Paso a paso…
“…alzar la voz y abrazar la acción de manera organizada, propia y que solicite al unísono la equidad. Sí, equidad, de eso se trata. De igualdad, justicia, aún de equilibrio, tres nociones que deben adornar los sistemas universitarios, deben adornar la praxis pedagógica universitaria…”.
“La espantosa complicidad”, 15 de octubre de 2012
“… Acordemos la acción y, quizás, podamos contestar en la afirmativa la primera pregunta que arriba decimos: “¿Que tal si la situación de los profesores por contrato en y fuera de Puerto Rico es una situación de derechos humanos y con este prisma debemos solucionarla?”, y, quizás salgan a nuestro encuentro defensores de los derechos humanos de otras profesiones con capacidad de persuasión mayor que la nuestra.”
“¿Qué tal si..?, 30 de noviembre de 2012
“… La Catedrática Auxiliar de la UPR, Recinto de Cayey, Limarie Nieves Rosa, menciona también en su artículo las gestiones de la Asociación Puertorriqueña de Profesores Universitarios (APPU), una de las organizaciones que representa al personal docente del Sistema UPR, la cual “inició un reclamo insistente a la Administración universitaria para que atendiera la situación de precariedad de los docentes que trabajan por contratos temporeros. A raíz de esto se lograron algunas mejoras. Se extendió el seguro médico a los contratos temporeros a tiempo completo y se logró un pequeño aumento a la remuneración de los que laboran a tarea parcial”…”.
barandilla y banderilla / – 15 de diciembre de 2012
Los tres epígrafes presentan algunos pensamientos medulares de cada uno de los tres artículos publicados inicialmente en el blog de esta autora, barandilla y banderilla, creado el 13 de octubre de 2012, y en el que comenzamos a ponderar en torno a la situación de los profesores por contrato. Son pertinentes, cada uno por separado e interconectados, y sirven de embocadura a lo que en este cuarto artículo decimos.Nuestros contratos, saben algunos lectores, no dan pie a que las partes negocien; no son contratos negociables, y cada vez que firmamos, lo que se supone sea un “acuerdo”, -puntal de cualquier negocio-, algunos profesores nos hacemos la misma pregunta, ¿cuál es el “acuerdo” que nosotros los profesores por contrato estamos firmando? , pregunta que dejamos algo en vilo por un momento pero que se va respondiendo luego.
Hay un libro, la mar de interesante, que se llama Boilerplate: The Fine Print, Vanishing Rights, and the Rule of Law, (Princeton Universtity Press, 2013) cuya autora, Margaret Jane Radin, trabaja con gusto esta situación de boilerplate. Dice Peter Benson, de la Facultad de Derecho en la Universidad de Toronto: «This clear and highly readable book makes accessible to a wide audience the most comprehensive and in-depth discussion to date of a persisting challenge to the legitimacy of contract relations in modern societies. We all have to deal with boilerplate. Radin’s outstanding book is indispensable to understanding its practical and theoretical significance, and to promoting justice in contractual relations.» (énfasis suplido). Sí, este libro quizás deba ser leído, además, por quienes piensan y deciden desde algunas posiciones neurálgicas en las distintas dependencias administrativas de las universidades, -y gubernamentales-, pues quizás produzca algunas lecturas que los muevan a “hacer justicia laboral’ a este sector, a nosotros los “profesores por contrato” que firmamos todos los semestres un contrato que contiene la siguiente cláusula, siempre, pues nunca es negociable, aunque a veces se ha refraseado. Estas son las líneas que hablan en voz muy alta de lo que podemos llamar, sin temor a ser injustos, de “falta de equidad”. Dicen nuestros contratos “Este contrato no conlleva beneficios sobre retiro, ni derecho a licenciadas por enfermedad o por vacaciones, bono de Navidad, desempleo o seguro médico”.
Quienes contratan crean sus propios “universos legales” como plantea la autora del libro arriba citado cuando explica el término boilerplate. Y quizás los universos que se crean en nuestros contratos puedan incorporarse a éstos de los cuales habla la autora. Es materia de juristas, sí, pero lo que sí sabemos es que no podemos cambiarlos, no hemos podido cambiarlos, al menos hasta ahora. Dice Margaret Jane Radin:” “… Business use such forms to create their own legal universe. Because we cannot change them, these forms are called “boilerplate.” (xvi)
Sí, se puede argüir que nosotros los profesores por contrato firmamos esos contratos, “voluntariamente” , sin que nadie nos amenace con un puñal, y por tanto “acordamos”, -y “consentimos”-, que no debemos tener los beneficios de los cuales nos privan pero sí tienen los llamados “ profesores regulares”; en el primer artículo que escribimos, “La espantosa complicidad”, en el cual nos despojamos, -como decían las abuelas-, del hábito de San Benito, del rol de víctimas, esbozamos algunas de las razones por las cuales los profesores semestre tras semestre y año tras año los hemos firmado, y la más importante es la aguda (aunque cabe el uso del superlativo aquí) precariedad económica con la cual vivimos los profesores por contrato en una sociedad que pone a la educación y a la salud como prioridades, como debe ser.
