Microsoft vs UPR: una confrontación emblemática
Pocas veces en la historia de la Universidad de Puerto Rico se ha visto con tanta claridad la pugna entre un modelo neoliberal de gestión académica y educativa, frente al modelo-raíz que explica la existencia de la UPR, esencialmente una institución de servicio público.
Las razones de esta confrontación están al alcance de cualquier persona que quiera interesarse por el tema. A los universitarios de vocación, a los que nos sentimos comprometidos con una tradición crítica y liberadora, en estas semanas se juega la vida, o por lo menos, el destino inmediato de la UPR.
De un lado, la alta jerarquía universitaria, intocable, derrochadora de valiosos recursos económicos e intelectuales de la institución, se comporta a diario respecto a cualquier tema con una arrogancia sencillamente perturbadora. Sí, perturbadora, porque luce demencial y cruel.
La impunidad y la velocidad con la que se ejercieron los cambios en los sistemas de información y de computadoras de toda la institución son una muestra de que el neoliberalismo solo puede imponerse mediante el shock y el engaño. No puede servirse de otro método porque en el fondo opera contra el interés inmediato de la mayoría.
Por eso el cambio es bautizado como una medida «esperada y solicitada» por la comunidad, lo que es una gran mentira. Nadie solicitó ese cambio. NADIE. Y hoy por hoy se multiplican los departamentos y las instancias académicas que han rechazado formalmente y mediante resoluciones específicas, tales cambios y sus pretendidas razones. Eso incluye, para vergüenza de la alta jerarquía universitaria, al programa de Cómputos y Matemáticas del Recinto de Río Piedras y a la Facultad de Ingeniería del Recinto de Mayagüez. Es decir, los académicos más entendidos en estas materias.
Estas imposiciones vinieron acompañadas de inquietantes anuncios de persecución en contra de los inconformes, los disidentes, que en el vocabulario de la derecha más ciega –contra la cual no se ha pronunciado el Presidente de la UPR todavía– reduce todo a «comunistas». La persona responsable de ambos cambios, implantar Microsoft a la trágala y perseguir a los «comunistas», el señor Ernie Pujols, fue removido de su puesto tras las denuncias de la comunidad y una justa petición de la Junta de Retiro. Anotemos una primera victoria. No obstante, nada se ha dicho que rectifique o modifique el fondo de esta política anunciada por Pujols.
El sábado pasado, fuera del contexto de horas laborables, la comunidad universitaria recibió un aviso de múltiples nuevos «talleres de orientación» en los productos de Microsoft. Impávidos, sin disimulo, continúan su marcha autoritaria.
Los intereses económicos leoninos (Microsoft) y las aspiraciones de control ideológico (la derecha entronizada en la alta jerarquía de la UPR) se combinan de un modo explosivo. De ahí que nombro «emblemática» esta confrontación entre Microsoft y la UPR. Es emblemática porque ella cristaliza el gran debate sobre el horizonte político del país: el camino de un neoliberalismo colonial rampante, que desprecia profundamente derechos laborales, derechos a la educación y la salud pública, la participación democrática, el desarrollo económico justo con el ambiente… o si el país se moverá en una dirección liberadora, confiada en sus recursos intelectuales, en su potencial, en el marco de la solidaridad y la cooperación como los valores fundacionales de una nueva convivencia humana.
A la Universidad le ha tocado varias veces enfrentar estrategias destructivas. En la lucha universitaria de 2010-2011 y en la huelga de 2017 se libraron batallas importantes. Esta última puso los puntos sobre las íes antes que cualquier otro movimiento social de su envergadura. Reclamó justicia para la UPR, alto al saqueo de sus fondos públicos y alerta contra el curso neoliberal de las instituciones del país. Recordemos, una de sus consignas principales era: «EL PUEBLO ANTES QUE LA DEUDA». Llamaban además a detener la privatización de la educación, tema que también está en juego en este asunto de Microsoft.
Insisto: todo eso se juega hoy en este contrato con Microsoft y las otras medidas que se imponen sin mediar consulta al estilo de la famosa doctrina del «shock».
El panorama luce complicado, como he dicho antes. Microsoft es un gigante al que le teme el propio IRS. Microsoft y Google son de las empresas de mayor riqueza acumulada en el mundo. No son hermanitas de la caridad. No son luchadores de cuerpo a cuerpo sacados de un comics de aventuras del futuro. Son gigantes, uno de los cuales extiende ahora sus tentáculos sobre el tesoro que representa la Universidad de Puerto Rico. Acostumbrados a jugar sucio, Microsoft pasa por obra caritativa lo que es un negocio lucrativo hoy y sobre todo para mañana.
Nos engañan, y se aprovechan del engaño. En la Universidad se cultivan y entrenan los principales cuadros administrativos de las empresas, las instituciones y los proyectos profesionales del futuro inmediato. De ahí el valor de este contrato que, por ahora, de golpe, les deja 3 millones y medio de dólares, y que puede multiplicarse en el futuro por 50 o por 100, incluida la cuota personal que deje a lo largo de su gestión profesional un recién graduado de la UPR, forzado ahora a usar esta plataforma durante su vida académica.
Todo eso para los mismos que evaden contribuciones en Puerto Rico y exigen un sistema de información cerrado para privilegiar sus productos y sus programas, lo que les rinde nuevos y mayores beneficios.
En una sola semana de clase se ha violado la seguridad del sistema de información varias veces mediante jaqueos frívolos o el manejo torpe del sistema de Microsoft; la comunicación entre alumnos y docentes es insegura, inestable o caótica; y en muchos sitios y en distintas instancias prevalece la incertidumbre.
Mientras tanto, la alta jerarquía de la UPR ha demostrado un servilismo insólito, dudo que se pueda esperar una rectificación dulcemente voluntaria. Nos queda movilizar la fuerza moral del país y de la propia comunidad universitaria. Y hay que hacerlo ahora, antes de que sea tarde.
La comunidad exige: volvamos al sistema como estaba antes, repasemos cuáles son las verdaderas necesidades y qué es lo más conveniente, y construyamos un consenso en un ambiente de total transparencia.
Nos engañan y no debemos permitirlo. Se juega el destino de la Universidad pública ni más ni menos.
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Referencias: