Los estadistas en su laberinto
El Partido Nuevo Progresista y los estadistas se hallan de cabeza en un laberinto descomunal. Hubiera podido titular este ensayo “El gobernador en su laberinto”, y así parodiar de más cerca el título de la famosa obra de García Márquez sobre Simón Bolívar, pero en realidad el gobernador Rosselló Nevares tiene otro laberinto más complejo, propio de su cargo como “gobernante teatro” (performer) en el Puerto Rico de hoy. El laberinto al que se refiere este ensayo es el que viven los propios estadistas que se quedaron a residir en Puerto Rico, en lugar de irse a hacer su “estadidad personal” a alguno de los 50 estados de Estados Unidos. Y la descripción de las contradicciones y recovecos de ese laberinto, no la haré mediante análisis especulativo, sino más bien por medio de una reflexión de lo que dicen los datos emitidos por los propios estadistas en la oleada de entrevistas profundas dirigidas por mí desde la UPR, Río Piedras, en el año de 2015. Recordemos que ya para 2015 quedó bien sabido y demostrado que el Congreso no tenía ningunas probabilidades de hacerle el más mínimo caso al planteamiento de estadidad reclamada por el PNP y su entonces comisionado residente Pedro Pierluisi. Recordemos además que esas entrevistas se realizaron durante los meses de marzo, abril y mayo, y de octubre, noviembre y diciembre de 2015, cuando estábamos en el segundo año del cuatrienio PPD dirigido por Alejandro García Padilla. La investigación proveyó adiestramiento a los estudiantes en la metodología de las entrevistas profundas con sondeos y siguió estrictamente las disposiciones de CIPSHI (el IRB de la UPR) sobre los derechos que se le reconocen a los humanos. Cada entrevista tiene una hoja de Consentimiento Informado firmada por el entrevistado o entrevistada y tanto las hojas como las entrevistas y sus resultados están bajo mi custodia. Para refrescar la memoria a los lectores, en la oleada de 2015 hubo unos 263 entrevistados que se dividieron así, según la primera preferencia de estatus político que expresó libremente cada uno de ellos y ellas: 59 estadistas, 47 favorecedores del ELA TERRITORIAL sin cambios —o con cambios menores que no lleguen a una soberanía puertorriqueña—; 69 soberanistas de la libre asociación (poco más de la mitad de ellos se confesaron populares), 19 independentistas que prefieren como primera opción la independencia con tratados especiales de ayuda y protección con EE.UU.; y 68 independentistas “totales”, quienes tuvieron como primera preferencia la independencia total de Puerto Rico, en amistad con Estados Unidos, pero sin tratados especiales con la ex metrópoli.
Muchos de los resultados eran predecibles, pero otros fueron bastante sorprendentes. O por lo menos indicaron tendencias en 2015 que muchos observadores de la vida política puertorriqueña no habrían previsto de esa manera. Es por esta combinación de rasgos predecibles y de tendencias sorpresivas que entendemos que los estadistas de Puerto Rico andan metidos en un gran laberinto. Además, al compararles con sus adversarios de siempre, los populares conservadores que sustentaban todavía en 2015 el ELA territorial —a pesar de sus crisis ostensibles— se descubren tendencias interesantes no solo para el PNP y los estadistas, sino hasta para los soberanistas e independentistas.
