Perspectiva de género, sexopolítica y niñez
La idea de este trabajo es leer esta oposición como algo más que una respuesta común de estos sectores fundamentalistas religiosos y a la vez dar cuenta de qué dicen y proponen las políticas públicas a las que se oponen.
Con esto, busco mostrar cómo a través de las políticas públicas entorno a la perspectiva de género y las reacciones a las mismas, se utiliza la retórica de ciudadanía para producir discursos específicos sobre la sexualidad a través de la producción de la niñez. Para mostrar esto, las críticas feministas sobre el Estado, las políticas públicas y la ciudadanía son centrales. Específicamente las aportaciones que desmontan los universalismos del sujeto abstracto que el Estado mantiene y sus referentes como hombre-blanco-heterosexual-
Escenario, ley y políticas públicas
Los intentos de implementar políticas públicas para institucionalizar la perspectiva de género en el DE se desarrollan desde el año 2006 hasta el actual 2015. Una de las peculiaridades de este desarrollo ha sido los cambios de cuatrienios, y con ellos, los cambios de partidos políticos al poder. Por ende, mantendré un orden cronológico en este apartado para ver qué dicen y qué proponen estas políticas públicas, así como las reacciones de quienes se oponen a las mismas.
El 26 de mayo de 2006, bajo la administración del Partido Popular Democrático (PPD), la ley número 108 enmienda la Ley Orgánica del Departamento de Educación, específicamente el artículo 6.03 sobre las facultades y obligaciones del Secretario de Educación en el ámbito académico. Dicha ley mandata al DE a que, en coordinación con la Procuradora de las Mujeres, se establezca un currículo de enseñanza “dirigido a promover la equidad por género y la prevención de la violencia doméstica. Además, tendrá la obligación de implementar este currículo a través de los ofrecimientos académicos regulares, o integrándolo a los programas académicos y otras modalidades educativas” (Feldman Soler, 2014).
En la exposición de motivos de la ley 108, se alude a los daños de la violencia doméstica, ya sean físicos y/o emocionales, y las consecuencias que estos tienen sobre la familia. La familia funciona en dicho texto como puente para vincular las consecuencias de la violencia doméstica con los niños y niñas. La Ley explicita que “nuestra aspiración es proveer a nuestros niños y niñas de todas las oportunidades para que se desarrollen en un ambiente sano para que en el mañana sean ciudadanos de bien” (2006: 2). Es decir, contempla la niñez como ciudadanos y ciudadanas que se protegen para el futuro, como ciudadanos potenciales. Pero, ¿quiénes son esos ciudadanos y ciudadanas del futuro? Dejaré esta pregunta para el próximo apartado.1
No obstante, tomó hasta el 23 de julio del 2008 para que apareciera la carta circular número 3 bajo el título de Política Pública sobre la incorporación de la Perspectiva de Género en la Educación Pública Puertorriqueña. Esta política pública acoge un lenguaje y discurso de los derechos humanos y “sostiene como principio fundamental la búsqueda de equidad entre los géneros”. En cuanto a la implementación de la perspectiva de género, la política pública es situada como una herramienta transversalmente comprometida en la transformación de los currículos de estudios, los servicios que se ofrecen, el ámbito laboral y todas las iniciativas y proyectos del DE en general para promover la equidad de género.
La política diferencia entre el sexo como concepto biológico y señala la perspectiva de género como “instrumento conceptual” para comprender las diferencias socialmente construidas. Lo interesante, es que señala que la perspectiva de género que se acoge “reconoce las aportaciones de todas las personas en el quehacer social, especialmente los sectores históricamente excluidos de este reconocimiento, como ha ocurrido con las mujeres, las personas con impedimentos y las personas negras” (2008, 2).
La niñez no queda incluida en este reconocimiento, sino que es considerada bajo los esfuerzos sociales de eliminar la violencia y el discrimen a través de la expansión de lo que se entiende como derechos de los niños y niñas. Temas sobre discriminación por orientación sexual, también brillan por su ausencia.
En los apartados de implementación de la política pública, el énfasis está en la transversalización de la perspectiva de género, en la integración de más mujeres y otros grupos excluidos, la identificación de contenido sexista en los textos y materiales pedagógicos, así como del uso del lenguaje inclusivo.
Pero esta política pública llega a materializar la ley 108 dos años después que se aprobara, lo cual hace dudar del compromiso con dicha legislación. Además, era año electoral, solo restaban tres meses para las elecciones generales. Mientras esto sucedía, el candidato a gobernador Luis Fortuño del Partido Nuevo Progresita (PNP), hacía campaña indicando que dejaría sin efecto la mencionada política pública tan pronto fuera gobernador, respondiendo a las presiones de los sectores religiosos (Martínez Ramos, 2014: 2). Efectivamente, estos esfuerzos quedaron “en un limbo durante la administración de Fortuño” (Rivera Torres, 2013), es decir, en el cambio de gobierno y de partido de turno en el poder.
