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Otras miradas políticas a la “nacionalidad deportiva” de Puerto Rico

Rafael R. Díaz TorresRafael R. Díaz Torres Publicado: 5 de agosto de 2016



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Fue una noche de verano en el año 1979, cuando cientos de puertorriqueños y puertorriqueñas que abarrotaron el complejo de natación capitalino de El Escambrón interrumpieron la entonación del himno de los Estados Unidos e interpretaron el himno de Puerto Rico La Borinqueña durante la ceremonia de premiación de la final de 200 metros combinados en la rama masculina. El ponceño Jesse Vassallo había ganado oro en la competencia celebrada como parte de los Juegos Panamericanos de ese año. Aunque representaba a la delegación deportiva de los Estados Unidos, el público asistente al evento celebró el triunfo como si se tratara de un atleta perteneciente a la delegación oficial de Puerto Rico. Al subir al podio, Vassallo enarboló una pequeña bandera monoestrellada, mientras sus entusiastas seguidores opacaron con su canto espontáneo el izamiento de la bandera estadounidense y el protocolo de tocar en altoparlantes el himno nacional del competidor vencedor: “The Star-Spangled Banner”.

Casi cuatro décadas después de la gesta panamericana de Vassallo, y tras múltiples debates políticos desde trincheras partidistas, fútiles audiencias de asuntos insulares en el Congreso de los Estados Unidos, tres plebiscitos de status (1993, 1998 y 2012) de impacto nulo y hasta la celebración de dos Juegos Centroamericanos y del Caribe en territorio puertorriqueño (1993 y 2010), la situación actual en el 2016 presenta algunas situaciones análogas a las experiencias de finales de la década de los 1970s. Al igual que en aquellos años, el olimpismo puertorriqueño de hoy continúa siendo utilizado como marco para el debate y comprensión de las complejidades políticas y culturales de Puerto Rico.

El mosaico de enunciados de identidad que se desprenden de la premiación a Vassallo en julio de 1979, toma otras formas de representación en el primer cuarto del siglo XXI. Con la masificación de las redes sociales cibernéticas, nuevas complejidades e interrogantes surgen en el imaginario político puertorriqueño. A las proyecciones audiovisuales de la noche victoriosa de Vassallo en San Juan en el 1979, se le añaden nuevas imágenes y debates como la foto del pasaporte de los Estados Unidos publicado en Internet por la voleibolista Vilmarie Mojica minutos antes del viaje que llevaría al Equipo Nacional de Voleibol Femenino de Puerto Rico a su debut en los Juegos Olímpicos de Verano 2016 en Río de Janeiro.

David Vassallo

Jesús David “Jesse” Vassallo

En un territorio marcado por una condición política colonial y con una población dividida entre la isla de Puerto Rico y la diáspora que reside en los Estados Unidos, el deporte y otras formas de representación no están exentos de los debates y conflictos que se dilucidan entre complejos espacios de deliberación política. Esta relación entre deporte y sociedad es cónsona con el planteamiento del académico Lincoln Allison, quien expone que la representación deportiva puede constituirse como plataforma de manifestaciones “miméticas” de nacionalismo capaces de emular los discursos de identidad en determinadas sociedades. Sin embargo, este “nacionalismo mimético” contenido en los imaginarios deportivos no siempre constituye una invitación al cambio político y estructural en las relaciones de poder. Sí representa un marco para el estudio y comprensión de las políticas de identidad y vínculos entre los ciudadanos y la polis. Pensemos en las imágenes de Jesse Vassallo y Vilmarie Mojica descritas anteriormente y las múltiples lecturas que ambas pueden recibir.

Como en muchas otras instancias del debate público, el tema del movimiento olímpico en Puerto Rico ha pretendido reducirse al asunto del status político de relaciones territoriales con los Estados Unidos. Cada partido político inmerso en esta lucha ha utilizado a la representación internacional deportiva puertorriqueña como balón para adelantar sus intereses electorales. No obstante, cabe destacar que el movimiento olímpico puertorriqueño precede la creación del actual Estado Libre Asociado de Puerto Rico. Asimismo, debe cuestionarse la pertinencia de incluir el tema del futuro de la representación olímpica en un escenario hipotético de una estadidad federada que nunca ha sido ofrecida, ni figura entre la agenda del Congreso de los Estados Unidos.

Tratar el tema de la denominada “soberanía deportiva” de Puerto Rico debe trascender las trivialidades de las campañas de miedo vinculadas al status de la Isla. Una nueva mirada al tema del olimpismo puertorriqueño podría forjar otras posibilidades políticas que vinculen al deporte nacional con temas de equidad, educación, justicia social y empoderamiento comunitario. Se le haría, además, un bien al debate del status al dotar las propuestas de descolonización política de estrategias detalladas que disten de las especulaciones sobre la permanencia o eliminación de instituciones como el Comité Olímpico de Puerto Rico.

Sí, el deporte es político, pero su sustancia debe trascender las pequeñas peleas protagonizadas por quienes se han aferrado a puestos públicos a base de la defensa de escenarios especulativos que no abonan al desarrollo de la buena política pública en recreación, deportes y otras formas de ocio. Si deseamos otorgarle valoración política al movimiento olímpico puertorriqueño, comencemos por estudiar las ricas políticas de identidad en la delegación tan diversa que representará a Puerto Rico en Río de Janeiro 2016.

Un inmigrante dominicano que llegó de niño a la Isla y que se siente tan puertorriqueño como cualquiera de sus colegas atletas será el abanderado de su delegación. Una tenista que representó a Estados Unidos en categorías juveniles y ahora se desvive por representar a Puerto Rico dará el máximo por subir al podio. Algunos atletas que no hablan casi el español, pero celebran su identidad puertorriqueña sin reparos esperan regalar momentos emocionantes a sus seguidores. Y una delegación nacional con más mujeres que hombres se abre espacio en momentos en que continúan dándose luchas por mayor equidad en una prensa deportiva que dedica muchos más minutos y páginas a los atletas varones. ¡Qué comiencen los Juegos Olímpicos!

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Rafael R. Díaz Torres
Autores

Rafael R. Díaz Torres

Es periodista del Centro de Periodismo Investigativo desde junio 2019. Actualmente es profesor del Departamento de Geografía del Recinto de Río Piedras de la Universidad de Puerto Rico. En el pasado impartió cursos subgraduados en la UPR en Humacao, Atlantic University College y Penn State University. Tiene un doctorado en Historia de Puerto Rico y el Caribe del Centro de Estudios Avanzados de Puerto Rico y el Caribe. Como tema de investigación doctoral trabajó la cobertura y representación mediática de la Selección Nacional de Puerto Rico en el baloncesto de mujeres. Como periodista, laboró para el diario The Puerto Rico Daily Sun y el medio digital NotiCel.com. Actualmente es parte del equipo del medio digital feminista Todas. Además, fue Editor de la revista académica Caribbean Studies en la UPR.

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