El análisis de este estudio conllevó crear sub-categorías de estadistas, de estadolibristas conservadores, de los autonomistas soberanistas de la libre asociación, y de los independentistas de ambos tipos: los que prefieren intermediarla con tratados especiales con EE.UU. y los que buscan solo amistad y cooperación con EE.UU. desde la más plena independencia posible. Estas sub-categorías se han creado, no por especulación ni por observación del discurso de los líderes, sino a partir de las respuestas de los entrevistados, en este caso primordialmente de los 59 estadistas. Personas de diversas profesiones y edades, de ambos géneros y residentes en diversas regiones del país. Plantearé para cada grupo de preferencia de estatus dos tipos de sub-categorías. La primera se basa en la razón primordial que ofreció cada persona para apoyar su fórmula de estatus preferida como “primera preferencia”. Es importante saber que para los estadistas solo el 6.7% insistió en la estadidad como primera y única preferencia. La mayoría de ellos, un 5.0% insistió en ella como única preferencia y un 1.7% adicional expresó lo mismo pero con la idea de irse a vivir a alguno de los 50 estados de Estados Unidos. Esto compara con el 19% entre los populares conservadores del ELA como está, que insistieron en no cambiar ese estatus por ningún otro, el 12% de los libre asociacionistas, el 11% de los “independentistas con tratados especiales” y el 22% de los independentistas “totales”, todos los cuales alegaron tener una única preferencia de estatus. Ya de entrada observamos que los estadistas son el grupo de preferencia de estatus con menor insistencia en la fórmula que dicen defender. Si la estadidad recibe un rechazo en Washington, que sea bastante claro, la inmensa mayoría de los estadistas se mueve a otra cosa. ¿Por qué? ¿Por despecho? Ya veremos las posibles explicaciones de este fenómeno más adelante.
Se han creado también sub-categorías de estadistas, estadolibristas conservadores, soberanistas de la libre asociación, independentistas con tratados e independentistas totales con base en la conjunción de sus respuestas en las entrevistas a dos preguntas medulares: (1) Si su estatus de preferencia se demostrara imposible de lograr o mantener, ¿cuál sería su segunda preferencia de estatus entre estas mismas categorías de opciones posibles? Y (2) entre esas mismas categorías de estatus, ¿cuál es la más lejana a su forma de pensar, la que usted nunca apoyaría? Por supuesto estas preguntas fueron sucedidas de sondeos para investigar los por qué, las justificaciones o explicaciones de los encuestados para seleccionar “X” opción como su segunda preferencia y “Y” opción como la que jamás apoyarían. De toda esta información valiosa —nunca preguntada a los puertorriqueños en las encuestas superficiales y acomodaticias que hacen los partidos o los medios de la prensa comercial del país— derivamos también sub-categorías de estadistas, estadolibristas conservadores, soberanistas de la libre asociación, independentistas con tratados especiales e independentistas tradicionales. Esto significa que, aunque voten por un mismo partido o por distintos partidos, en todos estos grupos de preferencia de estatus existen diferencias internas suficientes como para observar dos o más sub-grupos o sub-clases, ya sea de estadistas, de estadolibristas conservadores, de soberanistas de la libre asociación, de independentistas con tratados y de los “independentistas totales”.
Concentramos en los estadistas. Veamos las distintas sub-categorías de estadistas que pudimos descubrir entre los 59 estadistas de la muestra de 2015.
Las sub-categorías de los estadistas según su razón principal para tener la estadidad como primera preferencia
El tema de las razones por las cuales las personas en Puerto Rico dicen apoyar una opción de estatus político es importante por cuanto permite distinguir las razones válidas —o que tienen alguna prueba de sustentación en datos o conocimientos correctos— de aquellas que son fantasías, construcciones mentales que se han tomado como propias, producto de repetición acrítica de lo que dicen algunos políticos, o producto evidente de la ignorancia. Estas últimas, cuando se sustentan en algún colectivo, como lo son los partidos, obedecen a las presunciones teóricas de la conocida teoría de los “auto-engaños colectivos” que podríamos llamar también de los “espejismos compartidos”, lo que en inglés se conoce como “the collective delusions theory”. (Véase The New York Times, viernes, 3 de marzo de 2017). La presunción principal de esa teoría es una realidad comprobada científicamente: los procesos mentales o intelectivos del cerebro humano destinados a comprender la realidad, para entender verdades, son similares a los procesos que se utilizan para creer en estos engaños colectivos, espejismos o “alucinaciones grupales”. La fuente de ambas es que alguien, muy a menudo algún líder político o funcionario de gobierno, un partido, una iglesia o congregación religiosa, un grupo cívico, o algún formador —o deformador— de la opinión pública en la prensa u otros medios, planteó el engaño como realidad y el mismo se difuminó y repitió en el espacio público sin haberse constatado. Así se convierte en una “supuesta verdad” o “realidad” para la generalidad de los integrantes del grupo que ha aceptado, emitido o difuminado ese mensaje. Se torna en una especie de sammenl Wahn, como las que producían a propósito los dirigentes y propagandistas del Nazionalsocialist Partei alemán, bajo la presunción de que una mentira que se repite muchas veces se convierte en una verdad en las mentes de las “unwissenden Massen”, es decir de las masas ignorantes. Este fenómeno de las “collective delusions” se observó en todos los grupos de preferencia de estatus, ya que todos ellos construyen algunas “realidades” a base de “wishful thinking” más que a base de lo que se va comprobando sobre posibilidades reales sobre los diversos escenarios de estatus político futuro para Puerto Rico. Conocer la existencia de estas fantasías permite dos cosas:
1) Distinguir la paja del grano en el discurso público de los grupos y partidos, para así poner a prueba lo que son verdades comprobables y distinguirlas de las ilusiones colectivas; y
2) Si se desea contribuir a un proceso de reflexión nacional y de educación política, permite demostrar por qué las ilusiones colectivas lo son, y por lo tanto, no se corresponden con la realidad constatada.
