Ocean Eagle: catalítico olvidado de la política pública ambiental en PR y EU
Segunda y última parte
“Esta experiencia penetró tan profundo en las conciencias de los participantes que causó un cambio repentino, dramático e intenso en su sentir hacia la naturaleza.” –Pedro A. Gelabert
Eslabones fantásticos
El encallamiento del buque petrolero Ocean Eagle en la entrada de la Bahía de San Juan durante la madrugada del 3 de marzo de 1968 ocurrió en medio de una serie de eventos que convirtió el desastre en un precursor clave de lo que será el nacimiento de la política pública ambiental contemporánea en EU y PR.El Presidente de Estados Unidos, Lyndon B. Johnson (LBJ), llegó repentinamente a la base militar Ramey el día antes que ocurriera uno de los peores derrames de petróleo documentados hasta el momento a nivel mundial. Aunque su visita era inesperada,[1] la participación directa de LBJ y de miembros del Congreso de EU en la limpieza del derrame en marzo de 1968, lo convierte en una referencia obligada al estudiar la creación de las nuevas políticas públicas y agencias ambientales de la década de 1970.
La misma mañana del encallamiento el director del Departamento de Ciencias Marinas de la UPR Recinto de Mayagüez (CAAM),[2] Máximo Cerame Vivas, sobrevolaba la Bahía de San Juan para ofrecer una conferencia en el Colegio de Farmacéuticos. Para sorpresa del profesor, el piloto anunció a los tripulantes que hacía pocas horas había encallado un buque petrolero en la zona. Luego de ofrecer su conferencia, Cerame Vivas voló nuevamente por la zona de vuelta a Mayagüez y observó el derrame. El día siguiente, después de comunicarse con los profesores del Departamento de Ciencias Marinas, el Rector de la UPR-Mayagüez, José Enrique Arrarás, le envió un telegrama al Gobernador interino Guillermo Irizarry ofreciendo los recursos de Ciencias Marinas para lidiar con el derrame.[3] De esta manera el desastre estuvo documentado desde el primer día por los científicos marinos y oceanógrafos más destacados de Puerto Rico.
En tercer lugar en esta cadena de eventos, Pedro A. Gelabert, quien era de los pocos puertorriqueños que tenía estudios graduados en geología petrolera, laboraba en la Secretaría de Control de Inundaciones y Protección de Ríos y Playas del Departamento de Obras Públicas. Teníamos a quizás el único geólogo petrolero residente en PR trabajando en la protección de la zona costera justo cuando casi 6 millones de galones de petróleo contaminaban rápidamente las costas de toda la zona metropolitana y de parte del Estuario de la Bahía de San Juan. Por último, y también clave para enfrentar el desastre, el ingeniero químico Rafael Cruz Pérez trabajaba como Jefe de la División de Investigación de Suelo, Materiales y Biología del Departamento de Obras Públicas.[4]
Hace casi cincuenta años, este grupo de jóvenes profesionales entendió con el Ocean Eagle la necesidad de cambiar el rumbo de las políticas ambientales en PR. Ellos, junto al movimiento comunitario de lucha por los derechos civiles en la década de los 1960, formaron parte de la creación de agencias como la Junta de Calidad Ambiental y del Departamento de Recursos Naturales.
Quién está a cargo: un problema de jurisdicción sin precedentes
El telegrama que había enviado el Rector de la UPR-Mayagüez, José Enrique Arrarás, para ofrecer la ayuda del Departamento de Ciencias Marinas, llegó a La Fortaleza cuando el Gobernador interino Guillermo Irizarry organizaba un grupo de trabajo de seis agencias de gobierno encabezadas por el Secretario del Departamento de Obras Públicas, Francisco Lizardi y por el Secretario Auxiliar, Hamilton Ramírez. Entre todos intentaban enfrentar el desastre que amenazaba con derramar casi 6 millones de galones de crudo en las costas con las playas más visitadas de la isla, el puerto del que dependía el mayor por ciento del intercambio comercial de la isla y el sistema interconectado de aguas del Estuario de la Bahía de San Juan, que a su vez transcurría por ocho municipios, incluyendo el corazón del área metropolitana.
