Mirar desde la extrañeza (sobre «La habitación oscura» de Isaac Rosa)
En el caso del novelista, la imagen de la habitación sirve de punto de partida para dos discursos ensamblados en uno solo: un thriller y una reflexión sobre los efectos de la crisis actual del capitalismo en la primera generación de la democracia española. Un grupo de amigos ha compartido por quince años el acceso a una habitación oscura, cuyos usos han cambiado a tono con las transformaciones de sus ocupantes, y algo ha sucedido que están a punto de perderla para siempre. Hay, pues, un misterio que resolver, una intriga.
El carácter ensayístico del texto está, como en otras de sus novelas, El vano ayer, El país del miedo y La mano invisible, imbricado en la retórica de la ficción. De la misma forma que, según cuenta, su admirado sociólogo, Juan José Castillo, pone un retrato de Virginia Woolf en su oficina, Isaac Rosa hace en su novela, al decir de uno de sus lectores de diagonalperiodico.net, “pura sociología sin conceptos”. Ha encontrado Isaac Rosa una forma de poner en práctica la función desacralizadora -sacrogenética que define Luis Martín-Santos: destruir mitos viejos y sustituirlos con nuevos: “Desacralizadora: destruye mediante una aguda crítica de lo injusto. Sacrogenética: al mismo tiempo colabora a la edificación de los nuevos mitos que pasan a formar las Sagradas Escrituras del mañana.”2 No estoy muy segura de que Rosa esté interesado en fundar nuevos mitos como planteaba cincuenta años antes Luis Martín-Santos, pero sin duda pretende, como el autor de Tiempo de silencio, criticar las injusticias. Como declara su antecesor en la citada entrevista, también Rosa busca “modificar la realidad española” y, de paso, divertirse él.
La historia se desarrolla durante los últimos quince años, crisis incluida, (1998 al presente) y los personajes de la novela pertenecen a la misma generación del autor. Nacen, pues, en la década del setenta y apenas tienen memoria de la Transición a la democracia. Isaac Rosa nace el año del escándalo de Watergate, a fines de la Guerra de Vietnam, cuando hace rato otras democracias estaban ya desencantadas. En España son los años de la Movida y el fugaz optimismo político y económico que traen los cambios del post-franquismo. Son todavía niños cuando España se integra a la Comunidad Económica Europea en 1985 y va quedando atrás, como un mal sueño, la imagen de aquel país aislado y atrasado que vivía bajo una dictadura. Recuerdo bien esos años felices, el entusiasmo de aquel obrero andaluz que nos subió a la azotea de un edificio de Granada para hablarnos del próximo presidente español, como él, andaluz y socialista, Felipe González. El 9 de noviembre de 1989 (Isaac Rosa tiene entonces quince años), se abre la frontera de la RDA con occidente. El verano siguiente algunas revistas europeas obsequiaban un trocito del muro de Berlín en un número conmemorativo. No es que no hubiera señales que indicaran que todo aquello era una ilusión, pero cuando se está pasando tan bien, porqué aguar la fiesta. La reciente crisis los toma, al parecer, desprevenidos; “No, ya no nos creíamos inmortales.” Los chicos del setenta llegan a la madurez en el XXI y la prosperidad no los está esperando.
La habitación oscura, a pesar de su contenido crítico, que la acerca a lo ensayístico, sigue siendo una novela. El relato captura la atención de su lector y le ofrece, desde el principio, el atractivo del misterio. “No te quedes ahí”, le dice, “entra, ya estamos todos.” La novela podría ser la habitación oscura en la que entramos, “a la manera en que accedes a un templo”. Dentro suele haber otros, “nunca hemos sabido al entrar cuántos estaríamos ya dentro”, que nos esperan: “Solo faltabas tú y ya has llegado.” Se busca, después de todo, cierta unanimidad. Ese “nosotros” que adopta la voz narrativa, nos suma al grupo, y el uso de la segunda persona, “tú”, en ocasiones, crea el efecto de designarnos, hasta que se revela el personaje en cuestión, como el actante de la historia narrada. De una y otra forma, se busca la colaboración del lector en la novela, y su complicidad. Toda obra literaria es, en principio, una obra colectiva.3
El texto empieza in medias res: algo ha sucedido, “porque esto es una despedida”, “esto se acaba, es el fin de la habitación oscura”. De manera que comienza con un misterio, como en un relato policial: ¿qué es esta habitación? ¿quiénes son los convocados? El discurso, poco a poco, va arrojando luz, aclarando la situación, distinguiendo la metáfora de un referente anecdótico, hasta que aparece el hilo de la historia: el relato ha comenzado a quince años de distancia del origen de la habitación, construida una “tarde lejana” en un salón donde había dos grandes espejos. Aquí se nos contará lo que pasó antes de este día terrible en el que, al parecer, todo se acaba.
