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Museos y cultura en el siglo XXI

Miguel Ángel Torres AponteMiguel Ángel Torres Aponte Publicado: 26 de octubre de 2018



Los muesos tienen que lidiar con la cultura del espectáculo y el entretenimiento. “La Burbu” (Angelique Burgos), por ejemplo, es considerada como una artista nacional y los museos como espacios silenciosos y fríos donde no se puede tocar nada, ni hablar en voz alta; donde los artistas plásticos son vistos como seres excéntricos e inalcanzables. El miedo que se ha propagado en el imaginario popular, de que el arte (las Bellas Artes) no es para todo el mundo, en parte irradiado por los mismos museos, que asumen posturas muchas veces elitistas con sus programaciones aparatosas y juntas de síndicos extremadamente conservadoras, que a menudo solo sirven para proteger sus propios intereses, han puesto a las instituciones museísticas en un crucigrama cultural demasiado encriptado; y dentro de este escenario los fondos estatales siguen decayendo exponencialmente.

La dependencia de la filantropía privada que menciona Eduardo Arosemena Muñoz (presidente de la Junta de Directores del Instituto de Cultura) en su columna en El Nuevo Día del 31 de julio del año en curso titulada: “La cultura como causa común” no proviene necesariamente del noble y transparente desprendimiento de personas influyentes con gran poder adquisitivo o financiero. Existirá, perpetuamente, un interés ulterior, que casi siempre, por no decir siempre, será político.

La cultura como un dominio mercantil es una visión programática demasiado peligrosa que ostentan los grandes intereses económicos junto a las ocultas agendas políticas. No podemos hablar categóricamente de los modelos culturales del siglo XXI como lo hizo Eduardo Arosemena en su columna, pero podemos citar una reflexión asertiva al respecto, de la profesora de Historia del Arte de la Universidad de Zaragoza, Ascensión Hernández Martínez:

No sabemos todavía cuál será el museo del siglo XXI, aunque empiezan a aparecer signos de crisis en este modelo mercantilista de la cultura. Parece evidente que, a juzgar por las voces discordantes y críticas, es necesario reflexionar sobre todas estas cuestiones, profundizando en especial acerca del papel que debe jugar la cultura en el mundo actual. Debemos decidir si queremos quedarnos en la epidermis (es decir, elegimos la cultura espectáculo) o bien optamos por educar el gusto, sensibilizándonos a la vez con los problemas que nos atañen como ciudadanos del mundo, intentando que la cultura sea un medio de solucionarlos, de sentirnos más cercanos y consientes respecto a las evidentes desigualdades sociales y territoriales […]

Debemos tener mucha cautela con estas versiones culturales politizadas y la inversión “filantrópica privada”. El artículo 27 de la Declaración Universal de Derechos Humanos de las Naciones Unidas y los artículos 13 al 15 del Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales de 1966 asegura a todo ser humano el derecho de ver preservada su cultura, e impide la importación, la exportación y la transferencia de propiedades ilícitas de bienes culturales. Por tal razón es delicadamente obscura y problemática esta “llamada” inversión privada disfrazada de filantropía. En el capitalismo no existe, o no puede existir tal concepto, pues siempre se esperará algo a cambio. Por otro lado, Eduardo Arosemena pide el apoyo de los artistas, pero no describe o especifica cómo: ¿Donando obras “filantrópicamente” en el nombre del estado para unas administraciones gubernamentales que evidentemente han sido corruptas? A veces los defensores de la cultura y las instituciones museísticas y culturales son los primeros en vendernos como simples mercancías de entretenimiento. Ojo.

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Miguel Ángel Torres Aponte
Autores

Miguel Ángel Torres Aponte

Artista plástico, poeta y baterista, (Ponce). Obtiene un bachillerato de la Escuela de Artes Plásticas y Diseño de Puerto Rico (escultura y pintura) y una maestría en Estudios Culturales Puertorriqueños y Caribeños del Centro de Estudios Avanzados de Puerto Rico y el Caribe, especializándose en la obra de Luis Llorens Torres. Certificado por el Smithsonian Institution (Museum Studies) Washington D.C.: “Merging Conservation with Fabrication” y “Management of Museum Collection”. Certificado por la American Alliance of Museum (AMM), Boston Massachusetts: “Exhibition Design and Collection Management”. Certificado por el Instituto Latinoamericano de Museos (ILAM): “Diseño y montaje de Exposiciones” (Taller virtual). Certificado en “Edición y Artes Editoriales” de la División de Educación Continua y Estudios Profesionales (DECEP) de la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras. Ha exhibido en las principales salas del país. Su trabajo plástico se encuentra en colecciones privadas, en Puerto Rico y el exterior; el Museo de Arte Contemporáneo de Puerto Rico y el Museo de Arte de Caguas. Ha colaborado como columnista en el periódico El Nuevo Día, en varias revistas académicas, en la revista del Instituto de Cultura Puertorriqueña y en la enciclopedia de Puerto Rico en línea (enciclopediapr.org). Su obra poética ha sido premiada y publicada en varios certámenes antológicos de poesía nacionales e internacionales. Sus exhibiciones individuales son Metapinturas (2002), El triunfo del desespero (2007) y Residuos de la memoria (2018). Su participación en la escena artística local ha sido frugal pero constante, haciendo de él un artista escurridizo mas no trivial. Trabaja en el Museo de Arte de Puerto Rico desde el 2000 como Preparador de Exhibiciones.

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