Ante la falta de protocolos de emergencias de esta magnitud en PR o en EU, uno de los primeros retos que presentó el encallamiento del buque fue el de la jurisdicción de las instituciones que se supone trabajaran con el accidente. Según Pedro A. Gelabert, al quebrarse en dos partes el buque tenía la proa fuera de la Bahía de San Juan y bajo la jurisdicción de la Guardia Costanera, la popa estaba dentro del cuerpo de agua, por lo que se encontraba al mando del Cuerpo de Ingenieros y finalmente las playas estaban en la zona marítimo-terrestre, jurisdicción del ELA.[5]
Por su parte, el Presidente LBJ ordenó la ayuda inmediata de todos los recursos disponibles del Servicio de Guarda Costas y de especialistas en conservación para ayudar a remediar el derrame. El gobierno de PR invitó a varios especialistas de la Administración Federal de Control de Contaminación de Aguas, los que se unieron al contingente de personas convocadas para trabajar con la situación. Mientras tanto, el Comisionado Residente de Puerto Rico en Washington DC, Santiago Polanco Abreu, cabildeó en el Congreso para que el gobierno usara el derrame de petróleo en PR como un precedente en EU y el mundo con el fin de crear los protocolos necesarios para lidiar con este tipo de accidentes. Sus gestiones tuvieron cierto éxito y el Congreso envió como representante del Comité de Obras Públicas de la Cámara de Representantes al congresista James J. Howard, demócrata de New Jersey, para investigar lo ocurrido y auscultar la necesidad de legislaciones futuras con el fin de lidiar con los derrames de petróleo.
El accidente del Ocean Eagle revela al Congreso de un país completamente dependiente del crudo que no está preparado para enfrentar este tipo de derrames de petróleo. Según Polanco Abreu: “La amenaza es tan reciente que aún no contamos con la habilidad técnica para encararla con seguridad de tener éxito”.[6] Pocos años después el Congreso aprobó la Ley de Agua Limpia de 1972 y antes de esto, en el 1970, autorizó la creación de la Agencia de Protección Ambiental (EPA, por sus siglas en inglés).
Reclamo ambiental se abre paso en la esfera pública
A 24 horas del encallamiento del buque petrolero, el lunes 4 de marzo, la prensa anunció que siete hoteles de la zona metropolitana habían cerrado sus playas. También informó que varias hospederías estaban comenzando gestiones para conseguir químicos y detergentes con el fin de ayudar a alejar el petróleo de sus costas. Específicamente, hubo varias empresas estadounidenses que hicieron el acercamiento a los hoteleros con productos químicos que prometían hundir el petróleo en el fondo del mar.[7]
A finales de esa misma semana, el 7 de marzo en horas de la mañana un grupo de la Universidad de Puerto Rico-Mayagüez transportó en tres camiones los materiales necesarios para construir un laboratorio provisional en el lado sur de la Laguna del Condado. Allí profesores y estudiantes del Departamento de Ciencias Marinas, estación de La Parguera, instalaron una estructura con una planta eléctrica y varios acuarios para hacer pruebas y análisis.[8] Uno de los primeros descubrimientos importantes del grupo de científicos es que debido al tipo de corrientes marinas en Ensenada Boca Vieja, esta zona servía de “trampa y barrera natural” para contener el petróleo.[9]
Los tanteos iniciales del grupo gubernamental designado para aliviar el problema incluyeron tres alternativas: primero, el uso de detergentes y productos químicos (algunos elaborados en la isla) para intentar “disolver” el crudo. Estos productos tenían el potencial de afectar la vida marina y humana, por lo que el Gobernador interino instruyó al Departamento de Salud a realizar una serie de pruebas y analizar su viabilidad desde el punto de vista de la salud pública. En segundo lugar, un sistema de succión mediante bombeo, que tuvo cierto éxito con una embarcación de la Standard Oil Company, el “Skimmer”, que según observaciones del informe sobre los sucesos de Cerame Vivas logró succionar un promedio de 4 barriles de crudo por hora. En tercer lugar, un remedio muy caribeño fue el intentar usar la cachaza de la caña de azúcar como absorbente del petróleo para luego sacarla del mar. Esta alternativa rápidamente probó ser inefectiva pues al flotar la cachaza competía por espacio en la superficie del mar, por lo que seguía esparciendo el aceite.[10]
