Memorias IV – Che!
Memorias III: de Nueva York a Che!
Richard Fleischer viene a filmar una película sobre el Che Guevara y te puedo conseguir un trabajo con él…
—¡¡¡¡¿¿¿¿QUÉ????!!!! ¡¡¡¡¿¿¿¿QUIÉN????!!!! Fleischer, ¿el de 20 mil leguas de viaje submarino? ¿El de Fantasic voyage?
—Sí, el de Compulsion con Orson Welles y de Vikings con Tony Curtis y Kirk Douglas…y 100 más…
—Es uno de los jevi…
—Jevi diuti, como dicen ustedes —respondió Andrés socarrón—. Ahora mismo está terminando The Boston strangler, también con Tony Curtis…dicen que está de Oscar…
—Es uno de mis favoritos…—comenté.
—Mío también, pero ésta no se queda atrás: Jack Palance, como Fidel; Omar Shariff, como el Che…
—¡¡Anda p’al carajo, dos animales!!
—Sí, y con la Twentieth Century Fox, en Panavision, negativo de 65 mm, to’ los hierros, pa’ que aprendas como Dios manda…
Me quedé con la boca abierta y ellos se echaron a reír.
*Continuación*
Memorias IV – Che!
No hay mal que por bien no venga… me vino a la mente ese refrán cuando me presenté a la oficina de casting de Che! en el piso 8 del Dutch Inn, en la esquina de la Ashford y Todd, y me explicó Tom Ward (no hay fotos de Tom en la red, ni vivas ni muertas), el Casting Director de bits y atmosphere (extras) puertorriqueños, que mi trabajo sería el de asistir a su asistente ―y me presentó a Vicky Hernández: guapísima y simpática (esta única foto que he encontrado: no es de la época) ―a conseguir los extras, llevarlos al set al amanecer, entregárselos al Segundo Asistente de Dirección, o 2nd AD o simplemente Second, irme a la calle a reclutar los extras del próximo día, y por la nochecita, al terminar el día de filmación, organizarlos en la guagua que los traía de la “locación”, ayudar a Tom a pagarles en cash de un maletín repleto de dinero ―protegido por una escuadra de muelleros de la ILA (AFL/CIO)― y recoger el voucher firmado por el Second, firma que garantizaba que el extra había trabajado ese día. Como siempre había muchos extras, el proceso tomaba horas y a veces terminábamos a las 10/10:30 para levantarse uno al amanecer y repetir el ciclo. Nada suave.No era mi idea de cómo aprender a hacer cine.
―Nada glamoroso el trabajito― le reclamé a Andrés en el próximo Cathay con el Viejo.
―Yo te puse donde están las langostas, ahora te toca a ti echarles el lazo; ¿o quieres que la enlace yo, te la raje por la mitad, te la cocine a la parrilla, te prepare la salsa de mantequilla y limón y te la sirva? También me la puedo comer por ti… ―y se me quedó mirando con una sonrisa de desafío burlona―. Esta juventud, ¿eh Manolín? ―y el Viejo afirmó con la cabeza.
―Coño Lin, Andrés va a pensar que eres un mal agradecí’o ―, me reclamó el Viejo y miró cómplice a Andrés con una sonrisita irónica.
Touché.
Tuve que sonreír y aceptar el reto.
Durante la preproducción me tocó acompañar a Vicki Hernández y a Tom Ward al teatro para ver actrices y actores que nos pudieran servir para la peli. Vicki era actriz y estaba empatada con Axel Anderson —uno de los más adorados galanes de las telenovelas que se producían entonces en Puerto Rico, de origen argentino, pero ya boricuizado— así que entre ambos conocían a Raimundo y to’ el mundo en el mundillo del cine y el teatro. Para mí todo era nuevo ―San Juan incluida— ya que, como saben los lectores que me han acompañado hasta aquí, yo me fui directo de Ponce a Mayagüez y de ahí a Nueva York; entonces para mí San Juan era Territorio Comanche. Claro que conocía los actores de Puerto Rico que había visto en la tele mientras crecía en Ponce, pero ya habían pasado muchos años, así que fue una experiencia maravillosa conocer de las manos privilegiadas de Vicky y Axel aquella pléyade de talentos que regaban su luminosidad sobre los escenarios de San Juan, empezando por Los efectos de los rayos gamma sobre Eddie López en el Teatro Cooparte al final de la Eduardo Conde en Barrio Obrero. Tras bambalinas, en el camerino, conocí a Blanca y a Jacobo, a Eddie López en su silla de ruedas, a Horacio Olivo, et al.
En el peregrinaje que siguió por el resto de los teatros de San Juan ―extenso, excitante y bien acompañado―, conocí sobre las tablas, ejerciendo su oficio (en ningún orden) a Myrna Vázquez, Curucho Monclova, Shorty Castro, Vicky Espinoza, Miguel Ángel Suarez, Daniel Lugo, José Reymundí, Helena Montalbán, Orlando Rodríguez, Antonio Pantojas, Víctor Arrillaga, Paco Prado, Iris Martínez, José Félix Gómez, Ernesto Concepción, Madeline Williamsen, David Ortiz Angleró, Esther Sandoval, Adrián García, Carmen Belén Richardson, Carlos Augusto Cestero, Norma Candal, Tony Chiroldes, Vilma Carbia, Dagmar, Velda González, Agrelot, Tito Bonilla, don Tomi, Mario Pabón, Ulises Brenes, Camilo Delgado, Leopoldo Santiago Lavanderos, Idalia Pérez Garay, Dean Zayas, Órvil Miller…en fin…
Durante el día Vicky se pasaba en el teléfono llamando a sus contactos para elaborar unas listas quilométricas de extras divididos en tres categorías como Tom quería: guerrilleros, batistianos y paisanos. Había un incentivo para los guerrilleros: los que se dejaran crecer la barba natural cobrarían $35/día en vez de $25. La lógica era que se ahorraba tiempo y personal de maquillaje ―y obvio: se veían más naturales― y como los guerrilleros estaban masivamente en casi todas las escenas, a la larga se ahorraban un buen dinero. El maquillista jefe, Del Acevedo, se ahorraba un montón de hombres/hora. Me dio la impresión de que hacer cine se trataba principalmente de ahorrar dinero.
Tom parecía compartir la misma filosofía.
Para yo buscar los extras necesitaba un carro y en vez alquilarlo en Hertz o Avis fue a un dealer que era su contacto y le alquiló una nave ―un Malibú azul del ’62, cuatro puertas― (recuerden estamos en el ’68), y que para ahorrar. En esa época parece que yo estaba de refranes boricuas ―quizás por la nostalgia de la isla (ya llevaba cuatro años en NY)― y me acordé de uno que la Vieja siempre tiraba cuando de precios se hablaba.
―Tom, mi Vieja siempre dice que lo barato sale caro…
―Yo no le voy a pagar un billetal a esos cabrones de Hertz y Avis cuando con Juancho me ahorro 50% y no me importa (I don’t care, me dijo) el refrán de tu mamá.
Y yo le contesté con otro:
―Donde manda capitán, no manda marinero…―y lo dejé ahí…pero no termina ahí porque cuando menos Tom lo esperaba el carro se fundió (ejbieló, en boricua) y tuvo que salir corriendo a alquilar un Hertz. Ja, ja, ja…lo barato sale caro…
***
Poco a poco fue llegando el personal de Hollywood al Hotel Sheraton en Condado (aquel que después se llamó el Dupont Plaza y se quemó en un fuego muy notorio la noche del 31 de diciembre de 1986), escogido por el Productor como la base de la película. Fueron llegando por filtración, primero: el Unit Production Manager (UPM), el Location Manager, el First Assistant Director y sus ayudantes, después el personal de contabilidad y oficina; una fauna de Hollywood nueva para mí ―sonreída, amable y muchas veces de racismo innato y fingida simpatía― acostumbrado a la rudeza directa y sincera de los neoyorkinos. Y claro, empecé a preguntar y a aprender aceleradamente. El UPM, el Location Manager y el First Assistant Director (1st AD) eran la vanguardia, la avanzadilla, los pointmen, del Director y el Productor que exploraban el terreno en busca de las localidades donde filmar cada escena según las especificaciones del guión, los lineamientos estéticos y técnicos del director y los lineamientos logísticos y económicos del productor. Con la llegada de Chuck Wheeler el DP (Director of Photography) se aceleró el proceso y la preproducción fue avanzando a pasos agigantados en la medida en que se aproximaba el D-day, así le decían ellos, denotando su raigambre militar, a la fecha del comienzo del rodaje.
Fleischer, el director, y Sy Bartlett, el productor/guionista, llegaron a encerrarse con sus respectivas vanguardias en reuniones que duraron una semana y luego a la semana siguiente comenzaron a llegar los técnicos: cámara, sonido, arte, armas, efectos especiales, electricidad, tramoya, los ayudantes de producción —gophers y runners— en fin…y comenzaron las visitas masivas de los técnicos (tech scout) a las localidades (locations) de filmación. El Sheraton de Condado se convirtió en un panal de abejas laboriosas. Huéspedes y turistas escuchaban su zumbido al cruzarse con ellos en los elevadores. En los pisos bajos se habían acomodado las oficinas de producción, contabilidad y relaciones públicas. En los pisos altos los cuartos de los “técnicos” y en las cabañas alrededor de la piscina los actores hicieron su villita bohemia que se desparramaba por el costado oeste hacia la playa. Los bares, restaurantes, cafeterías del hotel atestados de aquella fauna profesional, de aquel circo de tres pistas que era la organización de una película épica. Cinco millones ciento sesenta mil dólares no era cáscara de coco; en 1968 eso era un Everest de dinero: casi treinta y ocho millones, al dólar de hoy.
Yo tenía una pulga ideológica que me picaba detrás de la oreja.
Me preocupaba que en el medio de la guerra fría, Hollywood quisiera hacer una peli sobre el Che y ya lo había hablado con el Viejo. Me prohibió levantar ese prurito ideológico delante de Andrés. Me parecía bastante stranger in the night y me cuestionaba si era ético poner mi granito de arena para que Hollywood reventara la imagen icónica y positiva del Che entre la juventud mundial y le diera un rudo golpe de propaganda al “castro/comunismo diabólico” que el Che encarnaba según la visión puritana, maniquea, wasp y antiKomunista del aparato de propaganda del gobierno estadounidense. Pero quién carajo era yo para hacer nada contra ese otro aparato rico y poderoso que es una película de Hollywood. Lo que yo tenía que hacer era aplicar la táctica del Che: infiltrarlos, aprender a hacer cine y conseguir derrotarlos en su propio juego, con sus propias armas. Con Sandino, el predecesor victorioso del Che. Poco a poco — si conseguía matar esa pulga en la oreja— iría apropiándome de las armas cinematográficas y averiguando la trama política —y también la humana— detrás de esa película anómala y contradictoria. La trama política se fue desdoblando poco a poco en la medida que la película avanzaba y se iban revelando los personajes claves. Darryl Zanuck, mogul de la 20th Century Fox, estudio productor de Che!, siempre tuvo relaciones promiscuas con el Pentágono y el Tío Sam desde su adolescencia cuando engañó a un reclutador del Army y con 15 años se fue a la 1ra Guerra Mundial y sirvió en Francia con la Guardia Nacional de Nebraska, de donde era originario.
Durante la 2da Guerra Mundial fue asignado al estudio del Signal Corps en Queens, N.Y., y, aburrido con la falta de acción, se le metió en la oficina al general George C. Marshall en D.C. y consiguió que lo asignaran a Inglaterra como liaison entre el Signal Corps y el British Army Film Unit donde filmó el bombardeo de la ciudad de Londres por la Luftwaffe.
Consiguió que Lord Mountbatten lo dejara incorporarse a una unidad británica que iba a destruir un radar enemigo en Francia ocupada por los nazis. El 8 de noviembre de 1942 acompañó la invasión angloamericana del Norte de África, junto a John Ford y filmó la llamada Operation Torch. Fue condecorado con la Legión del Mérito por ese trabajo. Después de la caída del Reich, realizó documentales en el Pacífico y terminó con el rango de Teniente Coronel. Y a pesar de renunciar al Ejército en 1944, mantuvo excelentes relaciones con Marshall y los altos mandos del Pentágono que le valieron apoyo total a su película sobre el D-day, The longest day, en 1961-62.
Sy Bartlett, tal bailaba. Productor y guionista (con Michael Wilson) de Che! tenía, al igual que Zanuck, sus compromisos con el Pentágono y el Tío Sam. Al igual que Zanuck, no tardó en zafarse del Army Pictorial Service y a través de Beirne Lay, un amigo escritor de Hollywood, ya establecido en Londres como piloto de bombarderos, consiguió acomodarse como aide de camp del general Carl “Tooey” Spaatz que impulsaba el bombardeo masivo de las refinerías y depósitos de petróleo de los nazis como prioridad de la fuerza aérea estratégica americana en Inglaterra que comandaba (United States Army Air Forces) sobre otros blancos como el sistema ferroviario y los puertos alemanes. Al establecerse el Eighth Air Force en Londres, Sy Bartlett fue transferido a ese cuerpo con el grado de mayor y con la responsabilidad de Chief of Staff, Intelligence – A-2 del 315 Bomb Wing y comandó la inteligencia desde el B-17 líder del primer bombardeo masivo sobre Berlín en noviembre de 1944 sobre blancos petroleros —como quería Spaatz.
Con la caída de Berlín pasó al escenario del Pacífico con base en Guam y en 1946 regresó a Hollywood, como los otros cinco. (Ver: Five came back en Netflix) donde se cuentan las peripecias de cinco directores de Hollywood —John Huston, John Ford, George Stevens, Frank Capra y William Wyler— en los diferentes frentes de la 2da Guerra Mundial y los documentales “patrióticos” que surgieron de esa fabulosa acumulación de metraje bélico). En 1946 su compinche Darryl Zanuck lo contrató como guionista de planta en la Fox y ahí acumula —hasta 1969— una impresionante filmografía (ver: Sy Bartlett en Imdb) como guionista y productor de muchas películas clásicas. Ese mismo año comienza su colaboración con Beirne Lay en la novela firmada por ambos: Twelve o’ clock high (Harper & Brothers, 1948). Zanuck se entera y les compra los derechos por cien mil dólares —una purruchá de chavos en aquella época— para la Fox producir la película con Gregory Peck y Dean Jagger en los roles principales.
En 1950 la peli se estrena y Dean Jagger gana un Oscar por Best supporting actor; y la peli gana un segundo Oscar por Best sound track. Gregory Peck se gana un codiciado Mejor Actor del New York Film Critics Circle Award). Sy Bartlett capitaliza este éxito crítico y de taquilla e inicia una amistad con Gregory Peck que culmina en 1956 con la fundación de Melville Productions —mientras Gregory Peck filma Moby Dick con John Huston.
A través de Melville Productions, y en asociación con la Fox —del mutuo amigo Zanuck—, Gregory Peck y Sy Bartlett, filman juntos varios clásicos, todos protagonizados por Gregory Peck —notorio por sus posiciones progresistas y de vanguardia— y con guión y producción de Bartlett, que consolidan su posición en la Fox, distribuidora de esos éxitos.
Fleischer, nuestro Director (sí con mayúscula, era un director súper plancha’o y almidona’o) y Chris Christenberry (el Second, de quien contaré bastante más de aquí a poco) eran tornillos de la impresionante maquinaria de la Operation Torch (comandada por el general Clark), la invasión del norte de Africa, luego la de Sicilia y, por último, la de Italia. Ese desembarco anfibio simultáneo en tres puntos de la costa sur del Mediterráneo siempre se consideró como un ensayo de D-day. Zanuck, Ford y Bartlett también estaban allí en el Magreb donde se cocinaba, a fuego lento el caldo de esas amistades y alianzas que vienen a re-converger en el Sheraton del Condado en San Juan en el segundo semestre de 1968.
Poco a poco se acercaba el D-day de la peli y comenzaron a llegar los actores: primero Sharif y Palance a hacer su trabajo de mesa con Fleischer; y escalonados según su importancia en el guión: Cesare Danova, Bob Loggia, Tom Troupe, Barbara Luna, Woody Strode, Perry López, Rudy Díaz, Adolphe Ceasar, et al.
Ya acomodados los actores en la villita alrededor de la piscina, y hechos las últimas pruebas de maquillaje y vestuario, los últimos retoques al guión para la primera escena a filmarse, llegó el D-day de la peli. Se filmaba la escena del fusilamiento de los esbirros batistianos contra los paredones del Morro de La Habana. Fleischer había pedido 500 extras —la mayoría guerrilleros para mostrar la presencia masiva de los “barbudos “ del Che en el Morro— y unos 30 batistianos y civiles para fusilar y demostrar el carácter despiadado de Che, según el guión mutilado ―según supe más tarde— de Sy Bartlett y Michael Wilson.