Aclarado el punto teórico y el marco conceptual desde el cual se analizan en este ensayo las razones o “justificaciones” para tener como primera preferencia de estatus una u otra opción, pasamos al análisis de las que se hallaron entre los estadistas. Como se ve del Cuadro 1, la pluralidad, la razón más mencionada, con 21.5% de las menciones, es la del bienestar económico. En un aspecto también, la quinta categoría, con el 7.7% de las menciones va también por ese lado. El sentido en que se usó que “Estados Unidos mantiene a flote a Puerto Rico” fue, en parte, económico, aludiendo a lo que los estadounidenses llaman el “safety net” que supuestamente Estados Unidos le provee a Puerto Rico. En 2015 los estadistas no tenían por qué saber lo que iba a estar ocurriendo en 2017 con la Junta de Control Fiscal, ciertamente. Pero ya desde hace un tiempo ha habido evidencias bastante claras de que Estados Unidos no se ocupa, en estos tiempos, del desarrollo económico de Puerto Rico. Ni tampoco mueve los hilos del aparato político federal para promover internacionalmente una buena economía, progreso y mejor comercio para Puerto Rico. Los estadistas tienden a pensar que todo eso vendría con la estadidad. Pero el laberinto mental en el que andan metidos se comprueba no solo por las predicciones negativas para la economía de Puerto Rico en la estadidad federada emitidas en el mismo 2015 por la General Accounting Office de Estados Unidos, sino porque parece bastante evidente que la gran potencia del norte no se movía en 2015, ni mucho menos se mueve ahora en 2017, en eso de asignarle prioridad sensible al progreso y desarrollo económico de Puerto Rico. Resulta bastante claro que si Estados Unidos tuviese un plan de “estadidad federada para Puerto Rico” no solo habría incorporado ya al “territorio no incorporado” —que nos repiten cada año que somos (dando también la definición de que un territorio no incorporado is not intended to become a state)— sino que estaría tomando pasos certeros, no solo para resolver la crisis fiscal de Puerto Rico, sino para diseñar e implantar un nuevo modelo de desarrollo económico para el país adaptable a estos tiempos. No existe evidencia empírica de nada de eso, ni existía tampoco en 2015, pero los estadistas puertorriqueños tenían la ilusión colectiva de que la cercanía a Estados Unidos significaría mejor economía, estabilidad económica y más progreso, como si el desarrollo económico se obtuviera por una especie de ósmosis política. Podríamos recordar la inestabilidad económica que vivieron muchas familias estadounidenses durante la gran crisis de 2007-2008 y cómo esta afectó mucho más a los habitantes negros e hispanos que a los blancos anglosajones, como demostró el Pew Hispanic Research Center. (Véase: http://www.pewhispanic.org) De modo que esa expectativa de desarrollo económico tuvo para los encuestados estadistas naturaleza de “varita mágica” o la revelación para nosotros de una inferencia equivocada o non sequitur: “Estados Unidos es rico y poderoso, por lo cual siempre tiene estabilidad económica y todos vamos a tener mayor estabilidad económica con la estadidad, porque mientras más arrimados a ellos, pues mejor”. Algunos pocos llegaron al extremo de presumir que en la estadidad federada el Gobierno Federal “nos pagará la deuda”, cosa que NO ha ocurrido en las jurisdicciones estadounidenses con crisis fiscal.
