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Olvidemos este nombre (Asperger)

Manuel Martínez MaldonadoManuel Martínez Maldonado Publicado: 30 de agosto de 2019



Hans Asperger

En un libro estupendo, Defining Autism (Jessica Kingsley Publishers, London and Philadelphia, 2019), la investigadora Emily Casanova, PhD, y su padre, Manuel F. Casanova, MD —graduado de nuestra escuela de medicina—, definen el autismo y discuten la amplitud de esa compleja enfermedad. Los Casanova, son dos de los expertos mundiales en el campo. Aclaran que lo que cada vez menos llaman el síndrome de Asperger, ahora está clasificado bajo el nombre de “Desórdenes de desarrollo penetrante” (pervasive). Esta nueva clasificación tuvo su momento transicional cuando la Asociación Americana de Psiquiatría removió el nombre del famoso Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders en enero de 2013. Para muchos, perder ese nombre les pareció un paso difícil en sus vidas, pues tenían hijos con ese diagnóstico. Pero, como dicen los Casanova y ahora sabemos claramente, había poca consistencia en la aplicación del diagnóstico: había muchas interpretaciones arbitrarias y se le adjudicaba el nombre a niños que tenían otras formas de autismo. En particular se reconoció que del autismo a la normalidad hay unas gradaciones que van desde los peores síntomas hasta los más llevaderos.

Mas, la razón más importante para eliminar el síndrome de la lista es, para mí y muchísimos otros, la más poderosa. Su nombre celebra a alguien a quien no se debe reconocer como especial, en el sentido del bien común y el juramento de Hipócrates. Con lo revelado recientemente sobre el doctor Asperger, debemos olvidar su nombre y dejar de pensar en él como un médico benévolo que cuidaba los “niños diferentes” en Viena.

En abril de 2018, el historiador Herwig Czech reveló que el récord de Asperger durante la guerra había sido tratado superficialmente y que era un proponente del principio de “higiene racial”, central a la ideología nazi y a sus campañas persecutorias antisemitas, pero además, contra homosexuales, gitanos y “defectuosos”. Las razones por las cuales las ideas del médico no fueron divulgadas antes tienen su origen en la barrera del lenguaje, que lo protegió por un tiempo. Como señaló John Donovan en un artículo en el Atlantic Monthly (25 de abril de 2018), Asperger pasó casi toda su vida profesional en Austria y no publicó en inglés. Como causa de la Gran Guerra, los aliados (Inglaterra, Francia y Bélgica) no le daban a los que hablaban alemán la posibilidad de asistir a sus congresos y reuniones, ni aceptaban sus trabajos en las revistas médicas. Esto ocasionó que se perdiera la noción de que el alemán era “la lengua de la ciencia” y el inglés tomó el predominio, particularmente en la medicina. Además, después de la Segunda Guerra, todos los estudios alemanes olían, para el resto del mundo, a las atrocidades nazis, incluyendo la publicación de 1944 (ver más abajo) en que luego se fundamentó el susodicho síndrome. Abunda a que no se investigaran las ideas medico-políticas de Asperger, que se murió antes de que su nombre se hiciera famoso. Por lo tanto, se le prestó más atención a  la condición que al autor.

Hubo algunos que comenzaron a cuestionar la historia de Asperger, pero no fue hasta las declaraciones de Czech que la pesquisa se agudizó. Poco después que este señalamiento causara sensación a ambos lados del Atlántico, la historiadora Edith Sheffer publicó evidencia que confirmaba que Asperger fue responsable de la muerte de por lo menos treinta y siete niños que estuvieron bajo su cuido. En su libro Aperger’s Children, Sheffer muestra que en Austria, después de su anexión a Alemania, la muerte era “una opción terapéutica” para los médicos en el tratamiento de personas discapacitadas o de “material hereditario inferior”. Incluidos en esa definición estaban niños y adultos recluidos en instituciones para enfermos mentales, porque constituían un “derrame de fondos del erario”. En Berlín, la eutanasia se cometía en la “Fundación caritativa para la cura y el cuido institucional”, lo que muestra cómo la demagogia usa las palabras para mentir.