Ese “Día-D” de inicio o mediados de septiembre (mi memoria no enfoca tanto como para precisar la fecha exacta) llegamos a las 4:30 de la mañana al punto de encuentro sobre la Avenida Ashford frente al Dutch Inn donde esperaban siete guaguas de 80 pasajeros, alineadas una detrás de la otra. Estacioné el Malibú frente a la primera guagua como había pedido Tom. Vicky comenzó a llamar nombres en orden alfabético de una gruesa lista y Bacho, Georgie Clemente, Apache, Israel y El Lobo —los guardaespaldas de la unión de estibadores de Puerta de Tierra (ILA-AFL/CIO) que cuidaban a Tom y su maletín (insistencia de Sy y de sus contactos sindicales)— orientaban a los llamados a abordar la guagua y en la puerta les entregaban el voucher con la debida advertencia fuertemente enfatizada: sin el voucher no se cobra. Una vez se llenó la primera guagua, Tom me dijo: —Arranca adelante y adviértele a vestuario, maquillaje y armería que la primera guagua ya llega. Tú los bajas de la guagua y los escoltas por los tres departamentos con el voucher en la mano donde los jefes de esos departamentos van a apuntar si tienen barba natural o no, el tipo de uniforme, los arreos militares y las armas que se les expidan y luego los pasas al holding area debajo de los toldos blancos en el patio principal y ahí —ya vestidos, maquillados y armados— los vas organizando. A las 8 se los entregas a Chris, el Second en el set y arrancas en tu carro a la universidad a ayudarnos a Vicky y a mí reclutar los 1,200 jóvenes universitarios para la insurrección estudiantil mañana en las calles del Viejo San Juan.
Cuando llegué al Morro me quedé con la boca abierta. Estaba amaneciendo y la luz de la hora mágica iluminaba —sobre el césped del antiguo campo de golf de los oficiales gringos de Fort Brooke— a ambos lados del puente de entrada, alineados en perfecto orden militar, los dos Cinemobiles (unas guaguotas con cientos de gavetas y compartimientos llenos de equipo) de luces y de tramoya, los campers de los actores principales (cada uno tenía el suyo), los dos campers de los secundarios, el camión y la van de catering, el honeywagon (me pareció extrañísimo el nombre y sólo bastante después descubrí que era un eufemismo para el camión inodoro, inmenso, con diez compartimientos en cada lado), el camión de cámara, el de sonido, los tres de arte, los dos de vestuario, los dos de utilería y armas, el de efectos especiales, el de maquillaje y cabello, las pick-ups para mover el equipo del estacionamiento al set (los camiones no cabían por el puente estrecho de la entrada) las vanes de producción, los autos de los actores principales (cada uno tenía su carro con chofer), los autos de los jefes de producción, las vanes de los técnicos… en fin parecía el campamento del general Patton en Sicilia.
Todo organizado por Paul Casella, el Transportation Captain y sus ayudantes. Mi carro tenía un rótulo en el dash que decía: CASTING y uno de los ayudantes me indicó donde estacionarme sin pestañear. Le pregunté donde quedaba maquillaje, vestuario y la armería. Miró un diagrama que tenía en su clipboard y me dijo: —Entras por el puente y a la izquierda. Todos los departamentos están rotulados. Arranqué y atravesé el puente sobre el foso del castillo superpoblado con personal y pick-ups que iban y venían como hormiguitas incansables. Era como un anticipo del pandemonio de actividad y ruido, voces de mando, transmisiones de walkie-talkies que encontré esa primera explanada donde desembocaba el puente, ya dentro las murallas de El Morro. Fui primero adonde Del Acevedo, el jefe de maquillaje. Tom me había advertido que era lo más demorado (recuerden queridos lectores que yo sabía poco o nada de cine en ese momento) y entré. Caos es una palabra muy suave para describir el desorden en el reino de Del Acevedo. Ya habían colocado las mesas y las sillas de maquillaje, habían dividido la sala con un biombo para separar el área de los principales y los secundarios del área de los extras, pero cuando enchufaron los espejos estándar de maquillaje con treinta bombillas de 60 watts (cada uno) a las tomas de corriente del precario alambrado eléctrico de El Morro, el breaker no aguantó aquel amperaje y se fue en huelga. Del gritaba que faltaban los dos elementos más importantes para un maquillador: luz y fresco. Los abanicos eran esenciales para que el maquillaje no se derritiera en la cara de actores y extras con ese calorón de septiembre. Del echaba espuma por la boca porque los eléctricos no acababan de traerle un cable del generador del Cinemobile con suficiente amperaje para prender sus espejos y sus abanicos y estar listo para comenzar a las 05:15 como había ordenado Dick Glassman, el First AD. Claro, Del y sus asistentes tenían que maquillar a 500 extras, para después salir corriendo al tráiler para maquillar a Sharif y otros seis principales y secundarios para una escena en el interior de la oficina del Che en El Morro. Cuando entré estaba colora’o de la rabia…
—¿Y quién carajo eres tú?—, casi me muerde al ladrarme la pregunta.
—Diego de casting; Tom me mandó…— no me dejo terminar.
—Ese hijo de puta resbaloso —casi que escupió las palabras.
—Disculpa. Los primeros 100 extras van a estar aquí en 15 minutos y me pidió que te lo advirtiera como cortesía.
—En estos momentos eso no es una cortesía sino una amenaza. No se te ocurra traerme esa estampida de gente sin que yo te dé el OK. ¿OK? —, y se me quedó mirando fijamente hasta que yo le dije que sí. Y ahora te vas a esperarlos y me avisas por radio cuando llegue la guagua.
—No tengo radio.
—Llévate el mío y me lo devuelves cuando traigas el primer batch de extras. Maquillaje está en el canal 4, ¿OK?
Apenas iba a salir, cuando llegó Chris Christenberry el Second, 60 años, seis seis de estatura, 300 libras de peso, peli-colorao, de raigambre sueca, un vikingo genuino.
—Buenos días Del…vine a chequear como vas…
—No tengo tiempo para responderte ni los buenos días. Ese ahí es Diego, de casting. Él te explica mi situación. ¡Adiós! — y se metió pa’ dentro.
Yo le expliqué rápidamente a Chris mientras cruzábamos la explanada y el puente hacia el estacionamiento y nos fuimos directo al Cinemobile de los eléctricos y directo al Gaffer, el iluminador, brazo derecho del Director de Fotografía o “Dipí”, que supervisaba la carga de una pick-up con material de luces que iba para el set.
—Tú sabes cómo es el mambo: sin maquillaje y vestuario no hay picture. No tienen luz; así que no pueden trabajar. Necesito que le instalen un cable con extensiones y regletas de buen amperaje para los espejos y abanicos. Carga lo necesario en esa pick-up y resuelve eso antes que nada. Espero que no sea necesario que llame a tu jefe para que sea Chuck Wheeler el que te dé la orden. En 5 minutos llegan 500 extras. Hay que maquillarlos. Capische?
— Chris, no hace falta que te enfades. Yo sé la importancia de maquillaje y cabello. En 10 minutos está hecho.
—En 5. Monta lo que necesites en esa misma pick up y deja dos de tus muchachos resolviendo eso con la rapidez que amerita.
—Sí señor.
Echaron el material necesario y la pick-up arrancó con dos eléctricos al frente gritando:
—Make way, make way…
—Supongo que esta es tu primera película…
—Sí, ¿tan novato me veo?
—Sí. ¿Cuál es tu interés profesional en el cine?
—Guión y dirección—, respondí sin dudar.
—Entonces te voy a dar un lá de guión y dirección.
—Soy todo oídos.
—El guión es la historia que se cuenta a través del lente de la cámara en movimiento; y el noventa por ciento de esa historia la cuenta el director fotografiando el rostro de los actores. Para que los rostros de los actores sean fotografiadas con calidad, tienen que estar maquillados por un artista con suma sutileza para que reflejen la luz del D.P. (Director of Photography; Dipí en Puerto Rico) de una manera óptima y el director pueda contar su historia con excelencia profesional. ¿Ves todo este circo? Sin maquillaje el circo no se mueve. Lo primero es el maquillaje y la mayor parte de estos trogloditas ignorantes de cámara, electricidad y tramoya creen que el maquillaje es cosa de maricones, y que sus departamentos son los únicos cheches de la película y no los ayudan. Así que eso es lo primero que yo hago es venir a ver si maquillaje y cabello tienen condiciones para trabajar con excelencia; porque si no tienen condiciones, por aquí es que se forma el primer embudo en la producción—, y se me quedó mirando.
—Gracias. Entendido.
—Yo soy el Second y mi responsabilidad es que actores y extras estén listos y en el set según pactado con mi jefe directo, el First. Y yo no puedo fallar. Me voy a asegurarme que estos cabrones han resuelto los problemas de la luz de maquillaje, cabello, vestuario, utilería y armas que es lo que me concierne a mí. Yo necesito los 470 guerrilleros vestidos, maquillados y armados y los 30 batistianos listos en el set a las 8. Tienen cita con el paredón—, se echó a reír como un vikingo, me guiñó el ojo, dio media vuelta y arrancó por el puente pa’ dentro.
***
La mayoría de los extras eran estudiantes, desempleados y muchos adictos a heroína atraídos por los 35 dólares al día para transportarse al Nirvana al final de la jornada. Una manada nada homogénea y poco propensa a la disciplina. Me di cuenta de esa realidad mientras los conducía de un departamento a otro. También me di cuenta que entre ellos —especialmente entre los estudiantes— habían varios que mostraban liderato. Iba urdiendo en mi mente una cadena de apoyo entre ellos: Papo Castillo, Órvil Miller, Miguel Hudo, César Parés, Tito Aresti, Bill Putnam, Carlos Pérez Mundo, Tulio Larrinaga y mi pana de Washington Square Village, Nueva York, Roberto Gándara Sánchez que acababa de repatriarse y vivía en el Viejo San Juan. En esa época Papo Castillo tenía un parecido insólito con el Che y en el relajito criollo que permeaba inevitablemente esa primera experiencia de todos en el cine, lo halagábamos de vacilón.
—Tú te pareces más al Che que Omar Sharif; tú deberías estar haciendo el papel…
Para mí fue iluminante ver la organización y el trabajo durísimo de los técnicos de maquillaje, vestuario y utilería/armería; y lo que parecía imposible lo lograron sudando la gota gorda entre aquellas paredes gruesas de piedra que se calentaban como un horno según subía el sol hacia el cénit. Al principio Chris me llamaba cada media hora para ver el estatus por el radio de Del Acevedo; después de las dos horas llamaba cada 15 minutos y yo le daba mi informe. A las ocho menos diez estaban listos los 500 extras y en esas dos horas y pico ya había organizado, con la ayuda de los arriba mencionados, cinco pelotones de cien extras —cinco hombres de ancho por 10 de largo— con un líder al frente. Esperé la orden de Chris por el radio y a las ocho menos dos minutos marchamos con bastante gallardía por la rampa pa’bajo. TRAS, TRAS, TRAS, TRAS, las botas sonando contra la rampa. Si la memoria no me falla, al frente del primer grupo venía Órvil con una metra Thompson .45 terciada frente a su pecho. Como dicen los gringos: It was a sight to see. Yo venía al frente, discreto por la veredita al lado de la rampa y vi la sonrisa de oreja a oreja de Chris. Al llegar frente a Chris mandé a parar y con precisión militar los muchachos pararon con un TRAS final. Chris empezó a darme las gracias y a felicitarme; le agradecí, pero le dije que tenía que salir sopla’o a buscar los 1,200 del próximo día y me jalé rampa arriba. Le di las gracias a Del por su trabajo excelente, le devolví su radio y arranqué pa’l estacionamiento. Ya iba saliendo en el Malibú cuando llegó corriendo Freddie, un rubito jovencito con un radio.
—No te puedes ir. Mr. Fleischer te quiere en el set ahora mismo…
—Pero ¿y los extras de mañana?
—Después. Ahora tienes que ir al set…
Apagué el carro y nos fuimos casi corriendo. Por el camino mi mente colonizada espulgaba los recovecos más profundos buscando cómo la había cagado. ¿No le habrán gustado los guerrilleros; los batistianos? Venía tenso, ¿cuál habrá sido la cagada? Era el primer día de trabajo. No era una buena impresión cagarla el primer día. Bajamos la rampa corriendo y vi a Fleischer, allá abajo, con las manos enlazadas atrás, con su gorra estilo Fidel, caminando de un lado a otro impaciente. Cuando llegué frente a él, me extendió la mano. Yo la estreché con vigor, un poco sofocado con la carrera y asustado con el “error” el primer día de trabajo y sus consecuencias.
—Encantado de conocerlo Sr. Diego. Tengo un problemita en mi departamento que espero usted me ayude a resolver. Estos caballeros que me acompañan en el departamento de dirección— señaló teatralmente a Dick Glassman (el First), a Chris (el Second), a Stu Bailey (el Second second o Third) y al rubito jovencito (no sabía en ese momento cuál era su cargo) que me fue a buscar al estacionamiento— …ninguno habla español. Yo tampoco. Necesito que usted le diga al prisionero, allí frente al paredón, que cuando sienta el detonador del efecto especial golpear su pecho, finja que ha recibido un impacto de bala, choque su espalda contra el paredón y caiga de bruces sobre el colchón de seguridad. ¿Puede usted hacer eso por mí?
¡Ufff! Toda mi aprehensión se desvaneció y sonreí livianito.
—Seguro Mr. Fleischer…
Corrí unos 30 metros hasta el supuesto batistiano y le repetí las instrucciones de Fleischer en 30 segundos.
—¿Entendiste?
—Sí.
—¿Alguna pregunta?
—No.
—No me falles. Si sale mal, me botan—, y le di dos palmadas en el hombro
—No te preocupes. Tá plancha’o.
Regresé hasta Mr. Fleischer.
—Listo señor…
Fleischer miró a Dick Glassman.
—We gonna roll. Quiet on the set!!— gritó Dick. Chris, Stu y Freddie repitieron el Quiet on the set—. Roll sound —continuó Dick.
Pasaron tres segundos
—Speed! —gritó Don Bassman el mezclador de sonido
—Roll camera! —grito Dick.
Pasaron dos segundos.
—Rolling! —grito el Asistente de cámara.
―Fire in the hall― advirtió Dick.
—Action!— gritó Fleischer.
Pasaron tres segundos y el jefe del pelotón de fusilamiento gritó los tradicionales: ¡Preparen, apunten, fuego! Los fusiles tronaron. El efectista especial accionó su regleta, el squibb explotó, la sangre salpicó, mi extra chocó su espalda contra el paredón y cayó, de bruces, con bastante estilo, sobre el colchón. Perfecto.
—Cut. Print— gritó Fleischer con una sonrisa de gato Cheschire.
Yo no sabía lo que era “Print” en ese contexto y me quedé medio perplejo.
—Was it Ok Mr. Fleischer?
—I had it printed, didn’t I?
Ahí aprendí de súbito que cuando mandaban a imprimir la toma es porque era buena. Las malas no se imprimían para ahorrar plata en el laboratorio. Hmm…el ahorro.
—Thank you very much Mr. Diego!
—You’re welcome sir.
Sentí satisfacción por un trabajito pendejo que cualquiera de mis extras podía haber hecho, seguramente Papo, Órvil, César. Y arranqué hacia la rampa y hacia la Misión 1200 Estudiantes. No llegué a dar dos pasos cuando sentí una mano que me agarraba por el brazo y me paraba. Era Mr. Fleischer.
—Where do you think you’re going?
—I’m going to the university to recruit the 1200 students for tomorrow’s insurrection. Those are my orders, sir.
—No you’re not. You got new orders. You’re staying here by my side. You’re part of my team from this very moment on.
—Thank you sir. I’m honored, but Tom is waiting for me…―me quedé perplejo―…I have to phone him and explain…
—That’s not your concern anymore…— y se viró hacia Dave Hall el UPM y le dijo. –Call Tom Ward’s office and tell them Mr. Diego no longer works for him; he works for me now.
Claro que me flasheó en la mente el refrán “no hay mal que por bien no venga” que se acababa de cumplir cabalmente frente a mi ajeta. Pensé en Andrés y en el Viejo y en el próximo Cathay. Súper preocupado por Tom y Vicky por dentro, pero sonreído de oreja a oreja por fuera. Detrás de Fleischer estaba Chris, quien, al ver la felicidad pintada en mi rostro, me guiño el ojo y me di cuenta que ya, desde el primer día, tenía padrino en la película.
***
A pesar que la cámara Panavision 65mm era un monstruo, los seis grips (tramoyistas) de cámara la movían (al Dolly o a la grúa Chapman donde generalmente iba montada) de una posición a otra como bailarinas de ballet. El magazine de mil pies de negativo de 65mm había que cargarlo entre dos asistentes de cámara y uno de ellos era Tito Bonilla, a quien conocí ese primer día de rodaje; al igual que a Tali y Eskimalito que estaban de jala-cables con los eléctricos. Durante la mañana, después de los fusilamientos, la Panavision voló de localización en localización para mostrar los ángulos de insólita belleza de murallas y troneras vetustas y amarillosas de nuestro Morro contrastadas con el azul transparente del mar y el añil del cielo, donde concentraciones de guerrilleros armados hasta los dientes controlaban el castillo y sus inmediaciones. Y yo aprendiendo. Fusilando a Chris con mil preguntas. De repente Chris me pidió que escogiera diez guerrilleros que pudieran trabajar con continuidad para que fueran parte del entorno permanente del Che y se quedaran a trabajar por la tarde. Los otros 490 extras iban a ser dispensados antes de las 12 para la producción ahorrarse el almuerzo. El leitmotif del ahorro. Era un tema insistente, omnipresente, como el ♫ Ta Ta Ta Tán ♫ de la Quinta de Beethoven. Así lo habían planeado Dave Hall, Chris y Tom. A las 11:45 reuní a los muchachos líderes y les planteé el negocio. Todos aceptaron quedarse a almorzar con nosotros y trabajar la tarde a cambio de ser llamados con más frecuencia que los demás, siempre que Sharif trabajara. Sharif era el protagonista; el que más trabajaba. El resto fueron desvestidos, desarmados y dispensados hacia las guaguas donde Tom, Vicky y la escuadra de seguridad les pagaron en cash del famoso maletín de Tom.