La segunda razón más mencionada (13.8%) tiene más anclaje en la realidad, por cuanto la estadidad federada supone el voto por el Presidente y también la elección de senadores y de congresistas a las cámaras legislativas federales. Solo vemos un elemento de ilusión colectiva: la presunción de que eso traerá la “igualdad” dentro del sistema político y social de Estados Unidos de América. Eso sí ya es una suposición alucinante, pues toda la evidencia indica que tanto los puertorriqueños como los demás hispanos que residen en Estados Unidos en la estadidad federada tienen una representación muy restringida en el Congreso estadounidense, tanto en número como en poder político. El gerrymandering de la supremacía racial blanca se encarga de dibujar distritos para garantizar una representación hispana mínima, pero que tampoco llegue a reflejar en los organismos de poder su verdadero peso poblacional ni social. El que dude de esto puede consultar las amplias investigaciones científicas realizadas al respecto por el Pew Hispanic Research Center. No todos los estadistas alucinan en cuanto a esto y se demuestra en el hecho de que solo hubo 2 menciones diferentes alusivas al logro de la “igualdad”. Aunque el tema de la “igualdad” es central al discurso y al ícono político del PNP, muy pocos entre nuestros 59 estadistas entrevistados lo señalaron como una razón principal para ser “estadistas”. Es evidente: la “guagua aérea” no hace fácil mantener un mito que puede ser desbancado —y a menudo lo es— por los boricuas residentes en EE.UU. que regresan en la llamada “migración de retorno” o que vienen de visita al país para ver a sus familiares.
Las otras dos menciones de importancia fueron querer salir del ELA territorial y el ver la estadidad como lo más conveniente, viable o lógico para lograrlo (9.2%) ,y la de ser estadista porque la estadidad haría a Puerto Rico parte de la nación más poderosa del mundo lo cual a muchos estadistas, colonizados al fin y al cabo, les provee una gran seguridad (7.7%). Un 6.2% de las menciones se refirió a que Puerto Rico ya es muy dependiente y como, según su entender, la independencia no se puede, pues tiene que ser la estadidad la solución. Y otro 6.2% demostró apego al sistema democrático, a la ciudadanía y al marco constitucional federal de Estados Unidos. A no dudar, todo eso tiene tantos defectos como virtudes en Estados Unidos, pero los estadistas tienden a enfocarlos siempre por el lado virtuoso. ¿Qué pensarán de la llamada “democracia estadounidense” en 2017, luego de ver el ascenso de Donald Trump a la presidencia y de ver cómo el Congreso le impuso a Puerto Rico una Junta de Control Fiscal no electa y con poderes dictatoriales frente al propio “gobierno” del PNP? Eso es parte del misterio en el intricado laberinto de los estadistas. No es de extrañar que muchos vivan “en negación” ante tan palpables deficiencias en la llamada “democracia estadounidense”, en la cual —por segunda vez en el siglo XXI— llegó a la presidencia un candidato que obtuvo menos votos populares que el derrotado (en 2000 Al Gore y en 2016 Hillary Clinton).
A partir de los datos del Cuadro 1, hemos clasificado a los estadistas puertorriqueños en varias categorías según su principal razón para apoyar la estadidad como primera preferencia de estatus. Las categorías son las siguientes:
- Los estadistas por conveniencia económica; que son los que privilegian razones de progreso, desarrollo o estabilidad económica y los fondos federales;
- Los estadistas por la participación política jurídicamente igual;
- Los estadistas primordialmente anti-colonialistas quienes desean salir del ELA territorial y del colonialismo y ven la estadidad como “tabla de salvación” para eso;
- Los estadistas de la “teoría del derecho a la estadidad”, ya que consideran la estadidad como un “derecho” de todo ciudadano estadounidense, lo cual ya sabemos que es falso, pero ellos lo creen así;
- Los estadistas pro buen gobierno y menos corrupción;
- Los estadistas por costumbre o “by default”, que son los que apoyan la estadidad por ser una “costumbre” ya inveterada en ellos o porque la independencia “no se puede”, y, de ahí que la estadidad sea para ellos “la única opción descolonizadora realista”.