La administración de Fortuño obvió estos esfuerzos, pero desarrolló una campaña en contra de la violencia a la mujer llamada Palabra de Hombre. Campaña que recibió muchas críticas de varios sectores por su tono paternalista, ya que llamaba a los hombres a ser hombres “de verdad” y dar su palabra para cuidar a las mujeres, la familia y el hogar. Dejando ver una perspectiva de género específica que mantenía el dominio masculino en sus referentes y que nada tenía que ver con las metas que se buscaban en la política pública que dicha administración dejó sin efecto.
El debate se revive institucionalmente en los primeros meses del 20132 con el comienzo del nuevo cuatrienio y el cambio de administración del Partido Nuevo Progresista al Partido Popular Democrático. La implementación de la perspectiva de género fue una de las promesas de campaña de la nueva administración y el Proyecto de Ley 484 busca fiscalizar la vigencia de la ley 108 del 2006 que mencioné arriba.
Sin embargo, no se toman acciones institucionales sobre el tema hasta el cercano 25 de febrero de 2015, cuando el Secretario actual del DE, envía la carta circular número 19-2014-2015. Circular para la “Política pública sobre la equidad de género y su integración al currículo de educación de Puerto Rico como instrumento para promover la dignidad del ser humano y la igualdad de todos y todas ante la ley”. Esta política pública sitúa al DE como ente indispensable para atajar las desigualdades sociales dentro de la sociedad puertorriqueña.
El carácter de insistir en la transversalización de la perspectiva de género se mantiene como en el 2008, pero desde otro lugar. El DE se sitúa como un ente del Estado y trae a consideración las leyes y esfuerzos de otras agencias para señalar la necesidad de implementar la perspectiva de género y situarse como un paso más de la transversalización de la misma a nivel estatal. Las metas e implementación son las mismas mencionadas arriba con la circular del 2008. Pero lo interesante aquí, es que por primera vez en los tres documentos, surge a consideración la orientación sexual.
Se cita la Ley 22-2013 donde se establece la política pública del gobierno en contra al discrimen por orientación sexual y/o identidad de género. Esta Ley solo aparece como una referencia de otras políticas públicas que anteceden esta iniciativa; en cuanto a la implementación de la política pública de la perspectiva de género, no hay referencias ni a la orientación sexual, ni tan siquiera a la diversidad sexual.
Traigo esto a consideración ya que los sectores religiosos fundamentalistas han sido los mayores opositores a estas medidas (Martínez Ramos, 2014) y los discursos que han generado como oposición se enuncian en defensa de la niñez y la familia desde el ámbito de la sexualidad. Aun cuando la sexualidad, más allá de esta breve referencia, ha sido obliterada de las políticas públicas.
Por ejemplo, uno de los grupos más activos ha sido Puerto Rico por la Familia, organizando manifestaciones masivas frente al Capitolio en “Clamor a Dios” y “En defensa de la familia” como estrategias políticas de mostrar su oposición. Estas manifestaciones, donde participa gran cantidad de políticos, manejan discursos como: “[la perspectiva de género] va a producir confusión en nuestros niños y jóvenes promoviendo a largo plazo conductas sexuales perjudiciales para la salud”; “Perspectiva de género exige que las escuelas en Puerto Rico incluyan una agenda homosexual en su currículo”; “un atentado contra la niñez puertorriqueña y un atropello a la democracia” (Feldman Soler, 2014).
Otra de las voces de esta oposición ha sido la autodenominada apóstol Wanda Rolón, quien señala:
El enemigo siempre ha querido destruir la niñez, pues sabe que son los hombres y mujeres del mañana y hará lo indecible por destruír su inocencia. Por esa razón todo lo que atente contra ellos tiene que ser combatido. Son nuestro futuro (…) Dile no a la educación de perspectiva de género en las escuelas públicas de Puerto Rico ¡DILE NO! (Feldman Soler, 2014).
La resonancia de este discurso, con la retórica de la ciudadanía en las políticas públicas es muy evidente. Pero dar cuenta de aspectos como estos en los debates políticos ha sido casi imposible. Quienes están a favor de la perspectiva de género han llamado ignorantes a las personas, sectores religiosos y políticos que se oponen y expresan discursos como dichos ejemplos. Esto me parece una trampa lógica. Los discursos fundamentalistas religiosos y sus vínculos con la politiquería por votos, no son mera ignorancia. Son un discurso privilegiado, vestido de saber, una de las manifestaciones del poder (Sedgwick, 1990).