El método de pago era así: entraban uno a uno por la puerta delantera de la guagua cuidada por Apache, procedían hasta el medio de la guagua donde Tom esperaba con su maletín abierto. Se suponía que yo recogiera el voucher (pero en esta primera ocasión lo tuvo que hacer Vicky porque yo estaba almorzando con Mr. Fleischer y Chris), chequeara los oqueis de vestuario, utilería, armas y la firma de Chris; y entonces Tom les daba su sobrecito manila con $35 si tenían barba y $25 si eran lampiños. Bacho y Georgie protegían a Tom y a Vicky en el medio de la guagua, Israel cuidaba la puerta de atrás que sólo se abría para dejar salir al “pagado”. El Lobo cuidaba la fila inmensa para que nadie se colara o armara revoluces. ¡Un rollo! Y yo feliz por haberme zafado de ese trabajito infeliz. ¡No hay mal que por bien no venga!
Al parecer, Tom había alardeado de tener un asistente que era candidato a PhD de New York University y en el almuerzo Fleischer y Chris me acribillaron a preguntas sobre mis estudios, mi área de interés en el cine y yo les conté que me iba a ganar 3 créditos hacia el doctorado por trabajar en la película. Fleischer había estudiado teatro en Yale y estaba consciente de la movida de mis profesores de Tulane a NYU (de quienes ya conté en la memoria anterior) con todo y la revista (TDR) y que los respetaba inmensamente. Fleischer estaba suscrito a la revista y a la Yale Drama Review (YDR) también. Me contó que en los años cuarenta, mientras hacía una gira por Nueva Inglaterra con un grupo de teatreros de Yale y un repertorio de obras organizado por él, un scout de RKO Pictures lo reclutó al ver una de las obras con dirección suya. Me dijo que se sentía muy cerca de mí como estudiante de drama, pues ese había sido el origen de su carrera y que si yo continuaba con el performance de hoy en las escenas de fusilamiento, iba a hacer todo lo posible por ayudarme a lanzar mi carrera en el cine. ¡Guauuu! Le agradecí y le aseguré que el performance iba a mejorar en la medida que yo fuera aprendiendo y adquiriendo experiencia en el día a día a su lado en la peli.
Inevitablemente la conversación derivó hacia el Che. Yo les conté que lo habían asesinado el día de mi cumpleaños anterior (9 oct ’67) y que ese sincronismo había tocado una cuerda ominosa en el contrabajo de mi ser y que yo me había puesto la tarea de investigar su figura, su vida y su muerte (también se los había contado en la Memoria 2); que me había hecho bastante ducho en la materia, que me había traído de N.Y. todos los libros y me puse a la disposición de Fleischer para ayudarlo a resolver cualquier dilema histórico que se le presentase en la filmación.
—Mira pa’llá Chris qué clase de adquisición le hemos quitado a Tom Ward, ahora tenemos consultor histórico de gratis —, exclamó Fleischer y ambos se echaron a reír. Se lo vamos a echar al consultor de Sy, al Bebe Lomas ese, que a mí me parece un “bulchitero” de marca mayor.
―Somos dos, Dick, además es demasiado gusano para mi gusto ― completó Chris.
Más tarde vine a saber que Chris era un antifascista rabioso. Buen sueco; como Joe Hill. Terminó el almuerzo y nos fuimos a una de las dependencias del castillo, donde el departamento de arte había montado y decorado la antesala y la oficina del Che en el Morro de La Habana.
En el interior de la oficina del Che, Faustino “Morales” (sic, Bob Loggia), un cura y un médico de la burguesía habanera, intentaban convencer al Che de parar los fusilamientos. Mientras se discutían calentaba la vaina con las negativas del Che, se entrecortaban flashes de fusilados recibiendo las descargas del pelotón y la sangre chispeando de los pechos de los fusilados, bastante burda y clichosa la construcción semiótica para condenar al Che como “despiadado”.
Claro que el guión no contaba que esos que caían fusilados eran criminales de guerra, torturadores y asesinos; y tampoco contaba el guión sobre los juicios populares en los cuales víctimas y familiares —de las mujeres y niñas violadas, de los torturados, mutilados, desaparecidos, asesinados— con vehemencia y lágrimas en los ojos acusaban, sin lugar a dudas, a sus verdugos. Sólo entonces el Che los mandaba a fusilar. Además todo esto lo contaba Faustino Morales (sic —en la realidad Pérez)) en un flashback como si fuera un testimonio documental imprimiéndole así un aura de veracidad a la distorsión mentirosa de la historia. Fue —metafóricamente hablando— la primera fabricación no de un fake news ―el concepto no existía en 1968― pero sí de un fake fiction. Además como dirigí a todos los extras fusilados, me di cuenta que estaban vestidos de civil, que ninguno vestía el odiado uniforme caqui de los esbirros de Batista; que ninguno tenía cara de torturador sanguinario o de violador/psicópata/hijueputa como habían sido en realidad la mayor parte de los fusilados por el Che. La mayoría era pueblo; para dar la impresión que el Che estaba fusilando al pueblo cubano. ¡¡UFFF!! En la tertulia que se formó después del fin de la filmación o, como decían los muchachos, el rapirope (Wrap it up!, la voz que grita el First para indicar el fin de las labores del día), le comenté mi observación sobre el look de los fusilados a Fleischer. Se agarró el mentón, arqueo las cejas y con una sonrisa resignada me dijo:
―¡Cosas verás en esta película!―. Te espero en el bar de la piscina y retomamos el tema. ¿Ya leíste el guión?
—No, Mr, Fleischer — le respondí enfatizando mi confusión—. Se lo pedí a Tom, no más comencé a trabajar con él (quería saber su acercamiento al tema, a los personajes), pero me dijo que yo no estaba autorizado —y me encogí de hombros con cara de resignación.
—Oh…—Fleischer iba a decr algo más, pero no consiguió decir más nada porque al salir de “la oficina del Che” con Chris y Dick Glassman nos topamos con Vicky y Tom.
― Hola Miss Hernández. Hola Tom ― saludó Fleischer socarrón y me señaló―. Tu perdida es mi ganancia.
―Pero yo lo necesito…― reclamó Tom
―No más que yo; ¿puedes creer que nadie habla español en mi departamento? Sin él no hubiéramos podido cumplir el plan de rodaje de hoy― respondió Fleischer, me miró y le sonrió a Tom, quien puso cara de pocos amigos—. Bueno, si me consigues otro candidato a PhD en Drama y Cine, no tiene que ser de NYU, puede ser de Columbia, Yale o Harvard ―ironizó Fleischer― te lo devuelvo. Yo le voy a pagar $200 semanales. Si puedes mejorar la oferta, quizás él quiera negociar contigo. Cualquier cosa estaré un rato el bar de la piscina para el trago del anochecer, buenas tardes Miss Hernández, Tom, Diego.
Y se jaló con Dave Hall y Sy Bartlett que acababa de llegar a supervisar el rapirope. Al alejarse escuché a Sy preguntar quién era ese jovencito que parecía uno de los barbudos de Fidel. Fleischer le dijo que yo era un estudiante de NYU que él acababa de contratar y que había “salvado el día” (saved the day), porque nadie se había ocupado de que, por lo menos, uno de sus ADs supiera español —lógico, la observación era un dardo envenenado, pues Sy era el productor y responsable de todo. Escuché también cuando Dave le dijo a Sy que yo era un sharp cookie, ―supuse que por mi aspecto “hipioso”. Fue la primera vez, pero no la última que algún gringo me colgaría ese calificativo que, de cierta manera, trasvasaba su visión racista y self-righteous, era un halago por lo de sharp y un prejuicio por lo de cookie (hippie=loco).
Más tarde en la oficina Tom trató de convencerme de quedarme con él en casting, pero con la ayuda de Vicky conseguí convencerlo de que lo que había ocurrido era una sincronía cósmica para favorecer el futuro de mi carrera de director/guionista y que yo no podía desaprovecharla. Tenía que quedarme al lado de Fleischer ayudarlo a dirigir sus extras y chuparle el cerebro cada día de las doce semanas de filmación. Tom comprendió mi reclamo, pero, como buen yanqui que era, me hizo una oferta que no pude rehusar. Yo ayudaba a Vicky a recibir a los extras a la hora de su llamado, los montaba en la guagua, los llevaba a la localidad, los pasaba por los departamentos y se los entregaba a Chris; al final del día le ayudaba a Tom a pagarles en la guagua. Continuaba ganando mis 100 semanales y me quedaba con el Malibú. Así podía estar todo el día aprendiendo con Fleischer. Acepté en el momento. Ahora en vez de ganar $100 semanales, ganaba $300, tenía carro y quedé enchufado en las altas esferas de la peli. No hay mal que por bien no venga…
***
Atravesé el vestíbulo del Sheraton, giré hacia la izquierda, crucé las puertas de cristal y salí al área de la piscina. Era justo la hora mágica y los reflejos del cielo ―despapayado de colores y tonalidades― jugaban con el espejo de la piscina y le infundían una atmósfera encantada a ese pedazo privilegiado de nuestra costa atlante. Avancé hacia el bar de la piscina acurrucado en una esquina graciosa al norte de ese oasis caribeño ―à la americana― que era el Sheraton. Al acercarme me di cuenta de que Fleischer estaba rodeado de los principales de la peli ―Sy, Dave Hall, Glassman, Chris Christenberry, Sharif, Palance, Danova, Loggia, Rudy Díaz, Woody Strode― parecía como una reunión de trabajo. Pensé meter un frenazo para no parecer entrometío, dar un about face y jalarme, pero Fleischer me detectó en el lusco-fusco del anochecer, sonrió y me hizo señas con la mano para que me acercara. Solté los frenos mentales que nunca llegué a meter y me deslicé entre las mesas hasta llegar frente a Fleischer en el bar. Saludé a todos y estreché la mano que Fleischer me extendía. Me dio un pequeño jalón amistoso, me echó el brazo, me preguntó qué quería tomar y llamó al barman y me señaló y también el estul a la izquierda del que ocupaba su maletín clásico de cuero claro con ribetes y cerradura de bronce. Y mientras colocaba mi bolsa de caza española ―regalo de mi pana Alfredo Matilla Rivas― frente a su maletín en el estul del medio le dije al bartender:
―Don Q doble con soda, bróder, gracias…―, recuerden que en aquella época no había Don Q Cristal y cuando uno decía Don Q, se sobreentendía que era Don Q Oro. Además los de Ponce somos fieles a nuestro ron.
―Coming up –me respondió el barman sonreído con su acento charming.
―Gentlemen, let me introduce, Mr. Diego, my special assistant ―, (anda pa’l carajo ya tenía título y todo) y me presentó uno a uno a los que lo rodeaban, empezando por Sharif.
―As salaam alaikum ―, le dije y me toque el corazón, la boca y la frente con una leve inclinación (Mi corazón, mis palabras y mi pensamiento están contigo, como había aprendido en el barrio árabe de Brooklyn).
Sharif sonrió sincero, pero medio condescendiente por atreverme a masetear su idioma y me devolvió el saludo.
―Wa alaikum saalam, Mr. Diego
―Coño Mr. Sharif… ―le dije emocionado―…no sabe cuánto me honra conocer al violento e inefable, Sherif Ali de Lawrence de Arabia y al poético y triste Dr. Zhivago de David Lean. No sabe cuánto los cinéfilos le agradecemos esas interpretaciones inolvidables.
―Fue un placer vivir esos personajes y es más placer todavía saber que tocan el corazón de las personas sensibles― me respondió con el orgullo de saber que había hecho un trabajo de alta calidad y se tocó el corazón con la palma de la mano derecha estilo árabe.
―Mr. Diego is no common audience, Omar ― replicó Fleischer y le soltó el rollo del doctorado en NYU y tal―. And of course you know Jack…— y señaló hacia Palance.
—Of course. I mean in the movies. A pleasure Mr. Palance — la chocamos con firmeza—. I grew up with his characters: Jack Wilson in Shane, Torvald in your Barrabas, Mr Fleischer; my favorite: Mr. Aldrich’s Attack!, with Eddie Albert, The big knife with Ida Lupino and his latest with Mr. Brooks The Professionals, Jesús Raza, which includes Mr. Strode here and Claudia Cardinale, also my favorite actress, one of the sexiest women in the world.
―Woody por favor, Diego. Así me llaman mis amigos. Espero que pronto seas uno de ellos― dijo en su español matao ―pero en español―, y rompió el formalismo de Mr. Este pa’cá y Mr. Aquel pa’llá. Me estrechó con fuerza la mano que yo tenía extendida y me arropó con una mirada sincera desde los ojos límpidos de su rostro extraño (desde chiquito se me parecía a una calavera y me daba hasta miedo. Poco a poco, mientras crecía de niño a adolescente, aprendí a admirarlo, especialmente por su presencia física, la fuerza de su espíritu y su habilidad con el arco y la flecha).
Palance y Sharif se fueron a pasar líneas y actitudes para la escena del desembarco en la costa sur de Cuba de los ochenta y dos hombres originales de la expedición del Granma, que se filmaba el día después de la insurrección de los estudiantes de mañana. Sy y Dave Hall se llevaron sus “drinks” y a Glassman y a Chris para una mesa cerca de nosotros y montaron una local de dinero y ahorro para el día de mañana. El grupo de actores se atomizó en varios grupitos y quedamos Fleischer y yo en el bar y su maletín que yacía en el estul entre él y yo. Fleischer giró en su taburete, dejó la piscina a sus espaldas y quedó de frente al gran espejo del bar donde se reflejaban los diferentes grupitos sorbiendo sus tragos bajo el cielo dadivoso del anochecer. Yo hice lo mismo. Fleischer ya estaba terminando su Pinch con soda ―mi Don Q iba por la mitad― cuando metió la mano en el maletín y sacó una copia del guión y la metió en mi bolsa.
—Now you’re authorized— me dijo con una sonrisa pícara—. Read it so that we can continue our conversation. It’s not for you to hide it, but don’t flash it around. There are many secrets and controversies around the property.
—Property?…—le pregunté medio perdí’o.
—In Hollywood, screenplays are called properties. That’s a good thing for you to learn since you’re interested in writing. The producer builds the deal around the screenplay. A good screenplay is worth a lot of money. That’s why they are called properties. Our conversation about the story will be more fruitful after you read it . Y me puso el brazo en el hombro, acabó el Pinch de un sólo vergazo y se bajó del estul.
–I must meet with Chuck Wheeler to block camera positions for tomorrow. Good night. It’s been a pleasure talking to you. See you at the insurrection —, terminó juguetón y se jaló. Anda pa’l cará’ secretos y controversias. Salí a la francesa, sin despedirme de nadie, loco por guindarme en la hamaca a leer el libreto, el property.
***
Sonó el despertador ―por suerte a las seis. Iba a ser a las tres. Me levanté medioamogolla’o de mente.
La noche había sido dura.
Al salir del Sheraton hacia el Malibu parqueado en la Ashford vi las ventanas de la oficina encendidas ―eran casi las nueve de la noche― y cometí el error de subir a ver qué ondas. Vicky estaba furiosa. Tom trataba de calmarla. Chuck Wheeler, el Dipí, acababa de convencer a Fleischer de cambiar la hora de la filmación de la insurrección. En vez de por la mañana, por la tarde. La luz era más favorable para la fotografía. Vicky y Tom sólo habían podido reclutar poco menos de 500 extras y le habían dado su llamado a las 4 de la mañana. Había que llamarlos a todos y cambiarle el llamado de las 4 de la mañana a la 1 de la tarde, almorzados (♫ Ta ta ta tán ♫). Vicky argumentaba que iban a perder la noche rectificando el llamado y Tom argumentaba que se habían ganado la mañana para reclutar los 700 y pico que faltaban. Me di cuenta que si no paraba el pugilato se iba a perder un tiempo precioso.
―¡Paren ya! ―casi que grité en inglés―. Vicky, divide la lista en cuatro pedazos. Hay tres teléfonos aquí y el del cuarto de Tom. Vi a Bacho en el bar cuando subí, lo voy a buscar para que nos eche una mano.
En el elevador se me ocurrió darle la tarea a cada extra que llamáramos de llamar a otros cinco extras y pasarle el cambio de horario. De esa manera en vez de tener que hacer 500 llamadas teníamos que hacer 100 entre nosotros cuatro; 25 llamadas por persona en las dos horas que restaban entre las nueve y las once. A Vicky le pareció genial; a Tom le pareció chapucero; que no podíamos confiar en que los muchachos iban a hacer las cinco llamadas.
―Ok Tom, ¿y cuál es tu solución? No podemos seguir perdiendo tiempo ―le raspé un poco subido de tono.