Cuadro 1
RAZONES PRINCIPALES PARA PREFERIR LA ESTADIDAD FEDERADA COMO PRIMERA O ÚNICA PREFERENCIA
(Respuestas Múltiples Diferentes)
Comentamos sobre las últimas tres categorías derivadas, que aunque menos frecuentes como primera razón, hacen parte del “imaginario estadista”. En primer lugar, está la teoría del “derecho a la estadidad”. Ese supuesto derecho no existe por ningún lado. Sí existe el derecho a la autodeterminación nacional, pero aún si los puertorriqueños votaran por amplia mayoría a favor de la estadidad, ese derecho puertorriqueño a la autodeterminación choca con el de Estados Unidos. Este último país es también una nación, con su propio derecho a su autodeterminación nacional. Nadie puede imponerle al Congreso estadounidense que admita como estado un territorio que el propio Congreso no ha incorporado con el propósito expreso de no transitarlo hacia la estadidad federada. La cláusula territorial de la Constitución estadounidense da pleno poder soberano al Congreso para decidir sobre los territorios, con lo cual el Congreso, si no está interesado en que un territorio no incorporado sea estado, sencillamente no lo incorpora, como he hecho con Puerto Rico. Y si dicho territorio insistiera en la estadidad federada, el Congreso tiene derecho a incorporarlo o no, según su voluntad política. Una alternativa es “disponer del territorio” como hizo el Congreso en el caso de Filipinas, y de ahí a la independencia de Puerto Rico sería solo cuestión de un proceso de transición. Algunos estadistas, sin embargo, se han tragado la píldora falsa de que porque el Congreso nos hizo ciudadanos estadounidenses por nacimiento en los años cuarenta, está obligado a concedernos la estadidad si la pedimos. Eso es totalmente equívoco porque la ciudadanía estadounidense es un asunto personal, individual, entre una persona natural y la persona jurídica llamada Estados Unidos de América. Es por eso que no se le puede quitar la ciudadanía estadounidense sin su consentimiento a un ciudadano una vez se le ha otorgado la ciudadanía por la autoridad federal. Y es por eso también que muchos puertorriqueños estadistas han optado por la única estadidad que hace posible la condición de territorio no incorporado del ELA en la cual, además, sus habitantes son por nacimiento ciudadanos de Estados Unidos. Esa estadidad es lo que yo llamo la “estadidad personal”. El puertorriqueño se muda a vivir al alguno de los 50 estados y ya vive en la estadidad, nunca es la propia, nunca la de Puerto como país, ya que eso contradice la voluntad del Congreso de mantenernos como territorio NO incorporado a la federación, sino que se muda a la estadidad de otros: de los floridanos, o de los neoyorquinos, o de los texanos o de los californianos. Esa es la única estadidad a la cual dentro del marco constitucional y legal vigente tienen derecho, como individuos, las personas nacidas en Puerto Rico. De modo que suponer un derecho a la estadidad federada para todo el país porque somos ciudadanos individuales de Estados Unidos, es no entender nada del federalismo estadounidense ni de la relación que ha tenido por largo tiempo Puerto Rico con el gobierno federal de esa nación. Es pues una de las “alucinaciones colectivas” comunes entre los estadistas.