Estos vínculos del fundamentalismo con los políticos crean sujetos políticos, sujetos de lo cotidiano y del derecho. Además, estas manifestaciones y discursos ponen de relieve que el Estado no es un ente abstracto, sino que está habilitado por personas, que convierten el mismo en un ámbito donde “el poder actúa como discurso” (Butler, 2002: 56). Esto es el carácter performativo del Estado, donde sus normas necesitan re-citarse continuamente para sostenerse. Son matrices identitarias, que desde sus vínculos alimentan la vigilancia sobre los cuerpos. Vínculos que van a defender los sujetos políticos que crean. No es ignorancia, es su forma de sostener la jerarquía de la diferencia como desigualdad, en este caso, en la producción de la niñez. Además, descartar esto como mera ignorancia, nubla las posibilidades de análisis y contra ofensiva de desarrollar proyectos políticos a partir de la diferencia.
Retórica de la ciudadanía, feminismo y la sexopolítica escondida
Tanto los discursos de las políticas públicas, como los de quienes se oponen a las mismas, mantiene la misma lógica. Son discursos que operan en defensa del ciudadano y la ciudadana del mañana, de los hombres y mujeres del futuro, es decir, la niñez y su defensa, es la moneda política en el debate de la implementación de la perspectiva de género. Ya me he preguntado más arriba quiénes son esos ciudadanos y ciudadanas del futuro, pero para responder esta pregunta las aportaciones feministas son neurálgicas. Específicamente las aportaciones que desmontan los universalismos del sujeto abstracto que el Estado defiende y sus referentes como hombre-blanco-heterosexual-
En torno a la ciudadanía, los puntos de vista feministas han diferido en más de una ocasión. Por ejemplo, Carole Pateman identifica la ciudadanía como un dispositivo patriarcal, que a través de las características de independencia y trabajo vinculados al ideal del ciudadano, se han basado en atributos y habilidades masculinas (Pateman, 1998: 238).
La propuesta de ciudadanía de Pateman es más extensa, se acerca al “pensamiento maternal” desde la dicotomía hombre-mujer del feminismo radical, y como ha señalado Chantal Mouffe, no sale de una concepción universalista y homogénea del espacio público, limitada por una concepción sexualmente diferenciada y “bi-genérica” de la ciudadanía (Mouffe, 2001: 41). Traigo esto a consideración, porque la propuesta de Pateman es muy parecida a las propuestas de las políticas públicas en torno a la perspectiva de género que he puesto de relieve con anterioridad. Son propuestas que siguen manteniendo una concepción homogenizada, universalista y bi-génerica de la ciudadanía. Mouffe critica el esencialismo de estas posturas ya que a través de reductos esencialistas como la familia, buscan estrategias de fuerzas morales para la política.
La propuesta de Mouffe brinda un acercamiento más fértil para este trabajo. Inscrita en un proyecto feminista que busca luchar contra las múltiples subordinaciones en las relaciones sociales, contempla la ciudadanía como “un principio articulador que afecta las diferentes posiciones de sujeto del agente social al tiempo que permite una pluralidad de lealtades específicas y el respeto a la libertad individual” (46). Al argumentar desde las posiciones de sujeto y dar cuenta de la multiplicidad de subordinaciones, desecha las posturas esencialistas de algunas corrientes feministas, así como el sujeto abstracto hombre-blanco-heterosexual-
Estas aportaciones feministas además de dar cuenta de los sesgos sexistas en los usos y prácticas de conceptos como ciudadanía, permiten dar cuenta de “sesgos racistas, heterosexistas, religiosos y de clases” (Okin, 1996: 185). Pero aquí me interesa el sesgo etario, es decir, el sesgo relativo a la edad de la persona. Específicamente, lo relacionado a los discursos y prácticas que producen la niñez.
Concepciones normativas de la ciudadanía, como las de T.H. Marshall (1950), entienden los deberes y responsabilidades del Estado con la niñez como un compromiso con el forjamiento del ciudadano del futuro. Así como lo hacen las políticas públicas aquí revisadas y sus opositores. Siguiendo la lógica de Mouffe, esta posición del sujeto no debe cristalizar la experiencia de la niñez, ya que además de universalizarla y homogenizarla, la esencializa. Aquí el reto se traduce en comprender esta exclusión etaria y reconocer el rol activo de la niñez (Gaitán, 2014), en mirar la niñez y su agencia de manera relacional con cómo se produce la vida social (James y James, 2008).