Isaac Rosa vuelve aquí a varias de sus estrategias narrativas anteriores: la fragmentación, las autorreferencias, la ironía; y a algunos temas ya abordados: la sociedad del miedo, la esclavitud moderna, el poder de los medios de comunicación, el asunto del delator, la responsabilidad social y los riesgos del activismo.
Las crisis sociales exigen acción de los ciudadanos. Desde esta urgencia escribe Isaac Rosa, que confiesa haber escrito la novela bajo la influencia de su propia situación personal. En la historia de La habitación oscura también hay un colectivo que resiste, a su manera. En este caso es un grupo de amigos que inicia espontáneamente un proyecto de apoyo común, un espacio que se inicia como juego y liberación (sobre todo sexual, al amparo de la oscuridad) y con los años se vuelve consecuentemente refugio, búnker y escondite. En otras circunstancias, dice, la habitación oscura pudo haber sido otra cosa, hasta una comedia de enredos, algo divertido, pero el momento es otro.4 Su proyecto literario corresponde, pues, a lo que plantea el libro de David Becerra Mayor y otros, ¿Qué hacemos con la literatura?: la literatura también debe enfrentarse al desafío y responder a su momento.5 El título mismo de este otro libro y el nombre del colectivo que lo produce (¿Qué hacemos?), de cierto retintín leninista, comunican la perplejidad en la que nos encontramos todos frente a la tan cacareada crisis, que no es exclusiva de España. Seríamos muchos los ocupantes de esa misma habitación. Nos exigen respuestas y soluciones, estrategias; ya no basta con señalar las faltas, los crímenes y los culpables. “¡Que la crisis la paguen los ricos!” leí hace un tiempo en una pared de Río Piedras. Pero en el capitalismo, los ricos no suelen pagar, los ricos son los que cobran; nosotros, los otros, somos los que pagamos. “¿Quién votó por Moody’s?” está pintado ahora mismo en el puente sobre la Piñero, una consigna de esa misma perplejidad.
¿Y qué hacemos con la literatura? El texto del colectivo, a partir de un análisis de lo que es literatura, se plantea cuál debe ser la relación entre la literatura y la realidad actual. ¿Verdaderamente podemos servirnos de los poderosos (empresarios, corporaciones, fondos culturales) para nuestros fines? ¿Es cierto – se plantea el colectivo – que Calle Trece usa Adidas y no Adidas a Calle Trece? ¿No es una trampa? ¿Cómo el arte puede ser más comprometido en estos tiempos? ¿Cuál es el riesgo? ¿Puede el desafío formal convertirse en desafío político?
¿Qué hacer? En esa misma línea de reflexión, la ficción de La habitación oscura alcanza el asunto del activismo político. Parecería, incluso, que se problematizan las formas de acción y resistencia: “Protestáis, sí, pero con cuidado de no romper nada. Y esto no va a cambiar con guerra de almohadas. Todavía nos estamos divirtiendo, nos reímos demasiado al protestar: pero ellos se ríen más, qué os pensáis.” Por otro lado, el asunto particular del hackactivismo que se aborda en la segunda mitad de la novela es aquí el centro del thriller y presenta otro caso apremiante: la pérdida de la intimidad bajo la vigilancia de las empresas, otro peligro nuevo, una angustia inédita para añadir a nuestra colección.
En esta segunda parte, el discurso desvía la atención de las transformaciones del espacio y el grupo, abatido por la crisis, hacia la historia de una conspiración que advierte a los lectores sobre el riesgo de la ingenuidad política. La situación nos exige compromiso, acción, resistencia, pero, ojo: se trata de una guerra y los de arriba no tienen miedo, y de cualquier malla sale un ratón. Otra vez, como en sus relatos anteriores, hay delatores, rizos argumentales, suspenso. Después de todo, es una novela, y hay que satisfacer el entusiasmo del lector por la intriga.