La otra alucinación es solo parcial, ya que puede tener por lo menos algún anclaje en la realidad político-jurídica de Estados Unidos y de nuestro país. El estadista que en esto cree observa que Estados Unidos es un país menos caótico y mejor organizado que Puerto Rico. Esa premisa es cuestionable en muchas áreas de la convivencia como se ve de la matanza frecuente con armas de fuego y el acceso a balas y municiones en un Walmart o un K-Mart cualquiera en Estados Unidos, de los sucesos en Ferguson contra ciudadanos negros, y de la separación de familias hispanas mediante la deportación de algunos. Pero el estadista observa, con alguna razón y base empírica, que específicamente la administración pública del gobierno federal estadounidense es más efectiva que la administración pública en Puerto Rico. Imaginan además que los federales permiten mucho menos corrupción político administrativa en los estados federados porque, al ser estados, los vigilan “más de cerca”. Y reparan además en el hecho innegable que fallas en la policía y en la justicia del sistema territorial de Puerto Rico son a menudo corregidas por “los federales” que en eso de perseguir el crimen y hacer justicia son “mejores que los puertorriqueños” (a pesar de que quienes dirigen el FBI en Puerto Rico son puertorriqueños). Para nada toman en cuenta estos estadistas que la llamada “justicia” en los estados federados funciona mucho mejor para proteger a los blancos anglos que a los negros o hispanos. Y, otra vez, hay datos del Pew Hispanic Research Center que lo demuestran. Para nada toman en cuenta que los federales son los que persiguen a los narcos en Puerto Rico, pero estos cada día son más poderosos y muchos escapan a su control. En Puerto Rico —y en los estados federados entre los propios estadounidenses— es cada vez más común la idea de que el gobierno “ha perdido la guerra contra las drogas”. Algunos estadistas olvidan todo eso y subrayan solamente que Estados Unidos es un país mejor organizado que Puerto Rico y que tiene menos corruptos y “vagos” en su administración pública. De ahí que concluyen que en la estadidad federada estaríamos mucho mejor porque “los federales” no permitirían en ese estatus los desmanes que no han controlado hasta la fecha, totalmente, en Puerto Rico. O como dijo un joven estadista: “con la estadidad llegamos a un país ya hecho y no tenemos que pasar por organizar un país propio, como en la independencia”. Este tipo de “razonamiento” es parte del síndrome de la indefensión aprendida del colonizado, por supuesto. Los colonizados siempre se juzgan a sí mismos o a la mayoría de sus compatriotas como inferiores, más desorganizados, más corruptos o más caóticos que los personeros de la metrópoli. Como señalé antes, hay algo de verdad en que fallos del gobierno territorial se corrigen luego por el gobierno federal, como en algunos casos intervenidos por la justicia federal. Otros, sin embargo, han quedado impunes, sin atención federal. Y los estadistas juran que la estadidad traerá esa mayor atención.
Finalmente, está la “ilusión colectiva con la costumbre”. Parecería que muchos boricuas se consideran a sí mismos y a sus connacionales puertorriqueños como una especie de “animalitos de costumbre”. Dan por sentado que “estamos acostumbrados” a muchas cosas, entre ellas, sobre todo: a la colonia, la dependencia y la corrupción, pero es como si fuéramos totalmente impotentes para cambiar esas malas costumbres. Y ahí va incluida también la de embrollarnos más de la cuenta, razón por la cual muchos justifican consciente o inconscientemente, la gran deuda fiscal del gobierno. Este fenómeno de la costumbre lo veremos en ensayos futuros relacionados con los estadolibristas conservadores como razón para apoyar el ELA TERRITORIAL y hasta en los temas sobre soberanistas e independentistas. Por supuesto, no es verdad que el ser humano no pueda cambiar. No es verdad que las malas costumbres no se puedan superar con las buenas; no es verdad que porque hemos tenido la mala costumbre de la violencia de género contra la mujer, no podamos superarla. No es verdad que porque por mucho tiempo discriminamos a los homosexuales y lesbianas —por costumbre de toda la vida— no podamos vivir según un nuevo código legal y moral de respeto a los derechos humanos de todos. Pero a pesar de que nada de eso es real, los estadistas nos dicen en algunas ocasiones que lo es porque, al estar acostumbrados a depender de Estados Unidos por tan largo tiempo, los puertorriqueños no tenemos de otra que no sea embarcarnos en la estadidad federada, o los puertorriqueños no estamos acostumbrados a “ser independientes” por lo cual la independencia “no se puede” y entonces concluyen que la estadidad federada es la opción “by default”: porque ninguna otra sirve o es viable. Como ven, el asunto de la costumbre y ser estadista “by default” están bastante inter relacionados, razón por la cual incluimos en la misma categoría de estadistas a sus promotores en el PNP y el estadoísmo.