Aquí la pregunta sería, ¿cómo se relacionan las aportaciones feministas, la producción de la niñez y la ciudadanía en base a las políticas públicas que he venido discutiendo?
He traído a consideración que las críticas feministas permiten ver la importacia de las articulaciones que excluyen a muchas otras personas y limita su espacio como sujetos de derecho en concepciones normativas de la ciudadanía. Estas concepciones que producen ciudadanos y ciudadanas tiene sesgos sexistas, racistas, heterosexistas, religiosos y de clase, pero además, es una producción en base a la alteridad de un sujeto que ni es niño ni anciano (Moncó, 2011). Lo cual implica, la necesidad de considerar la edad como “un factor de diferenciación con estatuto y funcionamiento” (Llobet, 2012) igual que los otros sesgos que excluyen e invisibilizan. Valeria Llobet señala:
(…) los procesos de construcción social de la infancia, es decir, la invisibilización de los aportes de los niños a la vida social, la restricción de su autonomía, la naturalización de formas de sometimiento con base en la edad, la falta de poder político y de acceso individual a recursos y otros procesos que dan cuenta del tratamiento de los niños con un estatus de minoría social, del mismo modo que se trató a las mujeres como menores (…) los niños son actores sociales pero pertenecientes a un grupo minoritario, en el sentido de carecer de poder para influir de manera taxativa en sus vidas (Llobet, 2012: 9).
En este sentido, la retórica de la ciudadanía en la ley y las políticas públicas de implementación de la perspectiva de género en el DE, así como los discursos de quienes se oponen, producen una niñez específica, homogénea y esencializada. Al insistir en no descartar a quienes se oponen como una oposición común o ignorante y leerlo como algo más, me permitió ver que lo que está en juego tanto por el Estado, como por los sectores fundamentalistas religiosos es una sexopolítica a través de la producción de la niñez. Entendiendo sexopolítica como:
Una de las formas dominantes de acción biopolítica que emergen con el capitalismo disciplinario. El sexo, su verdad, su visibilidad, sus formas de exteriorización, la sexualidad, los modos normales y patológicos del placer, y la raza, su pureza o su degeneración, son tres potentes ficciones somáticas que obsesionan al mundo occidental (…) Son ficciones somáticas no porque no tengan realidad material, sino porque su existencia depende de lo que Judith Butler ha denominado la repetición performativa de procesos de construcción política (Preciado, 2008: 58).
Entender esto como sexopolítica, supone comprender que tanto el Estado, a pesar de que aprueba estas políticas públicas, como los sectores fundamentalistas religiosos están en el mismo lugar pero desde posiciones diferentes en cuanto a los procesos de construcción política del sujeto de derecho de la ciudadanía.
Por un lado, el Estado promueve políticas de equidad de género que obliteran la orientación sexual y la sexualidad, pero mantiene referentes a la familia y a concepciones bi-genéricas de ciudadanía e en torno a los derechos de niños y niñas. Este proceso de producción de la niñez homogeneizada y esencializada es más evidente en los sectores fundamentalistas, por ejemplo, los discursos citados arriba.
Esta sexopolítica es la que produce una niñez como los ciudadanos y ciudadanas del mañana, como las mujeres y los hombres del futuro pero desde un sesgo muy específico. Sesgo que identifico como heteronormativo en el sentido de que tanto las políticas públicas como sus oposiciones, mantienen en el discurso las relaciones y personas heterosexuales como sujetos de derechos idealizados e institucionalizados a través de la retórica de la ciudadanía (Warner, 1991).
De esta manera, tanto el Estado como los defensores de la infancia “invocan la figura política de un niño que construyen de antemano como heterosexual y género-normado”, siendo considerado el niño “como un cuerpo que no tiene derecho a gobernar” (Preciado, 2013: 2). Aquí el vínculo de la crítica feminista al Estado, la ciudadanía y las políticas públicas con pensar las exclusiones etarias en la construcción de los sujetos de derecho a partir de la niñez. Aquí la importancia de no nublar el análisis descartando las oposiciones como meras ignorancias, sino comprender lo que políticamente está en juego y que no son simples concepciones de la niñez, también son “construcciones de imágenes y discursos sobre tales grupos” excluidos (Llobet, 2012: 10). Construcciones y producciones de la niñez que ponen de relieve quiénes tienen derecho a la niñez, qué niñez se legitima y qué niñez es construida para ser vivible desde un referente heteronormativo.
¿Por qué hablar de esto ahora?
