Los versos de Néstor Rodríguez se erigen como testigos de lo cotidiano, transmutando lo común en metáforas poéticas. En «Costa Brava», la calle se desdobla en un río que alcanza el Caribe, tejido universal de experiencias. «El árbol» emana una eternidad palpable bajo la sombra del almendro, consagrando serenidad en la memoria. «Ojo de agua» despliega un paisaje resplandeciente de significado, mientras «Mar nuestro» revela la paciencia marina esculpiendo acantilados. Rodríguez fusiona lo efímero con lo eterno, tejiendo versos que exaltan la belleza en la simplicidad, donde cada palabra se convierte en un destello de revelación.