La habitación oscura es una metáfora, por supuesto. ¿Pero de qué? El final del texto, que no adelanto aquí para no estropear el misterio, tiene una lectura poética que nos podría dar una respuesta política. No estamos solos. Novela y ensayo se entreveran en un discurso que nos hace partícipes de una revelación inquietante. Miramos el entorno extrañamente. Misión cumplida.
Isaac Rosa ha dicho alguna vez que su idea de la literatura es “mirar desde la extrañeza”. Yo digo que en esa forma extraña de mirar está la verdadera resistencia.
Obras citadas Balcarce,Luis. Entrevista a Isaac Rosa en Periodismo Digital, 15 de octubre de 2013. http://www.youtube.com/watch?v=mdL-dsa2J6c Becerra Mayor, David, Raquel Arias Careaga, Julio Rodríguez Puértolas y Marta Sanz Pastor. Qué hacemos [para construir un discurso disidente y transformador] con [aquello que hoy sirve para enmascarar la realidad y transmitir ideología:] la literatura. Madrid: Akal, 2013. Ebook, enero 2014. “No tengo claro que podamos reapropiarnos de nada sin entrar en confrontación con bastante más que un 1%” (Entrevista de lectores) 3 de octubre 2013. http://www.diagonalperiodico.net/culturas/20094-isaac-rosa-presenta-la-habitacion-oscura-lectoras-y-lectoras-diagonal.html Rosa, Isaac, Ana Valero y Ricardo Rodríguez. Tres relatos de la plusvalía. Barcelona: Random House Mondadori, 2012. —. El país del miedo. Seix Barral, 2008. —. La habitación oscura. Seix Barral, 2013. —. La mano invisible. Seix Barral, 2011. —. El vano ayer. Seix Barral, 2004. Díaz, Janet Winecoff. “Luis Martín Santos and the Contemporary Spanish Novel”, Hispania 51 (Mayo 1968): 232-38
- Isaac Rosa (Sevilla, 1974) ha publicado las novelas ¡Otra maldita novela sobre la guerra civil!, El vano ayer, El país del miedo, La mano invisible y La habitación oscura. Escribe actualmente para eldiario.es y, como activista, participa del colectivo editorial de reflexión Qué hacemos (la web www.quehacemos.org y el blog http://www.eldiario.es/quehacemos/). Además del Rómulo Gallegos, el Premio Ojo Crítico y el Premio Andalucía de la Crítica por El vano ayer, ganó el Premio Fundación José Manuel Lara por El país del miedo. La habitación oscura acaba de obtener el premio “Mejor Libro de Narrativa en Lengua Española” de la Revista Quimera 2013 y aparece seleccionada entre los mejores diez libros del año en por lo menos tres de las listas de los 56 críticos consultados en la encuesta anual de Babelia, suplemento cultural de El País. [↩]
- Cita de la entrevista que le hace Janet Winecoff Díaz en “Luis Martín Santos and the Contemporary Spanish Novel”, Hispania 51 (Mayo 1968): 232-38 [↩]
- En su cuento “Horas extraordinarias” Isaac Rosa retoma ese inquietante “nosotros”. Publica el relato junto a los textos de Ana Valero y Ricardo Rodríguez, en un libro titulado Tres relatos de la plusvalía (Barcelona: Random House Mondadori, 2012), disponible en ebook. Es un texto también fragmentado y vacilante entre dos líneas discursivas: cuenta por un lado de los “acomodos” que le hace la empresa a los empleados (máquina de café, cafetería, acceso al edificio, fiestas, convivencias, celebraciones) y, por el otro, la historia de una noche en la que, por distintas razones, cuatro empleados terminan pasando la noche del viernes en la oficina. Las coincidencias formales y temáticas son evidentes. [↩]
- Declaraciones en la entrevista con Luis Balcarce, de Periodismo Digital, 15 de octubre de 2013. URL: http://www.youtube.com/watch?v=mdL-dsa2J6c [↩]
- Becerra Mayor, David, Raquel Arias Careaga, Julio Rodríguez Puértolas y Marta Sanz Pastor. Qué hacemos [para construir un discurso disidente y transformador] con [aquello que hoy sirve para enmascarar la realidad y transmitir ideología:] la literatura. Madrid: Akal, 2013. Ebook, enero 2014. [↩]