Maggie’s Plan
Los primeros 10-15 minutos de esta comedia romántica son estupendos. La conversación entre Maggie (Greta Gerwig) y su amigo Tony (Bill Hader) establece que es la primera cinta de su género que comienza con la intención de la heroína de autoinseminarse. Maggie es una neoyorquina de una independencia personal que la ha conducido a la decisión de ser una madre soltera. El diálogo entre Maggie y su amigo es gracioso y brillantemente moderno: de él está ausente el bochorno y la inseguridad. La poca inseguridad estriba en la imposibilidad de Maggie de sostener relaciones más allá de unos meses, pero eso la hace más moderna aún y con tonos posmodernos y milenarios.
El esperma para la maniobra la ha de proveer Guy (Travis Fimmel), un conocido de Maggie, quien después de sus días universitarios se ha dedicado a manufacturar “pickles”. Por supuesto, es una especie de chiste ya que es un símbolo fálico y Maggie se come uno antes de salir en cinta.
Anticipa que marzo ha de ser el momento en que su fertilidad ha de estar a un máximo y así planifica con Guy. A pesar de que Maggie lo planifica todo, no lo controla todo. Poco antes de la primavera (es simbólico para los dos personajes), conoce por accidente a John Harding (Ethan Hawke) quien es un profesor adjunto de “antropología ficto-crítica”. Casi inevitablemente se desarrolla un romance entre ellos. John está casado con Georgette (Julianne Moore) una mujer de grandes quilates, profesora con permanencia en la Universidad de Columbia, quien es una tigresa a quien todos temen por su intelecto. Resulta, que el matrimonio John-Georgette está a punto de colapsar porque ella solo piensa en su carrera y en su propio progreso. Su deseo de sobresalir la ha alejado de su marido y él se siente abandonado. Pero uno percibe que el error más grande de Georgette es que no le ha hecho caso a la novela que él está escribiendo.
El romance conduce al divorcio de Georgette, al matrimonio para Maggie y a una niña concebida de la forma tradicional. Una vez que eso ocurre la película se desvía al nuevo plan de Maggie, que subvierte todos los criterios que conocemos de las comedias románticas en las que la heroína siempre consigue a su héroe. Aunque el filme nos guarda una sorpresa, las maquinaciones de Maggie se convierten en unos esquemas un poco aburridos y obvios.
Greta Gerwig, quien estuvo espléndida en Frances Ha (2013), es alta, placentera y comedidamente graciosa, lo que hace quererla de amiga o de amiga de nuestros hijos. Su Maggie es una mezcla de ingenuidad, ferocidad y apacibilidad que explica porqué muchos la codician. En las muchas escenas en que está hablándole a John sobre la novela que este escribe sus comentarios son críticas de las formas de expresión que abundan en la academia. La profesión de John, “antropología ficto-crítica”, es una síntesis de lo absurdo que puede ser la academia. Sin casi darse cuenta, Maggie parodia las vidas tanto de John como de Georgette, y a los John y las Georgettes de la vida académica. Al mismo tiempo nos damos cuenta de que Maggie es fuerte, y así lo despliega cuando es necesario. Gerwig, junto a Hawke y Moore, llevan el filme en los hombros.
Hawke, como siempre, muestra la capacidad que tiene para perfeccionar sus personajes. De John nos muestra sus debilidades y vacíos de tal forma que le tomamos lástima. Moore vuelve a rendir una actuación que va desde su petulancia y altivez por su capacidad intelectual, a su frío cálculo para tomar la vía de lo mundano práctico y adaptarse a la situación que se le presente.
Al fin y al cabo, la película nos muestra la libertad de criterio del neoyorquino ante las situaciones más intensas y absurdas. Es lo que podríamos llamar “liberalismo-intelectual-chic”