El mismo 7 de marzo en horas de la tarde varios distribuidores de detergentes entregaron cientos de barriles de químicos en la misma zona donde el Departamento de Ciencias Marinas de la UPR había construido su laboratorio. Pocos días antes, la prensa había informado que la Marina de Guerra de EU transportó a la isla por vía aérea 300 barriles del químico “Jansold” con el que se suponía evitarían que el petróleo se siguiera extendiendo por la costa. Por otro lado, la Commonwealth Refining Company también envió al área del accidente un agente químico que prometía evitar que el aceite llegara a la zona turística.[11]
Al ser testigos de esta entrega considerable de químicos, el grupo de profesores de la UPR se movilizó de inmediato a la estación de comando creada en el Guarda Costas para “hacer una súplica al efecto de que se descontinuara inmediatamente el uso de detergentes”[12] por los efectos nocivos que podía tener en los ecosistemas marinos. Mientras esto ocurría, un contingente de estudiantes tomó muestras de organismos invertebrados (cangrejos, erizos y moluscos) para estudiar más a fondo el impacto de los detergentes en la vida marina.
A pesar de las observaciones y recomendaciones de los expertos de la Universidad de Puerto Rico, las personas a cargo de la limpieza continuaron usando los detergentes. Ante esto, los profesores de Ciencias Marinas decidieron convocar una conferencia de prensa que ocurrió el viernes, 8 de marzo de 1968, para denunciar públicamente el uso de estos químicos nocivos a los ecosistemas marinos. Los académicos, encabezados por Máximo Cerame Vivas, presentaron sus argumentos basados en observaciones y las pruebas científicas hechas arguyendo que el uso de detergentes sería más dañino a la vida marina que el mismo derrame. Esa tarde de la conferencia de prensa, Pedro Gelabert y Rafael Cruz Pérez facilitaron la visita de los representantes de la UPR al Departamento de Obras Públicas. Ambos funcionarios habían logrado limpiar en la Laguna del Condado el área conocida como la Peña del Perro sin los detergentes y documentaron los daños iniciales de los químicos en las playas.
Finalmente y gracias a las gestiones de estos académicos y funcionarios, el Departamento de Obras Públicas ordenó detener el uso de los químicos para darle prioridad a la remoción mecánica del aceite y con absorbentes donde el espesor del aceite así lo permitiera.[13] Paradójicamente, el Departamento de Salud, en quien el Gobernador había confiado las pruebas de los detergentes, quedó en minoría defendiendo el uso de los productos manufacturados en la isla por Murati Chemical.
La denuncia en conferencia de prensa hecha por el grupo de profesores y estudiantes de la UPR tuvo el efecto esperado y el 9 de marzo el periódico de archivo en ese momento –El Mundo– publicó en primera plana el titular esperado por los académicos: “Profesores del CAAM afirman detergentes usados son más dañinos que aceite”.[14] En el reportaje de primera plana Cerame Vivas sirvió de portavoz y explicó que los detergentes pueden ser hasta 30 veces más destructivos que el aceite para la vida marina. Ese mismo día varios representantes de las industrias de detergentes se personaron al laboratorio provisional de la UPR-Mayagüez en la Laguna del Condado para argüir que sus declaraciones habían arruinado la venta del producto, hubo incluso amenazas de demanda de parte de los vendedores a la UPR-Mayagüez.[15] Sin embargo, a pesar de estos ataques, el tema de la vida marina en tanto hábitat ecológico entra en la discusión pública en Puerto Rico mediante las intervenciones en la prensa del grupo de académicos del Departamento de Ciencias Marinas de la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Mayagüez. Esta primera plana lograda por la Universidad es un precedente importante de la forma de cubrir el tema del medio ambiente en Puerto Rico y pone a circular en la esfera pública la importancia de tomar en consideración el punto de vista ecológico.
