Orlando Furioso
Carlos Weber lee, dice, mal dice el sábado 20 de octubre en Las Noticias de Univisión que Orlando Cruz «logró su primer triunfo como peleador homosexual». No era la primera pelea de Orlando como boxeador ni como homosexual. Que la gente no lo supiera es otra cosa. Así que, en realidad, los comentarios de Luisito Vigoreaux en un programa televisivo de tercera categoría no son el problema principal en la consideración de Cruz como boxeador. El problema más grave es la ambigüedad de la prensa, que en sus escritos sobre Cruz post-declaración utilizan una colorización diferente en sus escritos, otra paleta de tonos para apuntalar una diferencia: Cruz tiene «pezón», en vez de tetilla; se vale de «triquiñuelas»; es un superpluma que utiliza «pantalones-taparrabos casi faldas» – todo esto en una crónica de su pelea en un respetado periódico de circulación general.
Repasar los artículos supuestamente solidarios con Cruz es encontrar la debilidad de esa solidaridad alegada, las fisuras en la «aceptación» de Cruz (como si tuvieran autoridad para aceptar o rechazar a algo o a alguien) y la resistencia a escribir sobre Cruz como se escribe sobre cualquier otro boxeador.
Más allá de la alegría que han demostrado muchos por el número de páginas dedicadas a Cruz en la prensa deportiva, el conteo debe ser de las tristes descripciones comprometedoras y discriminatorias que se hacen de Cruz en la prensa diaria para no considerarlo un boxeador como otro cualquiera, como si su furia en el cuadrilátero tuviera una hechura diferente, impostada. Vuelvan a contar.