Necesario el diálogo sobre deporte y masculinidades en Puerto Rico
“Eran hombres y todos lloraban. Se apretaron en abrazos. Saltaron hasta más no poder. Y cantaron La Borinqueña. Era un deber con la patria”. Así reseñó la revista “Domingo Deportivo” en el periódico El Nuevo Día el triunfo de la Selección Nacional de Baloncesto de hombres en el partido por la medalla de oro de los Juegos Centroamericanos y del Caribe que se llevaron a cabo en el 1993 en la ciudad de Ponce. La nota se publicó el 5 de diciembre de ese año.
En esa ocasión, se podía llorar por excepción. La patria deportiva endosaba que en esa noche, doce hombres lloraran en el tabloncillo del Auditorio Juan “Pachín” Vicéns. Sin embargo, la aclaración era indispensable, so pena de transgredir los comportamientos aceptados no solo en el deporte, sino en la sociedad puertorriqueña. “Eran hombres y todos lloraban.”
¿Cómo el deporte participa de las construcciones sociales sobre masculinidad y lo que implica ‘ser hombre’ en términos hegemónicos? ¿Cómo estas maneras de representación relacionadas al género en el deporte también se vinculan a la raza y la clase social?
Esas y otras preguntas fueron analizadas en el foro “Deporte y masculinidades en Puerto Rico”, como parte del 1er Coloquio sobre Hombres+ y Masculinidades celebrado el 23, 24 y 25 de octubre en el Recinto de Río Piedras de la Universidad de Puerto Rico (UPR).
A pesar de los aspectos positivos asociados al deporte en términos de su potencial como instrumento de desarrollo comunitario, así como su rol de transmisor de alegría por medio de las gestas de sus atletas, en pocas ocasiones sus prácticas y formas de representación se abordan desde un acercamiento crítico que pueda problematizar aquellas instancias en las cuales su ejecución también pueda reproducir ideologías que promuevan la exclusión y violencia hacia grupos.
Reflexionar sobre el deporte partiendo de diálogos basados en la perspectiva de género que aborden las masculinidades como narrativas resulta un ejercicio indispensable en el Puerto Rico de hoy.
“El deporte moderno por el cual pasan los niños, casi un ritual obligado es que el niño varón tiene que hacer deportes. Hay una congruencia entre ser hombre y hacer deporte. Por lo tanto, la mujer ha tenido que ir ganando espacio porque no es contexto para ser mujer. Si tú quieres estar aquí, tienes que ser hombre y masculinizarte”, expresó durante el foro el Dr. Fernando Aybar Soltero, quien dirige el Centro Para la Aplicación y Estudio de la Psicología Deportiva del Recinto de Río Piedras de la UPR.
“Todo este análisis que estamos haciendo de la masculinidad se está dando en un contexto donde lo normal es ser hombre. Lo anormal es no ser hombre y estar en este contexto”, añadió Aybar.
Para entender cómo se plantean y representan las masculinidades en el deporte debe integrarse el análisis de otras categorías como la raza y la clase social del atleta.
Por ejemplo, en septiembre 2017, el presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, insultó públicamente a aquellos jugadores de la National Football League (NFL) que se arrodillaban durante el himno nacional en protesta por la violencia policial hacia ciudadanos negros en su país. Según Trump y otros comentaristas que simpatizan principalmente con el Partido Republicano, al arrodillarse durante el himno, estos hombres le faltaban el respeto a la nación, la bandera y a las personas que habían combatido en guerras para “defender la libertad” estadounidense territorios de ultramar. De acuerdo a este perspectiva, estos atletas no eran los hombres y patriotas que se espera entre quienes compiten en la NFL. Su comportamiento no era cónsono con la masculinidad dominante promovida por las narrativas de una liga que aviva el patriotismo durante los domingos de los meses de otoño e invierno.
Durante el foro “Deporte y masculinidades en Puerto Rico”, la Dra. Enid Rodríguez Noguera aportó a la conversación integrando la perspectiva de clase partiendo de su experiencia trabajando con atletas en natación. Asimismo, la académica de la UPR en Mayagüez hizo referencia a las jerarquías que se construyen alrededor de diferentes manifestaciones de ‘lo masculino’. De acuerdo a Rodríguez, en la natación masculina, existe una jerarquía en la cual cada modalidad tiene un rango asociado a formas específicas de representar las masculinidades.
“En la natación lisa el enfoque es más hacia la clase social. Sin embargo, en el polo acuático, sí el rango de estas masculinidades tiende a coger un rol más hacia la agresividad. Dentro del área de clavado, los varones que están en clavado tienen que ser bien exitosos para que el resto de los deportes acuáticos puedan considerarlo”, manifestó Rodríguez, quien labora en el Centro Para la Aplicación y Estudio de la Psicología Deportiva del Recinto de Mayagüez de la UPR.
Hay instancias en las cuales la obligación de cumplir con las normas de “ser hombre” en el deporte puede afectar la salud física y emocional de un atleta. Ese aspecto ha sido estudiado por el profesor César Medina de la UPR en Mayagüez. Al compartir durante el foro los resultados de un estudio en el deporte de la halterofilia, Medina explicó cómo la presión por ser el más fuerte en las áreas de entrenamiento puede provocar lesiones a jóvenes atletas.
“En la halterofilia, lo más importante es el despliegue de la cosa física y la técnica. Sin embargo, cuando es en el área de entrenamiento muchas veces se observa que lo que domina es quien mayor peso pueda levantar, tal vez no necesariamente la técnica. Muchas ocasiones, con las normas que se ven en la sociedad de cómo debe ser el hombre en cuanto a la fortaleza, que debe ser valiente, que debe arriesgarse por levantar mucho peso, podemos ver el caso de que el atleta se lesiona, afecta su técnica”, explicó Medina, quien también es kinesiólogo.
La conversación sobre deporte y masculinidades se dio en el contexto de un evento de tres días en el cual se abordaron estos temas de género en diversos escenarios sociales y desde diferentes experiencias.