Luego de la evaluación que hiciera el grupo de la UPR Mayagüez en el laboratorio provisional de la Laguna del Condado, las pruebas favorecieron el uso de un absorbente conocido como Ekoperl 33. En pruebas de laboratorio, este absorbente no resultó tóxico a la vida marina y logró retener eficazmente el petróleo. La noche del sábado 9 de marzo, a casi una semana del encallamiento del Ocean Eagle, el Hotel Caribe Hilton usó el producto para limpiar su playa y al día siguiente el Secretario de Obras Públicas, Francisco Lizardi, ordenó el uso del producto para limpiar el petróleo en la costa norte.
Pedro A. Gelabert recuerda cómo desde los helicópteros de la Autoridad de Energía Eléctrica (entonces Fuentes Fluviales), él junto a Cruz-Pérez se amarraban por un cinturón umbilical a los helicópteros y cuando estaban a 10 pies del mar lanzaban hasta 50 sacos del Ekoperl 33 en un promedio de 30 minutos. Casi de inmediato las manchas del petróleo comenzaron a desaparecer. Estas esferas que parecían perlas repelían el agua a la vez que absorbían y retenían el petróleo. Las corrientes marinas lanzaban el absorbente hasta la orilla, donde las brigadas de Obras Públicas lo recogían y transportaban hasta los vertederos. Un laboratorio de la isla llamado Goodman and Shelly comenzó a producir una alternativa a Ekoperl 33 y lo llamó Puramar, con lo que el gobierno pudo acabar de hacer el recogido del material a un costo menor.[16] El proceso de limpieza se extendió por seis meses pues al intentar remolcar el resto del buque 10 millas al norte de la Bahía de San Juan, el cable usado para remolcarlo se partió y al hundirse comenzó de nuevo a aparecer manchas de petróleo hasta llegar a al noroeste de la isla, en la costa de Quebradillas.[17]
De acuerdo a un recorrido aéreo hecho por Gelabert, Cerame Vivas y Cruz-Pérez el 11 de marzo, las manchas de aceite estaban dispersas desde el oeste de Punta Salinas hasta la cabeza de Fajardo en el este, cubriendo una tercera parte de las costas y casi todas las playas de mayor importancia recreativa y turística de la isla.[18] Incluso 22 días después del desastre, los científicos de Ciencias Marinas de la UPR-Mayagüez documentaron una mortandad de sobre 100,000 sardinas (Opisthonema aglium) en solamente una de las áreas de los muelles del Club Náutico de San Juan.[19] Por otro lado, el artículo “Petróleo derramado afecta playas y vida marítima”[20] informó la experiencia de un turista japonés que entró a la playa del Condado detrás del Hospital Presbiteriano, y salió lleno del crudo, por lo que fue atendido en esta misma institución. El artículo incluye fotos de bañistas de la isla y de turistas lamentándose por la condición en la que se encontraba el litoral costero. Los y las fotoperiodistas del momento jugaron un papel fundamental en presentar al país la imagen sórdida y desoladora del daño al paisaje del litoral.
Además de las imágenes que reproducían los medios de comunicación de forma constante, se encuentra también la experiencia traumática de la población de las costas que vivió la catástrofe que interrumpió por meses su relación con el mar. Si bien es cierto que a finales de la década de 1960 Puerto Rico se encontraba desarrollando a todo vapor un modelo urbanístico alimentado por el petróleo que continúa hoy día, el daño al paisaje que produjo el Ocean Eagle, sobre todo a la costa y la playa, tuvo un impacto a la vez devastador y de llamado a la acción para una parte importante de la población.
Una de las personas que indignadas por lo ocurrido que tomó acción y llevó el caso a las cortes fue el abogado Nicolás Jiménez. Sin embargo, la demanda a la empresa responsable se restringió a costear los gastos de limpieza. Al no haber inventarios de la vida acuática en la zona, las cortes no validaron los estimados económicos de la pérdida de especies, por lo que decidieron ignorar el daño ambiental.