Dos tipos de estadistas según sus segundas preferencias y la opción de estatus que no apoyarían nunca
El laberinto mayúsculo de los estadistas se observa además en las segundas preferencias de estatus de los estadistas y en las opciones mencionadas por ellos como las que “jamás apoyarían”. Ambos conjuntos de datos se derivan de los cuadros 2, 3 y 4 que se presentan a continuación.
Cuadro 2
SEGUNDAS PREFERENCIAS DE ESTATUS ENTRE LOS ESTADISTAS
SI NO SE HACE VIABLE LA ESTADIDAD
Cuadro 3
SEGUNDAS PREFERENCIAS DE LOS ESTADISTAS ENTRE APEGO TOTAL A EEUU O TRÁNSITO A SOBERANÍA PUERTORRIQUEÑA
La insistencia en la estadidad como única opción ya se comentó que no va más allá 6.7% de estos entrevistados. Sorprende que después que el PNP se ha esforzado para mostrarse a los votantes como un partido “anti-colonialista”, tanto como un 22% de estos 59 estadistas entrevistados de no poder conseguir la estadidad, irían hacia atrás a mantener el ELA TERRITORIAL “porque por lo menos se mantiene el lazo con Estados Unidos” o “porque por lo menos continúan llegando las ayudas federales” o “porque ya estamos acostumbrados a vivir en el ELA”. Esto demuestra que tanto como más de un 20% de los estadistas tienen una mentalidad realmente colonialista. Hacen el teatro de no serlo porque “apoyamos una fórmula descolonizadora”, la estadidad, pero si esta recibe la negativa en Washington, requintan con el ELA territorial por razones no tan diferentes a las que veremos luego en los estadolibristas conservadores. No se lo preguntamos, pero creemos que muchos de estos estadistas fueron alguna vez electores del PPD, apoyaron el ELA en otros tiempos, se hicieron estadistas del PNP por diversas razones, pero mantuvieron las mismas actitudes colonialistas que los más conservadores entre los seguidores del PPD. Mientras observamos ese resultado con ese sector colonialista de los estadistas, encontramos otro sector que puede llamarse propiamente soberanista y que observamos que apoyaría la libre asociación (15%) si se les niega la estadidad en Washington —o si la misma se muestra imposible por nuestras realidades económicas, raciales o culturales— o apoyaría la independencia con tratados especiales con EE.UU. (29%) y hasta un 27% que apoyaría sin ambages la independencia total. Como demuestra el Cuadro 3, mientras solo un 29% de todos nuestros entrevistados estadistas insistió en la estadidad o apoyó el ELA TERRITORIAL, es decir, las opciones de apego a Estados Unidos, un 71% de ellos apoyó opciones de soberanía puertorriqueña si la estadidad no se hace posible. El que pensó en que los estadistas son homogéneos en su pensamiento porque todos votan PNP o porque prefieren la estadidad federada, se equivocó de medio a medio. Existen claramente dos tipos diferentes de estadistas, dos sub-sectores muy claramente definidos, y el soberanista es mayoritario entre ellos, cosa que muchos independentistas creerán absurdo.
Esto se dio en un contexto de 59 entrevistados de los cuales el 71% cree que la estadidad sí es viable, 8.4% tiene dudas de su viabilidad, 5% la considera no viable y un 15% adicional se negó a responder la pregunta, muchos de ellos porque no sabían qué responder. Para mayor complejidad, solo 12 % de estos estadistas consideró que conseguirla será “fácil”, 63% la consideró difícil de conseguir y un 22% no supo o no quiso responder a esa pregunta. De modo que quienes para 2015 se tragaban el cuento de que la estadidad sería fácil de conseguir con tan solo pedirla por mayoría, o porque Rosselló triunfará con el “Plan Tennessee”, era una minoría de más o menos el 12%. Se comprende que estamos ante un número limitado de solo 59 estadistas, pero las tendencias principales entre ellos se hicieron evidentes y es muy poco probable que en una encuesta nacional se vayan a encontrar datos diametralmente opuestos. Estas tendencias jamás se comentan en el espacio público de Puerto Rico porque nunca se pregunta ni por segundas preferencias ni por la opción más rechazada por los entrevistados en las encuestas que mandan a hacer los partidos por encargo ni en las que produce nuestra prensa comercial. Y tanto soberanistas como independentistas han subestimado la cantidad de estadistas que serían “rescatables para el apoyo a la soberanía puertorriqueña” si recibieran la educación política certera que jamás han tenido la oportunidad de recibir.