Bacho sugirió tímidamente que para cubrir ese posible fallo en las 5 llamadas de cada extra ―como Tom temía― se llamara a las dos estaciones de radio que la juventud escuchaba: una de salsa y una de rock (no recuerdo cuales eran) y que se pagaran anuncios cada quince minutos hasta las doce.
Vicky sonrió de oreja a oreja y agarró la guía telefónica, buscó los números, redacto el textito y planchó. Mandamos a Tom a su cuarto con su lista y Vicky, Bacho y yo agarramos cada uno un teléfono y manos a la obra. Terminamos a las once y media con aquel sentido de misión cumplida; de victoria en equipo, de haber agarrado al toro por los cuernos… De repente tocaron a la puerta y entró Tom arreando a un mozo con un carrito cargado de sangüiches y cervezas Corona ―de las de Cantalicio, no de la mexicana de ahora― que a Tom le encantaban.
―No sé ustedes, pero yo estoy muerto de hambre ―dijo Tom socarrón.
Devoramos todo. En el medio de la sangüichada Tom nos elogió. A mí por haberlos sacado del problema y encauzarlos por el camino de la solución y por la fórmula de cada extra llama a cinco; a Bacho por haber respondido a mi pedido de ayuda y por la genialidad de los anuncios en la radio; a Vicky por su rápida implementación de todas las soluciones. Se disculpó con humildad genuina por no haber asumido el liderato en la solución de la crisis como le correspondía por ser el jefe. Yo lo eché a relajo, le di una palmada amistosa en la espalda para mitigar su culpa puritana y brindé por el trabajo en equipo.
A las doce y media ya estaba baña’o y guinda’o en la hamaca paseando los ojos sobre el guión. Pensé que iba a leer un pedazo y terminar mañana durante la filmación de la escena de la antesala de la oficina del Che, donde había pocos extras y tendría tiempo. No pude parar. A las dos de la mañana terminé y me fui a la cama. El sueño fue agitado. Fidel, el Che, Celia, “Ramón” Valdés, Rolando, Willy, Faustino “Morales”, Juan Almeida, Haydee…Félix Rodríguez, el agente de la CIA, que yo sabía había pasado a los Rangers bolivianos la orden de Allen Dulles, quien a pesar de haber sido botado de la jefatura de la CIA por Kennedy en noviembre del ’61, todavía la dominaba y había orquestado el asesinato de Kennedy (y después de Bobby) desde el Farm de la CIA en Virginia[1]. Decían las malas lenguas de la época que Richard Helms, su sucesor en la CIA no se tiraba un peo sin consultarlo e implementó la orden de Dulles de asesinar al Che a sangre fría. Aparecían en diferentes contextos: el Granma, Los Cayuelos, la masacre de Alegría de Pío… el Ñacahuazu…sangre por todos lados, Mario Monge…huida entre la selva, la Sierra Maestra…Eutimio el traidor. El guión afirmaba categóricamente que la CIA no había tenido nada que ver con el asesinato, con el cercenamiento de sus manos, la desaparición de su cadáver. ¡Mentirosos! El amogollamiento mental venía del mal dormir y del revolú onírico, pero hice de tripas corazón y a las seis y media desayunaba con Chris en el área de catering en el estacionamiento del Morro.
Chris estaba en una mesa apartada y al verme me hizo señas para que me uniera. Al llegar y saludarlo, me deslizó un radio con mi nombre en magic marker negro sobre un pedazo de masking tape y un sobre blanco con el letterhead de 20th Century Fox.
—Pensé que te gustaría guardar esta hoja de llamado donde apareces por primera vez en el departamento de dirección de una producción de una de las majors más poderosas del business.
Abrí el sobre y allí estaba mi nombre, con mi título y un círculo rojo alrededor que Chris había tenido la delicadeza de dibujar como una celebración. Lo miré agradecido.
—El radio es tu credencial de entrada al departamento, bienvenido. Dirección está en el canal 2 para comunicaciones cortas y al grano, y para controlar la filmación una vez empieza la guerra. Para conversas largas y explicativas usamos el seis.
—OK…
—Vamos a buscar la papa antes que se ponga imposible la fila cuando llegué la manada de trogloditas en 15 minutos.
Regresamos con la bandeja repleta. Tostadas francesas con dos huevos fritos a caballo, tocineta, salchichas, tostadas con mantequilla y mermelada, avena, ensalada de frutas, una jarra de café negro americano (Ufff) y jugo de china de cartón o de piña Lotus, sal, aceite de oliva, canela, miel…
—Se necesita un montón de energía para enfrentar este sol. Lo único comparable para mí es Tunisia —y abrió una ventana para sus cuentos de guerra (war stories como le dicen ellos —que a todo le ponen nombre, como si fueran Papa Dioj)—. Estuve ahí con Fleischer, con Zanuck, con John Ford, con Sy, Pero son otras historias que —si te interesan— tendremos bastante tiempo en estas doce semanitas para contarlas. Pero ahora yo quiero contarte algo personal. Esta historia me va a llevar a hacerte una propuesta que como toda propuesta buena, beneficia a los dos lados. Capische?
—Claro, dale…
Me contó que estaba a punto de agarrar su retiro en par de años; que ya estaba bastante harto del cine de Hollywood y su jerarquía militar; que quería cogerlo suave estos últimos años; que tenía una relación muy dulce con su Gin & Tonic de todos los días —señaló a una neverita donde traía los ingredientes en hielo— que siempre traigo aquí en la cantimplora, la cual voy recargando según avanza el día; que quería un relax con mucho roce humano entre los extras, técnicos y trabajadores brazales, la sal de la tierra; cerca de la comida, de maquillaje, vestuario, de los tráilers de los actores; lejos del set, de la jerarquía y del rush de la filmación; y me gusta quedarme al margen de las tuercas y tornillos de la filmación—en lo posible—, pero obediente y eficiente una vez obligado —por la profesión y la jerarquía— a comparecer al set.
—Ahora vamos a ti…—y se metió un bocadazo de huevo frito con tostada francesa embadurnada en sirop de maple y lo siguió con media salchicha y papas empapadas en kétchup; pensaba mientras masticaba—… Esta profesión es como la guerra. No importa el entrenamiento que tengas. No me entiendas mal: NYU, Berkeley, UCLA, todo eso ayuda, pero lo esencial es la experiencia. Es la misma estructura de la guerra: organización jerárquica y procedimientos altamente tecnológicos, sólo que en vez de disparar balas, disparamos película; y no es para matar, sino para entretener o para lavarle el cerebro al público, como esta que estamos haciendo, ja, ja, ja. Cuando llegas al frente y comienza la plomamentazón se te olvida todo y tienes que comenzar a aprender todo de nuevo bajo fuego. En la guerra se llama: fogueo. Después de tu bautismo de fuego, mientras más tiempo estés bajo fuego, más aprendes. En el cine el frente de batalla es el set. Ahí es que tú quieres estar si quieres salir bastante aprendidito de esta peli que es tu bautismo de fuego. Y yo quiero estar en retaguardia con mi ginebrita, lo más lejos posible del set, del frente de batalla. Entonces se han juntado el hambre y las ganas de comer. Capische?
—Capisco…—le respondí—. ¿Cómo lo hacemos?
—Ya está hecho. Estás en el call sheet (hoja de llamado) a la misma hora que yo para el desayuno —como hoy— todos los días. El llamado es el plan de batalla del día. Lo vemos entre los dos —como vamos a hacer ya mismo— anticipamos los problemas que puedan surgir y sus soluciones. Y según venga la balacera, ya en el set, vamos viendo por radio las necesidades de los posibles cambios en cada escaramuza (shots, escenas, secuencias) de la batalla del día—que ya hemos anticipado en el desayuno. Esto lo estamos haciendo con la complicidad de Fleischer —mi pana desde el norte de África, Sicilia, Italia, etc.— a quien, además, le has entrado con el pie derecho y dice que apuesta todas sus fichas en el sharp cookie en las palabras de Dave Hall —y se echó a reír como un vikingo.
La mañana pasó tranquila con sólo los extras allegados al Che pululando por la antesala, mientras los burgueses insistían en hablar con el Che y Willy (Rudy Díaz) les bloqueaba la entrada hasta que llegaba Faustino (Bob Loggia) e intercedía por ellos. Dio hasta tiempo de chequear las posiciones de cámara de la insurrección que filmaríamos por la tarde con Chuck Wheeler, Fleischer, Dick Glassman; y por insistencia de Fleischer, Chris tuvo que llegar a la zona de guerra para participar de la planificación al detalle de las tomas de la masa insurrecta que bajaba por la Escalinata del Hospital y la que bajaba por la calle del Cristo y se juntaba con la de la Escalinata frente a la placita del Convento y seguían juntas por la Cristo pa’ bajo.
A pesar de que eran 1200 extras, quedaron organizados en el área de retención en la plaza San José con ayuda adicional que Vicky contrató (Eri o Ero y su marido que trabajaba como batistiano y tenía un taller de enmarcado de cuadros en el Callejón O’Donnell, cuyos nombres concretos están pinchados en algún archivo corrompido de mi memoria y no he encontrado a Vicky para preguntarle). Chris me pidió que me vistiera de extra y con un radio con audífono y un pito iba a controlar la masa: un pitazo para ACCIÓN, dos para CORTE y tres para DE VUELTA A LA POSICIÓN INICIAL. Todas esas instrucciones se las pasé con un megáfono a la masa, al igual que debían mantener la misma relación espacial entre los vecinos contiguos de cada extra para cuidar de la continuidad cuando se repitiese la toma. Fleischer y Wheeler tenían varias cámaras filmando en súper 35mm con el aspect ratio igual a la Panavision 65mm (2.35:1) para después ampliarlas y conseguir una textura granosa tipo documental de noticiero. Las calles estaban decoradas con carros de la época (1957 pa’trás). Cada día eran toneladas de detalles que aprendía. Desde el interior de la masa y con las instrucciones precisas de Chris conduje los estudiantes insurreccionados corriendo por las escaleras pa’ bajo gritando consignas contra Batista y vivas a Fidel y al 26 de julio, por varias tomas. Después me cambié la camisa y lo mismo por la Cristo pa’ bajo hasta juntarse ambas masas en la placita del Convento y seguir por la Cristo hacia la capilla hasta que dieran el corte. A pesar del gentío y la gritería todo quedó bajo control y a las cinco de la tarde habíamos terminado una de las secuencias más complicadas de la peli. Al verme correr sobre los adoquines pa’rriba y pa’ bajo en el medio de la masa debajo de aquel sol toda la tarde, Chris intercedió con Tom y me dispensaron de la rutina del pago a los extras. A las seis y cuarto estaba sentado con Fleischer en una de las mesas del bar de la piscina del Sheraton para el trago del anochecer.
―Don Q doble con soda…
―Pinch con soda…―pidió Fleischer y me encaró―. ¿Tuviste chance de leer el guión?
―Sí. Me lo eché completo anoche…una primera lectura rápida…
—¿Y?
En eso llegaron los tragos y me lo pensé. No sabía si Fleischer era abierto a crítica, pero como a mí, hasta ese momento de mi corta vida, me había ido bien tranqueando por el camino de la verdad, me explayé.
—Me agradó mucho ver el nombre de Michael Wilson en el guión. Es uno de mis favoritos y lo estudiamos a fondo en la clase de Novels into films… figura vertical que se negó a testificar en el HUAC de McCarthy y fue “blacklisteado” por una década. Se fue del país. Igual que usted y Carl Foreman. Trabajó bajo seudónimos, como tantos otros. En fin una cabronada típica de la caza de brujas puritana de la Scarlet letter de Hawthorne traída y adaptada a la paranoia antiKomunista y gananciosa del complejo militar industrial del cual nos había advertido Eisenhower al salir de su mandato (ver video – minuto 08:50). Su trabajo en A place in the sun, Salt of the Earth, Bridge over the River Kwai, Lawrence of Arabia, Sandpiper, Planet of the apes es excepcional…en fin, Mr. Fleischer, uno de los maestros de todos los tiempos, pero…
—¿Pero? —interrumpió Fleischer.
—Se ve que su mano estuvo ahí, pero que la objetividad y balance que él venía imprimiéndole al guión ya no están; incluso en el texto remanecen algunos elementos de su estilo único, pero está muy mutilado. El resultado de la mutilación es lamentable Mr. Fleischer. No sé cómo usted va a hacer una película buena con ese guión espurio.
—Mereces el apodo de sharp cookie, Diego. Has dado en el clavo.
—¿Cómo?
—Yo no voy a hacer una película buena…
Me quedé perplejo.
—¿Qué pasó con Wilson?
—Zanuck lo botó justo antes de comenzar el rodaje…—iba a entrar en detalles, pero silenció al ver que Sy, Dave, Glassman y Chris se aproximaban; me hizo una seña discreta con la mano y me dijo quedito—. Seguimos luego, hay moros en la costa —y en voz alta: —Adelante caballeros por favor únanse a nosotros.
Agarré mi bolsa y me iba a levantar para dejarles su privacidad, pero Fleischer me paró.
—Vamos hablar del desembarco del Granma que filmamos mañana. Quédate que te va a tocar tu agüita. Es una escena bien difícil y necesito que sepas todo lo que se va a discutir aquí ahora.
Me quedé mordido por la curiosidad. ¿Por qué habrían botado a Michael Wilson? ¿Por qué Fleischer suspendía la conversación cuando se aproximaban “moros a la costa”? Discipliné mi curiosidad con un balde frío de paciencia y me concentré en el briefing sobre el desembarco del Granma.
Sy colocó sobre la mesa varias polaroids de la “locación” en Piñones escogida para filmar el desembarco. Enseguida me di cuenta que eran históricamente “incorrectas”. Era una playa de arena dorada y no un manglar donde Pichirilo o Collado ―no me acuerdo cuál de los dos timoneles venía pilotando en ese momento― había embarrancado el Granma, que hacía agua con el sobrepeso y no había tiempo ni combustible para subir los dos kilómetros y medio hasta Las Coloradas ―sí una playa dorada― donde se suponía, según los planes trazados, que Celia Sánchez los esperaba con transporte para internarlos en las inmediaciones del Pico Turquino.
Como el viaje de una semana de Tuxpan, Veracruz, México a Cabo Cruz, Cuba sobre la mar embravecida había sido una odisea: la mayor parte, de los expedicionarios mareados, vomitados, mal dormidos; expedicionarios y marineros en turnos estrictos para achicar agua y uno de los motores fuera de combate, se tomó la decisión de desembarcar en el manglar de Los Cayuelos a arriesgar que la expedición fuera avistada por la vigilancia aérea. Batista ya sabía que venían. No dije nada. Sy explicó que no íbamos a ver el desembarco propiamente, sino ya tener a los actores en el agua vadeando hacia la playa con sus fusiles cajas de municiones, pertrechos, etc., y Sharif con su botiquín médico con la cruz roja y el yate en el fondo fingiendo que acababan de bajarse. Después se haría un contra-plano desde la popa del Granma hacia la playa para reforzar el embeleco. Me pareció súper chapucero, pero callé en vista de los misterios que Fleischer me había ido revelando poco a poco. Fleischer había pedido 100 extras —por si las moscas— a pesar de saber que eran solo 86 a bordo del Granma: 82 expedicionarios, 2 timoneles y dos marineros. Además todos los principales y secundarios estarían jugando así que se precisaban bastante menos extras, pero poco a poco me fui percatando que a pesar del leitmotif del ahorro, siempre Hollywood trabajaba con un gran porcentaje de desecho (waste) en directa y crasa contradicción con el ♫ Ta ta ta tán ♫ del ahorro. Viviendo y aprendiendo.
Luego Sy presentó las fotos del manglar ―en el mismo Piñones contiguo a la playa del desembarco― que filmaríamos por la tarde; y también las de unos cañaverales cerca de Arecibo, donde pasado mañana se filmaría la Batalla de Alegría de Pío en la que Fidel pierde 21 hombres contra el ejército esbirro y su aviación. Fleischer quería filmar esas tres secuencias cronológicamente, pues participaban los mismos actores y extras del desembarco y se añadirían los dobles (stunt men) de George Sawaya (doble de Sharif y jefe de los stunt men) en las escenas en que caían los primeros mártires de la revolución. Fleischer fue enfático con Chris y conmigo para que los extras que fueran escogidos pudieran trabajar los tres días seguidos para asegurar la continuidad en la filmación de esas tres escenas.
El briefing terminó así, abruptamente, tal como había comenzado y todos se fueron a hacer sus tareas para mañana y pasado mañana. Chris se fue a llamar a Tom para asegurar los extras como Fleischer los quería y finalmente nos quedamos solos otra vez. Fleischer llamó al mozo y repetimos los tragos.
―¿Dónde nos quedamos? ―preguntó Fleischer.
―Zanuck botó a Michael Wilson ―respondí y pregunté―.¿Por qué?
―Bueno, Zanuck siempre ha sido un tipo nebuloso y nunca explicó claramente. Yo lo enfrenté por teléfono cuando lo supe. Zanuck nos había vendido la peli a todos ―eso incluye a Sharif, Palance y a mí― con el guión original de Michael y Sy. Me dijo que Michael tenía otro compromiso de trabajo y que Sy estaría a cargo de los cambios durante la filmación. Como Michael y yo somos amigos, lo llamé por teléfono y me dijo que era mentira, que Zanuck encojonado le había dicho que no lo quería en Puerto Rico haciendo que el Che Guevara luciera heroico en la pantalla grande.