Otra cláusula de nuestros “contratos de adhesión”, -llamados así debido a que una sola de las partes redacta los términos y los mismos no son negociables-, por mencionar solamente dos, que merece ser aquí inscrita para refrescarnos la memoria, es ésta que así dice: “El presente contrato no implica ni crea ninguna expectativa de que será renovado o extendido más allá de la fecha de vencimiento que establece el mismo. Tampoco crea expectativa de nombramiento a un puesto regular en su sentido más amplio”. Y, “en su sentido más amplio”, lo que quiere decir: en más granoso arroz y habichuelas, es que no importa si un profesor/profesora (somos más mujeres) por contrato trabaja en una institución por 8 o por 20 años, si sus evaluaciones como profesor/profesora son excelentes (estudiantiles y de pares), si los administradores felicitan su trabajo (algunos se cuidan de hacerlo verbal y privadamente) , si el profesor participa de las actividades a las cuales es citado/a para beneficio de la institución; no importa, no hay razón para que el profesor/profesora por contrato cree expectativa alguna de que puede ser nombrado/nombrada a un puesto regular, ni siquiera cuando compite para el mismo en buena lid, ni siquiera debe tener razón para que firme un contrato el próximo semestre. El/la profesor/a por contrato vive de día a día, lo practica, no lo predica, vive, sí, muy inmerso/a en el ahora, “al chavo”, como dicen.
En la promoción del libro que aquí presentamos en algunos puntos muy breves (pero que convidamos a su lectura a los juristas que tienen empatía por nuestra situación), Princeton University Press dice: “On a daily basis, most of us accept boilerplate provisions without realizing that should a dispute arise about a purchased good or service, the nonnegotiable boilerplate terms can deprive us of our right to jury trial and relieve providers of responsibility for harm. Boilerplate is the first comprehensive treatment of the problems posed by the increasing use of these terms, demonstrating how their use has degraded traditional notions of consent, agreement, and contract, and sacrificed core rights whose loss threatens the democratic order.” Sí, se han degradado, -nosotros, los profesores por contrato lo entendemos, lo vivimos, y lo sentimos-, las nociones de “consentimiento”, “acuerdo”, “contrato”, y se han sacrificado derechos centrales cuyas pérdidas amenazan el orden democrático, “democratic degradation” la llama la autora. Y dice al respecto: “ In other words, these systems of contracts can delete rights that are granted through democratic processes, substituting for them the system that the firm wishes to impose” (16)
En el artículo “¿Qué tal si…? escribimos así: “¿Que tal si la situación de los profesores por contrato en y fuera de Puerto Rico es una situación de derechos humanos y con este prisma debemos solucionarla?”, pregunta que sigue en pie y que aquí se empalma con otros planteamientos: el de no ser víctimas, el de equidad, y el que ahora en el último párrafo decimos.
Y, pues, ¿qué nos queda?; decimos en “La espantosa complicidad”, escrita y publicada hace tres meses : “…alzar la voz y abrazar la acción de manera organizada, propia y que solicite al unísono la equidad. Sí, equidad, de eso se trata. De igualdad, justicia, aún de equilibrio, tres nociones que deben adornar los sistemas universitarios, deben adornar la praxis pedagógica universitaria…”.
Voz y acción en búsqueda de la equidad, y para mejor encaminarnos a lograrla: la equidad, pues las voces las tenemos, hemos estado en conversaciones (así lo hemos hecho con el consentimiento de un número razonable de profesores por contrato y otros profesores regulares solidarios con nosotros) para ejercer nuestro derecho a organizarnos (que no a sindicarnos) en una organización de esas que tienen un buen nombre: “organización bona fide”, como lo hicieron los médicos del Hospital Municipal, organización que nos daría fuerza en los planteamientos que en estos cuatro artículos hemos presentado. Viene en camino y este artículo es un anticipo.
*Publicado originalmente en el blog de la autora, barandilla y banderilla.