Si estas tendencias son, en efecto, las predominantes, vemos como muchos estadistas votan por esa fórmula sin ninguna seguridad de que sea viable ni mucho menos fácil de conseguir en Washington. Es un apoyo más por fe que por evidencia. No en balde algunos la creen casi como una “religión familiar” y no podrían ser otra cosa que estadistas “porque mis abuelos añoraron la estadidad pero nunca pudieron verla”. Vemos además que una mayoría de más de 56% apoyaría una forma de independencia si no se puede conseguir la estadidad. Estos estadistas y los que apoyarían la libre asociación tienen entre sí en común que transarían por una fórmula que suponga soberanía propia puertorriqueña. El dato es bastante sorprendente y no parece que los soberanistas puertorriqueños lo hayan tomado en cuenta para diseñar una interlocución interesante con sus compatriotas estadistas, al menos con aquellos de ellos que NO SON colonialistas, como sí lo son los estadistas del primer sector. Evidentemente los estadistas del segundo sector representan, en alguna medida, apoyo potencial futuro para las fórmulas soberanistas. Lo que quizá sorprenderá a algunos en la columna del mes próximo es el mayor rechazo a la independencia total desde los seguidores del PPD que desde los militantes del PNP. Solo existe una reserva con la selección de la independencia total por el 27% de los estadistas. Algunos, no todos, lo hacen porque juran que Estados Unidos jamás le negaría la estadidad federada a Puerto Rico si esta se pide por mayoría. Así que para algunos esta independencia que apoyan es algo muy teórico y muy lejano. ¿Qué harán entonces si no se puede conseguir la estadidad después que han vociferado sobre su anti-colonialismo y sobre su apoyo a la independencia si les niegan la estadidad?
Cuadro 4
ESTATUS POLÍTICO QUE JAMÁS APOYARÍAN LOS ESTADISTAS ENTREVISTADOS
Como se observa en el Cuadro 4, el estatus político que más rechazan los estadistas no es la independencia total, sino el ELA TERRITORIAL: un 53% de nuestra muestra frente a un 36%. La mención de la libre asociación soberana como el estatus que jamás apoyarían apareció únicamente entre cerca de un 9% de ellos. Y la independencia con tratados especiales con EE.UU. fue la opción más rechazada por solo el 3.4% de nuestros entrevistados estadistas. Esto es plenamente congruente con que en el Cuadro 2 hayamos visto que la independencia con tratados especiales con EE.UU. es la segunda opción preferida entre el 29% de los estadistas de nuestra muestra y la opinión modal entre ellos.
¿Qué habrán de hacer Ricardo Rosselló y el PNP para el plebiscito de junio de 2017 con su propia gente metida como está en semejante laberinto de ignorancias, contradicciones y “alucinaciones compartidas”, pero abrumados además por la inseguridad en que viven a partir de las decisiones de la Junta Fiscal y del propio “gobierno performance” del PNP? Buena pregunta sobre ingeniería política. Total, el plebiscito de junio no es sino una distracción ideada por el gobierno de Rosselló para mantener en agitación a su propia cancha y para que los demás, los no estadistas, nos entretengamos con el plebiscito mientras la Junta y Rosselló desmantelan el país, el gobierno del ELA, la Universidad de Puerto Rico y todo bolsillo de oposición y resistencia a la estadidad federada para Puerto Rico. Es por eso que quienes gastan energías en involucrarse en el plebiscito, porque perciben con razón que hay que aprovechar siempre para educar sobre la necesidad de la soberanía puertorriqueña, harían bien en destinar buena parte de sus energías a oponerse también vehementemente al desmantelamiento de la educación pública y de la Universidad en Puerto Rico. Es así porque un pueblo sin educación propia, sin desarrollo propio de sus propios talentos y capacidades, es un pueblo incapaz de ser una nación en sí misma. Los que no negamos la realidad de la nación puertorriqueña no podemos darnos el lujo de permitir semejante entuerto.