―¡Anda pa’l carajo!
―Quedé patidifuso ―continuó Fleischer―. Poco a poco, me fui arrechando, al darme cuenta de la movida de Zanuck. El hijo de puta nos enganchó a todos con el anzuelo de una propiedad valiosa y de calidad firmada por Michael y Sy, respetadísimos en la industria, y cuando nos tiene en sus manos, bota a Michael y obliga a Sy a realizar cambios reaccionarios. Y todos nosotros tenemos perfiles liberales y progresistas, así que te debes imaginar cómo nos sentimos todos. Nos va a arruinar nuestras reputaciones. Chris lo quiere matar.
―¿Y no pueden renunciar?
― Sy y yo somos contratados de planta de la Fox. Nos costaría millones zafar. Chris podría, pero dice que no me va a dejar morir solo.
―¡Anda pa’l carajo!
―Nos tiene agarrados por las pelotas… Sólo Sy, Chris y yo sabemos del asunto y Sy nos hizo jurar que no iba a salir de nosotros hasta que él averiguara que rayos está pasando. Sy fue de inteligencia militar durante la guerra y tiene sus contactos. ¡Algo está podrido en Dinamarca! He roto el juramento y te he contado por la confianza personal y política que nos inspiras a mí y a Chris. Todavía no es el momento que Sy sepa que tú sabes, capische? Chris y yo entendemos que tú puedes ayudarnos a pensar…
―Gracias por la confianza, claro…¿Usted tiene copia del guión original?
―Sí
―Me gustaría echarle una ojeada. ¿Por qué no me lo trae mañana al set? Buscamos el momento discreto para que me lo pase. Quizás durante el almuerzo. Ponemos las bolsas en la misma silla como hicimos acá en el bar y listo.
―Dalo por hecho. Vas a ver que buen guión.
―Estoy seguro, Wilson es fiera…
―Bueno Diego, tengo que ir a cenar con Wheeler y Glassman para ver los emplazamientos de mañana. Ha sido muy fructífera nuestra conversación. Cada día crece más mi aprecio por ti. Buenas noches. Nos vemos mañana en el campo de batalla, como dice Chris…―se echó a reír, se levantó, me estrechó la mano, agarró su maletín y se jaló.
Me quedé sacudido de alma con la avalancha de información y fui terminando mi Don Q con soda al suave dándole vuelta a la maraña de Zanuck contra esos gringos que ya consideraba mis amigos. El cielo reventaba de belleza y entre los pensamientos y los luceros no me di cuenta cuando Woody Strode se aproximó de mi mesa.
―Hola Diego. Bello atardecer. Mi esposa, la princesa Luukialuana Kalaeloa de Hawaii, llega mañana y la noche siguiente, cuando volvamos de Arecibo golpeados por la batalla, así mismo sucios, sudados y apestosos, ella va a preparar un asado estilo hawaiano y tú serás invitado especial porque estamos en tu tierra y le queremos hacer ese honor a Puerto Rico.
―Coño Woody, gracias por el honor. Seguro que sí… ¿cómo es que se llama tu esposa de nuevo que no pude captar su nombre?
Woody se echó a reír. Parece que era un chiste que hacía todo el tiempo y la gente nunca entendía el nombre ininteligible, especialmente cuando él lo pronunciaba rápido y con malicia para que nadie entendiera y después se reía de su propio chiste
―No te preocupes le decimos Mama…nos vemos mañana en el set, voy a jugar bridge con Omar. Buenas noches, Diego.
―Buenas noches, Woody.
***
Después de la primera semana de filmación podría alardear que desembarqué del Granma con Fidel, el Che, Camilo y Raúl, et al, en Los Cayuelos el 2 de diciembre de 1956; que me ametrallaron los batistianos en un cañaveral de Alegría de Pío el 5 de diciembre de 1956 y tuve que lamentar la pérdida de 21 compañeros; que tuve el júbilo de presenciar el encuentro de la columna # 8 Ciro Redondo del Che con la Columna #2 Antonio Maceo de Camilo Cienfuegos en Sagua la Grande de camino a cumplir las órdenes de Fidel de extender la guerra a occidente en octubre de 1958. Todas esas proezas vestido de guerrillero con mi radio y mi pito escondidos en chamarra dirigiendo a mis queridos extras según las instrucciones de Fleischer y Chris, asistido por mi “estaf” de permanentes de la columna del Che, especialmente en las escenas masivas como el encuentro de las dos columnas.
Para ese entonces Roberto Gándara, por su estatura, había caído como stand in (doble de luces: extra de estatura idéntica al actor que se coloca en la posición y hace los movimientos del actor para que el Dipí lo ilumine sin agotar al actor: ya lo dije: viviendo y aprendiendo). Cuando Roberto se ausentaba, el trabajito le caía a Tulio Larrinaga que era de la misma estatura. Después de la primera semana la compañía cayó en ritmo y las cosas comenzaron a fluir deliciosamente: todo organizado, mucho e intenso el aprendizaje, pero no sin sus bemoles. En los cañaverales de Arecibo, Fleischer filmaba las escenas de los sobrevivientes de Alegría de Pío buscando rumbo hacia la Sierra Maestra, haciendo contacto con los primeros guajiros amigables en sus bohíos (y algunos que más tarde fueron traidores y chotas…y fusilados, como Eutimio, vivido por Miguel Ángel Suárez en la peli) y algunos campamentos
Al final de ese día que filmamos el encuentro de las dos columnas con seiscientos extras guerrilleros, al abordar los vehículos para regresar a San Juan, noté un revuelo entre los altos mandos y el property master (utilero/armero, cuyo nombre se me escapa en este momento) que estaba medio histérico. No le di mucha importancia —todos esos profesionales eran bastante divos— hasta que vi a Chris haciendo señas para que me acercara.
—Today you don’t help Tom pay the extras. We go straight to the production conference room. We have a problem that I cannot reveal here. I’ll drive back with and you tell you on the way back. We’ll attend the emergency meeting together.
Cuando llegamos al conference la plana mayor nos esperaba. Había desaparecido una subametralladora Thompson .45 con dos magazines de treinta balas. Los gringos por su cultura puritana no pueden evitar bregar con la culpa; en términos burocráticos recaía sobre Chris y sobre el utilero/armero (de cuyo nombre no puedo acordarme). Primero la culpa era del armero (presente en el conference también) pues el escribía el OK en el voucher cuando recibía el arma de vuelta de las manos del extra o actor; y segundo sobre Chris porque él firmaba el voucher sólo si los oqueis de armería y vestuario estaban claramente escritos en el voucher. El voucher tenía cuatro hojas de’sas que hacen copias sin papel carbón, modernucas: el original (blanco con letras azules) para contabilidad; amarillo para Chris (que al terminar el día se las entregaba a Tom para control de él), rosa para vestuario y verde para utilería. Tom cobraba un porcentaje (no me acuerdo si era el 10 o el 15%) de lo que se le pagaba a los extras. Con el original y la de Chris se establecía un control entre contabilidad y casting.
Sy llevaba la voz cantante, y al nosotros entrar, le pidió a Chris su copia amarilla para conferir los nombres de los extras a quien se les había expedido una Thompson. Chris las había separado en el carro y se las pasó. Sy las miró junto al armero y eran idénticas: una a nombre de Órvil Miller y otra a nombre de Miguel Hudo. Ambas con un claro OK del propio armero y contrafirmadas por Chris. Todo en orden. Misterio.
—¿Quién recibió las armas de manos de los extras tú o tu asistente? —preguntó Sy.
—Yo siempre recibo las armas automáticas, pues son de mayor responsabilidad — respondió el utilero/armero medio arrogantito y echándoselas de súper responsable ante su jefe supremo.
—¿A quién más se le expidieron Thompsons en el día de hoy? —insistió Sy y el utilero/armero respondió medio enojado.
—A Omar, Sawaya, Picerni y Perry López —y puso cara de que era obvio que ninguno de ellos se iba a robar una ametralladora.
—¿Recuerdas claramente haber recibido las Thompson de Órvil y de Hudo?
—Sí, absolutamente, siempre echamos chistes…—respondió sin un ápice de duda.
Miré hacia Fleischer y lo vi haciendo rueditas con los pulgares claramente aburrido y con cara de que el interrogatorio de Sy no iba para ningún lado. Yo levanté la mano y Fleischer le arrebató la batuta a Sy y me señaló.
—Go ahead, Diego —y miró a Sy excusándose por el empujón.
—Is there any way of knowing if the missing Thompson was issued to either of my extras? pregunté en tono neutral.
—No way.
—Why? —preguntó Chris intempestivamente.
—‘Cause the serial numbers are too long and it would cause a bottleneck in the line to jot all those numbers in the voucher. Folks: We’re talking about 600 mothers to be ready in two hours: make up, hair, wardrobe and us. Geez!!
—You simply put a plastic tag or write in magic marker in the butt of each of the six Thompsons 1,2,3,4,5,6 —le sugerí.
—I’ll consider it —y me tiró una mirada de lanzallamas reforzada con una buena dosis de racismo en sus ojos.
—No! —casi gritó Sy—. You’ll do it as soon as you leave this meeting. And, I want the serial number of the missing gun.
—Yes sir! —respondió intimidado y me lanzó otra de lanzallamas que me abrasó la cara y me chamuscó la barba.
—What happens to the gun once it is in your hands and marked as returned on the voucher? —insistí y el utilero se dio cuenta que yo no estaba echándole la culpa sino tratando de entender el proceso.
—If it hasn’t been fired it goes back on the rack; if it’s been fired it goes to the workbench to be cleaned and oiled by the gunsmith.
—Where is the workbench?
—In the front of the back of the truck, left hand side…
—Once the Thompsons are inside the truck, they never go out ‘til the next day when they are issued to another actor or extra? ―seguí mi línea de preguntas.
—Right!
—Thank you —le dije sin resentimiento por sus exabruptos y su divismo.
―Or to the same extra if the gun is in continuity with the extra, which is the case of Orville and Mickey… ―añadió el armero.
―Mickey? ―preguntó Sy confundido.
―Hudo… Mickey is his nickname…
Como más nadie tenía preguntas Sy lo dispensó, pero le dijo que se quedara cerca del radio por si surgía alguna otra pregunta más adelante. Cayó un silencio sobre la mesa. Fleischer lo rompió unos segundos después.
―Yo no sé qué rayos yo hago aquí, yo no soy detective ―dijo sonreído empujando una distensión de los ánimos― y además tengo que repasar los emplazamientos de mañana con Chuck. Estaré en el bar de la piscina con él, si me necesitan para algo, lo cual dudo mucho. Buenas noches.
Se levantó y salió. Otro manto de silencio nos arropó. Esta vez fue Dave el que lo rompió.
―I think we should call the FBI and report the theft…
Sy lo miró disgustado.
―I think you’re being hasty. We don’t even know if it was a theft!
―Oh no? And what do you think it was, a loan? ―respondió Dave cargado de ironía.
―You are prejudging before we have any facts at all ―intervino Chris en un tono beligerante.
Me quedé pensativo pesando las consecuencias del hecho. A pesar de que me enorgullecía la posibilidad que los muchachos hubieran recuperado con gran habilidad y sigilo la Thompson para la causa de la lucha armada por la independencia (como manda el manual del Che); si ese fuese el caso, me preocupaba que la intervención del FBI pudiera devenir en 20 o 30 años de cárcel para cualquiera de ellos y un rollete para la peli con interrogatorios inacabables, suspicacias y seguramente un par de agentes infiltrados entre los extras; si no es que ya estaban entre nosotros espiando. (Recuerden que COINTELPRO estaba en su apogeo, igual que el carpeteo de la División de Inteligencia de la Policía).
Era obvio que ninguno de los gringos tenía puta idea de lo que pasaba en Puerto Rico par de meses antes de las elecciones de 1968 con las encuestas favoreciendo el nuevo partido de la anexión de Luis Ferré (pana del Viejo; compañero del equipo de esgrima del Club Deportivo de Ponce; tocaban piano a cuatro manos; vecino de la Calle León) y el recrudecimiento del accionar de las diferentes organizaciones armadas para responder al auge eleccionario de las elites asimilistas después del ensanchamiento de la brecha entre Muñoz y Sánchez Vilella (el tío de Roberto Gándara Sánchez, mi pana de Washington Square Village, stand in de Jack Palance); y la división del estadolibrismo con el quiebre PPD/Partido del Pueblo. Chris se dio cuenta que me había ausentado y me tiró una soga para sacarme del fondo del pozo de mis pensamientos.
―What do you think about Dave’s suggestion, Diego?
―I don’t think it’s a good idea…―ya iba a explicar, pero Dave no me dejó terminar.
―Why? ―preguntó molesto y yo lo encaré.
―’Cause it’s not serious, nor professional, to call the Feds when we have nothing.
―Nothing!? They stole a submachine gun…―ahora lo interrumpí yo, pero al suave.
―You have no proof of that. After a hard fucking day of work under the sun you guys are not used to, swamped by 600 extras all wanting to go home, it is not improbable that in the stressful situation, human error could slip into the exhaustion of the technicians and the gun misplaced. It could be lying in any dark corner of the truck, or even disassembled on the workbench, because the gunsmith was too tired and said “Fuck it, I’ll finish it tomorrow”. They were bussed off Arecibo with such haste to avoid overtime that nobody has talked to the assistant propman, nor to the gunsmith. Only with the almost hysterical prop master, who is in panic, cause it’s his ass on the line. Nobody has done a thorough search of the truck in daylight. You don’t even have the serial number of the gun…Are you serious Mr. Hall?
Sy estaba metido en un yellow pad con un bolígrafo en la mano y al escuchar mi perorata levantó la cabeza con una expresión contradictoria en el rostro: le gustó lo que había escuchado, pero no quien lo había expresado, por más NYU y por más sharp cookie que fuera, pero su carácter justo se sobrepuso a su racismo innato, pero vi en su cara que le costó decir lo que dijo.
―I’m afraid he’s right Dave…
Chris sonrió divertido.
―Now Mr. Diego: there are two scenarios: 1: the gun was misplaced, which you have covered; now let us cover scenario 2: the gun was stolen.
Respiré hondo y busqué el tono adecuado para explicarle lo que pasaba en Puerto Rico a un tipo con conexiones en el establishment de inteligencia ―(claro que había sido durante la guerra contra el fascismo, pero…) y además mi jefe absoluto (por encima de Fleischer, por lo menos en teoría)― sin alborotarle las plumas (without ruffling his feathers, como dicen ellos).
―Number two is a very serious scenario, Mr. Bartlett. It implies that the company has been infiltrated ―through the extras and/or technicians― by one or several of the nationalist proindependence armed urban guerrilla groups who planned and executed the theft…
―Sy, what the fuck, is he delirious? ―se ‘esmandó Dave―. This is the U.S. here there are no armed guerrillas here…
―This is an unincorporated U.S. territory ―a colony, and a classic one at that, Mr. Hall ―, thus, this is not the U.S. This is Latin America. And may I ask you what are the Black Panthers, the Young Lords, the Pumas, the Symbionese Liberation Army, the Weathermen…rock bands? ―le espeté con ironía, pero manteniendo un tono respetuoso, aunque hervía por dentro.
―Are you a commie?
―My political beliefs are my concern…Are you kin to Joe McCarthy by any chance, Mr. Hall?
Dave se quedó medio patidifuso ―era un poco lento y bastante ignorante― y vi cuando Sy esbozó una tenue sonrisa en la comisura de sus labios y escuché cuando Chris se echó a reír como un vikingo.
―Sy, with all due respect I think this political repartee is getting us nowhere and Dave’s prejudices are hindering the analysis. If you want to get to the bottom of this, quick ―as we must― Dave better leave the room ―dijo Chris con mucha seriedad que contrastó significativamente con su risotada anterior.
A Dave se le cayó la quijada y quedó boquiabierto mirando a Chris resentidísimo. Chris lo encaró y luego miró a Sy y demandó una respuesta.
―Please Dave…—pidió Sy suavemente y extendió su brazo hacia la puerta—. And please do not reveal to anyone what is being discussed here— y levantó el dedo en advertencia.
Dave recogió sus cosas con violencia y actitud, nos echó miradas de lanzallamas a los tres y dio un portazo.
—Go ahead with the briefing, Mr. Diego.
—Maybe one of the most serious politico-military pro-independence groups did it, or maybe it is an idealistic, romantic young man who thinks he could free Puerto Rico with a Thompson that only shoots blanks. In either case, we should handle it with care. The FBI intervention would be nefarious in the case of C.A.L. (Armed Commandoes of Liberation), which is the most professional of the groups. They would take it as a declaration of war from us.
—Tell me a bit about this C.A.L., are they Marxists? —preguntó.
—They are very brief and to the point in their communiqués, so there’s no way of telling. They are probably survivors of the Nationalist Party revolution of 1950— Sy abrió los ojos como quien nunca había oído hablar de eso—. Right now C.A.L. is waging economic war against U.S. companies that are taking over retail commerce from Puerto Rican businessmen by burning their stores, outlets and warehouses, making insurance prizes hike up, so that they have to leave the island. They have also declared Condado —right here where we are— a war zone. Their actions reveal them as nationalists, not Marxists, but that is my personal reading of the events. Neither the Puerto Rican Police, nor the FBI has the slightest inkling of who they are. They are very careful and professional.