A pesar de todo esto, ya estaba en marcha en la isla un modelo de desarrollo centrado en la preeminencia del automóvil, la privatización de la costa, el divorcio entre la población y los cuerpos de agua como consecuencia del modelo de construcción costera, al igual que la construcción de urbanizaciones y suburbios sin sistemas de transportación colectiva y dotados de centros comerciales, lo que a su vez provocó la ruina de muchos centros urbanos. La suerte de lo que es hoy PR ya estaba echada a finales de los 1960 y lo que quedaba era comenzar a armar un sistema de política pública ambiental para mejorar en lo más posible el nivel de degradación ambiental al que había llegado la isla.
Poco tiempo después del Ocean Eagle nació la Agencia de Protección Ambiental en EU, la Junta de Calidad Ambiental y posteriormente el Departamento de Recursos Naturales y Ambientales en PR, agencia creada por un borrador de proyecto de ley que el propio Gelabert redactó a máquina en su casa, acompañado por otros pioneros ambientales pocos años después del Ocean Eagle. Los oficiales electos del momento tuvieron que responder a un pueblo y a un grupo de líderes jóvenes que acababan de presenciar, estudiar y denunciar lo que al día de hoy es uno de los peores desastres ambientales de Puerto Rico.
*Nota del autor: Agradezco el apoyo brindado por Pedro A. Gelabert, mis colegas historiadoras Dra. Ruth García y Laura Horta, al igual que a los compañeros Nathaniel Velázquez y Joselín Ramírez quienes participaron en la investigación del artículo, digitalización de imágenes y la transcripción de textos y entrevistas.
[1] El Gobernador Roberto Sánchez Vilella incluso se encontraba fuera de la isla.
[2] Entonces el Colegio de Agricultura y Artes Mecánicas, conocido como el CAAM y todavía en nuestros días como el “Colegio”.
[3] Máximo Cerame Vivas. Informe: Recuento de las actividades del Recinto de Ciencias Marinas del CAAM durante el desastare del Ocean Eagle. Universidad de Puerto Rico, Departamento de Ciencias Marinas, Recinto Universitario de Mayagüez, 1968.
[4] Javier E. Laureano. Entrevista a Gelabert, Cerame Vivas y Cruz Pérez, 10 de febrero de 2016, 10:00am, Condominio Millenium, Puerta de Tierra, San Juan.
[5] Pedro A. Gelabert. Capítulo IV: Movimiento ambiental toma forma en Historia del movimiento ambiental de Puerto Rico. Smashwords, 2013.
[6] El Mundo. 5 de marzo de 1968. Página 24
[7] Ibid. Primera plana
[8] Máximo Cerame Vivas. Informe: Recuento de las actividades del Recinto de Ciencias Marinas del CAAM durante el desastare del Ocean Eagle. Universidad de Puerto Rico, Departamento de Ciencias Marinas, Recinto Universitario de Mayagüez, 1968. Páginas 3-4
[9] Ibid. Página 2
[10] Ibid
[11] El Mundo. 4 de marzo de 1968. Página 12
[12] Cerame Vivas. OpCit. Página 4
[13] Cerame Vivas. OpCit. Páginas 4-5
[14] El Mundo. Sábado 9 de marzo de 1968. Primera plana
[15] Cerame Vivas. OpCit. Página 4
[16] Pedro A. Gelabert. OpCit.
[17] Javier E. Laureano. Entrevista a Gelabert, Cerame Vivas y Cruz Pérez, 10 de febrero de 2016, 10:00am, Condominio Millenium, Puerta de Tierra, San Juan.
[18] Cerame Vivas. OpCit. Páginas 5-6
[19] William Eger. Field Observations of Fishes. En: Máximo Cerame Vivas. Special Report to the Office of Naval Research, Oceanic Biology Programs, no dated.
[20] El Mundo. 6 de marzo de 1968. Página 28