¿Mindfulness?
Según todos los indicios dicha técnica está siendo muy «efectiva» para «manejar» (manage) las «emociones» y aliviar la «ansiedad» (estrés) y la «depresión», por ejemplo. Esta técnica se viene empleando desde décadas en los EE.UU. donde está ya muy arraigada como parte de la práctica de la medicina y, hay que decirlo, de la lucrativa empresa de la salud o health care que impera en ese país. Lo mismo está sucediendo, según reza el mencionado artículo, en diez hospitales franceses, entre los cuales destaca el histórico Hospital Santa Ana en París. Se ha comprobado, se nos dice, que en términos neurocientíficos la «práctica» de mindfulness «activa los circuitos ligados al bienestar y a la empatía, provocando emociones positivas; mientras que las otras zonas, ligadas al miedo y a la agresividad, son desactivadas».
«Sin la ciencia no estaríamos esta tarde aquí», explica el Dr. Kabat-Zinn a su auditorio en París. Y añade: «Pero no hemos inventado nada. La práctica de la conciencia plena nació hace tres mil años y se la debemos al Buda». La incorporación de las prácticas budistas de meditación como recurso «terapéutico» para el «manejo de las emociones» tiene su historia, su contexto y su mercado. Ella incluye no solamente médicos y laicos sino también monjes pertenecientes a las dos grandes tradiciones budistas, mahāyāna y therāvada, las cuales se establecen, desde la década de los ’60 del pasado siglo, en Occidente, particularmente en Inglaterra, Alemania, Francia, Italia y Estados Unidos. Esto no es de extrañar ya que es precisamente en dichos países donde ha florecido, sobre todo en Europa a partir del siglo XIX, una muy respetable tradición de estudiosos y eruditos del pensamiento de la India en general y del budismo en particular.
El interés por el budismo y la tradición de pensamiento asiática tiene como trasfondo, de una parte, el furor destructivo de la II Guerra Mundial, de la terrible consolidación del mundo moderno con el lanzamiento de las bombas atómicas en 1945 y la quiebra de los ideales vinculados al concepto europeo-occidental de civilización. De otra parte, hay que tener en cuenta la reestructuración y expansión sin precedentes del flujo de capital y de producción de mercancías a escala mundial. Se trata, en efecto, de lo que Gilles Deleuze y Félix Guattari han denominado la axiomatización del cuerpo social por parte de la lógica del capitalismo, la cual se consolida de manera decisiva con el colapso de la antigua Unión Soviética y la caída del muro de Berlín. En términos lógicos, un axioma es una proposición que se asume como válida porque es evidente de suyo, prescindiendo así de la necesidad de demostración. En términos de la lógica del capital, dicha axiomatización implica, entre otras cosas, que el conjunto de la estructura social, la producción intelectual, la salud, la educación, las creencias religiosas, las ciencias y las tecnologías, etc., todo ello se pone al servicio de los fines reproductivos del propio sistema capitalista, el cual se presenta como un imperativo que regula tanto el orden social como los deseos humanos.
En la esfera del mercado cultural se diseñan estrategias de ofertas en base a la naturaleza del producto que busca satisfacer las expectativas de la demanda. Esa es la tarea del marketing o de las técnicas de mercadeo. Se trata de un criterio uniforme que ha de adaptarse al estudio empírico de los comportamientos y al análisis estadístico de las expectativas. Todo ello va de la mano del neo-conductismo como técnica de análisis social y del neo-liberalismo como doctrina económica. El horizonte político es claro: reducir la democracia a los intereses conformistas de la lógica del capital con el propósito de subordinar los ciudadanos a la categoría de mansos, furiosos o maníacos, consumidores.
En este contexto se explica el predominio de la técnica cognitiva-conductual a nivel mundial en el campo de la psicología y el concomitante desprecio por los marcos conceptuales e históricos de la actividad teórica, sean filosóficos, psicoanalíticos o científicos. Esto último se considera superado por lo que ya B. F. Skinner llamaba el diseño tecnológico de la cultura. En todo caso, si hay algún aprecio por el legado ancestral de la sabiduría y de los «valores espirituales», el mismo ha de basarse en la prioridad de los intereses comerciales y la sistemática tecnificación y banalización del pensamiento.
Todo lo anterior cuenta con un referente real: la necesidad cada vez más exacerbada de creer y la no menos creciente sensación de angustia y desamparo que impera en el conjunto de las sociedades. A su vez, hay que reconocer que en pleno deslumbramiento de las tecnologías de la información, de las ciencias cognitivas y de las llamadas redes sociales nunca ha habido un público más incauto y un despliegue tan avasallador de mentecatos. Es precisamente en este contexto que conviene examinar el auge de lo que se conoce como mindfulness.
