Mandela: Long Walk to Freedom
Idris Elba, el actor que representa a Nelson Mandela en esta película satisfaciente y muy cercana a la realidad histórica, es una presencia imposible de ignorar. Así lo ha demostrado en la televisión y en el cine. Como “Luther”, un detective en la policía londinense. Elba es un hombre inteligente, fuerte y duro como el acero, que no puede resolver completamente sus problemas matrimoniales. En “Prometheus”1 nadie puede pasar en alto que, en presencia de Michael Fassbender, Charlize Theron y la maravillosa Nomi Rapace, se roba, sin mucho esfuerzo, las escenas que comparte con ellos. Como Nelson Mandela, un personaje que trasciende la realidad y se ha convertido en un ícono mundial, Elba es tan imponente como el hombre a quien representa.
De gran presencia (como Mandela): alto, guapo y agradable, Elba comanda la pantalla compitiendo favorablemente con el paisaje africano y con los sucesos históricos que presenta el guión. Cuando tiene que recrear los momentos en que la palabra llevó a Mandela a la cúspide de su carrera es tan efectivo como cuando Mandela tuvo que poner en práctica sus deseos revolucionarios y recurrir a la violencia y al terrorismo. Elba puede ser el disidente de un arrojo incontrolable o el amante tierno y sensible que adora a su mujer.
El guión de William Nicholson, basado en el libro homónimo de Mandela, no escatima en enseñarnos el lado débil de su sujeto. Abandonado por su primera mujer por estar ausente con frecuencia, mujeriego y adultero también, se nos presenta al hombre desde todos los ángulos que permite poner en pantalla en poco menos de dos horas y media la vida de un gigante complejo y destinado por la historia a ser uno de los grandes hombres del siglo XX y lo que va del XXI. Encarcelado por 26 años, durante algunos de los cuales sufrió de tuberculosis, se le acusó de todas las cosas que eran malas durante la Guerra Fría y el auge del castrismo. Fue miembro del partido comunista, de modo que ese calificativo era, hasta cierto punto cierto. Se le llamó terrorista, que también era cierto, pero negó haber participado en crear guerrillas para derrocar el gobierno. De todas formas, conspiración sediciosa fue uno de los cargos por los que fue condenado. En la película, el famoso discurso de Mandela, que viajó el globo y duró tres horas en la corte, se reduce a una cita que es ahora universal en la que pide que exista una sociedad democrática y libre en que las personas puedan vivir juntas en armonía y con iguales oportunidades. Concluyó diciendo que por ese ideal estaba dispuesto a morir.
El filme muestra también cómo, durante los años en que fue prisionero en la isla de Robben, Mandela fue ablandando a sus carceleros con argumentos sutiles y con ironía leve, y cómo fue apaciguando su rabia interna para poder sobrellevar la condena y las condiciones pésimas de la prisión. El paralelismo con la situación de Oscar López Rivera es inescapable.
Algo que no se toca en el filme es la controversia de Mandela con Steve Biko y el Movimiento Conciencia Negra. A mí me hubiera gustado por lo menos una mención sustancial al hecho porque demuestra que, desde el principio Mandela entendía que no podía haber rechazo de nadie que apoyara el movimiento anti apartheid. Biko, en cambio, odiaba a los blancos sin consideración alguna. Demostrar ese contraste entre los dos hombres habría enfatizado la honradez intelectual de Mandela (no que haya dudas de ello) y su sentido de la igualdad para los que ven el filme sin saber mucho del hombre ni del movimiento que lo transportó al foco mundial, pues hay que recordar que todavía hay quien, por sus ideas ultraconservadoras, puede considerarlo un terrorista. Estoy seguro de que ese es el caso de muchos de los hijos ideológicos de Reagan y la Thatcher. Tal vez la razón para no tocar el tema es que ya hay una película excelente sobre Biko, “Cry Freedom” (1987), y porque, por un momento en los sesenta, la historia de Biko eclipsó la de Mandela.
Fiel a los sucesos reales, la película también muestra cómo tuvo que romper son su mujer Winnie, la primera trabajadora social negra de Sudáfrica, por motivos políticos e ideológicos. Aunque no se trata a fondo, después de todo la cinta es sobre Mandela, Winnie estuvo involucrada en actividades que rayan en lo criminal y, en varios discursos, llamó a la violencia y al asesinato.
La cinematografía de Low Crawley es hermosa; también lo es la partitura musical de Alex Heffes. Justin Chadwick dirigió muy bien y cuela de vez en cuando pietaje original de los sucesos durante la lucha para terminar esa aberración que era el Apartheid. Sin embrago, lo que es principal en los logros artísticos de la película es la actuación de Idirs Elba. Esperemos que en el futuro no lejano se le ofrezcan otros papeles que resalten su talento.
- Tanto “Luther” como “Prometheus” están disponibles en Netflix [↩]