En Austria, en un arranque de maldad y sarcasmo demoníaco, los crímenes contra los niños se llevaban a cabo en el hospital mental situado en los bosques de Viena. (¡Pobre Johann Strauss II!) A los niños se les administraban soporíferos y no se les alimentaba hasta que morían de infecciones que se asocian con la desnutrición y la inactividad. No se han encontrado órdenes firmadas por Asperger (tampoco por Hitler) para el exterminio, pero él sabía lo que estaba sucediendo y que, indirectamente, estaba condenando a muchos a su muerte. Además, en un tratado sobre “psicosis autista” que escribió en 1944 de donde emergió el “síndrome”, deja ver su afinidad con la ideología Nazi. Antes de estos hallazgos, Asperger ha tenido defensores que han tratado de negar que estuviera involucrado en ninguna actividad que lo uniera a las atrocidades cometidas por los nazis. Pero los hallazgos recientes dejan poca duda sobre sus ideas malignas que coinciden con la eugenesia (la idea de “perfeccionar la raza humana”). Estas, condujeron, en gran parte, al Holocausto. La evidencia señala que, desde que comenzó el programa en Viena en 1940, hasta el fin de la guerra, no menos de 789 niñas y niños fueron “eliminados”. Incluidos entre estos había muchos que “no se comportaban como personas normales”.  Se ha discutido por qué este aspecto de los crímenes nazis no salió a relucir en los juicios de Núremberg. Según Lisa Appignanesi (NY Review of Books; 19 de Julio de 2018), algunos lo achacan a que los norteamericanos tal vez no consideraron que esto fuera tan atroz ya que, por ejemplo, en Carolina del Norte, hubo esterilización forzada para “los defectuosos y débiles mentales” hasta 1977. De los 7,686 así tratados, 5000 eran negros.

El 23 de julio pasado se cumplieron 75 años del descubrimiento por el ejército soviético del campo de exterminio, Majdanek. El Holocausto[1], otro genocidio como lo ha sido el de los llamados Native Americans y los linchamientos de negros en el sur por los norteamericanos, no se puede olvidar. El prejuicio racial no es aceptable bajo ninguna circunstancia, mucho menos hay que celebrar a aquellos que han participado en crímenes de lesa humanidad. Olvidemos completamente a Asperger y concentremos en que los científicos aclaren y resuelvan los misterios del autismo.

_______________

[1] Las acciones de los israelitas contra los palestinos hoy día son condenables, repudiables y execrables, pero no confundan la historia con las consecuencias imperiosas y mortales de la política derechista del presente gobierno de Israel.

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Manuel Martínez Maldonado
Autores

Manuel Martínez Maldonado

Nació en Yauco, Puerto Rico. Fue crítico de cine de Caribbean Business, El Reportero, y El Mundo en San Juan de 1978 a 1989, Sus poemas y ensayos han aparecido en Yunque, Revista de la Universidad de Puerto Rico, Caribán, Mairena, Pharos, Linden Lane, Resonancias, la Revista del Instituto de Cultura Puertorriqueña, y Hotel Abismo Primer premio de poesía José Gautier Benítez de la Facultad de Estudios Generales en 1955; primera mención de poesía en el Festival de Navidad del Ateneo de Puerto Rico en 1956 y 1982. Autor de los poemarios La Voz Sostenida (Mairena), 1984; Palm Beach Blues (Editorial Cultural), 1985; Por Amor al Arte (Playor),1989; y Hotel María, 1999, finalista del Premio Gastón Baquero (Verbum, Madrid); Novela de Mediodía, 2003 (Editorial Cultural/ Verbum). Es autor de las novelas, Isla Verde o el Chevy Azul (Verbum) 1999; El Vuelo del Dragón (Terranova) 2012; Del color de la muerte (Publicaciones Gaviota) 2014; Solo la muerte tiene permanencia (Verbum) 2014. Es Premio Nacional de Novela 2013 del Instituto de Cultura Puertorriqueña por El imperialista ausente (2014).

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