—You’re kidding me! —me dijo sorprendido—. You mean we’re sitting on a powder keg.
—That is a healthy way of looking at it —le respondí sonreído.
—Why didn’t any of the government people told me this was going on when we first came to explore?
—They didn’t want to scare you off. They want your dollars spent here, not in Santo Domingo. Also, they underestimate the armed groups, shrug them off, because they are protected by the heroes of the FBI. These colonized jerks in the government are very naïve. They think ―with a false superiority― that because they are under the wings of the imperial eagle, they are free from all the turmoil of those “unfortunate banana republics” in Latin America.
—So how should we handle this issue right now? —preguntó inquieto
—I already said it must be handled with care. You don’t want to poke the sleeping tiger with a short stick. So we don’t call the FBI. If it is the case of the young idealist he could get ten years; and if he has a COINTELPRO docket he could get 20 or 30…—me interrumpió serísimo y molesto por tener que andar por un camino desconocido e incómodo para él.
—What the fuck is COINTELPRO? —preguntó airado.
—It’s the FBI’s counter intelligence program designed to derail all domestic dissent armed or otherwise: Anti-war movement, Panthers, Lords, NAACP, SDS, American Indian Movement, American Civil Liberties Union, Puerto Rican independence organizations, etc. They keep dockets on all Puerto Rican independence sympathizers, militants and freedom fighters and harass them, their families and their employers. But sir, if you want, I could brief you more profoundly on this matter some other time at your will, during the sunset drinks, for instance, but I think we should concentrate in solving the missing Thompson. It even sounds like a movie title.
—Sy, I agree with Diego and I, for sure, wanna be on those sunset briefings. Let’s get back on track. —intervino Chris al ver que la cosa se estaba convirtiendo en una clase sobre la independencia de P.R.
—Please go ahead — respondió Sy, todavía turbado por la información novedosa.
—We have no choice but to take the friendly approach. C.A.L. sees us, but we don’t see them. They got into the truck and took the Thompson in broad daylight with two technicians always on the truck. Nobody saw them. We have Omar and Palance gallivanting through the streets of San Juan as if they were in Oslo or Helsinski, but they are not. They are in a politically volatile Latin American country —and even though you see more U.S. flags than Puerto Rican ones, things are not as they appear to be: the FBI and the CIA are not in control of the restless natives. We are very vulnerable to a kidnapping of a Hollywood star either as a publicity stunt, or to ask Zanuck for some millions in ransom to buy a truckload of Thompsons…
—I think Dave was right: you are delirious! —me tiró, ya medio fuera de sí.
—Sir, I’m sorry this is not what you want to hear, but you must. First a happy one: I’m sure you remember 10 years ago ―it hit the world media― Castro’s M-26, kidnapped Juan Manuel Fangio,
Argentinian, 5 times world champion of Formula 1, to revert Batista’s attempt to upstage M-26 military achievements, by staging a world class competition to signal to the world media: “all is well in the kingdom of Batista”. Yet Fangio was treated royally by his kidnappers and was handed safe and well fed to the Argentinian ambassador in Havana. It was a “coup publicitaire” and Fangio became one of the most vocal supporters of Castro’s M-26. Second, a sad one: Not even two weeks ago, a FAR urban guerrilla unit tried to kidnap John Gordon Mein, U.S. Ambassador to Guatemala.
He tried to escape and the FAR pumped him full of lead in broad daylight in the fancy sector of the capital. Last January they executed Col. John D. Webber and Maj. Ernest A. Munro, U.S “military advisors” who were helping the Guatemalan gorillas upgrade their death squads to exterminate the leftist guerrillas. The political climate in the Caribbean is hot and stifling, and I think you should tread this path with extreme care not to step on a land mine ―BOOM!!― the film stops, the money goes down the drain, my three credits towards my PhD vanish. It is well known that Sharif is a supporter of “just causes” and could fit in perfectly in a Puerto Rican version of Fangio’s kidnapping staring Omar Sharif. Like Fangio, he could become, after his release, a stalwart defender of the Puerto Rican Independence movement and its anti-colonial armed struggle that would definitely sway the balance in the General Assembly’s Decolonization Committee against U.S. colonial domination in Puerto Rico.
—But this is a very dangerous business you’re talking about — me dijo más calmado.
—That’s why we must listen to him…—dijo Chris levantando ambas cejas.
—How do you know all this? —preguntó sospechoso.
—Sir, I study all these subjects —U.S. Ibero-American relations— for my PhD at NYU…
—I thought your PhD was in Drama and Cinema, Fleischer told me…—continuó el interrogatorio.
—I study history in order to make films about it…I hope…
—Like what? —insistió con sospecha—. Humor me, even if we go off the trail for a few minutes…
Me dieron muchas ganas de contarle de la serie de 4 pelis sobre Sandino, pero me aguanté. Tuve un flashback: Neil Yarema, mi compa parapléjico de Nueva York, me había advertido. “Tú no le cuentas tu peli a nadie a menos que esté registrada en el Writer’s Guild of America. Este es un negocio de piratas. Te la roban con la mayor cara dura y después tienes que ponerte a pelear legalmente con la batería de abogados de 20th Century, de Metro Goldwyn Mayer, de Columbia, etc.”
Tuve que improvisar…
—Remember those two “military advisors”, executed in Guatemala, I just told you about? —Sy afirmó con la cabeza—. Rogelia Cruz Martínez, a beautiful ex-Miss Guatemala, is now a star guerrilla fighter with FAR. Leonardo Castillo Johnson, second in command to FAR’s Commander in Chief Pablo Monsanto, falls in love with Rogelia. They live a beautiful and exciting idyll amidst clandestine operations and urban guerrilla exploits against the U.S. “advised” extreme right wing death squads and Guatemalan Army top brass and oligarchs, leading the genocide of the Maya Indians up in El Petén Province, where oil has been discovered and Maya ancestral lands are coveted by the United Fruit Co. One day Rogelia disappears. Leonardo is desperate, but he knows what to expect. Such is the civil war in his poor country after the Dulles brothers toppled the democratically elected president Col. Jacobo Arbenz in 1954 ―(not even one year after the brothers had toppled the democratically elected Mosaddegh government in Iran)― and substituted him with School of the Americas graduate Col. Castillo Armas.
FAR Chief Pablo Monsanto orders Manuel Rojas, his chief of intelligence —formerly Leonardos’s rival— to help Leonardo avenge Rogelia. Her body turns up three weeks later gang raped, tortured and mutilated. Leonardo and Manuel start working together. During their collaboration they iron out their former rivalry and become best of friends. Together, through cunning and intelligence they detect the urban death squad led by Col. John D. Webber and Maj. Ernest A. Munro. They study their movements, their drunken routine; they infiltrate a “whore” in the escort service they use and design a bulletproof plan. When these two arrogant, psychotic, racist U.S. Advisors think they are on top of the world, Rogelia is avenged and they lie in a pool of blood in a gutter of Guatemala City —le solté casi sin respirar.
Durante el cuento cruzaron por el rostro de Sy diversas y contradictorias expresiones. Chris cool como jugador de póquer. Sy respiró hondo.
—I loved it. Of course I didn’t like us being the bad guys, but if what you say is true, we deserve it. And, it is really innovative having the Americans being the bad guys. I have seldom seen that in our industry…I like that…Dave is right on this one; you are really a sharp cookie.
—Let’s get back on the track, Sy, I wanna finish here and go for a gin tonic at the pool bar — presionó Chris.
—What do you suggest Diego? —me preguntó Sy y me di cuenta que me había quitado el Mr., en un gesto simbólico e inconsciente de confianza.
—May I call you Sy, Mr. Bartlett? —le pregunté para que supiera que yo había mangado su slip of the mind y devolverle su gesto de confianza.
—For sure and we’ll toast to that in the pool in a little while, Diego —me respondió con aquella leve sonrisa que se colgaba de la comisura de sus labios cuando algo lo divertía, pero que su personalidad contenida no lo dejaba desbocarse.
—In that case, I suggest you give me permission to try the friendly approach. I’ll talk to my guys tomorrow at breakfast, so they can spread my speech about a lame Thompson submachine gun and the future of the Puerto Rican Revolution among the extras and technicians. If the Thompson doesn’t turn up by wrap time, you can call the FBI. I know you must report to Mr. Zanuck, but I suggest you omit this incident until tomorrow. What do you say?
—Deal. It’s been a pleasure, a bitter one indeed, but a pleasure, regardless, Diego. Thanks! —y me estiró la mano que yo estreché por primera vez.
—Let’s go for that gin tonic, folks, done deed! —dijo Chris, agarró sus cosas y salió soplao por la puerta.
***
A la mañana siguiente, apenas despuntaba la aurora, estaba reunido con mis líderes de escuadra (Papo Castillo, Órvil Miller, Miguel Hudo, César Parés, Tito Aresti, Bill Putnam, Carlos Pérez Mundo, Tulio Larrinaga, y aquellos que mi memoria no alcanza a recordar – repito los nombres para recordarlos con cariño, especialmente a Mickey Hudo que se fue de viaje sin regreso, pero antes de irse nos dejó su libro). Roberto Gándara Sánchez no vino ese día. La campaña de su tío don Roberto Sánchez Vilella estaba en la recta final y él estaba ayudando a Toño Rosario, su pana de infancia (poco después pana mío también), asesor publicitario de don Roberto. Mientras desayunaban como una manada de lobos hambrientos en la mesa más apartada del área de catering les eché mi rollo:
—Compañeros. Primero que nada: Yo no quiero saber quién fue. Segundo: Al autor o los autores de la acción mis felicitaciones por tan hábil golpe al recuperar un arma para la lucha armada de nuestro pueblo sin dejar una sola huella. Como todos deben saber —o lo sabrán en el transcurso del día— una ametralladora Thompson semiautomática calibre .45 ha desaparecido del camión/armería y el utilero/armero nos señala a nosotros: extras y técnicos boricuas como los culpables. Sin embargo según los papeles, nosotros estamos limpios; y él, y mi pana Chris, el Second, son los responsables, con una agüita que nos salpicaría a Vicky, a Tom Ward y a mí por ser los que manejamos a los extras. El arma es inservible porque todos sabemos que tiene el cañón atapona’o para poder disparar balas blancas. Claro que se le podría cambiar el cañón y listo, pero es obvio que las leyes federales obligan a Sy Bartlett a informar al FBI; y el FBI difundiría la información a la Interpol y a todas las armerías de EE.UU. y en el momento que alguien preguntara por un cañón de Thompson .45, chukulún, preso el man. Perderíamos, con una prisión prematura —por una bobería: un arma inservible— a uno o unos cuadrazos que ya despuntan —por la fineza de esta acción que nos ocupa ahorita en este desayuno— como excelentes operadores, que seguro tendrían un futuro admirable y glorioso en la lucha por nuestra independencia. Yo estoy aquí en esta película para prepararme como un cuadro de la lucha ideológica a través de la cinematografía y cada día aprendo más con estos maestros gringos. Al formarme como cuadro de la lucha ideológica y de propaganda les juro que le dedicaría, ojalá que 40 0 50 años a esa lucha, y si no lo hiciera y me dedicara después a hacerme rico con este conocimiento precioso, los autorizo a escupirme la cara donde quiera que me encuentren. Si no aparece la metra, el FBI nos infiltrará y ya no podremos fumar marihuana tranquilos, ni los tecatos darse su chutazo en paz. Tampoco sabemos cómo los tratarían los que vengan a sustituirnos a Chris, a Tom, a Vicky y a mí. Hasta ahora hemos trabajado juntos en armonía y si aparece el arma podríamos continuar así, aprendiendo y ganándonos nuestros chavitos con este relajito criollo, pero con disciplina y profesionalismo. Si el arma fuera a aparecer me gustaría que fuera de forma que incrimine a la negligencia del armero/utilero racista que nos culpó a nosotros sin tener ninguna prueba. Si el arma aparece, pásenle mis felicitaciones a los patriotas autores por su flexibilidad de criterio y su amplitud de análisis al entender que todas las formas de lucha —no sólo la lucha armada— impulsan nuestra causa sagrada sellada con la sangre de nuestros padres nacionalistas que han caído en combate contra el enemigo inmisericorde. Y gracias por permitirme formarme como cuadro de la lucha ideológica. No se van a arrepentir. Buen provecho…
Algunos iban a aplaudir con los ojos aguados cuando mencioné a nuestros ancestros nacionalistas, pero los paré con un dedo sobre mis labios, pidiendo discreción y mirando hacia los lados pues ya se había llenado bastante el catering. Agarré mi bandeja que no había tocado y me fui a la mesa, también apartada donde me esperaba Chris.
—How did you fare, my friend? — me preguntó, relajón, con lenguaje shakesperiano.
—Done deed! — le respondí con su acostumbrada expresión idiomática.
***
El caso de la ametralladora perdida —nombre que Fleischer le dio al incidente con gran sentido de humor cinematográfico— se resolvió poco después del almuerzo, cuando, con el mismo sigilo con que desapareció, apareció la Thompson debajo del asiento del pasajero del camión/armería donde siempre viajaba el utilero/armero racista, de cuyo nombre ya no quiero acordarme.
***
Con el caso de la ametralladora perdida, Mama y Woody habían tenido que posponer el asado hawaiano para hoy. Como la crisis había tenido un happy ending, los twilight drinks de esa noche fueron en el gramado frente a la cabaña de Woody, donde Mama había improvisado un barcito, un bufé, mesas, sillas y toneladas de simpatía y buen humor para los convidados. Omar había traído varias botellas de su vino francés preferido de la caja que le llegaba de Paris cada semana y varios quesos de cabra que le llegaban del Cairo, ambas exquisiteces estipuladas en su contrato.
El fin de tarde estaba clarísimo y subía rojiza por el este la luna creciente en forma de cimitarra mora acompañada por el lucero vespertino que prenunciaba un cielo estrellado y transparente para el sarao nocturno de la Princesa “Mama” Luukialuana Kalaeloa Strode que nos regaba con su alegría, picardía y su inteligencia chispeante, para no hablar de su cocina inédita (al parecer no solamente para mí): picadillo de pulpo hervido con piña y menta, salmorejo de jueyes con salsa de tamarindo y cebollines, carrucho guisado en jugo de parcha y langostinos a la plancha encharcados en salsa de mantequilla, limón y cilantro. Y ni hablemos de la presentación de la mesa del bufé con hojas y flores y manteles blancos bordados con animalitos de colores, estilo naif, en fin una muestra preciosa del diseño visual de su cultura hawaiana enraizada en la naturaleza. Me di cuenta que se había regado en el grupo que yo había sido el héroe de la jornada (los estadounidenses no pueden vivir sin héroes), cuando hasta Dave Hall llegó a felicitarme y disculparse por su comportamiento de la noche anterior. Antes de que pudiera averiguar quién era el culpable de esa indiscreción, Fleischer levantó su copa y propuso un brindis.
―I want us to toast to Diego: our lucid sleuth who solved The Case of the Missing Submachine gun in less than 24 hours!!
Todo el mundo brindó incluyéndome a mí, pero al terminar el brindis yo pedí un turno para hacer otro brindis. Fleischer me dio luz verde.
―I am honored Mr. Fleischer, but I must decline the title, for I only furnished the information and implemented a very wise and pondered decision made by Sy Bartlett. If we must have a hero tonight, I think it should be him. To Sy Bartlett!!
Lo cogí de sorpresa. Todo el mundo levantó su copa y brindamos por Sy. Él no se esperaba esa y en lo que se recompuso, brilló por primera vez ―que yo viera― una sonrisa completa en su rostro y no aquel aguaje en la comisura de sus labios; y me di cuenta que a pesar de su peso y poder era un tipo tímido, sencillo y modesto.
―Thank you Diego, but I must retaliate your gesture of friendship with another toast: To Diego’s modesty!!!
Y todo el mundo brindó con gusto reconociendo la elegancia de su gesto. Especialmente yo. De ahí en adelante nos hicimos amigos. De repente Mama se tomó el centro del escenario y propuso un brindis hermoso que selló mi amistad y admiración por los Kalaulea Strode.
―Brindo por esta tierra tan linda y tan parecida a la mía; y por su gente alegre, hospitalaria y bonita, tan parecida a la mía, a quienes Diego representa esta bella noche en mi casa que es la de él. Les deseo la mayor felicidad en su lucha por la libertad y pido a mis dioses generosos que la protejan y no la dejen convertirse en un estado de la unión, como la pobre tierra mía ― y le saltaron dos lagrimones de sus ojos de azabache.
―¡Amén! ―gritó Omar Sharif emocionado―. ¡¡Viva Puerto Rico Libre!! ¡¡Viva Hawai Libre!!
―¡¡Qué vivan!! ―grité yo, la mayoría de los puertorriqueños, Chris, Fleischer, Sy y hasta los mozos que servían las mesas.
Cuando terminó el brindis los miré y parecían dos dioses coronados de estrellas, vestidos de blanco reflejando la luz tenue de la Vía Láctea; y si Woody hubiese tenido un hacha en la mano, juraría que era Xangô honrando y protegiendo a Iemanjá.
