Manual a la deriva
…para vivir, escóndome y acecho…
-Francisco de Quevedo
1. Preludio alegórico
Vuelve el mar por lo suyo. La marea
es un vaivén monótono y violento
lo mismo que la llama en movimiento
o el viento que de pronto la golpea.
Vuelve el mar por lo suyo. Merodea
de súbito el concéntrico elemento.
Modula su estrategia en el momento
y arrasa cuanto encuentra. Ramonea
a veces totalmente inofensivo.
Diríase un suceso positivo.
En otras ocasiones pulveriza
aquello que le opone resistencia
y esparce con magnífica eficiencia
despojos que después lleva la brisa.
2. Entrada en materia
Anímese a seguirme. Por aquí.
Y tómeme del brazo. Ande, venga.
No deje que el misterio le entretenga
el ánimo. Con calma. Venga. Así.
¿No dice usted que cree en el destino?
Pues esto es el destino. No demore
ni un paso más, ni un paso rememore.
Yo iré mostrando cuál es el camino.
A ver, ¿no es justo aquello que esperaba?
Lo siento, es lo que hay. Jamás se acaba
la cosa como uno lo imagina.
La suerte nunca avisa, no. La suerte
es sorprendente y fríamente fuerte
e intensamente leve y peregrina.
3. Continúa
¿En dónde lo dejamos? Ya. No espere.
De nada sirve retrasar la cosa.
¿Por qué esperar que sólo temerosa
fortuna de nosotros se apodere?
¿Que quién soy yo? Pues soy como cualquiera.
Igual que tú, igual que los montones
de gente en fracatanes de rincones
del orbe, en todas partes, dondequiera.
En este caso me tocó guiarte,
en otros yo persigo ajenos pasos.
Al fin y al cabo todo son retazos
de algún demiurgo y de su oscuro arte.
No me eche a mí la culpa. Ande, venga,
anímese, que acaso le convenga.
4. Recapitula
Escuche atentamente. Cada paso
que demos lo daremos con segura
pisada. No hace falta la premura.
Mayor la prisa: el logro más escaso.
El camino lo es todo. Del camino
jamás apartaremos la mirada.
¿Vacilaremos? Claro, pero cada
sorpresa será un gozo repentino
o un súbito dolor o una total
indiferencia o nada y menos mal.
¿Lo ve? Como la vida cotidiana.
Mejor será avanzar y detenerse
lo justo y, desde luego, entretenerse
según se pueda y cuanto dé la gana.
5. Concluye
Permíteme un minuto pormenores
delimitarte. ¿A menos que no quieras
mandarlo todo al diablo o que prefieras
tan sólo anticipar tiempos mejores?
A todos nos hostigan los rigores,
de vez en cuando, de las pejigueras
inesperadas, de las puñeteras
sorpresas de variados sinsabores.
No hay nada bajo el sol ya novedoso,
hay tiempo suficiente para todo:
o el número maldito en el recodo
o el delicado beso silencioso
que da la suerte. Todo es de la espera.
Relájate. Respira. Recupera.Barcelona, 2009