He realizado una lectura feminista de las políticas públicas, y las reacciones a estas, que buscan implementar la perspectiva de género en el DE de Puerto Rico. Busqué dar cuenta de que la producción de la niñez es la moneda política entre las políticas públicas y los sectores fundamentalistas religiosos que se oponen, cosa que sabíamos. Pero esta producción de la niñez es una muy específica: esencializada, homogénea, heteronormativa y género-normada que a través de la retórica de la ciudadanía se perpetua. Por parte del Estado se perpetua por la invisibilización de la orientación sexual en las políticas públicas y los referentes heteronormados que mantiene. Mientras que por los sectores que se oponen esta es su razón política principal, la sexualidad es su argumento, a pesar de que el Estado no propone ni habla de este particular.
He tratado de mostrar cómo a través de las políticas públicas en torno a la perspectiva de género y las reacciones a las mismas, se utiliza la retórica de ciudadanía para producir discursos específicos de la sexualidad a través de la producción de la niñez. Y cómo desde el análisis feminista podemos sensibilizar nuestras miradas para ver otras invisibilizaciones, exclusiones y precariedades. Que siguiendo las propuestas de Mouffe, el feminismo nos permite ampliar un proyecto político para dar cuenta de otras vidas excluidas y reconocer la necesidad de hacerlas más vivibles.
¿Por qué hablar de esto ahora? Como dice Vanchi, porque “en este país clasista, racista, heterosexista, patriarcal y en crisis, intentar ser feliz de otras maneras es en sí una labor revolucionaria”. Yo le añadiría LGBTQ fóbico, y estas cosas son las que hay que atajar y transformar para hacer nuestras vidas más vivibles. Además, estamos en año de elecciones, apoyemos o no este proceso de la tropicolonia, hay que reconocer los impactos y consecuencias que esto implica sobre las políticas públicas. El recuento cronológico que mostré más arriba es solo un ejemplo, el PNPPD no solo son aliados en endeudarnos, también han sido enemigxs (a niveles distintos) en contra de la perspectiva de género. Si bien por un lado, tenemos a los FortuñosPierluisiRosselló descartando las políticas públicas por sus vínculos con los sectores fundamentalistas, del otro lado, los “de la casa grande”, desangran los proyectos de manera real y no percibida; los aprueban para cantarse logros que casi yacen en letra muerta pues no hay planes que los materialicen. Sin embargo, no podemos olvidar que las políticas públicas son instrumentos, y que las transformaciones radicales se darán en nuestro día a día cotidiano. Esto es lo que me preocupa más. Sí, es sumamente preocupante cómo desde hace un tiempo, y en respuesta a quiénes se oponen a la perspectiva de género, esta se ha ido “limpiando de a poquito en poquito”. Me refiero en específico, a cómo muchas personas a favor de la perspectiva de género intentan desvincular la misma de la educación sexual. Entiendo que los sectores fundamentalistas religiosos utilizan su tabú alarmista y su miedo a los cuerpos a través de la sexualidad, pero si estamos hablando de hacer nuestras vidas más vivibles no podemos seguir cayendo en sus agendas conservadoras.
Sin educación sexual, la educación con perspectiva de género está incompleta, a estas alturas, no podemos seguir reproduciendo la sexopolítica estatal y fundamentalista, con cierto corte LGBT fóbico. Pensar en que solo es que lxs niñxs sepan que hay familias con mamá-mamá y papá-papá no lo es todo, esta visión sigue cargando la niñez como unx ciudadanx en potencia y no como unx activx. Es reconocer la propia diversidad y lo diverso que es la niñez, es que conozcan su cuerpo, que es suyo, que pueden decidir sobre el mismo. Es no violentar invisibilizando otras formas de vivir con las cuales se pueden identificar. Es dejar de educar en base a silencios y miedos, sin duda, esto me parece un primer paso para hacer muchas vidas más vivibles y sin violencia.
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- Vale señalar, que tanto la Ley 108 como las dos políticas públicas aquí discutidas mantienen diálogos con organismos internacionales, como por ejemplo con la Declaración de Derechos del niño y la niña de las Naciones Unidas. Esto puede ser un eje interesante para abordarlo en una próxima investigación, ya que la ley no brinda el contexto actual de niños y niñas en la Isla. [↩]
- Esto no implica que durante este tiempo, organizaciones feministas comunitarias como Taller Salud; colectivos políticos y activistas como el Comité Contra la Homofobia y el Discrimen, la Colectiva feminista en construcción, el Partido del Pueblo Trabajador u otras organizaciones políticas como el Caucus de la Mujer del Movimiento Socialista de Trabajadores denunciaran y exigieran la implementación de dicho currículo. [↩]