Dicha expresión inglesa y la francesa pleine conscience o «conciencia plena», pretenden traducir el término pali satī. El pali es la antigua lengua de la India en la que se han recogido las enseñanzas del Buda Gautama o Shakyamuni de acuerdo con la tradición therāvada. Se habla así del canon pali, obra monumental y única en su clase en la literatura mundial que abarca unos cuarenta volúmenes. Este canon consiste en tres grandes colecciones o «tres canastas» (tripitaka) de las enseñanzas del Buda: el Vinaya-pitaka, donde aparecen las normas o reglas monásticas, el Sutta-pitaka que cuenta con los discursos del gran sabio de la India y el Abhidhamma-pitaka que incluye las «enseñanzas adicionales» que remiten a la exposición estrictamente conceptual y filosófica.
Ateniéndonos al discurso titulado Satīpatattana Sutta o «Fundamentos de la atención», la palabra satī que se traduce por atención, significa propiamente «memoria del momento». La atención de la cual ahí se trata es, pues, la atención cabal o completa a justo este momento. Se trata, en efecto, del recogimiento de sí por vía del asentamiento de la mente y del cuerpo, del tal manera que se pueda llegar a observar y constatar todo lo que en momento dado se experimenta. No se trata, por lo tanto, de una actitud intelectual ni reflexiva; menos aún de una alteración de los «estados de conciencia» ni de una subyugación o éxtasis místico. Tampoco se trata de una «técnica de meditación» concebida para «relajarse» y aliviar el «estrés». En todo caso, la serenidad o tranquilidad mental es un efecto colateral que conduce a algo más fundamental: abandonar la ofuscación con las imaginaciones, recuerdos, fantasías y construcciones mentales, de tal manera que, llegado el momento, pueda uno compenetrarse con las condiciones reales de la existencia y llegar a ver las cosas tal cuales son, sin pretender retener nada ni aferrarse a lo que sea, ni siquiera a las propias enseñanzas del Buda.
Hay que precisar que dicho «abandono» no es una meta, un objetivo o un ideal; es una consecuencia de la completa atención al momento. Reducir esta práctica a un recurso técnico, clínico y terapéutico, haciendo abstracción del contexto de las enseñanzas del Buda, por más beneficiosa que ella pueda llegar a ser, implica prescindir o dejar a un lado la experiencia emancipadora de la sabiduría y el cultivo de una visión de transparencia. Ver las cosas como son es caer en cuenta, efectivamente, de que todos los fenómenos, sean físicos, biológicos o psíquicos, son cambiantes y volátiles; envueltos en un continuo y momentáneo proceso interactivo de aparición y desaparición, sin que haya un ser o una entidad substancial, sea humana, animal o divina, que contenga una existencia en sí o independiente de todo lo que hay. Ver las cosas como son implica reconocer la insatisfacción inherente en los deseos, en el ansia cotidiana de vivir o en el propio anhelo de morir.
Las enseñanzas del Buda no son ni teístas ni ateas. Tampoco se basan en la idea de la salvación del alma, ni en la esperanza de una vida eterna después de la muerte. El punto de partida es lo que realmente hay, mucho más allá de cualquier pensamiento: el conglomerado de mente-cuerpo (nāma-rūpa) que acontece en el recorrido abismal de un devenir (samsāra) que no tiene un principio originario, un final definitivo ni otro sostén o fundamento que no sea el propio desenvolvimiento de las acciones humanas o no humanas.
En este sentido, también hay que precisar que lo más importante no es la persona o imagen del Buda sino la Enseñanza (Dhamma, Dharma) en virtud de la cual los budas o los que han despertado del ensueño existencial y del ciclo de vida y muerte, aparecen en el mundo. La «memoria del momento» es la práctica que permite realizar o llevar cabo el entendimiento de que en cada momento se nace, se muere y se renace, sin que ello implique una realidad permanente ni subyacente a esa experiencia a la vez íntima e impersonal. Íntima porque atañe a lo más entrañable de lo que a cada cual le toca vivir; impersonal porque no pertenece a nadie ni se reduce a la idea que cada quien se hace de sí mismo.
A la luz de las enseñanzas del Buda, se puede en consecuencia afirmar que la cárcel de la mente no es el cuerpo sino la propia mente, y que los pensamientos pueden llegar a ser nuestros más férreos carceleros. Se trata, pues, de liberarse de sí para volver a sí y percatarse de la inmensidad del momento que en nada difiere de lo insondable del universo entero. Dicho esto, quizá se puede apreciar cuán pobre es la noción de mindfulness si no se la entiende en su rico contexto ontológico y ético que he intentado brevemente elucidar aquí.1
Digamos, por último, que llegar a ver la cosas tal cual son implica necesariamente vivir en consecuencia con dicha experiencia de entendimiento y sabiduría. De así hacerlo, ha de quedar claro que las nobles enseñanzas del Buda Shakyamuni se sitúan en las antípodas de un estilo de vida ligado al afán de dinero, el anhelo de poder o la ansiosa búsqueda de éxito, renombre y reconocimiento. En otras palabras, la práctica de la sabiduría y el cultivo del entendimiento es incompatible con la más vulgar y predominante de las pasiones: la pasión de la ignorancia.
- Véase al respecto esta entrevista: http://engagedbuddhism.net/2015/05/15/bikhu-bodhi-on-conscientious-compassion-why-mindfulness-is-not-enough/ Le agradezco a mi querida colega y amiga Anayra Santory la referencia. [↩]