***
Después que la mayoría de los invitados se había retirado por el llamado temprano del próximo día, la velada terminó con un grupito escuchando a Mama contar como los hacendados blancos americanos bajo la dirección de Sanford B. Dole, descendiente de los misioneros evangélicos que habían cristianizado a la fuerza a una gran parte de los hawaianos, impusieron, apoyados por las armas de un contingente de marines ―desembarcados por John L. Stevens ministro de EE.UU. ante la monarquía hawaiana―lo que se llamó la Constitución de la Bayoneta en 1887 que le quitaba la mayoría de los poderes al rey Kalãkauna, e impusieron una nueva ley electoral donde sólo los hombres que sabían leer y que tenían un alto nivel económico podían votar, así que la mayor parte de los hawaianos quedaron fuera de incidir sobre su propio destino, que quedó en manos de las elites terratenientes y burocráticas dominadas por los blancos extranjeros en su mayoría estadounidenses y una monarquía decorativa.
A la muerte de Kalãkaua, lo sucedió su hermana, coronada como Liliʻuokalani, a quien el mismo grupo de 1887 destronó con un golpe de estado en 1893 porque llamó a un consejo para anular la Constitución de la Bayoneta y reintegrarle sus poderes a la monarquía. Terminamos hablando sobre el año terrible del ’98 cuando EE.UU. anexa unilateralmente a Hawai e invade a Puerto Rico, Cuba y Filipinas y se consolida el recién nacido imperio. Fue iluminante, especialmente para los gringos que ignoraban esos hechos y los que cerraron la velada: el golpe angloamericano (Operation Ajax) contra Mosaddegh en el ’53 en Irán, contra Jacobo Arbenz en ’54 en Guatemala, contra Kong Le en ’60 en Laos, contra Fidel Castro, 1961 en Bahía de Cochinos, contra Ngo Dinh Diem en ’63 en Vietnam, contra João Goulart en ’64 en Brasil, contra Sukarno en ’65 en Indonesia (sobre un millón de comunistas asesinados por las turbas paramilitares de Suharto el hombre fuerte de los americanos), contra Juan Bosch en ’65 en la República Dominicana, contra Andrea Papandreu en ’67 en Grecia. Era el brazo largo y siniestro de la CIA cuya ambición y alcance era/es el dominio del mundo (como Genghis Khan, Atila, Napoleón, Hitler). Nadie se podía imaginar, en esa noche linda, que ese brazo ya había llegado hasta nosotros.
***
Ya para la tercera semana la peli iba viento en popa a toda vela en armonía y yo acribillaba diariamente a Fleischer, a Sy, a Glassman, a Chris, a Chuck Wheeler y a los técnicos, y aprendía toneladas con sus respuestas, cuando, artero, nos sorprendió por la espalda otro obstáculo al parecer insalvable y con salpicaduras acidas ―de nuevo― sobre las personas más allegadas a mí: Vicky, Tom y Chris. El departamento de contabilidad había detectado un incremento anormal en el pago de los extras y habían llamado a Tom y a Chris para que respondieran. Era un montón de dinero que se había pagado indebidamente a los extras y contabilidad sospechaba (no sé si ya dije que Tom tenía cierta famita; no sé si justificada o no; a mí me parecía un tipo honesto, maseta, pero honesto) que Chris y Tom tenían un pícher y cácher con los vouchers y se dividían el botín, porque todos los vouchers venían firmados por Chris. Se suponía que Chris fuera el control de los extras por parte de producción. Tanto Chris como Tom quedaron ofendidísimos con la insinuación, pero la evidencia era abrumadora contra Chris. Todos los vouchers en exceso del llamado llevaban la firma de Chris. Nadie entendía nada. Chris estaba autorizado por Fleischer y Glassman a aumentar el número extras hasta cinco, a su criterio, pero por ejemplo, el día de la insurrección de estudiantes se llamaron 1200 pero se pagaron 1350. Un incremento de 150 extras sobre el llamado ―además todos con barba @$35/extra― que traducido a dólares eran $5,250. Y así por el estilo. Chris y Tom al borde del desespero. Contabilidad estimaba el incremento entre un 10 y un 15% sobre el número de extras en el llamado. Eran $27,000 que habían desaparecido sin razón alguna y la evidencia contable apuntaba directamente hacia Chris. Obvio: ni Fleischer ni Sy lo dejaron renunciar. Sy nos llamó a Tom, a Chris y a mí para una reunión secreta con contabilidad ―para que los que estaban operando el esquema de fraude no se enteraran― para ver qué medidas se tomaban para parar la anormalidad. Contabilidad había examinado los vouchers ―cientos de ellos― y todos tenían el ok de vestuario, el ok de utilería/armería, la firma de Chris. Todo normal. Misterio. Siempre contábamos los extras que abordaban las guaguas, pero no los que venían a cobrar por la noche, así que combinamos con contabilidad contar también a los extras que venían a cobrar por la noche y si sobrepasaban la cuenta examinar los vouchers sin mucho aspaviento para no alertar a los pillos y ver si detectábamos alguna irregularidad que nos llevara a los culpables.
Así lo hicimos por varios días y siguieron apareciendo los extras excedentes, siempre como un 10%, pero no había ninguna irregularidad en los vouchers: oquei de vestuario, oquei de utilería/armería, firma de Chris. Tom y Chris estaban desesperados. Uno de esos días normales del fin de la cuarta semana, mientras cargábamos la guagua de guerrilleros para ir a Barceloneta a filmar unas escenas de la columna del Che acercándose a un objetivo militar y un diálogo entre el Che y Fidel y Raúl, se me acercó un muchacho flaco, bajito, de pelo negro lacio, trigueñito, tecato. Como era lampiño estaba en la lista de los batistianos. Vino a pedirme trabajo y yo le dije que hoy eran puros guerrilleros, pero que regresara mañana que era día de una batalla entre batistianos y guerrilleros y seguro guisaba.
El día transcurrió normal y cómodo con sólo 160 extras guerrilleros. Lo único anormal era que Chris estaba medio acelerado con el gin-tonic, claro, a causa de su depresión permanente, y que nuestra conversación, antes súper rica y variada, ahora sólo giraba alrededor de ese tema y nos devanábamos los sesos en la búsqueda de un método que nos permitiera descubrir a los ladrones y limpiar la reputación de Tom y Chris. Tom llegaba con más frecuencia a la filmación buscando solidaridad y tratando de aportar algo a la discusión. Durante el almuerzo Sy y Fleischer se unieron a nuestra mesa a ver si había novedades y sólo encontraron un Niagara de depresión. Nadie podía imaginarse que la solución estaba a la vuelta de la esquina y de una manera tan sencilla como increíble.
Ya eran como las siete y media de la noche y estábamos a punto de terminar de pagar en la guagua frente al Greenhouse en los bajos del Dutch Inn cuando Apache gritó desde la puerta de entrada de la guagua:
―¡Ahí va el último!
Se abrió la puerta y seguro que ya se han imaginado quien apareció entrando a la guagua. Cuando lo vi, me hice el loco y enterré mis ojos en los vouchers que había recolectado durante el pago para que no se escamara. Me di cuenta que la solución del misterio estaba a la mano y me corrió un escalofrío por toda la espalda ―el famoso frisson epique. Me quedé cool barajeando los vouchers y cuando llegó hasta nosotros extendí la mano sin mirarlo y él me entregó el voucher. Lo metí en mi bolsa separado de los otros y le dije a Bacho y a Georgie.
―Agárrenlo y llévenlo a la oficina. Agárrenlo bien y no lo dejen escapar. Si se escapa va a ser peor para ustedes. Y tú ―le dije a él― te quedas quietecito y no armas ningún peo o te entrego a los guardias ―siempre había un carro de la policía cuidándonos mientras pagábamos―. Si te quedas cool podemos arreglarlo en familia y no vas preso. ¿Está claro?
―Sí ―respondió con rabia.
Bacho y Georgie cambiaron miradas raras que no alcancé a entender en ese momento. Tom preguntaba confuso.
―What’s happening Diego? ―y repetía la pregunta mientras yo hablaba en español con Bacho, Georgie y el muchacho flaco, bajito, de pelo negro lacio, trigueñito, medio tecato, lampiño y batistiano que había venido en la mañanita a pedir trabajo y yo le había dicho que volviera mañana porque hoy eran puros guerrilleros.
―Vamos todos con calma y como si no pasara nada pa’ que los guardias no se metan. Vamos. Tom this guy is the key to the mystery. Let’s go to the office. Please go get Sy and Chris at the pool bar and bring them up to the office. I’ll explain upstairs.
El Flaco me miraba con ojos de asesino. Bacho y Georgie lo agarraron cada uno por un brazo y bajamos de la guagua. Al salir Apache se colocó detrás del Flaco como cubriendo la retaguardia, nerviosón. Atravesamos la Ashford, seguimos por la Todd hasta la entrada del hotel y agarramos el elevador. Tom siguió con Israel y Lobo con el maletín repleto de dinero andando rápido hacia el Sheraton. Entramos a la oficina y Vicky abrió los ojos grandes cuando vio a Bacho y a Georgie con el Flaco apresado entre los dos y Apache detrás sudando.
―¡A Dios Erasmo! ¿Qué pasó con él, Diego?
―Métanlo adentro a la oficina de Tom y esperen ahí ―y abrí la puerta para que entraran y la cerré.
Le expliqué a Vicky rápidamente y saqué el voucher del Flaco/Erasmo y lo puse sobre el escritorio de Vicky. Saqué un voucher en blanco y lo coloqué al lado de bajo de la luz. Inmediatamente saltó la verdad a nuestros ojos. El original tenía las letras azules y el de Erasmo negras, obviamente una xerox de un original con los oqueis de vestuario y utilería/armería y la firma de Chris. Le pedí una lupa a Vicky y se veía con el aumento que el encasillado donde iban los datos personales del extra habían sido manipulados con white out o algo así. Claro que en la semioscuridad de la guagua, con aquella bombillita amarilla tenue, todos los gatos son prietos. Le mostré a Vicky.
―¡Eureka, Vicky, resuelto! No me explico cómo los pendejos de contabilidad no saben la diferencia entre el azul y el negro debajo de sus lámparas potentes. Ahora a ver quién es que está detrás del rollo.
―¡Ay, gracias a Dios, Diego, qué bueno!
―¿Tú tienes todos los datos y la dirección de Erasmo?
―Claro, es un batistiano asiduo ―respondió Vicky.
―Vamos pa’ dentro. Cierra la puerta de afuera con seguro. Tom tiene llave. ¿no?
Vicky afirmó con la cabeza y cerró la puerta. Cuando íbamos a entrar a la oficina de Tom, escuchamos un reperpero y me puse el dedo en los labios en señal de silencio y pegué el oído a la puerta y le indiqué a Vicky que hiciera lo mismo.
―Si me choteas te voy a romper todos los huesos de tu cuerpecito de nena que vas a terminar paralítico en una silla de ruedas pidiendo limosna en la esquina de la San Agustín y la Matías Ledesma pa’ curarte ―rugió Apache.
―Yo no soy chota, pero tú eres un ejmaya’o. El riesgo lo corremos nosotros y tú te quedas con más de la mitá de lo nuestro. Y por ejmaya’o vas a caer en la página de Cheo con tus compinches ahí ― le respondió Erasmo.
―A mí no me metas en eso. Yo estoy fuera de ese negocio y ya le dije a este mamao que eso no podía salir bien. Yo no soy chota, pero yo no voy a cumplir condena por un cabeciduro esmaya’o que no coge consejos, y si llega a viejo va a ser en la cárcel con el culo grande ese que tiene pela’o de tanto bicho que va a coger ―dijo Bacho sereno, pero firme.
Miré a Vicky y le hice señas para entrar. Entramos de repente y el diálogo entre ellos paró. Apache sudaba copiosamente a pesar que el aire estaba a mil y la noche ya había refrescado. Su mirada esquiva. Bacho cool y de cabeza erguida. Georgie callado y con los ojos en el piso. Más claro no canta un gallo. Nos hicimos los locos como si no hubiésemos escuchado el rollo entre ellos.
―Bacho, Georgie ustedes son los jefes de la escuadra de seguridad, aunque nadie los haya nombrado. Ustedes cuidan a Tom y a la maleta del dinero que es el trabajo más importante de su equipo. El resto de los muchachos cuidan la periferia. La responsabilidad de la seguridad recae en ustedes dos. Erasmo aquí ha roto las medidas de seguridad y ha conseguido, con un voucher fotocopiado, intentar cobrar por un trabajo que no realizó. Eso en cualquier liga es fraude y la pena es severa. Yo sé que él es sólo la punta del iceberg y que en estas cuatro semanas de trabajo debe haber cientos de pillos como Erasmo que han cobrado indebidamente a través de este esquema de vouchers falsos. Eso, además de fraude, es falsificación. Cárcel sin fianza. Contabilidad, ahora que sabemos que los vouchers legítimos son azules y los falsos negros, va a saber exactamente quien cobró indebidamente ―dije en un tono amistoso, pero firme y los miré a todos; nadie dijo nada, sólo Bacho me miraba a los ojos―. Ustedes tienen a Erasmo en sus manos y pueden resolver esto entre ustedes, en familia para que la policía no intervenga y nadie vaya preso. Claro que eso lo decide Sy y no yo. Esta sería mi sugerencia a Sy para que todo quede en paz, nadie pierde su trabajo, menos el chivo expiatorio que ustedes van a escoger…
―¿El qué? ―preguntó agresivo Erasmo.
―El chivo expiatorio, el “culpable” del robo/fraude/falsificación. Ustedes, Bacho, Georgie, van a bregar con Erasmo para que les diga quién provee los vouchers falsos; le echamos la culpa a sólo esa persona, aunque haya más cómplices envueltos ―Georgie levantó la cabeza y miró a Bacho―, lo botamos y de aquí en adelante se acabó el pan de piquito, porque ya saben que no va a pasar ni un solo voucher falso. Entonces borrón y cuenta nueva. Ya Tom, Sy y Chris vienen de camino, así que nosotros vamos a salir y ustedes deciden. Quiero que tengan presente otra cosa: a ustedes los recomendó la unión, la ILA, para este trabajito. Si Sy decide denunciarlos a la ILA, ustedes no vuelven a trabajar más en el muelle y seguro los expulsan de la unión. Esta película termina en par de meses y se acabó lo que se daba. Si están choteaos a la unión se quedaron sin fuente de trabajo permanente. Yo voy a abogar por una solución pacífica con Sy, pero ustedes tienen que hacer su parte. Piénsenlo bien y buena suerte.
Vicky y yo salimos y trancamos la puerta. Nos miramos.
―No dije nada porque estuve de acuerdo con tu abordaje a la situación. Ojalá que Sy esté de acuerdo con nosotros; si no va a ser un rollo ―me dijo Vicky apesadumbrada―. ¡Qué vergüenza ante los gringos!
―Tranquila, seguro que Sy ha visto cosas peores en su larga carrera…―respondí.
Y hablando del Rey de Roma su nariz asoma. Escuchamos a Tom traqueteando con la cerradura. Abrí la puerta y entraron Sy, Fleischer, Chris y Dave Hall todos con un signo de interrogación enorme pintado en rojo sobre sus caras. Mandé a Israel y al Lobo para dentro de la oficina de Tom con los otros. Vicky le mostró a la plana mayor ambos vouchers y les contamos todo lo que ustedes saben. Como siempre, Dave se esmandó:
―I think we should call the police; they’re downstairs…
―I hate to disagree with you again Dave, I hate to pass judgement ―it’s not my style― but you are very opinionated. This is Sy’s decision. I hope he makes a wise one, like he did with the machine gun, so de shit doesn’t hit the fan ―dije sin ningún tapujo.
―I think Diego is right again folks ―dijo Fleischer―. Aside from the fact that some shit is going to stain whoever hired the goon squad ―y miró a Sy como tirándole una puyita.
―Also it is going to blemish our accounting department and our comptroller who ―in a month of shooting― couldn’t tell an original blue voucher from a black counterfeit one. It was Diego ―outside their department― who discovered the fraud ― criticó Chris ya recuperado totalmente de su depression y su sentido del humor restituído.
―Ok, I’ll shut up again ―dijo Dave resentido―. You want me to leave the room, Sy?
―Please stay Dave, but keep your opinions to yourself unless asked ―respondió Sy con tono neutral―. Diego, is there anything else I should consider before I make the decision?
―Yes sir. If we opt for the police solution, it will generate a scandal and a wave of bad publicity is going to hit us. Remember we are a few weeks from Election Day and the government will not tolerate to be tainted by our scandal, and will certainly drop us like a hot potato, pull the rug from under us and gone will be all the generous support we’ve enjoyed so far (Police, permits, temporary imports, bla, bla, bla). Also, we don’t know if the goon squad is going to go for the “scapegoat” solution. If they don’t, we’ll have to improvise.
―If they don’t go for it, will we fire them? ―preguntó Tom preocupado.
Sy se quedó medio en blanco pensando la respuesta y yo levanté la mano. Sy afirmó con la cabeza.
―I think we have to force ―if necessary― the scapegoat solution. They know all of Tom’s movements with the money and, even if they don’t do it themselves, we can’t risk them staging a hold up on Tom with other partners unknown to us. Vicky and I think from the conversation we overheard that Bacho is clean and he has the leadership of the group. Let’s hope his criteria will prevail and we can start again with a clean slate ―dije y añadí―. I think it’s time for me and Vicky to go back in and force their decision if they haven’t come to an agreement.
―Go right ahead ―dijo Sy y entramos.
Adentro, contrario a lo que esperábamos, reinaba la paz. Bacho había agarrado el toro por los cuernos.
―Diego, Vicky, Apache se va y nosotros nos quedamos cuidando a Tom y garantizando que más nadie va a meter la mano en el bolsillo de la película ―dijo Bacho con aquel temple noble que lo caracterizaba.
Miré a Apache y el afirmó con la cabeza baja. Erasmo no parecía bien. Parece que necesitaba su cura y sufría, pero el Lobo lo tenía controlado.
―Coño muchachos, gracias, eso es una gran noticia. Lamento mucho Apache, pero el que a hierro mata, a hierro muere. Te la jugaste y perdiste. Espero que no guardes resentimiento, pues te metiste un billete que no vas a tener que pagar. Vamos afuera a formalizar eso con los jefes; y Vicky y yo salimos con una sonrisa en la boca que distendió la tensión entre los gringos.
―Folks, we got a deal. Apache leaves. Bacho stays responsible for the squad and no hard feelings. We got our clean slate.
Apenas afloraron sonrisas en los rostros de mis gringos queridos, Erasmo, enfermito, empezó a gritar:
―Diego te voy a matar, te voy a matar chota, cabrón…
Bacho se viró para Apache y le dijo:
―Sácalo de aquí y ve a curarlo con tus propios chavos. ¡Dale! ―Apache, el Lobo e Israel se llevaron a Erasmo; y Bacho se viró hacia mí y me preguntó―. ¿Nos podemos ir?
Yo me viré hacia Sy y le traduje la pregunta de Bacho. Sy afirmó con la cabeza.
―Dale Bacho, nos vemos mañana…
―Voy a apretar un par de tuercas y tornillos pa’ que no haya más peos. Nos vemos mañana ―y salieron Bacho y Georgie.
Cuando salieron Sy preguntó qué era lo que vociferaba Erasmo y Vicky le respondió preocupada y con los ojos aguados.
―Que va a matar a Diego…
Todos quedaron consternados, pero yo lo eché a broma, aunque me impactó. Nunca nadie me había amenazado de muerte en mi corta vida.
―Promesa de junkie no se cumple…―y corté el drama de raíz, pero Vicky sabía mejor.
Fleischer salió con una de las de él:
―I think we should go celebrate. Our sharp cookie strikes again. I loved your Salomonic solution. No carnage. Only one casualty. How did you discover him? This you haven’t told us.
―No big deal. He was a batistiano. This morning he came to ask for work, and I said there were no batistianos today. Tonight he was on the pay line.
Elementary Watson!
***
No vayan a creer que me quedé fresco como una lechuga con la amenaza de muerte del flaco Erasmo; ni mucho menos con la acusación de chota. Cuando uno tiene 25 años y está de bien con la vida ―familia, mujer, hijos, casa, trabajo, estudios, ciudad, futuro― uno no se quiere morir; y mucho menos a manos de un tecato vengativo acribillado a balazos o cosido a puñaladas en una calle oscura de una ciudad llamada San Juan. Así que, práctico como era para esas cosas y sin mucha vocación para la tragedia, me encaminé a Cupey, a casa de Fernando Callejo, mi amigo de Ponce con quien que compartí aventuras y negocios en el Colegio de Mayagüez por varios años y que ya había pasado por varias amenazas de ese tipo por deudas de juego (ese era su único defecto). Siempre había dado la vuelta por encima y aterrizado parao como los gatos, con quienes, además compartía el mito de las nueve vidas. En esa época ya Callejo era ingeniero y se había casado con Loren, su novia, una mujer preciosa, inteligentísima de Mayagüez, bióloga marina, que comenzó un proyecto de vanguardia para criar langostas en su propio hábitat y le acababa de regalar dos gemelitas hermosas. Cuando le conté el rollo, Callejo, sin mucho aspaviento, me llevó a su estudio, abrió la gaveta enllavada de su escritorio ―llena de armas cortas― las miró con detenimiento, escogió una Walther P38 y me la puso en las manos con dos cargadores de 8 balas y una caja de balas Parabellum 9mm.
―Si te amenazó de muerte frente a un montón de testigos, él firmó su propia sentencia de muerte. Tú no le das chance a que se acerque. Cuando rebase los seis pies tú le vacías el cargador en el pecho sin pensarlo. La ley está contigo. Siempre llévala con una bala en la cámara, bala en boca, como se dice, son nueve balazos en el pecho. Nadie resiste eso y saliste del problema ―me dijo y añadió―. Te vienes el domingo y vamos al club de tiro pa’que le cojas el filin a la patada de la pistola y afines la puntería.
Rebuscó en otra gaveta y sacó el título de propiedad de la P38 y lo firmó.
―Ya es tuya. Si tu jefe tiene contacto directo con Calero[2], como dijiste, con cuatro retratos de pasaporte legalizas la posesión y el porte y, como trabajas con un tipo que carga 20, 30, 40 mil pesos en un maletín, todo se va a hacer más fácil. Y ahí, como James Bond: licencia para matar ―y me dio una palmada en la espalda y se echó a reír. En esa época eran nuestras pelis favoritas.
Y así fue. No había cumplido los 26 años y ya tenía un cañón legal en la bolsa de caza que me había regalado Alfredo (aprovecho para recordarlo con inmenso saudade). Por suerte era blof de adicto y nunca más le vi la cara a Erasmo. Pero la Walther se quedó en mi vida y aprendí a dominarla. No sólo técnicamente, lo cual es fácil. Dominarla sicológicamente. Dominar y amansar el brote de poder que te da tener un arma letal oculta; ponerle riendas al superhombrismo crónico que nos da, especialmente a los colonizados, como un viaje violento de cocaína; y meterle una sobredosis de humildad al ego exacerbado hasta que, como el filo de un machete después de darle lima gruesa, lo asientas con la piedra fina y lo dejas listo para la defensa, afilado, pero pasivo. O listo para la ofensiva, pero sólo en la guerra.
Zen.
A los pocos años Callejo murió en un accidente de moto ―me lo contó la Vieja en uno de los viajes que daba con bastante frecuencia a Nueva York. Le había perdido la pista. Nunca más vi a Loren, ni a las gemelas y también aprovecho para recordarlos a todos con todo mi amor y agradecerle a Callejo esa inmensa lección de vida y su cariño y su amistad desbordada. Después viví varias aventuras con la P38 ―viajó conmigo de vuelta a Nueva York cuando terminó la peli― pero eso es parte de otra memoria.
***
La peli seguía su curso implacable, imparable, como un destroyer de Teddy Roosevelt, rumbo a tomarse Panamá. Y yo aprendiendo y aprovechando al máximo la oportunidad que el destino, con un empujonzote de Andrés Salazar, me había concedido para iniciarme en el arte/industria que ahorita era el faro que brillaba allá lejos en el horizonte de mi futuro profesional. Las conversaciones con Fleischer seguían profundizándose y hasta le propuse cambiar el tema de mi tesis y hacerla sobre su cine especialmente aquellas pelis que estaban basadas en hechos reales: Compulsion, The Boston Strangler , Che! y su próxima peli Tora, Tora, Tora!! (sobre el ataque japonés a Pearl Harbor, codirigida con Kurosawa, en las cuales Fleischer incorporaba elementos documentales. Claro que le encantó la idea —menos incluir a Che!—y las conversaciones siguieron su curso, también tocando el tema delicado de Che! que todavía dejaba inquietos a todos los responsables creativos de la peli: Fleischer, Sy (y Michael Wilson, en constante comunicación con Sy), Omar y Palance. Estábamos a punto de terminar la primera etapa en el norte y mudarnos al Ponce Intercontinental en El Vigía para filmar el discurso del triunfo de Fidel en la Plaza de Las Delicias y otras escenas urbanas; y más tarde conquistar la Silla de Guilarte en Adjuntas donde filmaríamos los campamentos de la Sierra Maestra.
Sy y Dave Hall estaban ocupadísimos con la proximidad de mudar el circo de tres pistas al sur, cuando Sy recibió información confidencial de sus contactos en la comunidad de inteligencia que tuvieron un impacto negativo en el comando de la peli. La reunión fue entre Sy y Fleischer, a solas, y después de remojarlo un par de días entre ellos, Fleischer nos llamó a Chris y a mí y, con el visto bueno de Sy, nos contó. La CIA se enteró a través de la prensa del milieu hollywoodense, que John Ireland, un actor excelente e izquierdoso, había participado en una película italiana protagonizada por Francisco Rabal y dirigida por Paolo Heusch que era muy favorable a la imagen del Che y desfavorable a la CIA, que gritaba a los cuatro vientos su inocencia en el asesinato del Che. La peli italiana acusaba a la CIA de intervención directa en el asesinato a sangre fría.
La CIA decidió que la única forma “decorosa” (sin tener que censurarla directamente) era hacer un Che americano, e hipócritamente, impedir la entrada del producto italiano, alegando proteger el producto americano. Sy también se enteró que la CIA había enviado un “responsable” a la 20th Century para que, le diera directivas a Zanuck para que protegiera los “intereses” de la Agencia. El “responsable” miraba los rushes (la copia de trabajo o copión) y dictaba cambios en la dirección de actores, el diálogo y el guión para que el Che americano contrarrestara la imagen supuestamente (nadie había visto la peli italiana pues todavía no había sido lanzada) positiva del Che italiano. Zanuck entonces le pasaba las directivas del responsable a Sy y a Fleischer como si fuesen de él (para que la mano siniestra de la CIA quedara limpia) y el Che quedara como un loco mesiánico sanguinario y despiadado en la peli americana. No nos sorprendió la información. A mí, por la pulga ideológica que traía en la oreja desde el comienzo de la aventura; a Fleischer tampoco, porque me reiteró que había tenido la intuición desde que fue “forzado” a hacer la peli, que por primera vez en su vida haría una película mala con premeditación y alevosía, como si fuera la venganza de Fu Manchú, o la venganza del chinito como decimos acá, porque a los verdaderos americanos no nos gusta que nos manipulen la verdad. Sy también había sumado su mala espina cuando Zanuck comenzó a manipular el guión y botó a Michael.
—Entonces —dijo Fleischer, con un cinismo digno Fu Manchú— disfrutemos de estas semanas que nos quedan juntos y hagamos nuestro mejor esfuerzo por que la peli quede lo peor posible y así podamos derrotar los propósitos oscuros de ese consorcio de inteligencia militar/industrial que parece que se va a tomar los destinos del país en sus manos sucias; y de forma oculta y oscura desgraciar a nuestro pueblo, manso, bobo e ignorante y los ideales libertarios de los padres fundadores de nuestra patria infeliz, violenta, hipócrita y desigual. Amén…
Podría seguir contando como mi Vieja acabó la huelga de los extras en Ponce con un jalón de oreja a un ex discípulo de ella; como hice mi primer desnudo en el cine cuando todos los extras —pudorosos— rehusaron hacer la escena en una tina de baño en la Sierra Maestra en ocasión de la famosa visita de Herbert Mathews al campamento de Fidel, o mi cumpleaños en mi casa en Ponce preparado por Dida y Denisita para Chris, Tom y Claudine d’Andaloro, la esplendorosa novia sarda de Tom, pero ya he sobrepasado las 50 páginas y no sé si Peri Coss, mi editor, esté muy feliz con la extensión de esta memoria. Así que voy aterrizando y si algún lector tiene curiosidad por otros detalles de la peli y/o la época, favor de comunicarse con 80grados y con gusto rellenaré cualquier laguna.
El trabajo más duro que tuvieron Sy y Fleischer fue aguantar las quejas de Jack Palance y Omar Sharif —tan dedicados y perfeccionistas en su arte— por la actuación acartonada que Fleischer les imponía y supongo que Sy y Fleischer les abrieron el juego contra la CIA, pues de repente pararon de quejarse. La película dejó unas secuelas desagradables para Sy, quien nunca más hizo una película quizás como castigo de Zanuck por su hübris y de cierta manera por su victoria sobre la CIA: la peli fue un fracaso en la taquilla: no consiguió ni tan siquiera recuperar la inversión y los críticos la destrozaron unánimemente.
Las secuelas también castigaron a Michael, quien nunca más escribió un guión de tan amargado que quedó con la experiencia y cito:
“Conscientious filmmakers were involved. Sy Bartlett had written and produced sturdy war movies including Twelve O’Clock High (1949) and Pork Chop Hill (1959); Che! ended his career. It was also the last screenwriting credit for the distinguished Michael Wilson, who talked about his frustration with the film in an interview with Take One magazine published a few months after his death in 1978. “I should have known better than just to think that one could do an honest picture about Guevara in a stronghold like 20th Century-Fox,” he said. “But I was persuaded by a number of my close friends to give it a try, because times were changing.” Not that much, however—displeased with his concept, Wilson’s services were “terminated” on the first day of shooting. He let his name remain on the film when he was allowed to advise on its re-editing, but his recommendations were ignored, and the experience left him “completely ashamed and humiliated.”[3]
Omar Sharif consideró Che! como el mayor error de su vida:
“Omar Sharif todavía lamenta haber interpretado en 1969 al «Ché» Guevara en una película «enteramente manipulada por la CIA» estadounidense y que ahora ve como el mayor error de su vida. El actor egipcio comentó esto al público durante la inauguración de la 30ª edición del Festival Internacional de Cine de El Cairo el 28 de noviembre de 2006: «Yo exigí hacer una película que no tuviera tono fascista». En 1969 hacía solo dos años que el guerrillero había sido abatido en las sierras bolivianas «y todavía era un héroe increíble», recuerda Sharif. La película en general resultó un producto fascista». «La CIA estaba detrás, querían hacer una película que agradara a los cubanos de Miami y yo sólo me di cuenta al final», recuerda, y comentó que una sala de cine de los Campos Elíseos de París fue quemada por espectadores airados por la imagen negativa que daba la película del Che y la revolución cubana.”[4]
Fleischer llevó la venganza del chinito al extremo de no escribir ni una solitaria palabra sobre Che! en ninguna de las 340 páginas de su biografía profesional Just Tell Me When ToCry (Carroll & Graf, New York, 1993). Pasó a hacer Tora, Tora, Tora con Kurosawa en 1970 y veinte películas más hasta 1989 cuando se retiró a escribir sus memorias. La mano siniestra de la CIA nunca lo alcanzó.
Chris se retiró par de años después y nos reencontramos en su casa en Los Ángeles cuando yo iba de paso hacia Nicaragua en 1976 y me recibió con los brazos abiertos y nos contamos war stories. Tom siguió trabajando en Casting unos años más y después se retiró a Cerdeña con Claudine y se disipó la pista de ambos en el humo de los años.
Vicky siguió su trabajo como actriz y productora de cine, teatro y televisión y no hace mucho le perdí la pista.
Ya en los últimos días de filmación Fleischer me dijo que yo tenía madera para el negocio y que solicitara para tomar el examen e ingresar al programa de entrenamiento “mete mano” (hands on) de dos años del DGA/Producers’ Trust Fund que abriría sus puertas por primera vez en la costa este (NYC) en el otoño de 1969, como Freddie Brost, el rubito con el radio que me vino a buscar al estacionamiento del Morro aquel primer día de trabajo, ya tan lejano. Que los requisitos eran haber tenido una experiencia como la que yo había tenido con él en Che!, un B.A. y dos cartas de recomendación.
—Aquí todos nosotros los del Guild: Dick Glassman, Sy, Dave Hall. Chris y yo estaremos muy contentos de darte cinco cartas de recomendación para que entres por la puerta grande al Directors Guild of America.
Y así fue.
No hay mal que por bien no venga…
***
*Continuará*
Visita las otras memorias
de Diego de la Tejera
_____________
[1] Ver: Talbot, David, The Devil’s Chessboard, Harper Perennial Edition, paperback, 2016. According to Talbot, Dulles orchestrated the assassination of Kennedy at the behest of corporate leaders who perceived the President to be threat to national security, lobbied Lyndon B. Johnson to have himself appointed to the Warren Commission, then arranged to have Lee Harvey Oswald take sole responsibility for the act.[15] The book charges that the conspirators in JFK’s death also murdered Bobby Kennedy as they perceived him to be «a wild card, an uncontrollable threat» that would reveal the plot.
[2]Astol Calero fue guardaespaldas de Muñoz por mucho tiempo antes de ser Jefe de la Policía de Puerto Rico. Fue muy amigo de mi tía Eva Barnés cuando ella fue Ama de Llaves de Fortaleza.
[3] Tuchman, Michael, inTake One (Montreal), September 1978. Read more: http://www.filmreference.com/Writers-and-Production-Artists-Vi-Win/Wilson-Michael.html#ixzz5tUsS1Khq
[4] http://g1.globo.com/Noticias/PopArte/0,,MUL206273-7084,00 OMAR+SHARIF+LAMENTA+TER+INTERPRETADO+ CHE+GUEVARA +EM+ FILME+MANIPULADO.html
https://www.publico.es/actualidad/omar-sharif-lamenta-haber-interpretado.html