos nosotros, tanteando en una loseta la banda sonora de nuestra biografía amorosa. A este panorama, se suma una voz. Lizbeth Román y los duendes invisibles lanza por estas horas algo que es un bolero y no. Se trata de un “Bolero saltarín” y que ahora cuenta con un video de la mano de la propia Lizbeth, quien se estrena como directora de un tema de su autoría. La edición y dirección de fotografía llevan el sello de Eric Rojas.
Vale la alegría escuchar a Lizbeth porque las melodías que inventa reverberan. Son, a partes iguales, ungüento y “agüita de ajonjolí”, al decir de Tite. Su “Bolero saltarín” da cuenta de ello. El sencillo pertenece a su disco en directo “La otra ruta”, grabado en la ciudad de Nueva York, el cual contiene trece temas y en el que participan Enrique ‘el Peru’ Chávez, Ariel Robles y Andrés ‘Kino’ Cruz.
Pero, a todas luces, ¿qué cosa es un bolero? “Una canción de entrañas”, dice esta cantora y teatrera. Precisamente de ahí nace, no solo su bolero, sino todo lo que nos entrega con ese registro tan suyo que lo mismo arrulla o arrasa con fuerza volcánica. Un bolero es también, parece decirnos su video musical, una casa vacía. En él vemos a una niña (Sarah Dalilah Cruz) asumir la ausencia del ‘ser amado” en una casa sin techo ni paredes frente al mar. Pienso en unos versos de la polaca Wislawa Szymborska.
Aquí había alguien que estaba y estaba/
Que se fue e insistentemente no está.
La niña del video, sin embargo, lejos del dolor asume en tono ‘saltarín’ la ausencia irremediable. Baila su herida.
Y ahora que te fuiste/
quizá una boca me dará tu amor.
A pulmón nos llega esta belleza breve. Tres minutos y diecisiete segundos como un canto a las cicatrices para tantear en una loseta también lo que comienza.